Te explicamos las claves para entender el origen del conflicto entre Armenia y Azerbaiyán en Nagorno Karabaj, la influencia rusa en el Cáucaso y cómo utiliza Rusia este conflicto como arma contra Occidente.
El origen del conflicto en Nagorno Karabaj
Para entender el conflicto en Nagorno Karabaj hay que remontarse al año 1988, región entonces poblada por una mayoría armenia. Cuando ésta pidió su incorporación a Armenia a través de un referéndum, éste no fue reconocido por Azerbaiyán ni por la comunidad internacional y comenzó el conflicto armado entre ambos países. Ereván salió como vencedor.
En 2020, comienza, casi 30 años después, la segunda guerra por el territorio. En esta ocasión fue Azerbaiyán quien se impuso sobre Armenia, que perdió la mayoría del territorio bajo su control hasta entonces (incluyendo una parte de la autoproclamada república de Nagorno Karabaj).
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En este conflicto se produjeron cambios geopolíticos claves a día de hoy, con Rusia y Turquía como protagonistas. En 2020 Turquía intervino apoyando a Azerbaiyán impactando en la influencia rusa en la zona. Rusia fue el país que auspició el alto el fuego del año 2020 y desplegó entonces una fuerza de mantenimiento de paz en la zona.
El repunte de las tensiones también hacen peligrar las conversaciones de paz de las dos exrepúblicas soviéticas que llevan desde hace meses con la Unión Europea. Recordamos que en julio de 2022 y en el contexto de la crisis energética en la Unión Europea, se sumó a Azerbaiyán como un socio fiable para tratar de independizarse energéticamente de Rusia.
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Según el acuerdo, Baku multiplicará el suministro a la UE alcanzando, al menos, 20.000 millones de metros cúbicos anuales en los próximos años.
La influencia rusa en el Cáucaso
Tanto Armenia, Azerbaiyán como Georgia, han estado bajo la influencia soviética del siglo veinte hasta que lograron su independencia en 1991. Tras la caída de la URSS, estas repúblicas han sufrido secuelas en forma de conflictos armados, en Georgia hubo una guerra civil que dividió el territorio en dos partes; mientras que Azerbaiyán y Armenia comenzaron sus disputas por el Nagorno Karabaj.
Pero, ¿qué tiene de especial esta región montañosa? Para responder a esta pregunta habría que remontarse siglos atrás para comprender la lucha histórica de los dos países. La región era parte del reino de Armenia, además de zonas que actualmente están dentro de las fronteras de Turquía e Irán.
Los pueblos turquíes de Asia Central comenzaron a llegar a la región en el siglo XI, incrementando la influencia turcomana en el Cáucaso, uno de los argumentos que utiliza Azerbaiyán para legitimar su petición territorial a Armenia.
Las guerras entre imperios por el control de la zona fueron la clave en la división del territorio del Reino de Armenia, donde los persas cedían a Rusia las provincias de Ereván y Najichevan, habitados en su mayoría por musulmanes (que ahora pertenece a Azerbaiyán).
De este modo, parte de la población armenia tuvo que abandonar las tierras invadidas por otomanos y persas para trasladarse a la zona del Cáucaso ruso. A su vez, los musulmanes del Cáucaso Central se dirigieron hacia la zona invadida por estos dos imperios.
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Fue entonces cuando los rusos vieron a los azeríes como aliados de los turcos, al tener una base cultural común, y consideraron a Armenia aliados naturales del imperio ruso. Una lucha de imperios que ha dejado un legado de conflictos a pesar de su desintegración.
El Imperio Otomano, a principios del siglo pasado, llevó a cabo una limpieza étnica armenia para hacerse con el control efectivo de la zona, pero los turcos nunca han llegado a reconocerlo. Los consideraba “traidores prorrusos” de aquí la enemistad innegable entre Ankara y Ereván.
Con el colapso del imperio ruso, en 1918 nació la República Democrática de Azerbaiyán, pero fue tomada por la URSS en 1920, uniéndose a la Federación de Repúblicas Socialistas Soviéticas junto a Armenia y Georgia.
Tras las políticas de “glásnost” surgieron una serie de disturbios civiles y luchas étnicas al independizarse de la unión, además de un sentimiento nacionalista por parte de ambos países. Fue entonces cuando Armenia, que se había visto “pisoteada” en anteriores pactos en los que había intervenido Rusia, entre sus peticiones se encontraba el Alto Karabaj.
Comenzaron una serie de hostilidades que dieron lugar a la primera Guerra del Nagorno Karabaj en 1988, finalizando en 1994. Rusia, Estados Unidos y Francia siempre han sido los encargados de intentar establecer negociaciones periódicas en el marco de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) para encontrar una solución pacífica del conflicto.
El problema se encuentra en la inmovilidad de las posiciones de ambas partes, donde Armenia busca la anexión del territorio o incluso una independencia reconocida por la comunidad internacional, apelando al derecho de autodeterminación de los pueblos que fueron tomados por la fuerza.
Por la parte de Azerbaiyán, se considera que el territorio es exclusivamente azerí, y quiere desvincular cualquier tipo de conexión administrativa de Armenia bajo el principio de integridad territorial.
Actualmente, Nagorno Karabaj es una región disputada entre Armenia y Azerbaiyán desde hace décadas en el que vive una mayoría étnica armenia. A finales de los ochenta, los armenios de la región pidieron que pasara el control a manos de Ereván, aún en la época soviética.
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Dicha petición provocó una guerra civil entre los independentistas de la región, con apoyo de Armenia, y el gobierno azerí, guerra que duró más de tres años y provocó más de 30.000 muertos y 700.000 desplazados.
Los independentistas se hicieron con el control; sin embargo, nunca se ha reconocido ni por parte de la comunidad internacional ni de Armenia el Nagorno Karabaj como un Estado independiente, a pesar de ser una de las peticiones de Ereván para solucionar el conflicto. Las Naciones Unidas incluso consideran que la “República de Artsaj”, como se autoproclamaron, ocupa ilegalmente un 15% de Azerbaiyán.
Rusia siempre ha jugado un papel “neutral” en la zona, siguiendo una política de no intervención, y actuando solo para proteger a las minorías étnicas en los noventa. Sin embargo, desde que Putin ha agitado la política moscovita hacia sus vecinos, se ha vuelto más participativa y agresiva, cambiando la dinámica de estos “conflictos congelados”.
En 2020 Bakú lanzó una ofensiva, la segunda Guerra del Nagorno Karabaj, con el propósito de recuperar el control de la región, y con el apoyo de Turquía le fue fácil conseguir una victoria contra las fuerzas armenias. Rusia estuvo atenta a los acontecimientos hasta que decidió intervenir, obligando a firmar un acuerdo de alto al fuego que limitaba el control armenio al corazón de la región.
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El Kremlin mantiene vínculos estrechos en materia económica y militar con Armenia, y tras la disolución de la URSS optó por apoyar a Armenia. Sin embargo, esta vez no optó por intervenir en la guerra, habiendo hipótesis diferentes, como las buenas relaciones con el gobierno de Bakú, y la importancia de su mercado energético, o un “descontento” con Ereván tras el acercamiento en los últimos años tanto a la Unión Europea como a los valores occidentales.
Putin se aseguró la influencia directa en la región, y su involucración al menos durante 5 años, al hacer que Rusia fuera el mediador y principal propulsor del acuerdo de paz que se firmó entre ambos países.
Con el acuerdo del fin de las hostilidades, los armenios salieron a las calles para protestar contra el presidente, el ministro Pashinyan, acusándole de rendirse ante Azerbaiyán y su aliado, Turquía, enemigo histórico de Ereván “Son cómplices de los turcos, no les apoyen”, decía Arthur Vanetsian, un exdirigente de los servicios de inteligencia.
Se considera que desde aquel pacto, Putin ha conseguido marcar su influencia en el sur del Cáucaso, confirmando la dependencia armenia de Moscú, que lo dejó a su suerte en este conflicto al no querer tomar partida en ningún bando.
Los conflictos «congelados» de Rusia como un arma para Occidente
Juan Antonio Falcon, colaborador de LISA News, describe en este artículo la geopolítica rusa en el Cáucaso e interpreta el constante movimiento en estos conflictos “congelados” como un arma contra Occidente. Estas repúblicas exsoviéticas siguen siendo parte de su zona de influencia directa, por ello no quiere perder el control indirecto que ejerce en las regiones.
El experto considera que, de los conflictos latentes bajo su influencia, no tiene ninguna intención de resolverlos, ya que tiene el objetivo de asegurarse un territorio de seguridad ante occidente, y para ello va moviendo sus fichas en los conflictos en conveniencia.
Armenia ha sido el claro perdedor en este conflicto, viéndose abandonado por sus supuestos aliados: Rusia, que no le ha mostrado apoyo por diferencias ideológicas y su acercamiento a occidente; y el abandono a su suerte de Estados Unidos, en un principio se pensaba que Trump iba a intervenir, pero las elecciones hicieron que disminuyera su implicación en el conflicto.
El presidente Pashinyan ha jugado una mala estrategia que ha afectado a la lucha de su pueblo por el control de la región. Los acercamientos a occidente, aunque no son efectivos, enfadan a Rusia, que es el único poder internacional que se ha mostrado a favor de Armenia históricamente.
El líder se encuentra en un limbo que perjudica sus relaciones con los líderes de ambos bandos, y también con su propio pueblo. Se está quedando sin apoyos tanto fuera como dentro de sus fronteras, lo que podría garantizar su salida del poder. Va a ser esencial el posicionamiento de la próxima persona que ocupe del gobierno de Ereván, ya que si se acerca más a la ideología de Moscú podrá encontrar de nuevo el apoyo efectivo del Kremlin, país del que ya se ha confirmado su dependencia.