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¿Por qué Mongolia no ha detenido a Putin a pesar de su compromiso con la Corte Penal Internacional?

Análisis

Miquel Ribas Lladó
Miquel Ribas Lladó
Grado en Relaciones Internacionales (Collegium Civitas, Varsovia) y Máster en Estudios Globales de Asia Oriental (UAB, Barcelona). Tiene experiencia como investigador en la Fundación Instituto Confucio (Barcelona) y en el Instituto de Investigación Sociopolítica de la Academia de Ciencias de Rusia (Moscú). Alumno certificado del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico y del Curso de Experto en China de LISA Institute.

Durante los días 2 y 3 de septiembre de 2024, el presidente ruso, Vladímir Putin, realizó una visita oficial a Mongolia en el marco de la conmemoración del 85º aniversario de la victoria en la batalla de Jalin Gol. La visita generó gran expectación en torno a si el gobierno mongol cumpliría la orden de arresto del presidente ruso, emitida por la Corte Penal Internacional. Miquel Ribas, alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico y el Curso de Experto en China de LISA Institute explica por qué no ocurrió y qué papel tiene la historia y los recursos naturales en la decisión de Mongolia.

Es relevante destacar que, tras la visita del presidente ruso, el vicepresidente chino, Han Zhen, realizó una visita oficial a Mongolia. Con ello pretendía profundizar lazos y ampliar la cooperación bilateral entre Pekín y Ulán Bator, a pesar de que a la visita del vicepresidente chino se le ha dado poca importancia en contraste con la realizada por Putin. 

En este contexto, es necesario abordar si la independencia de Mongolia está en peligro y si existe el riesgo de convertirse en un estado satélite de Moscú o de Pekín. Para ello, ahondaremos en la historia moderna de Mongolia, desde su proclamación como estado socialista e identificando características internas de su sociedad.

La Mongolia socialista: ruptura de la tradición para entrar en la modernidad

La independencia de Mongolia se remonta a 1911 con la independencia de la China Qing y la proclamación del Kanato de Mongolia. El Kanato duró hasta la Guerra Civil rusa, cuando Bogd Khan, líder mongol, se alió con los rusos blancos, afines a las fuerzas zaristas bajo el liderazgo del barón Ungern von Sternberg.

En respuesta, algunos partisanos mongoles liderados por Damdin Süjbaatar se aliaron con los bolcheviques. El territorio del Kanato se convirtió en una prolongación de la Guerra Civil rusa que se saldó con la de los rusos blancos por parte de los partisanos afines a los bolcheviques. Tras la derrota de las fuerzas blancas, los partisanos mongolos continuaron una serie de batallas contra los chinos, los cuales fueron expulsados ​​del territorio. Como resultado de la victoria de las fuerzas de Süjbaatar se fundó la República Popular de Mongolia, el segundo estado socialista del mundo.

El nuevo Estado socialista, no obstante, se encontraba en una situación de un profundo subdesarrollo. Apenas tenía industria y sus principales actividades económicas se basaban en el pastoreo y la trashumancia siguiendo un modelo de vida nómada. En este contexto, el líder soviético Joseph Stalin y el Komintern ordenaron la construcción del socialismo, incluida la colectivización de la agricultura mongol. Esto llevó a la persecución religiosa del chamanismo y el budismo junto con la destrucción de numerosos templos religiosos, el colapso del sistema económico y de transporte tradicional, lo que provocó levantamientos en el oeste y el sur que solamente pudieron ser reprimidos con la ayuda de la URSS.

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Sin embargo, los mongoles no estaban nada contentos con el líder soviético. Estos lo acusaron de desarrollar un «imperialismo rojo» en Mongolia que condujo a una purga masiva entre los miembros del Partido Popular de Mongolia liderado por Choibalsan, el «Stalin mongol».

Tras el triunfo de los comunistas chinos en la Guerra Civil china, Mao visitó Moscú para establecer las fundaciones de una alianza. Todo ello a pesar de la desconfianza mutua que sentía Mao hacia Stalin, pero con la necesidad de la ayuda soviética al desarrollo chino frente a Estados Unidos. En las negociaciones que ambos mantuvieron en Moscú, uno de los temas a discutir fue la situación de Mongolia por los desacuerdos en torno a la división del territorio mongol.

El territorio de Mongolia Exterior, que constituía el Estado de la República Popular de Mongolia bajo el liderazgo de Choibalsan, reclamaba la adhesión del territorio de Mongolia Interior, considerada una Región Autónoma de China. Mao, por su parte, demandaba el retorno de Mongolia Exterior a soberanía china. Finalmente, se mantuvo el statu quo. Un hecho que marcó la desconfianza de Ulán Bator hacia Pekín fortaleciendo sus lazos con Moscú.

A lo largo de la época soviética, Mongolia entra en el período conocido como la modernidad. Para Mongolia, la modernidad tuvo implicaciones sustanciales en tanto en cuanto se empezaron a abandonar los métodos de vida tradicional para el Estado mongol. En este contexto, el período soviético supuso el fin de las culturas ancestrales que habían regido en Mongolia como el nomadismo o los modelos de vida tribales de los ger, los ail y los aimag. Con ello, se apostó por el desarrollo de un modelo de vida sedentario buscando erradicar formas de vida tradicionales que pudiesen suponer palos en las ruedas a aquello que los comunistas rusos entendían por progreso.

Entre los logros de la época se destacan la implantación de un sistema educativo que eliminó el analfabetismo. Igualmente, se terminó con el legado confuciano de desigualdad de género permitiendo a las mujeres acceder a universidades y a ocupar puestos profesionales da alto nivel como médicos o profesores. Del mismo modo, las actividades de la trashumancia, el pastoreo y la agricultura fueron substituidas progresivamente por la minería y la urbanización.

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En el ámbito de la política exterior, Mongolia fue un aliado fiel a la URSS desde su fundación. En 1962 devino miembro del Consejo de Ayuda Económica Mutua y, aunque nunca llegó a ser miembro de pleno derecho del Pacto de Varsovia, sino observador, su territorio sirvió como base para fuerzas soviéticas, principalmente en el marco de la creciente confrontación entre Moscú y Pekín, consolidándose como un Estado tapón.

Una de las razones por las que Mongolia eligió Moscú frente a Pekín fue de la dependencia económica y comercial de la URSS. Por otro lado, la otra razón significativa era la ambigüedad mostrada por Pekín hacia la independencia de Mongolia. Actualmente, la República China o Taiwán sigue reclamando la soberanía sobre toda Mongolia y una de las tres demandas de Deng Xiaoping a Mijaíl Gorbachov para restablecer relaciones diplomáticas con la URSS tras la ruptura sino-soviética fue la retirada de tropas soviéticas de Mongolia Exterior.

Mongolia después del socialismo: una independencia precaria dependiente de Rusia y China

Las transformaciones políticas y económicas que se vivieron en la URSS en el marco de la perestroika y la glasnost gorbachovianas también tuvieron su impacto en Mongolia. Al final de la década de los 80, emergieron en Ulán Bator un conjunto de manifestaciones populares de matriz estudiantil. En 1990, estas causaron el derrocamiento del Partido Popular de Mongolia y permitieron llevar a cabo la transición hacia un cambio de régimen.

En esta transición política, con gran implicación por parte de la juventud y de la sociedad civil, Mongolia devino un caso excepcional al consolidarse como uno de los pocos estados del bloque soviético (probablemente el único junto con Kirguistán) que habían adoptado un marco democrático, como refleja la Constitución de 1992.

En relación al legado del Estado socialista coexisten dos concepciones antagónicas entre aquellos que defienden la importancia del socialismo como instrumento para introducir la modernidad en Mongolia, frente a aquellos que ven al socialismo como la ideología responsable de la destrucción de los valores tradicionales mongoles.

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Históricamente, Mongolia siempre ha estado bajo la dominación china y rusa. Ante la desconfianza de Mongolia hacia la dependencia de sus dos grandes vecinos, Mongolia buscó impulsar sus lazos con países que en la Guerra Fría habían formado parte del bloque occidental. Entre ellos, se puede destacar la mejora de los lazos con Estados Unidos o la construcción de la llamada política del Tercer Vecino o de Tercera Vecindad. Algunos de estos países también incluyen a Japón, Corea del Sur o la Unión Europea, entre otros.

No obstante, la política de Tercera Vecindad no parece haber dado resultados halagüeños en tanto en cuanto que el Estado sigue dependiendo enormemente de las inversiones y la cooperación comercial con Moscú (principal suministrador de recursos energéticos) y Pekín (receptor de aproximadamente el 85% de las exportaciones mongolas).

Actualmente, las relaciones con bilaterales con China son consideradas por Ulán Bator como una absoluta prioridad, mientras las relaciones con Rusia son de una importancia estratégica. Del mismo modo, a pesar de la apuesta de sucesivos gobiernos mongoles por la mejora de la situación económica, la pobreza está aún muy extendida.

Ulán Bator está luchado por sostener su economía, aunque ésta sigue dependiendo principalmente de los ingresos derivados de la exportación de cobre, oro y cachemira, así como de carbón y espato flúor. La explotación de dichos recursos requiere una inversión extranjera directa para proporcionar la tecnología suficiente en la extracción. Al carecer Mongolia de dicha tecnología ni de disponer de capacidad para poder desarrollarla por si misma, ésta depende mayoritariamente de las inversiones chinas y rusas. Ambos países han establecido empresas conjuntas que controlan la mayor parte de la actividad minera y generan una sensación de “colonialismo blando” en el gobierno mongol.

Por otro lado, el país se enfrenta a multitud de problemas ambientales como la contaminación a causa del uso intensivo del carbón como principal fuente de suministro y generación de energía y la falta de fuentes energéticas substitutivas al carbón, como el petróleo, o la falta de recursos para impulsar las energías renovables. En este contexto, Ulán Bator es la ciudad con mayor nivel de contaminación ambiental.

Igualmente, la sociedad mongola postcomunista está experimentando un gran número de problemas sociales internos, principalmente relacionadas con la desigualdad de género. En este contexto, los hombres siguen defendiendo un modelo de división sexual del trabajo. En su visión social y familiar, es el hombre quien debe trabajar y llevar el dinero a la casa. Por su parte, las mujeres buscan su emancipación profesional y su status de sumisión al hombre frente a la concepción de familia tradicional asiática. Un hecho que ha llevado a la caída de los matrimonios y de la tasa de natalidad. Además, muchos jóvenes buscan abandonar el país en busca de mejores oportunidades.

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El modo de vida nómada tradicional está perdiendo atractivo y muchos descendientes de los nómadas de la estepa prefieren buscar mejores oportunidades en las urbes. Esta renuncia al nomadismo está generando flujos de migración internos significativos hacia la capital, Ulán Bator, la cual no está preparada para absorber este elevado número de migrantes al carecer de infraestructura básica. La creciente migración interna ha generado una elevada concentración de yurtas alrededor de la capital formando barrios enteros que abarcan a casi la mitad de la población que vive en la capital. La mayoría de ellos no reúne condiciones óptimas para la vida como la falta de suministros básicos.

La pobreza y los problemas sociales internos que vive el país desde el fin de la época socialista han creado un entorno idóneo para la emergencia de posturas ultranacionalistas y xenófobas críticas con la creciente influencia de China y antiinmigración. En este clima de ascenso de un nacionalismo étnico xenófoba han emergido grupos como los Tsagaan Khas (Esvástica Blanca). Estos son conocidos como los “nazis de Mongolia” que se oponen a la aceptación de trabajadores chinos en el país o la oposición al matrimonio interétnico, entre otros. Para ellos, los flujos migratorios chinos son consideradas como una práctica colonialista a tenor de la debilidad demográfica de Mongolia.

Conclusiones: pragmatismo y realpolitik en busca de mantener una precaria independencia

Que Vladímir Putin no haya sido detenido al llegar a la capital mongola y recibido con honores, no significa que el pueblo mongol o el gobierno sientan aprecio por la figura del presidente ruso. En este sentido, la solemnidad con la que se ha adornado la visita obedece más a los intereses del gobierno mongol, el cual es consciente de que, para abordar los elevados desafíos internos a los que se enfrenta el país, es necesaria la cooperación con el gobierno ruso y el desarrollo de una buena vecindad.

A pesar del ascenso de movimientos nacionalistas y xenofobos, las dinámicas del gobierno mongol ha ahondado más en el impulso de la cooperación tanto con Moscú como con Pekín. Sobre todo, en el marco de la participación y la integración en proyectos económicos conjuntos (como la Iniciativa de la Franja y la Ruta con el corredor China-Mongolia-Rusia o la construcción de un gaseoducto para transportar gas ruso de Siberia hacia China atravesando el país mongol).

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El índice de poder Lowy, que mide la distribución del poder en Asia-Pacifico, sitúa a Mongolia como una potencia menor con unas capacidades de poder similares a las de potencias como Nepal o Laos. Este dato hace que, unido a sus problemas geográficos como la falta de salida al mar (Ulán Bator es la capital más alejada del mar a nivel mundial), la falta de infraestructura y logística o la inexistencia de un tejido productivo e industrial de elevado valor agregado con una mano de obra poco formada, no pueda desprenderse ni renunciar a mantener buenas relaciones con Rusia y China.

Sin embargo, esto no hace óbice a que la decisión de Ulán Bator de apostar por una buena vecindad con Moscú y Pekín se debe más a obligación y necesidad que no por voluntad. Sobre todo, a pesar de los peligros percibidos por una parte de la sociedad mongola en torno a los efectos que pueda suponer para su independencia un incremento de la influencia tanto de Moscú como Pekín. A este hecho, se le debe añadir la falta de resultados que ha mostrado la política de la Tercera Vecindad.

En este contexto, tal vez sería más relevante plantearse el papel que Mongolia pueda influir en las tendencias y dinámicas de las relaciones sino-rusas. Aunque por diferentes razones, Mongolia sigue siendo considerado un Estado estratégico para la política exterior de ambos. El hecho que apenas una semana tras la visita de Putin a Ulán Bator, la capital mongola haya sido visitada por el vicepresidente chino parece evidenciar la existencia de un nuevo “gran juego” en torno a Mongolia por parte de Moscú y Pekín.

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