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Serbia y Kosovo: la encrucijada en los Balcanes

Análisis

David García Pesquera
David García Pesquera
Graduado en Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos. Sus principales intereses son la geopolítica, el análisis de conflictos y la seguridad internacional, especialmente en Europa del Este, Oriente Próximo y el Norte de África.

Un análisis para entender las actuales tensiones geopolíticas entre Serbia y Kosovo, cuál es su origen y qué podemos esperar del futuro.

Las tensiones entre Serbia y Kosovo han alcanzado su punto más álgido durante el verano de 2022, llegando a darse las condiciones previas que marcan el inicio de un posible conflicto armado. El detonante de la situación ha sido la prohibición de usar documentos de identidad o matrículas serbias por parte de las autoridades kosovares.

Estos hechos no han hecho más que agravar la ya tensa situación entre Serbia y Kosovo. Un conflicto en la región implica a algunas de las principales potencias: la Unión Europea como mediadora junto a Estados Unidos y a Rusia como potencia influyente en la región.

Serbia y Kosovo: claves para entender el contexto histórico

Kosovo es un Estado con reconocimiento limitado situado en la Península de los Balcanes, en el suroeste de Serbia, cuya etnia mayoría son los albanokosovares, mientras que la población serbia allí es minoría. A su vez, la religión mayoritaria es el islam mientras que Serbia es un país cristiano ortodoxo.

Su estatus cada vez más independiente durante el siglo XX le hizo crecer en su autonomía a la par que la población albanokosovar no dejaba de aumentar y los deseos secesionistas seguían presentes. Con la desintegración de Yugoslavia, la represión serbia a todo lo albanés fue notable hasta que el conflicto estalló tras años de calma tensa durante las Guerras de los Balcanes, etapa en la que surgió el Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK).

Kosovo proclamó su independencia de Serbia de forma unilateral en el año 2008, es decir, prácticamente una década después de la Guerra de finales de los años 90 en la que intervino la OTAN militarmente con los bombardeos a Belgrado, capital de la entonces República Federal de Yugoslavia, compuesta por las actuales Serbia y Montenegro.

La independencia de Kosovo no es reconocida por cinco países de la Unión Europea (España, Grecia, Chipre, Eslovaquia y Rumanía) además de por Rusia, China, Serbia o Bosnia Herzegovina. Sí es reconocido como Estado independiente por 97 miembros de Naciones Unidas entre los que se encuentran Estados Unidos, Reino Unido y el resto de la Unión Europea.

El por qué de la última escalada de tensión entre Serbia y Kosovo

El gobierno de Kosovo busca dejar de reconocer los documentos de identidad serbios en los pasos fronterizos, recibiendo de esta forma un documento kosovar válido por 90 días para la estancia en el país. Además, las matrículas emitidas por Serbia para la población serbokosovar dejarían de ser válidas teniendo que ser sustituidas por una matrícula kosovar.

Estas medidas son solo un pequeño paso más de todo lo acontecido en la región y forman parte de un plan estratégico manifestado en forma de ofensiva diplomática que ponga en primera línea los deseos de independencia absoluta y así finalizar con el estatus jurídico actual kosovar. Por su parte, el gobierno de Alexandar Vučić argumenta desde Belgrado que el objetivo primordial kosovar es la expulsión de los serbios que residen allí en minoría y suponen cerca del 10% de la población. 

En algunas poblaciones como Mitrovica, albanokosovares y serbokosovares conviven en calma tensa a ambos lados de la ciudad, siendo esta ciudad una frontera invisible entre el pueblo de Kosovo y las minorías serbias que no reconocen a las autoridades kosovares como propias y proclaman la pertenencia de aquellas tierras en su totalidad a Serbia. 

Pedro Sánchez Herráez publica en el IEEE el 21 de abril de 2015 un documento de análisis en el afirma que la mayor traba para desarrollar la entrada de Kosovo en la UE son precisamente la posible partición y segregación de la denominada “asociación de municipalidades serbias” en el norte de Kosovo.

En el momento en que las medidas iban a entrar en vigor, la reacción al gobierno kosovar no se hizo esperar. Las minorías serbias presentes especialmente en el norte del país al norte del río Ibar comenzaron cortes de carreteras con barricadas, agresiones, tiroteos esporádicos en el norte de Kosovo y el corte de pasos fronterizos. Se ha dado una de las situaciones más tensas desde el final de la Guerra de Kosovo con una movilización de las tropas de la OTAN presentes tras el fin de la guerra como parte de la KFOR. Kosovo también ha movilizado a sus fuerzas especiales, con armas automáticas y blindados mientras que Serbia ha movilizado a sus tropas a la frontera elevando la voz de alarma.

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Dada la situación de tal tensión y violencia, el gobierno de Kosovo aplazó la entrada en vigor de las medidas anteriormente anunciadas, primero para un mes después el día 1 de septiembre y posteriormente para el 21 de noviembre. A partir de esta fecha se aplicarán multas a los infractores, permitiéndose un paréntesis para el uso de placas temporales entre el 21 de enero y el 21 de abril. Por lo tanto, hasta el 22 de abril no será obligatorio oficialmente el uso de matrículas de Kosovo por parte de los serbokosovares.

¿Puede la UE mediar entre Serbia y Kosovo?

Peter Sano, portavoz de Exteriores de la Comisión Europea pidió calma ante esta situación ya que la UE y los Balcanes “no pueden permitirse” un estallido de la violencia, argumentando que se ha demostrado que un conflicto bélico no solo afecta a los países implicados sino que causa unas consecuencias en cadena que “afectan a cualquiera en el mundo”. Estas palabras se enmarcan en el contexto de la crisis energética e inflacionista que vive Europa con la guerra de Ucrania. 

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Por otra parte, Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, solicitó el bloqueo de cualquier acción de carácter unilateral, ya que no es la solución apropiada y solamente encendería aún más la mecha. La Unión Europea proponía 10 meses de aplazamiento a la entrada en vigor de las medidas del gobierno kosovar. No obstante, el enfoque puramente económico contrasta con los mensajes en clave de seguridad y defensa de occidente y sus aliados que vienen teniendo lugar meses atrás. 

Implicaciones geopolíticas de las tensiones entre Serbia y Kosovo

Esta situación resulta un agravante a la sensación latente de que muchos rincones de la Europa del Este no alcanzan la estabilidad y el equilibrio que permita un desarrollo en el tiempo. Dicha sensación lleva años presente, pero tras la invasión de Rusia a Ucrania, no ha dejado de incrementarse, con países en el este del continente con expectación medrosa ante una posible invasión rusa como Georgia y Moldavia u otros reforzando su seguridad y sus fronteras como los tres Estados Bálticos Estonia, Letonia y Lituania, pese a que están protegidos bajo el paraguas de la OTAN.

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Se pone de manifiesto la debilidad fronteriza de muchos lugares que sufrieron cambios sustanciales con el inicio del nuevo orden mundial tras la caída del Muro de Berlín. Resulta muy llamativo que las autoridades kosovares hayan iniciado este proceso que ha desatado esta tensión justo en el año más revuelto para la geopolítica europea en décadas. De esta forma utilizan el miedo escénico a otro conflicto bélico, en este caso en los Balcanes, que supone una ayuda a sus objetivos, ya que todos los actores implicados van a poner de su parte para escuchar las demandas de los kosovares y aportar una solución que evite más frentes abiertos.

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Por lo tanto, con la situación actual mundial con la guerra de Ucrania y la crisis venidera, el poder de negociación de Kosovo frente a Serbia y a la OTAN ha aumentado considerablemente. Cabe recordar que la OTAN con Estados Unidos a la cabeza son aliados principales de los albanokosovares, cuyo poder de negociación con respecto a la OTAN se puede manifestar en el deseo de debilitar a Serbia, uno de los grandes aliados de Putin. Ambos comparten ese objetivo, aumentar el cerco a Putin y sus aliados, lo cual constituye una oportunidad para Kosovo.

Serbia y Kosovo: perspectivas de futuro

Las perspectivas de futuro pasan por el estado de las relaciones bilaterales entre Serbia y Kosovo. Un acuerdo directo entre ambas partes es la solución más acorde a las doctrinas idealistas en las Relaciones Internacionales, pero no deja de ser algo lejano mientras persistan diferencias tan insalvables.

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Se han intentado varios acuerdos en los que Serbia ha manifestado siempre su oposición a reconocer la independencia de Kosovo. El último de ellos, el pasado 6 de noviembre venía a propuesta de Alemania y Francia y fue rechazado por Belgrado. El ministro de Exteriores serbio Ivica Dacic hacía unas declaraciones para el canal B-92 en las que exponía que la base del acuerdo presuponía la independencia de Kosovo y para ellos era un punto de partida que excedía sus límites. De esta forma, exponían su incapacidad para empezar una negociación en base a esta propuesta.

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Hoy en día, y de cara a un futuro más próximo, a quien le resulta más favorable que haya tensiones es a Kosovo, ya que otras perspectivas de futuro pasan por lo que ocurra en Ucrania. La guerra marcará el futuro de Rusia como potencia a nivel mundial y, por ende, también en los Balcanes, destacando su papel de aliado de Serbia. Ante una posible Rusia debilitada, su nivel de influencia y amenaza en la región sería mucho menor, lo cual aportaría un balón de oxígeno a las aspiraciones de Kosovo, ya que la respuesta organizada de Serbia perdería mucho músculo especialmente a nivel militar y económico. 

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Sin embargo, una Rusia fuerte con el liderazgo de Putin reforzado no haría otra cosa que incrementar el nacionalismo serbio con respecto a Kosovo y las relaciones bilaterales entre El Kremlin y Belgrado. Serbia en solitario nunca se aventurará a un conflicto a larga escala de carácter bélico porque supondría poner en riesgo muchos aspectos frente a Kosovo y toda la OTAN en bloque. Existen precedentes de daños causados a la población serbia por llevar a cabo dichos deseos nacionalistas y en este caso la prudencia se impondría dadas las perspectivas tan mermadas de éxito que se contemplan.

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Por lo tanto, mientras la situación en Ucrania permanezca de tal forma que Rusia siga tensionada y debilitada, la posibilidad de un conflicto bélico inminente en los Balcanes entre Serbia y Kosovo es prácticamente nula. 

No obstante, no es descartable que las minorías serbias que viven en Kosovo tengan cada vez más difícil desarrollar un proyecto vital ajeno a la realidad de Pristina. Es decir, el cerco jurídico a los serbios será cada vez mayor y muchos ante la incomodidad de no reconocer el Estado que se impone sobre ellos como propio optarán por marcharse. Otros en cambio seguirán allí y no dejarán de ser el último reducto de un conflicto todavía no resuelto y el más activo de los Balcanes a casi 30 años del inicio de las guerras por la independencia de las naciones de dicha región.

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