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Se avecina la desdolarización del sistema financiero mundial

Análisis

Diego Torres
Diego Torres
Presentador del Podcast Bitcoin para todos. Consultor en Business Intelligence para varias empresas. Profesor del curso Introducción al Bitcoin de LISA Institute.

Al igual que la pandemia de covid-19 aceleró la adopción digital provocando profundos cambios que aún se continúan manifestando a día de hoy, la hipótesis de Diego Torres, presentador del podcast “Bitcoin para todos” y profesor del Curso de introducción al Bitcoin de LISA Institute, es que el conflicto en Ucrania acelerará el procesos de desdolarización y la adopción de sistemas financieros globales alternativos.

Este artículo es la versión en texto del episodio “Se avecina la desdolarización del sistema financiero mundial” del podcast “Bitcoin para todos” presentado por Diego Torres, experto en criptomonedas y Profesor del Curso de Introducción al Bitcoin de LISA Institute.

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Hoy hablaremos del conflicto en Ucrania, un tema que está consternando al mundo y que también preocupa al ecosistema “cripto”. Hay muchas inquietudes sobre el impacto que puede provocar el conflicto bélico en el comportamiento de los activos “cripto” y, en particular, en la industria “cripto”.

Sin elucubrar demasiado sobre los posibles acontecimientos provocados por el actual conflicto, lo que sí podemos visualizar es que el conflicto en Ucrania es un catalizador similar a lo que fue la pandemia. La pandemia aceleró la adopción digital provocando cambios profundos que aún se están manifestando.

Mi hipótesis personal es que el conflicto en Ucrania va a acelerar el proceso de desdolarización y la adopción de sistemas financieros alternativos. Antes de hablar de esos sistemas financieros alternativos, indagaremos un poco en la problemática geopolítica y estratégica que este conflicto implica.

El famoso militar y filósofo prusiano, Carl von Clausewitz, afirmaba en su libro “De la guerra” que “la guerra es la política por otros medios”. Lamentablemente, o mejor dicho, las lamentables acciones que se están llevando a cabo en el teatro ucraniano no son más que la maniobra de escalada de una política que divide al mundo en dos.

Es sabido por todos los expertos en el ámbito militar y estratégico que tales acciones militares sólo son exitosas si logran sus objetivos estratégicos en períodos muy breves, minimizando pérdidas humanas y materiales. Todo conflicto bélico que no se resuelva rápidamente, hablando de su nivel de máxima escalada, termina generando un escenario de “perder-perder”; al menos en términos humanitarios, materiales y, posiblemente, estratégicos para quien inicia la acción.

Otro General, en este caso un estratega francés llamado André Beaufre, desarrolló el concepto de inestabilidad intrínseca de la acción que es justamente la capacidad de determinados medios militares de alcanzar un objetivo de forma exitosa en un periodo reducido de tiempo.

Cuando hay inestabilidad intrínseca de la acción, las “empresas” militares son rentables y, cuando digo “empresas” me refiero a los proyectos militares, a las acciones militares que, además, también son tentadoras para los líderes nacionalistas y expansionistas. Sin embargo, cuando no hay una inestabilidad intrínseca de la acción, la empresa militar es evitada por su falta de eficacia y sólo son utilizadas en todo caso, como medio de disuasión, persuasión o coacción.

Por lo tanto, cuando un Gobierno se embarca en un conflicto armado que no se resuelve en un período muy breve, o bien cometió un error de cálculo (hay muchos ejemplos, muchos estadounidenses) o bien, en virtud de los intereses en juego, ha utilizado los medios militares buscando una ventaja en la negociación política tras las bambalinas.

Kiev, el muro de Berlín del siglo XXI

Es difícil saber lo que está pasando en Rusia con este ataque claramente. Ahora bien, los conflictos se manifiestan en múltiples capas y, en este caso, la acción militar rusa disparó una tremenda escalada estadounidense en la capa económica y financiera. Una respuesta ante la invasión rusa de sanciones económicas y financieras muy fuertes que condicionan y debilitan fuertemente a Rusia y lo empujan hacia China, su única salida.

Es de larga data el uso de medios financieros para lograr objetivos estratégicos por parte de los Estados Unidos y, si bien suelen tener eficacia en el corto plazo porque genera un daño y un condicionamiento muy concreto, su uso extensivo los desgasta y motiva acciones en sus víctimas que, a largo plazo, buscan alternativas debilitando este sistema y acotando su alcance. Me refiero a las sanciones impuestas a través del sistema financiero global, actualmente gobernado casi de manera unilateral por los Estados Unidos. Para algunos pensadores, las acciones estadounidenses constituyen la agonía de un sistema económico mundial imperial caduco, basado en el uso de la fuerza.

Otra pregunta, a nivel estratégico, es cuál es la posición o el rol de China en todo esto. Lo más probable es que China acompañe y de forma más o menos sutil a su vecino ruso, al menos en los ámbitos no militares, como, por ejemplo, facilitándoles su sistema de pagos internacional llamado Cips para atenuar el impacto de las sanciones de Estados Unidos. De hecho, ha habido comunicaciones oficiales donde China indica que Rusia sigue siendo su socio estratégico más allá o pese a la guerra.

Por otro lado, estas acciones económicas y financieras son obviamente conocidas por todos y, tanto los rusos como los chinos, han venido trabajando hace más de una década en intentar reducir su dependencia del sistema financiero global. Antes de escalar el conflicto, Rusia contaba con unas 630.000 millones de dólares de reservas en el país, el cuarto país en reservas del mundo (detrás de China, Japón y Suiza). Ahora lo que es realmente interesante es que Rusia viene desdolarizando sus reservas desde hace más de una década: sólo un 16% de las mismas son dólares, hay un 20% de oro, 30% de yuanes y un 32% de euros, entre otros activos.

Por otro lado, Rusia es un país con muy poca deuda, tiene una deuda de un 20% del PIB; es decir, claramente Rusia viene haciendo los deberes hace varios años. En relación a los embargos, cabe destacar que aún Rusia no ha tomado represalias. Tengamos en cuenta que en Rusia hay miles de millones de dólares en activos financieros que Rusia podría embargar y son, básicamente, un monto equivalente a los de los embargos que han sufrido.

Para ir cerrando el cuadro estratégico, cabe decir que Rusia es apoyada por China, por India y por algunos países árabes o africanos. Si sumamos estas voluntades, estamos hablando de que hay millones de personas que podrían tener una visión del conflicto bastante diferente de la que tenemos en Occidente.

Esto nos permite entender que hay diferentes miradas, pero lo que hay que comprender es que el alcance del conflicto es global y de lo que se trata es de un nuevo orden mundial. Lo que fue ayer no será mañana y, sólo a modo de ejemplo, veamos el insólito cambio en la política norteamericana respecto de las importaciones de petróleo desde Venezuela.

Resulta que ahora Venezuela se vuelve una alternativa muy viable para los Estados Unidos con el precio del gas y del petróleo por las nubes, pudiendo este último alcanzar los 200 e incluso 300 dólares por barril, de acuerdo a los especialistas en la cuestión llevando a pensar que cualquier acción que garantice el suministro es razonable. Para cerrar este cuadro de grieta global, podemos afirmar que Kiev puede llegar a ser el nuevo muro de Berlín del siglo XXI.

¿Son las plataformas digitales descentralizadas una solución viable?

Volviendo a lo que nos interesa. La utilización de medios financieros como mecanismos de guerra financiera, al contrario de lo pensado a simple vista, terminan debilitando el sistema financiero. Aquí es donde la pregunta a formular es si las plataformas digitales descentralizadas están en condiciones de convertirse en la infraestructura de un nuevo sistema financiero global. La respuesta rápida es no porque aún no están dadas las condiciones para que eso suceda.

Si bien ha crecido enormemente la infraestructura descentralizada durante los últimos años, la verdad es que aún falta mucho; al menos para abordar un desafío de las proporciones que estamos hablando. Una cosa es crear comunidades alrededor de colecciones de NFT o incluso crear protocolos financieros que sólo serán utilizados por el “early adopters” y otra muy distinta es crear una infraestructura descentralizada que soporte el intercambio de valor de las naciones y soporte el comercio internacional.

Así como Bitcoin no estaba preparado para ayudar a Assange y Wikileaks en el 2011, hoy no estamos en condiciones de hacernos cargo de semejante sistema. Con esto no quiero desalentar a nadie, simplemente quiero ser realista: menos del 5% de la población mundial ha tenido contacto con Bitcoin y ni hablar con el resto del ecosistema.

Lo que sí es real es que la adopción “cripto” y el entendimiento de su propuesta de valor se verán tremendamente aceleradas por este conflicto. En situaciones como las que estamos viviendo en los gobiernos tienden a volverse más autoritarios y a tomar medidas cada vez más arbitrarias, poniendo en evidencia los problemas del “status quo”.

El acceso a servicios financieros es un ejemplo muy obvio. Millones de personas de las zonas afectadas por la guerra perdieron acceso a sus bienes en el momento en el que más necesitaban esos recursos financieros. Sin embargo, aquellos que tenían acceso a servicios “cripto” pudieron operar sin problemas y aliviar la complicación logística que implicaba salir de Ucrania, por ejemplo.

Por otro lado, los rusos también vieron afectados sus activos: cayó el rublo, la bolsa, perdieron la posibilidad de acceder a pagos internacionales e, incluso, tienen restricciones de acceso a sus activos en bancos. La respuesta natural ante este escenario es la búsqueda de alternativas. La necesidad tiene cara de hereje y esa búsqueda de alternativas no es sólo a nivel individual, sino también a nivel de organizaciones e incluso a nivel estatal.

¿Y las monedas digitales emitidas por bancos centrales?

Llegados a este punto la pregunta sería cuáles son las alternativas al sistema actual y desde mi punto de vista, existen dos grandes alternativas en el horizonte. La primera es, obviamente, los protocolos descentralizados globales como Bitcoin, Ethereum y el resto del ecosistema; la segunda son los sistemas financieros basados en monedas digitales emitidas por bancos centrales (las famosas Central Bank Digital Currency o CBDC, según sus siglas en inglés). Si bien es cierto que no hemos hablado demasiado de ellas son una cuestión relevante para el ecosistema “cripto”.

Lo primero que hay que comprender es que éstas se inspirando en aquellas: sin las cripto, hoy no estaríamos hablando de monedas digitales emitidas por bancos centrales. ¿Esto significa que son parecidas o que buscan los mismos objetivos? Obviamente no y, de hecho, son la antítesis. Podemos pensarlas como un último eslabón en la evolución del sistema financiero centralizado.

Desde el punto de vista de su definición, no hay tal cosa. En realidad no hay una definición clara de qué son las monedas emitidas por bancos centrales. Hay algún concepto vago de moneda digital o “token” emitidos por un Banco Central a través de una plataforma digital centralizada utilizada para la distribución entre la población y para prestar servicios financieros.

La forma más simple de pensarlas es como un mercado pago o un paypal, pero estatal. Para comprender mejor su alcance y hacer un “doble clic”, podemos tomar el caso más avanzado de monedas digitales emitidas por bancos centrales que hoy existe, que es el caso de China como no podía ser de otra manera.

China, para tener un poco de contexto, es actualmente un gran usuario de monedas digitales a través de sus plataformas privadas como Alipay y WeChat, que son básicamente sistemas “Fiat” digitalizados similares a un mercado pago. Se encuentran online desde el 2014 y, en el 2020, el volumen transaccional de estas dos plataformas superó tres veces al PBI de China de ese año (unos 52 trillones de dólares), que es básicamente el doble de los movimientos en tarjetas de crédito globales de ese mismo año.

China es por lejos el país más digitalizado en este sentido y, para hacerse una idea, solo falta decir que el 37% del PBI chino está digitalizado, contra un 9% en los Estados Unidos. Es sabido que China toma decisiones con un horizonte temporal de largo plazo y no da puntada sin hilo. En el año 2014, China estableció la estrategia de desarrollar una alternativa al sistema financiero creado por los Estados Unidos durante el final de la Segunda Guerra mundial. Ese mismo año otorgó licencias de Banco a las mayores plataformas de redes sociales como Alibaba y WeChat, y delegó en ellos la posibilidad de desarrollar toda una red de pagos.

En Occidente, para que tengamos una idea, no entregaban licencias bancarias a fintechs (se ha comenzado a hacer recientemente) y el panorama era que los bancos estaban por un lado y las “start ups” por otro. China, a diferencia de Occidente, digitalizó su economía alentando la innovación en el sector financiero.

Ahora bien, en ese mismo año 2014, el Banco Central de China lanza un proyecto para crear una moneda digital administrada por un Banco Central (por su Banco Central), con el objetivo de manejar las transacciones digitales de manera centralizada y eliminar el efectivo.

El modelo chino

Después de seis años de trabajo, en septiembre de 2020, el Banco Central comenzó pruebas en Shenzhen, ciudad que une a Hong Kong con la China continental. Esta es una ciudad moderna, ideal para un primer testeo. Desde ese momento hasta hoy ha habido múltiples pruebas y ya están muy cerca de hacer una implementación nacional.

Ahora cualquier podría preguntarse cuál es la diferencia real entre utilizar el dinero en Alipay o utilizar una moneda digital administrada por un Banco Central. Siguiendo el caso de China que es el que conocemos, por lo pronto hay una cuestión tecnológica.

La moneda digital China está inspirada en el modelo de transacciones no gastadas de Bitcoin; es decir, en un modelo de verificación de transacciones a partir de la firma digital. Todo esto es muy Bitcoin y, en este sentido, es una mejora en cuanto al anonimato en algunas transacciones pequeñas que pueden realizarse con la plataforma China, incluso de manera “offline”. Es decir, podemos operar de manera “offline” mientras que con Alipay hay que hacerlo obligatoriamente “online”.

Al igual que con Bitcoin, los usuarios de la plataforma podrán recibir y enviar transacciones sin censura. Recordemos que uno de los objetivos es reemplazar el dinero papel, por lo tanto, es necesario competir con sus funcionalidades más básicas. Es por eso que el sistema debe proporcionar la posibilidad de hacer pagos en entornos sin señal de celular (en China y en muchas otras partes del mundo son vastos esos entornos). Al mayor anonimato y pago fuera de línea, se le agregan la inclusión financiera y la facilidad de uso, con un celular básico y simplemente leyendo un QR se puede operar. Claramente es un “upgrade” al sistema monetario Fiat.

En el caso de China, si bien la moneda digital será emitida por el Banco Central, la misma será distribuida a la gente a través de la banca comercial, es decir, que no reemplaza a los bancos. No reemplaza los bancos y, en el fondo, es un sistema en dos capas que complementa el sistema tradicional ya instalado. Van a seguir existiendo cuentas bancarias, pero también va a existir una parte que se va “tokenizar”, una proporción de todos el dinero va a dar “tokenizado”, al igual que el efectivo representa sólo una parte de la población que está en circulación.

Todo esto tiene muchas ventajas en eficiencia y reducción de costos. También tengamos en cuenta que el promedio mundial de que una persona tenga billetes cuesta unos 350 dólares al año. Sí, la emisión de billetes, que podamos tener billetes, tiene este costo altísimo. Además, este sistema también otorga la capacidad de proveer ayuda directa a las personas que lo necesitan en el momento en el que lo necesitan al poder implementarse la emisión de dinero para ayudas específicas ante catástrofes naturales o crisis económicas.

Esto parece una tontería, pero vean el ejemplo de los Estados Unidos donde un 22% de la población, es decir, unos 63 millones de personas no tienen acceso a buenos servicios bancarios. A modo de ejemplo, cuando el Gobierno de los Estados Unidos quiso enviar el famoso cheque de los 1.200 dólares por adulto no solo se produjo una demora espantosa producto de una logística compleja, sino que además los que más necesitaban los 1.200 dólares no tenían acceso a servicios bancarios como para depositar el cheque. Así terminaron en “cuevas” cambiando ese cheque por un efectivo con comisiones usurarias.

Con un sistema de moneda digital al estilo chino, esto se podría evitar y le ayuda a ser inmediata y sin intermediarios, o sea, realmente sería una solución muy buena. hay evidencia de esto, no es solamente una cuestión conceptual. En China se ha aprobado el sistema en pequeñas villas que eran muy pobres y vieron cómo el nivel de vida se ha podido incrementar, dado que al digitalizar la forma de comercializar los productos, estas villas podían ofrecer sus artesanías por medios digitales y de esa manera mejorar su situación económica.

Ahora bien, la principal desventaja de este sistema es que incrementa la capacidad de control del Gobierno, esto es obvio, y reduce la privacidad e incrementa la fragilidad ante ciberataques. Para atenuar este problema, el Gobierno chino ideó un sistema de varios centros de información independientes para dar mayor privacidad.

¿Cómo funciona el tema? Por lo pronto, China creó como una especie de “blockchain” (no es “blockchain” pero es parecido) que se dedica a verificar las transacciones p2p y esa verificación se realiza con hashes y no con números de cuenta. Esto quiere decir que solo se verifica la validez de la transacción y no se sabe quién está detrás de la misma lo que ofrece bastante privacidad.

Ahora bien, hay otro nodo grande que se llama “Big Data” en el que se analizan las transacciones de manera agregada y, en caso de detectar un comportamiento sospechoso es posible presentar un caso. En este momento sí se puede llegar a solicitar la información para ver qué persona o qué celular estuvo detrás de cada transacción que haya participado en este escenario dudoso.

Con esto quiero decir que la información del usuario y las transacciones está segregada en el sistema chino, esto es como para garantizar una mínima privacidad. Es igual en el caso de China, en el que la privacidad sería mayor que la que tienen los usuarios que usan We Chat o Alipay, que están totalmente expuestos.

Finalmente hay que destacar que las monedas digitales de bancos centrales serán utilizadas eventualmente para el comercio internacional. Y aquí está la principal cuestión: ¿cuál sería la respuesta del sistema financiero internacional?

Seguramente China, una vez implementado el sistema internamente, incorporará a sus socios comerciales en países en vías en desarrollo para que puedan encontrar beneficios tercerizar en China la utilización de servicios monetarios basados en dichas monedas digitales. Claramente será una herramienta eficaz para lograr influencia internacional.

La realidad es que China le saca varios cuerpos de ventaja al resto del planeta en este aspecto y, si su implementación tiene éxito, su sistema será observado como una alternativa al anticuado y obsoleto sistema Swift. La moneda china no sería así solo una respuesta a la amenaza “cripto” como se creía, sino también una respuesta estratégica y geopolítica a la hegemonía estadounidense.

Y cierro con esta idea: los acontecimientos que estamos viviendo, en mi opinión, van a beneficiar la adopción “cripto” pero también el desarrollo de estas nuevas herramientas centralizadas.

Este artículo es la versión en texto del episodio “Se avecina la desdolarización del sistema financiero mundial” del podcast “Bitcoin para todos” presentado por Diego Torres, experto en criptomonedas y Profesor del Curso de Introducción al Bitcoin de LISA Institute. ¡Síguele en Spotify!

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