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¿Puede ser Wagner para Rusia, lo que fue Al-Qaeda para Estados Unidos?

Análisis

Marta Soriano Palacios
Marta Soriano Palacios
Analista internacional en prácticas en LISA News. Estudiante de último año en Relaciones Internacionales y Comunicación Corporativa en la Universidad Rey Juan Carlos. Apasionada en la investigación en geopolítica con el fin de abordar los desafíos presentes y futuros y entender su impacto a nivel internacional.

A través del fenómeno blowback, Estados Unidos experimentó las consecuencias del acercamiento con Al-Qaeda tras la caída de la Unión Soviética. Tras la insurrección del Grupo Wagner de finales de junio, analizamos hasta qué punto Wagner tendría la capacidad para, a través de la guerra o el terrorismo, afectar a Rusia tanto dentro como fuera de su territorio y si podría llegar a convertirse en aliado de EEUU contra los intereses rusos.

En el contexto de la reciente insurrección del Grupo Wagner durante la Guerra ruso-ucraniana, surge el debate de cómo un conflicto de intereses entre el Estado y grupos privados puede determinar las futuras políticas de todo un país y su potencial para desequilibrar la balanza internacional de poder. Ciertas similitudes pueden trazarse entre pasado y presente si tenemos en cuenta que los intereses de Rusia pueden verse amenazados bajo la creciente influencia de dichos grupos paramilitares, así como lo estuvo Estados Unidos con Al-Qaeda.

Durante la década de los años 80, Afganistán se encontraba sometida bajo la influencia soviética, convirtiéndose en un escenario donde las fuerzas hegemónicas de Estados Unidos y la URSS luchaban por el control en el marco de la Guerra Fría. En este escenario, Al-Qaeda surgiría como un actor que años posteriores provocó los atentados del 11-S y la subsiguiente Guerra contra el Terrorismo. Hoy, el campo de guerra se ha trasladado a Ucrania, donde actores ya antes conocidos, así como nuevas caras, las empresas militares privadas (EPM), intervienen en el desenlace de este conflicto y en la transformación de las dinámicas geopolíticas.

La relación entre Estados Unidos y el origen de Al-Qaeda

Tras la Revolución de Saur en 1978 en el que se implementó un gobierno marxista-leninista en Afganistán, Estados Unidos comenzaría a destinar dinero a los grupos insurgentes de la República. Por ejemplo, el 3 de julio de 1979, dio luz verde a la llamada «Operación Ciclón», una estrategia liderada por la CIA en Afganistán y Pakistán con la intención de crear un movimiento guerrillero islámico que debilitase la intervención soviética iniciada ese mismo año. Hacia el año 1986, los yihadistas se enfrentaban a un desafío significativo por la presencia de la aviación de la URSS. En este contexto fue esencial el apoyo material y financiero estadounidense a los combatientes muyahidines árabes, que en contra de la invasión de Afganistán unieron fuerzas para eliminar el gobierno impuesto.

La intromisión de Estados Unidos con la financiación de la yihad atrajo a la región a numerosos grupos islamistas tanto extranjeros, como los Hermanos Musulmanes egipcios, como a los muyahidines afganos a través de, por ejemplo, los servicios de Inteligencia de Pakistán (ISI) o gracias al apoyo de Arabia Saudí.  Esto tuvo como consecuencia imprevista la fundación de la organización terrorista sunita y salafista, al-Qaeda, en 1988 por Osama Bin Laden. A partir de ahí, y tras la retirada de las fuerzas soviéticas, la gran mayoría de los combatientes yihadistas se afiliaron a la organización en una situación de inestabilidad y caos durante la guerra civil.

Al-Qaeda y el fenómeno del blowback

La provisión estadounidense de recursos a Al-Qaeda, así como el descontento por el abandono previo a la guerra civil afgana, motivó a los jóvenes yihadistas, entre otros militantes, a establecer inadvertidamente el punto de partida de una de las organizaciones terroristas actuales con mayor expansión global. El resultado de este fenómeno se manifestó en los trágicos ataques del 11 de septiembre de 2001, que tuvieron un alto costo para la sociedad estadounidense.

Este fenómeno ha sido calificado por algunos autores como blowback o «retroceso», haciendo referencia a las consecuencias imprevistas de las políticas y operaciones de Inteligencia estadounidenses en el extranjero. Autores como Beinart o Scheer afirman que la política exterior estadounidense crea enemigos de forma específica, señalando que «financiamos y formamos a la gente que luego nos ataca». Un ejemplo destacado de ello es el entrenamiento de la CIA a figuras como Bin Laden, entre otros terroristas. Es por ello por lo que Al-Qaeda fue considerada como la vanguardia de este conglomerado de grupos armados, ya que contaban con manuales de entrenamiento, fondos y armas provenientes de Estados Unidos.

En definitiva, los actos de Estados Unidos en otros países han originado ciertas represalias que la sociedad civil ha tenido que vivir, así como la evidente transformación de las políticas y los intereses del país estadounidense. Teniendo este pasado en cuenta, ¿podría repetirse la misma situación en Rusia con el Grupo Wagner?

Empresas militares semiestatales en Rusia: el papel del Grupo Wagner

La privatización de los servicios de seguridad ha llevado al surgimiento y expansión de las empresas paramilitares en diferentes regiones del mundo, especialmente en países caracterizados por una alta inestabilidad política, económica y social. En estos Estados, los gobiernos aprovechan los bajos costes económicos a largo plazo, y la fácil evasión de responsabilidades políticas asociadas, ya que las bajas que se producen no forman parte de las estadísticas oficiales. Por otro lado, en caso de que estas organizaciones operen al margen de la legalidad, ofrecen la posibilidad de ser amenazados por el sistema judicial con penas de prisión, asegurando así la lealtad al régimen.

Indudablemente, las empresas de servicios de seguridad privadas presentan numerosas ventajas que justifican su aplicación en diversos contextos. No obstante, es importante destacar que la proliferación reciente de estos nuevos actores en el ámbito militar podría constituir una amenaza significativa para los países contratantes si estas organizaciones logran alcanzar un nivel sustancial de autonomía e independencia.

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En el caso de la organización Wagner, la mayoría de sus miembros son veteranos retirados de diversas fuerzas de seguridad del Estado ruso, aunque en los últimos años también han atraído a combatientes prorrusos de otros Estados postoviéticos y de Serbia. Esto recuerda a la formación de Al-Qaeda, con la incorporación de personas de diferentes países unidas por una causa, aunque en este caso expertos y periodistas definen a Wagner como una fuerza militar «no oficial» que actúa alineada con los intereses del gobierno ruso.

A lo largo de los años, Wagner ha participado en conflictos en el extranjero como un proveedor fiable de contratos de violencia para Rusia, sus aliados y los principales intereses empresariales, así como haber trabajado directamente con las fuerzas militares estatales de forma regular. La amplia y variada influencia de los efectivos paramilitares a lo largo del planeta ha asegurado de forma considerable el control global de Rusia sobre países como Libia, Mali o Siria.

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Sin embargo, la rebelión anunciada el pasado fin de semana por el líder del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, ha desafiado abiertamente al gobierno ruso con el que ya había tenido desencuentros y desautorizaciones en repetidas ocasiones. Los combatientes, indignados por la falta de efectivos y recursos para combatir contra el ejército ucraniano, han sido la fuente de motivación para tomar el control de ciudades estratégicas, incluyendo Rostov. Este inesperado giro en el curso de la guerra definitivamente abre el debate a la posibilidad de que Rusia esté sufriendo un blowback similar al de Estados Unidos, que surjan nuevos desafíos que pongan en juego los intereses estratégicos del Kremlin, la imagen de Moscú de cara a la comunidad global, así como considerar que esta empresa paramilitar se convierta en un posible aliado de Occidente.

¿Puede ser el Grupo Wagner un aliado de Estados Unidos contra los intereses de Rusia?

La compleja relación entre Rusia y el Grupo Wagner, junto con el aumento de las tensiones con el Ministerio de Defensa ruso, abre un campo de posibilidades en el cual Estados Unidos puede encontrar un aliado inesperado en la consecución de sus objetivos globales.

A pesar de su participación en conflictos como el de Ucrania, Wagner continúa operando en diversas partes del mundo, sobre todo en África. Dichas regiones suponen activos muy valiosos en la promoción de los intereses norteamericanos en términos de seguridad regional y estabilidad geopolítica, además de una ventaja estratégica para contrarrestar la creciente influencia internacional de Rusia. Es por ello por lo que la insurrección de Wagner podría considerarse como un movimiento involuntario, pero aliado a las tácticas estadounidenses en dichos países.

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Si bien es cierto que el presidente Joe Biden insiste en que Estados Unidos nunca estuvo involucrado en la revuelta del grupo paramilitar, es evidente que el movimiento llama al interés del país americano. Un indicio de ello es la recopilación exhaustiva de información detallada por parte de las agencias de Inteligencia estadounidenses sobre los planes de Wagner en la insurrecciónDicha información puede ser utilizada de manera ventajosa para anticipar y contrarrestar las acciones de Wagner, así como para influir en el curso de los acontecimientos en los escenarios donde opera. Al disponer de una imagen clara y detallada de las operaciones de Wagner, Estados Unidos podría desarrollar respuestas estratégicas efectivas y proteger sus intereses, incluso si ello implica aprovechar las tensiones internas dentro de Rusia.

¿Tiene el Grupo Wagner la capacidad de afectar a los intereses de Rusia a través del terrorismo?

Desde su establecimiento en 2014, ha sido perceptible la evolución en el modus operandi de la entidad paramilitar privada, así como el cambio en las verdaderas intenciones de esta organización. Los recientes indicios de terrorismo en el grupo aumentan la preocupación de la comunidad internacional por preservar la seguridad internacional, como por ejemplo la expansión de actividades «ilícitas» en África Central confirmadas por los Servicios de Seguridad e Inteligencia de Estados Unidos.

El modo de reclutamiento de nuevos combatientes plantea un potencial peligro al compromiso y obediencia de las directrices del gobierno ruso. Uno de los objetivos principales se basa en individuos en prisiones rusas con antecedentes penales a los que se les promete la libertad tras seis meses en el frente con salarios superiores a la media nacional. Dichas ventajas podrían desviar la lealtad de los miembros del grupo comprometiendo su obediencia a las directrices del gobierno ruso. A medida que más personas se unen a Wagner en busca de beneficios personales, aumenta el riesgo de que sus acciones se alineen con los intereses de otras fuerzas o intenten ejercer presión sobre el gobierno ruso en favor de sus propias metas como entidad.

El presidente estadounidense ya ha calificado al Grupo Wagner como una organización terrorista y el Parlamento Europeo ha urgido en incluirlo a la lista de terroristas de la Unión Europea, aún queda por determinar si el grupo cumple con los criterios del derecho internacional para ser definido como tal y si, en el futuro, deberá asumir responsabilidades legales. Este hecho plantea la necesidad de abrir un debate sobre quién sería responsable de las repercusiones de las acciones del Grupo Wagner en caso de que evolucione hacia un estado terrorista y, si la ciudadanía rusa se encuentra ante el peligro de ataques terroristas en caso de un cambio de lealtad en la organización.

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Aprender del pasado de Al-Qaeda y Estados Unidos para entender el futuro del Grupo Wagner en Rusia

La insurrección del Grupo Wagner plantea interrogantes sobre cómo los conflictos de intereses entre el Estado y grupos privados pueden influir a largo plazo en la seguridad y estabilidad internacionales. Es importante considerar las lecciones aprendidas del pasado y reflexionar sobre la posibilidad de un blowback que afecte a los intereses de Rusia similar al experimentado por Estados Unidos con Al-Qaeda que, donde la financiación y apoyo de grupos insurgentes condujo a la formación de una organización terrorista global.

Definitivamente, es crucial abordar este fenómeno con precaución, ya que el surgimiento de las EMP, como Wagner, puede representar una amenaza potencial a la soberanía estatal o actuar en beneficio propio o al servicio de otros países, como Estados Unidos, en la consecución de sus objetivos globales, por su gran autonomía y capacidad para afectar los intereses nacionales.

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