Entre los días 13 y 15 de junio de 2024, Apulia (Italia) es el escenario de la 50º Cumbre del G7, un evento que reune a los dirigentes de Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido, Estados Unidos, junto a la Unión Europea. A ellos, se suman 12 países invitados y cinco organizaciones, conformando un grupo de alto nivel donde se discuten temas urgentes que afectan a la sociedad internacional. En este artículo, explicamos qué es la cumbre del G7 y por qué la celebración del foro político es fundamental para la estabilidad internacional.
El G7 es un foro político que otorga respuestas globales a las preguntas mundiales, representando una oportunidad para avanzar en los desafíos que enfrenta la sociedad internacional. Así pues, a pesar de no tener el poder para formular políticas mundiales como Naciones Unidas, este grupo engloba a países que ejercen una influencia económica, política y militar importante a nivel mundial al recoger las diez mejores economías del planeta y el 40% del PIB mundial.
Origen y formación de la cumbre del G7
El G7 nace de las reuniones informales de los principales ministros de finanzas de las mayores economías del momento. Las reuniones estaban destinadas a analizar el estado económico y político de la sociedad internacional y orientar sus políticas de manera conjuntas, logrando un mayor porcentaje de beneficios. Surge como una plataforma para la cooperación económica y financiera en respuesta a la crisis energética de 1973. La inestabilidad se produjo como consecuencia de la subida del precio del petróleo crudo de tres a cinco dólares el barril por parte de los países de la Organización de las Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Ante esta situación, el entonces Secretario del Tesoro estadounidense, George Schultz, convocó una reunión de urgencia con los ministros de Alemania, Francia, Reino Unida e Italia para tratar de encontrar una solución a la coyuntura. De este modo, su primera cumbre oficial se celebró en 1975 en Rambouillet (Francia) dando cita a los seis principales países industrializados tras la incorporación de Japón unos meses más tarde a propuesta del país americano, conformando lo que se conoció como el «Grupo de los Seis».
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Sin embargo, en los años siguientes, una sucesión de crisis amenazó con acabar con el recién formado grupo. El fallecimiento del presidente francés Georges Pompidou, junto a la renuncia de su sucesor natural y la ruptura del Gobierno británico, se unieron a las dimisiones de Willy Brandt, ex canciller alemán, debido a un escándalo de espionaje y de Richard Nixon, a raíz del famoso caso Watergate. Sin embargo, el nuevo presidente estadounidense, Gerald Ford, retomó la dinámica del foro y convocó a los dirigentes de las naciones que lo conformaban para presentarse a ellos, volviendo a reactivar al grupo.
A medida que los años pasaban, el grupo crecía sucediéndose nuevas incorporaciones. En 1976, se abrieron las puertas a Canadá quien se sumó al grupo, adoptando su denominación actual de G7 o «Grupo de los Siete». Además, en la tercera cumbre celebrada en Londres en 1976, Reino Unido invitó a la Unión Europea a formar parte en calidad de «miembro no contabilizado», al ser una organización supranacional y no un Estado soberano. Originalmente, el cometido de la Unión Europea se limitaba a los ámbitos en los que disponía de competencias exclusivas, pero este ha ido aumentando con el paso de los años, participando en todos los debates políticos del programa de la cumbre.
Desde ese momento, han acudido los presidentes de la Comisión y el Consejo de la Unión Europea a todas las cumbres celebradas en los años siguientes, configurándose la dinámica actual de este foro económico y político. Así pues, en 1998 el G7 se transformó en el G8 tras la aceptación de Rusia, quien no duraría mucho al ser expulsada por unanimidad cuando se anexionó Crimea en 2014, volviendo el foro a su nomenclatura anterior, el G7.
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Cómo funciona la cumbre del G7
A diferencia del resto de organizaciones internacionales, el Grupo de los 7 no tiene una estructura administrativa permanente. Cada año, a partir del 1 de enero, uno de los Estados miembros se hace cargo del liderazgo del Grupo de forma rotativa, a excepción de la Unión Europea, que dada su naturaleza como miembro no numerario no puede ejercerla. La nación que ostenta la Presidencia sirve como secretaría temporal y acoge el trabajo del Grupo y la Cumbre de Líderes. En 2024, la presidencia la ostenta Italia, en 2023 lo hacía Japón y en 2025 lo hará Canadá.
A las cumbres asisten los jefes de Estado y de Gobierno de los siete miembros y los representantes de la Unión Europea, así como los Estados y organizaciones internacionales invitados por la Presidencia. Las cumbres las preparan los Sherpas, representantes personales de los jefes de Estado y de Gobierno encargados de supervisar las negociaciones y redactar el comunicado final del grupo, el cual a pesar de no ser vinculante, incorpora contribuciones de directores políticos, diputados de finanzas y de responsables de Asuntos Exteriores.
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Asimismo, durante el año de Presidencia el país también acoge y realiza reuniones ministeriales para abordar cuestiones específicas, garantizando un enfoque coherente y exhaustivo de la agenda del G7, lo que proporciona una base sólida para los debates y negociaciones de la Cumbre. En 2024, hay programadas 20 reuniones que se complementarán con los grupos de participación de la sociedad civil, que integraran diversas perspectivas en su proceso de toma de decisiones. Estos grupos reúnen a representantes de varios sectores de la sociedad civil y cada uno se centra en un tema distinto. En cada cumbre realizan un documento con recomendaciones para los líderes que será entregado a la Presidencia.
Por qué es importante la cumbre del G7
Todo este proceso hace relucir la importancia del G7 como un espacio de coordinación y colaboración para abordar los desafíos globales más urgentes. Sirve como plataforma para que los líderes mundiales discutan y busquen soluciones a problemas comunes, siendo pionero en iniciativas que han tenido un impacto positivo en el mundo. En la última cumbre, se comprometieron a invertir 300.000 millones de dólares en tecnologías climáticas limpias, junto con el establecimiento de un impuesto mínimo global para las empresas multinacionales.
Sin embargo, este foro también ha recibido críticas por falta de transparencia al realizarse sus reuniones a puerta cerrada y por falta de representatividad al incluir solamente a potencias consideradas como «occidentales» A pesar de estas críticas, en un mundo cada vez más interconectado, es fundamental que los países trabajen juntos para abordar los retos a los que se enfrenta la sociedad internacional, y en este sentido, el Grupo de los Siete juega un papel crucial.
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