En medio de los conflictos armados, la trata de personas se ha convertido en un arma que amenaza a la estabilidad geopolítica y socava los derechos humanos. Este fenómeno, utilizado por gobiernos y grupos armados, abusa de la vulnerabilidad de las personas a través de la explotación laboral o sexual y el reclutamiento forzado de niños. Si quieres saber más apúntate al Máster Profesional de Analista Criminal y Criminología Aplicada o al Curso de Prevención y Análisis de la Trata de Personas y el Tráfico Ilícito de Migrantes de LISA Institute.
A lo largo de la historia, la trata y el tráfico de personas han sido utilizados por los grupos armados como medio para financiar sus actividades. No obstante, su uso ha evolucionado para convertirse en una herramienta transnacional de desestabilización geopolítica empleada por los Estados y otros organismos, como armas de guerra, instrumentos de control social o para contribuir a la inestabilidad política, social y migratoria de un país.
En el artículo 3.a del Protocolo de Palermo se describe la trata de personas como «la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos».
Observando que un punto clave de la trata de seres humanos es el aprovechamiento de la situación de vulnerabilidad de la persona para realizar un engaño y obtener unos beneficios a través de su explotación tanto sexual como laboral. No solamente representando una violación de los derechos humanos de las personas, sino también propiciando ambientes de inestabilidad nacional e internacional, nutriéndose de ellos.
La trata de personas como armas de guerra
Los conflictos, al llevar aparejado el colapso de las instituciones públicas, situaciones de desigualdad, violencia, pobreza, desplazamientos y un difícil acceso a los servicios básicos generan un clima de impunidad que dificulta la investigación y el enjuiciamiento de los traficantes, convirtiéndose en situaciones clave para su proliferación y uso. Además, propician el aumento de la demanda de mano de obra esclava y servicios sexuales, incrementando el número de víctimas de trata tanto dentro como fuera de las zonas de crisis. Según el Informe Mundial sobre la Trata de Personas de 2022, llevado a cabo por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), el 84% de las víctimas de trata se encuentran en las regiones de África subsahariana y Oriente Medio, al ser zonas altamente conflictivas a nivel mundial.
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Durante los conflictos, la trata y el tráfico de personas son utilizados para desestabilizar al enemigo y para fortalecer las fuerzas internas. En primer lugar, se captan y trasladan a personas obligadas a luchar, como los niños soldados, a menudo secuestrados de sus hogares o escuelas. Observando el caso del conflicto en el noroeste de Nigeria, en el que el grupo terrorista Boko Haram ha reclutado a mujeres y niños para luchar en sus filas. De este modo, las víctimas también pueden ser utilizadas como escudos humanos, colocando a personas civiles en una zona de combate para protegerse de los ataques enemigos, normalmente mujeres y niños.
En segundo lugar, la trata de personas se utiliza en las propias filas, por un lado, con fines de explotación sexual, al ser un medio para conseguir esposas para los generales de los ejércitos, siendo víctimas de matrimonios forzosos o de abusos, violencia y explotación. Por otro lado, con fines de explotación laboral, al utilizar a las personas civiles como trabajadores esclavos, realizando las tareas más peligrosas durante los conflictos, provocando un gran sufrimiento continuo en las víctimas. Durante la guerra de Siria, el Estado Islámico utilizó a mujeres y niños como esclavos sexuales.
La trata de personas como instrumento de control social
Los gobiernos autoritarios pueden hacer uso de esta práctica para controlar a las poblaciones minoritarias, de tipo étnico, religioso o político. En China, el gobierno ha utilizado la trata de seres humanos para reprimir a los uigures y tibetanos, una minoría étnica musulmana de la región autónoma de Xinjiang, acusándoles de terrorismo y separatismo. Dicho Estado ha llevado a cabo una campaña de represión contra ellos, secuestrándolos y obligándolos a trabajar en condiciones de esclavitud, sufriendo las víctimas de explotación laboral por medio de trabajos forzosos.
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De igual modo, esta actuación sirve para dispersar a dichas minorías y reprimir a la posible disidencia, al crear una atmósfera de miedo y represión, llegando a ejercer un control social sobre la población. Según el Informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas de los Derechos Humanos sobre la situación de estos derechos en Corea del Norte de 2022, se describe como el gobierno puede estar utilizando esta actividad para castigar a opositores políticos y controlar, de este modo, a la población para mantener el poder.
Asimismo, la trata de personas se utiliza para controlar a los trabajadores migrantes, al poder los traficantes amenazarlos con deportarlos o denunciarlos a las autoridades si no cumplen con sus órdenes. Obligándolos a aceptar condiciones de trabajo abusivas como horas de trabajo excesivas sin descansos o salarios ínfimos. En el Informe Anual sobre Trata de Personas del Departamento de Estados Unidos de 2023, se señala la vulnerabilidad de los migrantes ante la trata y cómo son utilizados y controlados por los tratantes.
La trata de personas para generar tensiones sociales y políticas
En los casos de trata y tráfico de personas, las víctimas suelen ser migrantes o personas de origen extranjero, lo que puede generar rechazo entre la población local. Según un estudio de la Organización Internacional para las Migraciones, Europa resulta ser la región del mundo más negativa con respecto a la migración, estando el 52% de los encuestados a favor de la reducción de los niveles de migración en su país.
De esta manera, la trata de personas ha contribuido en esta zona a potenciar la crisis migratoria. Al utilizar los traficantes y tratantes de personas, rutas peligrosas y clandestinas para transportar a las víctimas, se suelen producir accidentes, generando miedo y desconfianza entre los ciudadanos de los países receptores, que pueden percibir a los migrantes como una amenaza a su seguridad, aumentando los discursos xenófobos nacidos de una estigmatización y discriminación de las víctimas. En 2023, se estima que más de 1 millón de migrantes irregulares llegaron a Europa, siendo, según el informe «The escale of Human Trafficking in Europe» de la Universidad de Oxford, entre el 50% y el 70% de los migrantes irregulares que llegan a Europa víctimas de trata.
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Asimismo, esta actividad puede provocar inestabilidad económica, dado que los traficantes, a menudo, extorsionan a sus víctimas o las obligan a trabajar en condiciones de esclavitud, aumentando la desigualdad económica y reduciendo la productividad de las empresas. En el caso de la guerra de Ucrania, los traficantes de personas prometían a los refugiados ayuda para llegar a los países europeos de forma segura, sin embargo, los acababan utilizando en trabajos forzados, servidumbre por deudas o explotación sexual, teniendo un impacto negativo en las economías europeas.
Por último, la trata de personas puede debilitar las instituciones estatales al poder financiar con los beneficios obtenidos por grupos armados o políticos, contribuyendo a la inestabilidad política y a la violencia.
Perspectivas futuras de la trata
Tras la pandemia del COVID-19, el número de víctimas detectadas ha descendido por primera vez en 20 años, dado que la pandemia limitaba las oportunidades de desplazamiento de los tratantes. Asimismo, los Estados Miembros de la UNODC han reforzado sus marcos nacionales para la detección y protección de las víctimas, reduciéndose la trata con fines de explotación sexual. No obstante, a pesar de que las mujeres y niñas son el grupo más afectado, se ha visto un aumento en la cifra de hombres y niños víctimas de trata, siendo el perfil cada vez más detectado, destinado a la esclavitud y los trabajos forzados.
Sin embargo, debido a su naturaleza adaptable, es probable que no desaparezca. Su versatilidad le permite cambiar el modus operandi de los tratantes para la captación de víctimas, a través de las nuevas tecnologías, o en entornos inestables que van a seguir existiendo, como son los conflictos armados, o los escenarios generados por el cambio climático. Por otro lado, también hay una serie de factores que pueden reducir esta actividad ilícita, como el aumento de la concienciación pública, la mejora de leyes a nivel nacional e internacional, y el uso y desarrollo de esas nuevas tecnologías para su detección, prevención y persecución de los tratantes.
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La trata de personas es un medio de desestabilización geopolítica utilizada por gobiernos y grupos armados que viola sistemáticamente los derechos humanos de las personas. Por ello, las Naciones Unidas instan a la cooperación internacional y a aumentar la ayuda humanitaria en zonas de conflicto y donde se produzcan estas violaciones para conseguir reducir las vulnerabilidades y proporcionar acceso a servicios esenciales a las víctimas y personas desplazadas. De este modo, las organizaciones internacionales pueden vigilar las tendencias y flujos de la trata de personas en situaciones de crisis, siendo actores neutros que protegen los derechos de las personas afectadas.
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