spot_img

Rusia en Oriente Medio: análisis de la cumbre intrapalestina y sus implicaciones

Análisis

Miquel Ribas Lladó
Miquel Ribas Lladó
Grado en Relaciones Internacionales (Collegium Civitas, Varsovia) y Máster en Estudios Globales de Asia Oriental (UAB, Barcelona). Tiene experiencia como investigador en la Fundación Instituto Confucio (Barcelona) y en el Instituto de Investigación Sociopolítica de la Academia de Ciencias de Rusia (Moscú). Alumno certificado del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico y del Curso de Experto en China de LISA Institute.

Del 29 de febrero al 2 de marzo de 2024 tuvo lugar en Moscú, una cumbre intrapalestina (entre las diferentes facciones que integran el movimiento palestino, tales como Fatah, Hamás o la Yihad Islámica entre otros). Esta cumbre se enmarca en un momento crítico para el movimiento palestino, tras la dimisión del bloque del gobierno de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y cinco meses de guerra contra Israel en la Franja de Gaza. En este análisis, el alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico y el Curso de Experto en China de LISA Institute, Miquel Ribas, analiza el papel de Rusia en este escenario.

La cumbre ha sido auspiciada por Rusia con objeto de unificar a las distintas facciones para formar un gobierno tecnocrático tras el cisma entre Fatah y Hamás, el cual tuvo lugar en 2007 y que ha generado una enemistad entre ambas facciones mayor que aquella que mantienen con el Estado de Israel. Sin embargo, esta cumbre ha nacido muerta ab initio, puesto que Rusia no tiene una hoja de ruta clara en torno a la situación en Palestina y no ha contado con la participación del Estado de Israel, un actor clave en el conflicto.

Además, la guerra de Gaza beneficia a Rusia al distraer la atención de Estados Unidos y la Unión Europea de Ucrania, el verdadero objetivo de Moscú. En este punto, es preciso intentar responder a la pregunta: ¿por qué Rusia ha buscado convocar esta cumbre sabiendo que no daría resultados? Este interrogante requiere, sin embargo, tener en cuenta el papel que ha jugado (y juega) Rusia (anteriormente la URSS) en Oriente Medio, así como el contexto del conflicto entre Palestina e Israel.

La URSS en Oriente Medio: una región estratégica

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría, Oriente Medio devino una zona estratégica para Estados Unidos y la URSS. Ambas superpotencias intentaban ocupar el vacío dejado por las potencias coloniales (Francia y el Reino Unido) en el marco del proceso de descolonización con objeto de ampliar sus esferas de influencia. En este contexto, Washington impulsó sus relaciones con las monarquías del Golfo, el Irán monárquico y el Estado Israel.

La URSS, por su parte, estableció alianzas con las repúblicas árabes vinculadas al nacionalismo árabe (nasserismo), el socialismo y el baazismo, tales como Egipto (hasta 1973), Siria, Irak (desde 1968), Yemen del Sur y movimientos revolucionarios como Fatah o la Organización de Liberación Palestina (OLP). En este caso merece especial mención la relación de la URSS con Israel, puesto que, si bien la URSS fue el Estado pionero en reconocer a Israel, tras la Guerra de los Seis Días rompió relaciones posicionándose a favor del derecho de autodeterminación de los palestinos.

 ➡️ Te puede interesar: Las batallas perdidas de Putin y por qué la guerra en Ucrania seguirá por un tiempo

La Guerra del Yom Kippur asestó un duro golpe a la política exterior de la URSS en Oriente Medio demostrando que, a pesar de las estrechas relaciones con Egipto y Siria, era incapaz de garantizar la paridad militar de sus aliados árabes con Israel.

A pesar del impacto de la Guerra del Yom Kippur, la URSS no perdió su influencia. Si bien el presidente egipcio, Anwar el Sadat, reorientó su política apostando por impulsar sus vínculos con Estados Unidos, Moscú consolidaba su influencia a través de su apoyo a los regímenes baazistas. La Siria de Háfez-al Asad, por un lado, demandaba el apoyo de Moscú para alcanzar la paridad armamentística con Israel. El Irak baazista, por su parte, impulsaba sus relaciones con Moscú en el ámbito militar, económico y geopolítico dado el creciente predominio político y militar de Bagdad en el Golfo Pérsico. 

A lo largo de la Guerra Fría, las relaciones entre Moscú y sus aliados árabes fueron, sin embargo, contradictorias, pues Moscú obtenía acceso a una región considerada vital en la geopolítica de la Guerra Fría, aunque, sostener a ambos implicaba, para Moscú, una relación muy costosa en términos económicos.

La política rusa en Oriente Medio tras la Guerra Fría

Tras el colapso de la URSS, Moscú adoptó un nuevo perfil político en torno a la región. Durante los primeros años de la época yeltsiniana, su papel se caracterizó por mantener un perfil bajo. En 1996, llegó a la cancillería rusa Yevgeny Primakov. Primakov rompió con «la convergencia con Occidente» de su predecesor, Andréi Kozyrev. Primakov estableció su doctrina con base en dos conceptos:

1) Rusia debe ser contemplada como una gran potencia global y regional capaz de contrarrestar a Estados Unidos.

2) Una concepción multipolar del orden mundial en el cual Rusia no debía hacer seguidismo de Occidente, sino emprender y consolidar relaciones de acuerdo a su estatus e intereses. 

 ➡️ Te puede interesar: Cinco conflictos postsoviéticos y la geopolítica de Rusia

En este contexto, la región de Oriente Medio devino una región de gran importancia, aunque Rusia no tenía capacidad para reemplazar a Estados Unidos como potencia hegemónica regional. Primakov sustituyó la doctrina de la política exterior soviética basada en el apoyo sin reservas a los movimientos revolucionarios por un enfoque pragmático. Gracias a esta nueva praxis, Moscú ha obtenido una posición casi única al ser un actor capaz de entablar relaciones equilibradas con Estados antagónicos entre ellos, ya sean Estados sunitas con chiítas (Arabia Saudita e Irán), entre Estados árabes e Israel o entre actores no estatales como Fatah y Hamás.

La llegada de Vladímir Putin al Kremlin no varió esta política. Bien es verdad que, hasta las primaveras árabes y el inicio de la Guerra de Siria, Putin se ha mostrado cauteloso a intervenir directamente en Oriente Medio. En el caso del conflicto palestino-israelí, Moscú simplemente participó, de manera superficial, en el marco de la negociación de los parámetros de Clinton. Igor Ivanov, Ministro de Asuntos Exteriores ruso, llevó a cabo una propuesta de celebrar una conferencia de paz palestino-israelí con objeto desembarazarse del papel pasivo que Estados Unidos había asignado a Rusia tras el colapso de la URSS. No obstante, la propuesta fue ignorada.

Por otro lado, para comprender mejor las acciones de Rusia en Oriente Medio es necesario indagar en la política exterior de Putin. Putin ha abandonado el enfoque ideológico que guio la política exterior soviética, siguiendo con la orientación pragmática. No obstante, Putin no es un líder propositivo, más bien prefiere que sean los demás actores quienes lleven a cabo la iniciativa, mientras él espera pacientemente a que cometan un error para aprovecharlo en su beneficio. Putin es meticuloso y tiene aversión al riesgo. Este perfil hace que toda intervención rusa en el extranjero sea calculada meticulosamente haciendo todo lo posible para minimizar los riesgos.

 ➡️ Te puede interesar: Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico

Moscú no se implicó en Oriente Medio hasta 2015. La situación de guerra civil en Siria y la aparición del Estado Islámico le brindaron la posibilidad de intervenir en favor de Damasco ante la actitud dubitativa de Washington sobre el apoyo a las fuerzas rebeldes sirias. Estos dos conflictos han permitido a Moscú proyectar su poder en Oriente Medio reforzando sus relaciones con Siria e Irak a través del impulso de los vínculos heredados de la Guerra Fría, su cooperación en ámbito energético y la lucha contra el terrorismo.

A nivel regional, Rusia persigue tres objetivos principales. Por un lado, profundizar los vínculos económicos que le den acceso a nuevos mercados para sus productos y sortear el efecto de las sanciones internacionales. Los políticos, que buscan evitar el aislamiento internacional. Finalmente, intenta minimizar el riesgo de inestabilidad en el área postsoviética derivada de la inestabilidad regional a causa de la proximidad con las regiones rusas de mayoría musulmana y el temor del refuerzo del islamismo radical o yihadista en Chechenia, Daguestán o Ingusetia. 

El interés de Putin en la región ha aumentado en el contexto de las post-primaveras árabes. El Kremlin ha recibido de manera entusiasta el golpe de Estado de Al Sisi en Egipto y ha puesto en marcha iniciativas de cooperación con el mundo árabe como el Diálogo Estratégico Ruso-Consejo de Cooperación del Golfo o el Foro de Cooperación Árabe-Ruso. Ha mejorado las relaciones con Arabia Saudí con la visita del rey Salmán bin Abdulaziz a Moscú, en 2017, quien ve a Rusia como un actor global renaciente que podría llenar el vacío de Estados Unidos y el viaje oficial de Putin a Riad en 2019. Hechos que refleja la voluntad de ambos de mejorar sus relaciones sin que esto suponga para Moscú un deterioro en las relaciones con sus aliados tradicionales como Siria, Irán o Irak. Destacar, igualmente, el papel de los Emiratos Árabes Unidos, el principal socio comercial de Moscú en la región.

➡️ Te puede interesar: Entender Transnistria y por qué es un enclave vital en la guerra de Ucrania

Un enfoque político que ha dado resultados positivos, ya que ninguno de estos Estados ha cortado relaciones comerciales ni ha impuesto sanciones contra Moscú, tras el inicio de la Operación Militar Especial, dándole un balón de oxígeno ante los paquetes de sanciones occidentales. Para Moscú, se trata de influir en la región para preservar la estabilidad y la previsibilidad que pueda facilitar la cooperación económica, comercial y de seguridad y reafirmar su estatus de gran potencia regional.

Rusia en el conflicto palestino-israelí y su papel en la reunión intrapalestina

Tras la Guerra de los Seis Días, la URSS apoyó fuertemente las actividades de la OLP contra el Estado de Israel, con el cual no restableció el reconocimiento diplomático hasta el 18 de octubre de 1991. Sin embargo, la política exterior de la Rusia postsoviética no mostró gran interés en el conflicto. El Kremlin se guio por el principio de reconocer a los dos Estados, aunque, en la práctica, ha hecho poco o nada para implementarlo.

Los vínculos ruso-israelíes han experimentado un crecimiento continuo desde 1991, con un diálogo estratégico cada vez más profundo, incrementado los intercambios económicos e impulsado los contactos entre ambos pueblos. Desde la Guerra de Siria, Israel ha intensificado su necesidad de interactuar con Rusia en cuestiones operativas y estratégicas, intentando distanciarse de la rivalidad ruso-estadounidense. Este interés se ha reflejado en la negativa de Tel Aviv a condenar la anexión de Crimea, ni tampoco la Operación Militar Especial. Sin embargo, estas relaciones no están exentas de divergencias, ya que Israel ve con preocupación la creciente convergencia de las relaciones entre Moscú y Teherán, las cuales pueden aún presagiar una ruptura significativa entre Rusia e Israel además del creciente apoyo de Moscú hacia Damasco, sus dos principales rivales regionales.

➡️ Te puede interesar: De China a Rusia: los 10 países con mayor censura de internet en el mundo

La cuestión palestina ha sido utilizada por Moscú para criticar el monopolio estadounidense en las negociaciones de paz. El presidente de la ANP, Mahmud Abás, ha celebrado varios encuentros con Putin. El presidente ruso ha recalcado que Rusia siempre ha apoyado a la solución de los dos Estados. Sin embargo, no ha propuesto ninguna iniciativa para implantarla.

Hay que señalar, en este punto, que, actualmente, la solución de los dos Estados no es viable, pues en el territorio de Palestina actúan, de facto, tres actores independientes. Por un lado, el Estado de Israel. Por otro lado, la ANP que gobierna Cisjordania y ostenta el reconocimiento internacional. Finalmente, el Movimiento de Liberación de Palestina (Hamás) gobierna en la Franja de Gaza con sus propias estructuras de gobierno, aunque carece de reconocimiento internacional.

En el caso palestino es poco probable que Moscú pueda conseguir que la ANP y Hamás aparquen sus diferencias uniéndose bajo un gobierno tecnocrático, puesto que ya ha habido mediaciones entre ambos «pero nunca han sido eficaces», según afirma Ruslan Suleymanov quien considera que a Rusia le falta una hoja de ruta para el asunto palestino. Además, para llegar a cualquier solución haría falta contar con Israel. Suleymanov, agrega que los temas tratados en Moscú son más dialogar por dialogar. Además, Estados Unidos y la UE no van a aceptar un gobierno de unidad nacional con Hamás hace que todos los esfuerzos vayan encaminados al fracaso.

Los objetivos regionales rusos en Oriente Medio en el marco de la cumbre intrapalestina

A tenor del pesimismo que plantea la cumbre y la falta de resultados es preciso plantearse ¿Cuáles son los objetivos de Rusia siendo anfitrión de esta cumbre? Los intereses de Putin para mediar entre Fatah y Hamás se pueden sintetizar en tres grandes objetivos.

  • En primer lugar, Putin pretende demostrar, tanto internamente como externamente, que Rusia tiene el estatus de una gran potencia capaz de proyectar influencia más allá del espacio postsoviético demostrando capacidad para influir sobre las facciones palestinas proyectando un estatus de gran potencia.

  • En segundo lugar, Putin pretende presentar a Rusia como una potencia capaz de contribuir a la reconciliación de facciones enfrentadas a través del diálogo rompiendo con el relato occidental que la presenta como una potencia revisionista de matriz imperialista. Además, Moscú quiere reforzar la unidad de los palestinos para dotarlos de mayor capacidad de resistencia frente a Israel y prolongar el conflicto para distraer a Estados Unidos y la UE de su apoyo a Kiev, especialmente, en un contexto en el cual las tornas de la guerra están cambiando en favor de Moscú.

➡️ Te puede interesar: Rusia en 2024: entre la «asianización» y la «desoccidentalización»

  • Finalmente, el último objetivo, no menos importante, es una contención del ascenso chino en la región para evitar que Pekín pueda monopolizar el vacío dejado por el repliegue de Washington. Pekín está interesado en la estabilidad regional para llevar a cabo proyectos económicos a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR) y el acceso a recursos naturales y energéticos (petróleo y gas). También, ha establecido una asociación estratégica con Damasco, y ha influido en procesos de mediación diplomática, auspiciando la reconciliación entre Riad y Teherán con el restablecimiento de relaciones diplomáticas. Estos hechos demuestran que para Pekín, la región de Oriente Medio tiene una importancia geopolítica fundamental. 

Moscú pretende intentar balancear la influencia china en la región evitando que los Estados árabes devengan vasallos de Pekín. No hay que olvidar, por otro lado, que para muchos expertos en Rusia, como Mark Galeotti, una nueva ruptura sino-rusa es inevitable y solamente falta determinar cuándo tendrá lugar. Consideran que la “amistad sin límites” está compactada por la común oposición a Occidente, pero no elimina la desconfianza mutua entre ambos. 

➡️ Te puede interesar: Las consecuencias de la invasión de Ucrania para Europa

La asimetría entre Rusia y China es muy elevada en favor de Pekín, tanto a nivel económico como demográfico, incluso en el ámbito militar donde algunos analistas rusos afirman que es probable que el Ejército Popular de Liberación (o ejército chino) supere, en el corto plazo, al ejército ruso en sectores clave. En esta tesitura, sectores de las fuerzas armadas rusas opinan que si se forja un eje ruso-chino inamovible: “en el plazo de veinte años, Rusia deberá escoger entre o bien una alianza con Occidente o ser un vasallo de China”.

El contexto de los dos conflictos militares que tienen lugar actualmente (Gaza y Ucrania) así como la crisis del movimiento palestino ha ofrecido a Moscú la posibilidad de volver a proyectar influencia en Oriente Medio. Con Irán ha reforzado la cooperación militar con la adquisición de drones de combate en el marco de la Guerra de Ucrania. Además, ha conseguido cambiar el curso de la guerra en Sira en favor de Damasco, manteniendo a Bashar al-Ásad en el poder, ha debilitado a las facciones opositoras y se ha consolidado como un actor relevante para las conversaciones de paz, junto con Turquía e Irán. Igualmente, ha entablado negociaciones con Arabia Saudita obteniendo el apoyo de Riad para reducir la producción de petróleo al tiempo que ha reforzado de sus lazos con la OLP.

➡️  Te puede interesar: El tira y afloja de Estados Unidos y China en Ucrania

Todo un conjunto de factores que confirman que Rusia está recuperando su estatus de gran potencia en Oriente Medio. Putin está explotando las ventajas de una política exterior pragmática que intenta ocupar el vacío que Washington ha dejado tras dos décadas enfangado en conflictos, generando una situación de anarquía regional con Estados débiles y fallidos que ha convertido a la región en un nido de terrorismo internacional, al tiempo que pretende balancear el ascenso chino evitando que Pekín se consolide como nueva potencia regional hegemónica.

Sin embargo, con relación a la cumbre intrapalestina, esta ha tenido un papel más simbólico que efectivo. Del mismo modo, es poco probable que Rusia pueda solucionar el problema, ya que, como dice el anterior ministro de asuntos exteriores israelí, Sholmo Ben-Ami, Rusia no tiene capacidad ni vocación pacificadora para solventar el conflicto.

Te puede interesar:

Artículos relacionados

Masterclass y eventos relacionados

Formación relacionada

spot_imgspot_img

Actualidad

Dejar respuesta:

Por favor, introduce tu comentario!
Introduce tu nombre aquí

spot_img