La guerra ha vuelto a Europa y la seguridad ya no puede darse por sentada. La Cumbre de la OTAN marca un punto de inflexión: invertir en Defensa es urgente, pero no basta con aumentar el gasto. Hace falta una estrategia inteligente, sostenida en la cooperación público-privada, la innovación tecnológica y una verdadera cultura de defensa. En un mundo inestable, garantizar la libertad y la prosperidad exige preparación, liderazgo y visión de Estado.
El retorno de la guerra convencional a Europa, la progresiva erosión del orden multilateral liberal y la emergencia de potencias revisionistas han obligado a replantear los cimientos de la seguridad euroatlántica. La reciente Cumbre de la OTAN en La Haya marca un punto de inflexión en este proceso: la defensa vuelve al centro de las prioridades políticas y presupuestarias.
Esta Cumbre ha dejado sobre la mesa un compromiso claro y cuantificable por parte de los aliados: destinar, de aquí a 2035, un 5 % del PIB a las necesidades esenciales de defensa y seguridad. La fórmula acordada —un mínimo del 3,5 % del PIB en gasto militar directo y un 1,5 % adicional en capacidades relacionadas con la seguridad— marca un punto de inflexión en el esfuerzo colectivo de los países miembros para adaptarse a un entorno geoestratégico cada vez más volátil e incierto.
Este compromiso no debe interpretarse simplemente como una carrera por aumentar las cifras de gasto, sino como una hoja de ruta que exige que el dinero invertido sea empleado con cabeza, sosiego e inteligencia estratégica.
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Un contexto que exige ecosistemas de Defensa
Los líderes de la Alianza han recordado que el Artículo 5 del Tratado de Washington —la defensa colectiva— no es retórica vacía: es un compromiso tangible de proteger a mil millones de ciudadanos. Y las amenazas no son menores:
- Rusia sigue constituyendo un desafío estructural para la seguridad euroatlántica, con una estrategia de desgaste en Ucrania y una modernización continua de su aparato militar.
- El terrorismo global mantiene su capacidad de desestabilización en diversas regiones.
- Las nuevas amenazas híbridas —ciberataques, desinformación, sabotajes— exigen respuestas ágiles y eficaces.
- La rivalidad sistémica con potencias globales como China plantea escenarios a largo plazo que requieren resiliencia, preparación y unidad.
Todo ello obliga a fortalecer nuestra Cultura de Defensa, así como nuestras capacidades de disuasión, defensa, gestión de crisis, cooperación público-privada, soberanía tecnológica e innovación dual.
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Disparidad de gasto en Defensa entre regiones y países
La disparidad del gasto en Defensa entre países es una amenaza en sí misma, especialmente para los que menos invierten.

Para comprender la dispar distribución del gasto nacional, a continuación, se ofrece un listado de una selección de las principales potencias globales y regionales, ordenadas por valores absolutos:
- EEUU: 3,4% PIB (997.000 millones de USD)
- China: 1,7% PIB (314.000 millones de USD).
- Rusia: 7,1% PIB (149.000 millones de USD).
- Alemania: 1,9% PIB (88.500 millones de USD).
- India: 2.3% PIB (86.100 millones de USD).
- Reino Unido: 2,3% PIB (81.800 millones de USD).
- Rabia Saudí: 7,3% PIB (80.300 millones de USD).
- Francia: 2.1% PIB (64.700 millones de USD).
- Japón: 1.4% PIB (55.300 millones de USD).
- Israel: 8.8% PIB (46.500 millones de USD).
- Italia: 1.6% PIB (38.000 millones de USD).
- Turquía: 1.9% PIB (25.000 millones de USD).
- España: 1.4% PIB (24.600 millones de USD).
- Brasil: 1.0% PIB (20.900 millones de USD).
- México: 0.9% PIB (16.700 millones de USD).
- Colombia: 3.4% PIB (15.100 millones de USD).
- Irán: 2.0% PIB (7.900 millones de USD).
Estados Unidos sigue liderando el ranking de los TOP15 países con mayor gasto en Defensa, seguido de lejos por China, Rusia, Alemania e India respectivamente.

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Por qué debemos gastar más… pero gastar mejor.
La cifra del 5 % del PIB establecida en la Cumbre de la OTAN es ambiciosa, pero no debería ser un fin en sí misma. La clave está en cómo se gasta, en qué se invierte y con qué objetivos:
- No basta con comprar más armamento: es imprescindible modernizar las fuerzas armadas, adaptarlas a los retos del siglo XXI y garantizar su interoperabilidad dentro de la OTAN y con socios estratégicos.
- Invertir en capacidades clave: ciberdefensa, inteligencia, mando y control, defensa espacial, sistemas autónomos, tecnologías emergentes, infraestructuras críticas resilientes, municiones de precisión, defensa antiaérea, y movilidad estratégica.
- Preparar a las personas: un componente esencial del esfuerzo es la concienciación, formación continua y la especialización del personal militar y civil, así como la preparación de la sociedad en su conjunto frente a crisis y conflictos de toda índole. Desde programas de Cultura de Defensa para la ciudadanía, hasta la preparación adecuada de reservistas y ciber-reservistas, pasando por tener plantillas militares y policiales con un mayor grado de especialización.
- Industria de defensa y soberanía tecnológica: todos los países en general necesitan reforzar su base industrial y tecnológica de defensa para no depender en exceso de capacidades externas. La inversión debe contribuir a la autonomía estratégica, al desarrollo económico y a la innovación, especialmente en Europa y más concretamente en España.
- Transparencia y control del gasto: el esfuerzo financiero debe estar acompañado de un escrutinio riguroso para asegurar que las inversiones producen capacidades reales y efectivas, evitando derroches y duplicidades.
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Reflexiones que contribuyen a una mayor concienciación colectiva en Defensa
- La seguridad no es gratuita: en un mundo inestable, pensar que la paz y la libertad están garantizadas sin esfuerzo es una ingenuidad peligrosa.
- La defensa es un pilar del bienestar: sin seguridad, no puede haber prosperidad económica ni cohesión social. La inversión en defensa es una inversión en estabilidad y en el futuro.
- La industria de defensa genera empleo y tecnología: cada recurso económico invertido en defensa genera actividad económica, empleo de alto valor añadido e innovación tecnológica con aplicaciones duales, que aportan retorno tanto a nivel militar como civil, tanto en el sector público como en el sector privado.
- El coste de no invertir es mucho mayor: la historia demuestra que la falta de medios y capacidades ante ciertas amenazas genera conflictos más costosos, tanto en vidas como en recursos.
- Autonomía estratégica: una España y una Europa más fuerte en defensa, fomenta la autonomía y soberanía estratégica, menos dependiente de terceros actores en un mundo multipolar donde las alianzas y rivalidades cada vez son más difusas e interesadas.
Conclusión
En resumen, invertir más en defensa no es militarismo ni belicismo. Es una obligación moral hacia las generaciones presentes y futuras para garantizar su libertad, seguridad y prosperidad. Es lo más coherente en un mundo incierto donde la disuasión y las capacidades de defensa van a definir el porvenir de cualquier Estado y su soberanía real.
Potenciar el multilateralismo formando parte de organismos internacionales, regionales y/o político-militares es solo parte de la solución. Como toda relación humana, las alianzas geopolíticas y redes de confianza requieren ser cuidadas y reforzadas de forma permanente, siendo conscientes de la importancia del esfuerzo compartido, tanto en buenos como en malos momentos.
Por último, esta mayor inversión debe planificarse no de forma partidista ni cortoplacista, sino con visión de Estado, con consenso social y con la inteligencia que requiere un esfuerzo tan relevante. No podemos permitirnos improvisaciones, ni despilfarros, ni discursos vacíos.
La seguridad nacional y la defensa colectiva merecen la mejor planificación, gestión y liderazgo. Nuestros líderes políticos, militares y empresariales deben sentir y asumir gran parte de la responsabilidad, pero también el resto de la sociedad, donde cada uno debemos estar a la altura de las circunstancias.
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