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Desactivar el extremismo desde dentro: el rol de la mujer en la yihad digital y logística

Análisis

Rosalía Fernández Vázquez
Rosalía Fernández Vázquez
Doctora en Medicina con la calificación de Sobresaliente Cum Laude. Analista de inteligencia especializada en seguridad, defensa y gestión de crisis. Actualmente, Directora de programas en el Ministerio de Sanidad de España, con responsabilidad en planificación estratégica, salud pública y cooperación internacional. Alumni del Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute. Formación avanzada en servicios de inteligencia, gestión sanitaria, diplomacia europea (Escuela Diplomática) y especialista en cooperación internacional y gestión de crisis. Representa a España como experta destacada ante la OTAN en materia sanitaria, con un enfoque centrado en seguridad sanitaria, resiliencia institucional y preparación ante emergencias.

Aunque suele vincularse el fenómeno yihadista con figuras masculinas, las mujeres también juegan un papel clave en su expansión. No sólo participan: organizan, financian y reclutan. En este artículo, la alumna del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico, Rosalía Fernández, analiza por qué su rol es clave para desmantelar las redes yihadistas y construir respuestas más eficaces.

El fenómeno del terrorismo yihadista no puede comprenderse sin atender a su dimensión menos visible: el papel que desempeñan las mujeres. No solo como víctimas o acompañantes, sino también como agentes activas en engranajes operativos, financieros y comunicativos. En esta trama compleja, ellas aparecen tanto como multiplicadoras del discurso extremista como posibles portadoras de una contranarrativa regeneradora.

Durante años, la imagen predominante de las mujeres en el contexto del extremismo islamista ha sido la de la sumisión o la invisibilidad. En los casos más extremos, también se las ha representado como mártires envueltas en un velo de violencia simbólica. Sin embargo, el uso estratégico que las redes yihadistas hacen de su condición de género les ha permitido ocupar roles logísticos cruciales. Esto ocurre especialmente en entornos donde las mujeres son percibidas con menor sospecha.

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Han llegado a gestionar transferencias financieras, transportar materiales sensibles, organizar redes de apoyo e incluso adquirir productos de doble uso. Estos productos pueden alimentar armas químicas o biológicas.

Este fenómeno se agudiza cuando se considera que muchas de estas mujeres actúan bajo la cobertura de ONG, actividades caritativas o labores humanitarias. En algunos escenarios de conflicto, ellas poseen un acceso privilegiado a redes sociales y comunitarias, lo que convierte a algunas en nodos funcionales para movilizar recursos, distribuir propaganda o incluso captar a nuevos integrantes para la causa. El terrorismo ha sabido servirse de esta «invisibilidad operativa» como ventaja táctica.

El potencial subversivo de la contranarrativa feminista islámica frente al discurso yihadista

Pero esta misma invisibilidad ofrece una veta crítica: la posibilidad de construir, desde dentro, un cambio de paradigma. La emergencia de figuras como Asma Lamrabet o Amina Wadud, defensoras de una reinterpretación del islam desde una perspectiva de justicia de género, abre una grieta esperanzadora. Estas autoras reivindican una lectura despatriarcalizada del Corán, que reconozca a las mujeres como sujetos plenos de fe, razón y acción social. Frente a la manipulación dogmática que sustenta la narrativa yihadista, proponen una teología de la emancipación y la dignidad.

Ciberyihad y redes sociales: doble filo ideológico

La ciberyihad, con su propaganda viral, vídeos cuidadosamente editados, foros encriptados y reclutamiento transnacional, ha encontrado en Internet un campo fértil. Ha logrado desbordar fronteras geográficas y atraer perfiles diversos, incluidos jóvenes y mujeres de Occidente. No obstante, las mismas redes sociales que diseminan el extremismo podrían emplearse para construir un discurso alternativo. Uno que apueste por el conocimiento, la espiritualidad crítica y la resistencia a la instrumentalización religiosa.

Algunos países ya han empezado a explorar este camino. En Marruecos, el programa de formación de morchidats (consejeras religiosas), como Khadija Zouiten y Fatima Baraka, prepara a mujeres en teología islámica. El objetivo es que puedan ejercer influencia espiritual en sus comunidades, especialmente entre jóvenes y mujeres vulnerables al extremismo.

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En Indonesia, iniciativas feministas musulmanas como las Muslimat Nahdlatul Ulama promueven lecturas inclusivas del islam. En Pakistán, activistas como Rakhshanda Naz están reescribiendo discursos religiosos con una perspectiva de paz y equidad. Estos movimientos, aunque fragmentarios, están poniendo las bases de una contranarrativa desde dentro. Una que reconoce la pluralidad de voces dentro del islam y que, a la larga, puede erosionar la legitimidad del discurso radical.

Implicaciones geoestratégicas del rol femenino en el extremismo yihadista

La instrumentalización de las mujeres en el extremismo no es un fenómeno aislado ni meramente cultural, sino que responde a dinámicas geoestratégicas transnacionales. En regiones con gobernanza débil o conflicto crónico, como el Sahel, la frontera afgano-paquistaní o Libia, las mujeres han sido utilizadas como vectores de confianza para transportar mensajes, dinero o materiales con menor nivel de sospecha. Esta «diplomacia de género» permite a los grupos yihadistas superar controles de seguridad y reforzar su logística a nivel regional.

Al mismo tiempo, los enfoques nacionales difieren drásticamente. Mientras Marruecos o Túnez han invertido en educación religiosa femenina y programas de prevención con enfoque de género, otros países perpetúan modelos de exclusión. Esos modelos alimentan el resentimiento y, con ello, la radicalización. Esta desigualdad en las respuestas refleja una falta de coordinación internacional. También revela la urgencia de una agenda común en materia de prevención del extremismo con perspectiva de género.

Además, las diásporas musulmanas en Europa y América del Norte juegan un rol clave. Algunas mujeres se convierten en agentes de radicalización digital, mientras que otras lideran iniciativas comunitarias. Estas iniciativas buscan prevenir el extremismo desde el terreno. Este espacio transnacional es hoy un campo de disputa ideológica entre narrativas de odio y propuestas emancipadoras.

La mujer yihadista y su transformación en arquitecta de resiliencia ideológica

No se trata únicamente de contrarrestar el extremismo con mayor vigilancia o control de contenidos en redes, aunque estas medidas siguen siendo necesarias. Se trata de imaginar otra forma de intervención: cultural, espiritual, feminista y comunitaria. Una intervención que tenga en cuenta no solo lo que las mujeres son capaces de hacer dentro del aparato yihadista. También debe considerar lo que podrían llegar a ser fuera de él: agentes estratégicas de desactivación del odio.

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En lugar de quedar reducidas a herramientas en manos del extremismo, las mujeres pueden convertirse en sembradoras de un islam crítico, de base, descolonizador. Un islam que devuelva al texto sagrado su vocación de justicia y no de guerra. Su protagonismo no solo transforma el relato, sino que reconfigura el tablero geopolítico del extremismo. Aporta una dimensión ética, comunitaria y transformadora que el análisis clásico ha soslayado durante demasiado tiempo.

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