Rusia avanza en la consolidación de su control político y administrativo sobre los territorios ocupados en Ucrania, al tiempo que impulsa nuevas élites leales al Kremlin. En este artículo, el alumni del Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute, Roberto Mansilla Blanco, expone las claves de este proceso. El objetivo es analizar cómo se están conformando estas élites de poder, principalmente autóctonas, y cuál podría ser su peso político en el futuro de Rusia y, colateralmente, en el de Ucrania.
En un contexto determinado por el retorno de las negociaciones directas que Rusia y Ucrania han venido realizando en Estambul, resulta oportuno enfocar la atención en cómo se está desarrollando el mandato político y administrativo ruso en las regiones de Donetsk, Lugansk, Zaporizhia y Jersón.
Estas negociaciones se complementan con las iniciativas del presidente estadounidense Donald Trump, orientadas a acercar posiciones entre Moscú y Kiev para alcanzar un alto al fuego. Estas regiones fueron admitidas dentro de la Federación rusa a partir de noviembre de 2022, tras la realización de referéndums populares. A ellas se debe sumar Crimea, que está bajo soberanía rusa desde 2014.
De ‘Repúblicas Populares’ a miembros plenos de la Federación rusa
La soberanía rusa sobre estas regiones, cuya composición recrea la noción histórica y geopolítica de Novorossiya (Nueva Rusia), ha configurado una nueva geografía del poder para el Kremlin. Este cambio es especialmente relevante a la hora de asentarlas dentro del encaje legal, político y administrativo ruso.
La inserción de estas regiones coincide con el marco ideológico patriótico y nacionalista que ha impulsado el presidente ruso Vladímir Putin, especialmente tras la invasión militar a Ucrania en febrero de 2022. Este conflicto, oficialmente en Rusia, se sigue denominando como «Operación Militar Especial» (Spetsiálnaya Voiénnaya Operátsiya, SVO por sus siglas en ruso).
La admisión de estas regiones dentro de la Federación rusa, con poblaciones étnicas y rusoparlantes, ha reforzado la expectativa del Kremlin de reintegrarlas a la «Madre Rusia». Esta idea sirve como justificación para promover entre los ciudadanos el deber de defender tanto el país como a su diáspora en el exterior. Todo ello se enmarca en el concepto geopolítico del Russkiy Mir o «mundo ruso». Esta visión ha calado con fuerza en la sociedad rusa, especialmente al legitimar la asistencia a comunidades étnicas y lingüísticas rusas que viven en contextos hostiles. Es el caso de países como Ucrania, los Estados bálticos o Moldavia.
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La reconstrucción de estas regiones implica para Moscú una importante inversión en infraestructuras y de inserción dentro del entramado institucional, político y administrativo ruso.
Con el inicio del conflicto en el Dombás, en marzo de 2014, y la anexión rusa de la península de Crimea, surgieron las entonces autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk (RPD) y de Lugansk (RPL). Estas combatían contra las fuerzas militares enviadas desde Kiev y promovieron el ascenso de élites políticas y militares autóctonas que alcanzaron una notoria legitimidad social.
Posteriormente, la SVO implicó una simbiosis entre esas élites locales y las provenientes de la Federación rusa. Se trataba, en particular, de funcionarios administrativos, responsables políticos y empresarios atraídos por los elevados salarios y las oportunidades de negocio que surgieron en Donbás, Jersón y Zaporizhia. Estas regiones estaban inmersas en un proceso de ‘rusificación’.
Desde entonces, y al igual que sucedió con Crimea en 2014, tanto Ucrania como una buena parte de la comunidad internacional no han reconocido esta admisión política y territorial por parte de la Federación rusa. Entre quienes se oponen destacan especialmente Estados Unidos y la Unión Europea.
A partir de 2022, sólo algunos países aliados de Moscú han reconocido estos cambios. Es el caso de Siria (entonces bajo el régimen de Bashar al Asad), Corea del Norte y otras entidades políticas de facto, como Abjasia y Osetia del Sur. Estos actores han aceptado tanto la condición independiente de la RPD y la RPL como su posterior integración en la Federación rusa.
El presente análisis se concentra en dos aspectos principales:
- Observar el funcionamiento de la administración en Crimea, el Dombás (Donetsk y Lugansk), Zaporizhia y Jersón resulta clave en este contexto. Actualmente, todas estas regiones se encuentran bajo control político y militar ruso. Se identifican aquí quiénes son sus principales líderes y responsables político-administrativos.
- Determinar en qué medida estas nuevas elites podrían tener un papel significativo en el futuro político de Rusia y de Ucrania para las próximas décadas.
Las nuevas administraciones rusas en Crimea, Dombás, Jersón y Zaporizhia
Identificamos a continuación las dinámicas propias de cada una de estas regiones desde 2014, cuando comenzó la crisis política en Ucrania que derivó en el conflicto del Dombás y la invasión militar rusa de 2022. Se explicará cómo estas regiones han sido integradas en el marco de la Federación de Rusia y cuáles son actualmente sus principales líderes y autoridades.
Península de Crimea: Estuvo bajo soberanía de la República Socialista Soviética de Ucrania entre 1954 y 1991. Desde entonces, pasó a formar parte de la República de Ucrania tras la disolución de la URSS.
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La República de Crimea y la Ciudad Autónoma de Sebastopol se convirtieron oficialmente en ‘sujetos federales’ de la Federación de Rusia tras la firma del acuerdo interestatal del 18 de marzo de 2014. Esta incorporación se formalizó de acuerdo con la Ley sobre Nuevos Territorios Federales.
El 11 de abril de 2014 se aprobó la Constitución de la República de Crimea. Fue aceptada en sesión extraordinaria por parte del Consejo Estatal de la República de Crimea. Esta nueva constitución sustituyó a la anterior Constitución de la República Autónoma de Crimea, que había sido aprobada en 1998, cuando este territorio aún pertenecía a Ucrania. Actualmente, Crimea forma parte del Distrito Federal Sur de la Federación de Rusia, subdividida en 25 regiones.
Desde febrero de 2014, el jefe de Gobierno es Serguéi Valérievich Aksiónov (del oficialista partido Rusia Unida), de 52 años y de origen moldavo. Con anterioridad, Aksiónov fue elegido en 2010 diputado en la Rada (Parlamento) de Crimea, entonces bajo soberanía ucraniana. Medios independientes rusos especulan con que Aksiónov tiene conexiones con el Grupo Wagner.
Donetsk y Lugansk: Con una dinámica histórica y política prácticamente compartida, ambas entidades forman parte de la región conocida como el Dombás. Además, constituyen el epicentro neurálgico de la llamada ‘Novorossiya’.
Bajo la atenta mirada de Moscú, el ascenso de nuevas autoridades en Donetsk y Lugansk estuvo determinado por la dinámica del conflicto militar. Este enfrentó a las autoproclamadas RPD y RPL con los gobiernos ucranianos que llegaron al poder tras la caída del expresidente Víktor Yanukóvich en febrero de 2014.
Estos gobiernos fueron, principalmente, el de Petró Poroshenko (2014-2019) y el del actual mandatario Volodímir Zelenski, en el poder desde 2019. La invasión militar rusa de 2022 también marcó el destino político de ambas entidades, debido a su integración en la Federación de Rusia a través de referéndums consultivos.
En 2014 emergió en la RPD la figura de Aleksandr Zakharchenko (1976-2018) como primer ministro y principal autoridad. En mayo de 2014 fue nombrado comandante militar de Donetsk y luego viceministro del Interior de la RPD. No obstante, Zakharchenko fue asesinado en 2018, siendo sustituido por Denis Pushilin (nacido en 1981), actualmente presidente en Donetsk.
En cuanto a la RPL, desde 2017 el cargo de presidente y primer ministro está en manos de Leonid Pásechnik. Serguéi Kozlov (1963), del partido Paz para la Región de Lugansk, también ocupa una posición destacada en el liderazgo político local.
Para combatir a las fuerzas militares de Kiev, tanto la RPD como la RPL crearon un ejército común denominado ‘Ejército de Novorossiya’. Además de las figuras del presidente y primer ministro, dentro del marco institucional de estas entidades se establecieron otros cargos. Entre ellos destacan el Ministro de Asuntos Exteriores, el Ministro de Interior, el Ministro de Defensa y el Gobernador del Pueblo, entre otros.
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Jersón: En septiembre de 2023, el Parlamento local nombró a Vladímir Saldo (partido Rusia Unida) como gobernador de la región de Jersón. Saldo ejercía oficialmente el cargo de gobernador interino desde octubre de 2022. Con anterioridad, fue jefe de la administración civil-militar entre abril y octubre de ese mismo año.
Entre 2002 y 2012 ostentó el cargo de alcalde de Jersón. Más tarde fue diputado de la Rada Suprema ucraniana entre 2012 y 2014. Abandonó ese cargo tras condenar lo que consideró como un ‘golpe de Estado’ contra el entonces presidente Yanúkovich, derivado de la rebelión del ‘Euromaidán’.
Zaporizhia: Yevgeny Balitsky (partido Rusia Unida) es el Jefe de la Administración Cívico-Militar de Zaporizhia desde mayo de 2022. La presencia de la central nuclear en esta localidad, con seis reactores, le otorga a esta región un carácter estratégico.
Un comunicado del 26 de marzo de 2025, emitido por el Ministerio de Exteriores de Rusia, abordaba la situación de la central nuclear de Zaporizhia. En él se reafirmaba su estatus legal de ‘sometimiento a la jurisdicción rusa’.
Esta declaración se basaba en el Decreto número 711, aprobado el 5 de octubre de 2022 por el Presidente de la Federación de Rusia. El decreto hace referencia a las ‘peculiaridades de las disposiciones jurídicas específicas que rigen el uso de la energía atómica en el territorio de la provincia de Zaporizhia’.
La conformación de nuevas elites ‘patrióticas’ y su incidencia en el futuro de Rusia
Como se ha podido observar, la mayor parte de los nuevos líderes que gobiernan estos territorios bajo soberanía rusa en Ucrania son miembros del oficialista partido Rusia Unida (RU). Este partido fue creado por Putin en 2001, tras la confluencia de tres partidos de orientación nacionalista.
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Rusia Unida ha sido una herramienta importante a la hora de propagar el mensaje oficial. Su objetivo principal ha sido defender la integración de estas regiones dentro de la Federación rusa.
Un ejemplo de este mensaje ‘patriótico‘ ocurrió en septiembre de 2022. Ese mes, el entonces secretario del Consejo General de Rusia Unida, Andréi Turchak (actual presidente de la República rusa de Altái), declaró: «Donetsk, Lugansk y muchas otras ciudades rusas recuperarán por fin su hogar. Y el mundo ruso, ahora dividido por fronteras formales, recuperará su integridad».
La fecha elegida para la realización de los referéndums consultivos en esas regiones para integrarse en la Federación rusa fue el 4 de noviembre de 2022. Esa elección confirmó el simbolismo patriótico, ya que coincidía con el Día de la Unidad Nacional. Esta fecha conmemora la expulsión de las tropas polacas de Moscú en el siglo XVII tras un levantamiento popular. «Hacer los referéndums ese día es algo correcto y simbólico», señaló entonces Turchak.
De este modo, se podría afirmar que, a priori, la pertenencia a Rusia Unida (así como a otros movimientos políticos afines al «putinismo«)podría suponer una credencial relevante. Esta afiliación sería clave para que las nuevas élites políticas emerjan como actores con cierto protagonismo en el futuro del país.
Así mismo, los cuadros militares que luchan en el frente en Ucrania están potenciando su estatus social y económico. Cuentan con jugosos salarios e indemnizaciones para sus familias en caso de fallecimiento. Además, ascienden al rango de «héroes de la patria», un mecanismo propagandístico del Kremlin para incentivar el patriotismo y el prestigio que supone servir en el frente.
Incluso, los veteranos de la guerra en Ucrania conformaron un movimiento político de cara a las elecciones parlamentarias para la Duma de marzo de 2024.
En este sentido, incorporar a la «Madre Rusia» a estas nuevas regiones (epicentro del conflicto armado en Ucrania) refuerza el interés de Moscú. El objetivo es fortalecer a esas élites en el poder como “nuevos patriotas” que luchan por la soberanía rusa, precisamente en el teatro de operaciones del frente bélico.
Para ello, el Kremlin potencia el revisionismo historiográfico como herramienta efectiva de poder. Esta estrategia le permite configurar una nueva narrativa nacionalista, fortalecida por los avances militares y la adquisición de nuevos territorios.
También busca mostrar su capacidad para afrontar el desafío permanente que supone la confrontación con Occidente, especialmente con Estados Unidos y la OTAN.
Con todo, medios independientes rusos informan de la implementación de presuntos programas de adoctrinamiento y reclutamiento militar en escuelas del Dombás.
Las reminiscencias sobre la «Gran Guerra Patriótica» y la victoria contra el fascismo en la II Guerra Mundial siguen presentes en el discurso público ruso. Se observan tanto en los medios de comunicación como en los espacios culturales y de entretenimiento, principalmente en el cine y las series de televisión. Su simbiosis con la actual SVO en Ucrania completa este cuadro de revisionismo histórico «patriótico», tendiente a recuperar el orgullo y la identidad rusas.
No obstante, la asimilación de esas regiones y la necesidad de afianzar su reconstrucción (ahora bajo los imperativos de la institucionalidad y la legalidad rusas) han llevado al Kremlin a realizar algunos giros discursivos. La finalidad es fortalecer la legitimidad de sus objetivos. La reconstrucción de esas regiones resulta estratégica para el Kremlin. Busca afianzar a esas élites en el poder y ganar legitimidad y popularidad entre los nuevos ciudadanos que habitan en esos territorios.
Si bien existe opacidad informativa en cuanto a cifras oficiales (probablemente motivada por el tradicional secreto de Estado en tiempos de guerra), se intuye una inversión significativa por parte de Rusia. Los recursos se han destinado principalmente a infraestructura, vivienda y economía.
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Algunos informes sugieren que se han invertido miles de millones de dólares en la recuperación de estas áreas. Según fuentes de la ONU, las regiones de Donetsk, Lugansk, Zaporizhia, Jersón y Járkov concentraron alrededor del 72 % de los daños totales en sus infraestructuras como consecuencia del conflicto armado.
Se estima que estas inversiones tendrán un impacto relevante en la economía rusa, generando nuevos mercados para las empresas rusas y oportunidades de inversión.
Si bien los discursos oficiales de Putin en 2022, con el comienzo de la guerra, utilizaban un lenguaje altamente emotivo dirigido a la población rusa, su enfoque ha cambiado con el tiempo. En aquel momento, el tono era marcadamente acusativo contra lo que él interpretaba como el «régimen neonazi» de Kiev y el «genocidio» contra las poblaciones étnicamente rusas.
Sin embargo, este discurso ha venido disminuyendo en agresividad, emotividad y radicalidad a partir de 2023. El cambio coincide con la incorporación formal de esas regiones a la Federación rusa y la creciente necesidad de enfocarse en su reconstrucción y asistencia económica e institucional.
Desde entonces, Putin comenzó a utilizar giros discursivos como la «consolidación de la sociedad» y el «desarrollo socioeconómico». El objetivo es fortalecer una narrativa más conciliadora en un momento en que esas regiones ingresaban de forma oficial en el marco jurídico ruso.
Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca a comienzos de 2025, el Kremlin ha moderado aún más su discurso. Esta decisión responde a la apuesta del nuevo mandatario estadounidense por negociar con Moscú el final del conflicto en Ucrania. Putin y su entorno se han esforzado en trazar narrativas más «pacifistas«. Están orientadas a crear las condiciones necesarias para impulsar relaciones constructivas con Occidente, especialmente con Estados Unidos.
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Esto no ha implicado eliminar por completo el relato de «heroicidad» del Ejército ruso. Se sigue exaltando su papel en la defensa de los «hermanos» rusoparlantes en las regiones bajo control militar y político, aunque de forma más matizada.
Con ello, el Kremlin comienza a preparar a la población rusa hacia un hipotético final del conflicto y la «normalización» de las relaciones con Occidente bajo un contexto geopolítico de «nuevo orden mundial» donde Rusia ha salido fortalecida.
El papel de Serguéi Kiriyenko y el proyecto de Rusia para un Gran Distrito ‘Novorrusiya‘
Bajo esta dinámica surge una figura: Serguéi Kiriyenko, quien fue ministro de Energía y primer ministro en 1998 durante la presidencia de Boris Yeltsin. Político, empresario y diputado en la Duma Estatal, Kiriyenko ha ocupado varios cargos relevantes en el aparato estatal ruso. Fue presidente de la Agencia Federal de Energía Atómica (ROSATOM) y también presidió el consejo de administración de la compañía nuclear Atomenergoprom.
En 2022, Putin lo nombró Alto Comisionado y principal asesor político en temas relativos a la administración del Dombás y de las regiones incorporadas a la Federación rusa. Este alto cargo lo catapulta como un posible peso pesado en las decisiones que se toman en el Kremlin.
Tomando en cuenta la presencia de la central nuclear de Zaporizhia, la experiencia de Kiriyenko al frente de ROSATOM pudo resultar decisiva para este nombramiento.
Algunos medios consideran que Kiriyenko es el artífice del ‘proyecto Dombás‘ que el Kremlin está impulsando en esas regiones.
Otras fuentes, principalmente ucranianas, estiman que Kiriyenko, de orientación liberal, podría ser la herramienta del Kremlin para ofrecer una imagen más amable de Rusia ante Occidente en un momento en que Trump intenta normalizar las relaciones con Moscú. No obstante, otras fuentes informan que Kiriyenko maneja una nueva elite de oligarcas con conexiones exteriores, mencionando incluso al empresario Elon Musk.
Según otras informaciones, se considera que Kiriyenko ha dado un giro político copernicano hacia posiciones más ultraconservadoras, nacionalistas y del «ala dura». Esta evolución estaría alineada con la probable intención del Kremlin de convertirlo en una especie de contacto con líderes y partidos populistas y derechistas europeos.
Se trata de fuerzas políticas que se oponen a lo que denominan la «agenda progresista» y que, en muchos casos, han mostrado una mayor disposición a recomponer las relaciones con Rusia.
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Más allá de todas estas informaciones, resulta notorio que Kiriyenko se está convirtiendo en una clave de poder en este nuevo contexto.
Por otro lado, dentro del denominado «Proyecto Dombás», Moscú está estudiando la posibilidad de integrar todas estas regiones en un gran distrito que eventualmente se denominará «Novorossiya» y su capital estaría concentrada en la ciudad de Simferopol, en Crimea. En marzo de 2024, el Kremlin afirmó que se estaban considerando varias opciones. De eventualmente conformarse este distrito, su importancia estratégica para la defensa de Rusia alcanzaría cotas muy elevadas, lo cual reforzaría aún más el poder de estas elites.
Vistas estas condiciones está por ver en qué medida la eficacia de la administración rusa en estas regiones y la certificación de un posible arreglo consensuado con Ucrania y Occidente en torno al conflicto armado podrían alentar a otras regiones ucranianas con mayoría o importante población ruso parlante, como Járkov y Odesa (estratégico puerto en el Mar Negro) a la hora de ejercer presión política con la finalidad de defender sus derechos ante el proceso de “ucranización” impulsado desde Kiev, acelerado con la invasión militar rusa.
De observarse esta situación, estas regiones actualmente bajo soberanía ucraniana podrían experimentar un súbito cambio de liderazgos. Esto podría implicar un mecanismo de presión hacia Kiev a la hora de normalizar las relaciones con Moscú, en términos más favorables para los imperativos geopolíticos rusos. No se descarta, incluso, la celebración de referéndums consultivos ni la creación de partidos y movimientos políticos «prorrusos». Este escenario dependerá, a su vez, de las tensiones entre Rusia y Europa. También influirá la expectativa de rearme por parte de Bruselas y el peso de los lobbies de «línea dura» antirrusa, tanto dentro de la OTAN como en Kiev.
El fortalecimiento de nuevas estructuras de poder en Crimea, Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia está reordenando las piezas políticas en Moscú. Están surgiendo nuevas élites «patrióticas» que comienzan a desplazar del centro de poder a los antiguos oligarcas rusos. Muchos de estos oligarcas, desde el exterior, han terminado denunciando la guerra en Ucrania, presionados por las sanciones internacionales en su contra.
Este proceso de nueva geometría de poder en Rusia amplía las expectativas de permanencia del sistema instaurado por Putin. Una dinámica que podría mantenerse incluso una vez finalice su actual mandato en 2030.
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