Yemen o Etiopía han sido algunos de los países donde hemos visto un alto el fuego. En este artículo te explicamos en qué consiste este cese de hostilidades y qué implicaciones tiene analizando casos reales.
Con la llegada del mes del Ramadán en abril de 2022 se estableció un periodo de tregua en Yemen. Fue entonces cuando entró en vigor un alto el fuego de dos meses de duración en una guerra que llevaba activa más de siete años en el país acordado por las partes en el conflicto mediante la negociación de la ONU.
La tregua alcanzada permitió, entre otros aspectos, suspender las operaciones militares ofensivas, el acceso a los puertos de Hudaydah de buques con combustible, la reanudación de los vuelos comerciales desde y hacia el aeropuerto de Saná a destinos predeterminados de la región y el reinicio de las negociaciones para abrir carreteras en Taez y otras gobernaciones. Sin embargo, no duró mucho y los hutís acusaron poco después a Arabia Saudí de romper el alto el fuego con un bombardeo en la provincia de Sada que dejó, al menos, tres fallecidos y nuevos ataques en la ciudad portuaria de Hodeida.
Otro alto el fuego que presenciamos en 2022 fue en marzo en el panorama internacional, ha sido en Etiopía entre el Gobierno y el Frente Popular de la Liberación de Tigré (TPLF). Esta es la primera vez que se declara una «tregua humanitaria indefinida» en la región tras el estallido del conflicto a finales de 2020 en la zona norte del país. En este caso también hubo indicios de que este acuerdo se estaba violando, según las organizaciones de derechos humanos, debido al aumento de tensiones en la región.
Además el grupo rebelde congoleño, Movimiento del 23 de Marzo (M23), uno de los grupos rebeldes más importantes de República Democrática del Congo, también declaró un alto el fuego unilateral para apaciguar la tensión en el territorio de Rutshuru, donde los combates de los últimos días han provocado un éxodo de la población a Uganda.
Para entender realmente qué implica la declaración del “fin de hostilidades” en un país y poder tratar de analizar si significará un acuerdo a largo plazo, tenemos que entender bien qué se establece en este tipo de acuerdos. Además, es clave tener un marco de qué es lo que ha ocurrido cuando, en otros momentos de la historia, este ha sido fructífero y ha llevado a un entendimiento real de las partes.
¿Qué es un alto el fuego?: diferencias con la tregua y el armisticio
En un contexto bélico solemos encontrar los términos alto el fuego, tregua y armisticio. A nivel general coinciden en un mismo punto: un cese de hostilidades para disminuir las consecuencias humanitarias de los conflictos. Sin embargo, es importante conocer las diferencias conceptuales para saber de qué nos hablan cuando se utilizan.
Una tregua consiste en un acuerdo que interrumpe las agresiones de manera específica y por un periodo de tiempo, no implica necesariamente la voluntad de terminar con el conflicto, sino de un pacto entre combatientes, ya sea por trasladar un herido o sepultar un fallecido. También es considerado como un “descanso”.
Ha habido a lo largo de grandes guerras periodos en los que se ha establecido una tregua temporal. Esto sucedió en la Primera Guerra Mundial, en forma de “respeto” a la nochebuena de 1914. Tras solo unos meses del comienzo del conflicto, el bando alemán colocó árboles iluminados en las trincheras, y los aliados respondieron uniéndose al cese de hostilidades de manera espontánea. Este suceso fue denominado como la «Tregua Navidad de la Primera Guerra Mundial».
Tras este periodo de «paz» en la trinchera se retomó la actividad bélica a la llegada del nuevo año, teniendo un ejemplo claro de qué significa la tregua. Fue un acuerdo entre ambos bandos de combatientes para dejar las hostilidades de forma mutua «nadie quería seguir con la guerra, pero los superiores sí», explica el historiador Stanley Weintraub en su libro «Silent Night».
El armisticio por su parte, se trata de una suspensión de las acciones bélicas que se pacta entre los pueblos o ejércitos que toman partida en el conflicto, es una detención de las agresiones entre combatientes. Se puede fijar su temporalidad, y es más utilizado en conflictos armados internacionales para intentar negociar una paz duradera. Si alguna de las partes rompe el armisticio, la otra puede denunciar su violación e incluso reactivar las hostilidades.
Como ejemplo encontramos los acuerdos de armisticio de 1949 que se comenzaron a firmar en 1949 entre Israel y sus vecinos: Egipto, Líbano, Jordania y Siria, con el motivo de poner fin de manera formal la guerra árabe-israelí. Este conflicto terminó tras las negociaciones en un «ambiente de paz» temporal, que consiguió poner fin a las hostilidades entre las partes de manera definitiva. De hecho, podemos apreciar la creación de alianzas recientemente entre las partes de este conflicto, como se ha visto en la Cumbre del Neguev.
Por último, un alto al fuego acoge la pausa momentánea o definitiva de la acción militar, y puede ser consecuencia de la aplicación de una tregua o armisticio. Ante esta decisión, suele demostrarse la intención de ejercer diálogo entre combatientes, considerado muchas veces «un primer paso» hacia una paz formalizada.
Este concepto puede ser aplicado de manera unilateral, como en el caso de organizaciones terroristas como ETA, que en 2011 emitió un comunicado en el que puso fin a las hostilidades; pero también puede darse de manera bilateral, y es el caso antes mencionado de Yemen, donde se acordó el cese de hostilidades por parte tanto de los hutíes como de la coalición saudí.
En la guerra de Bosnia, en 1995, la intervención de la OTAN consiguió imponer un alto al fuego que se estableció con los Acuerdos de Dayton. Este conflicto supuso un capítulo muy «cruel» en los Balcanes, y la imposición del cese de las hostilidades no acabó con el conflicto, sino que supuso su «congelación».
En este caso, la injerencia internacional en la resolución del conflicto no fue de ayuda. El objetivo de la consecución de la paz no se basaba en la igualdad ni la distensión, ya que trataron de aumentar la superioridad militar de la Federación de Bosnia.
Con el intento de que uno de los dos bandos consiguiera la victoria, no se habilitó un buen contexto que permitiese el dialogo igualitario para así, poder llegar a un acuerdo de reconciliación para las partes del conflicto. La actuación de las organizaciones internacionales que se vieron involucradas, solo ayudó a mantener las actitudes beligerantes; por lo que “no todo vale” para intentar imponer el fin de las agresiones entre bandos en un conflicto, hay una labor mucho más allá del cese inmediato de las hostilidades.
Una petición de alto al fuego global vino por parte del Secretario General Antonio Guterres en el contexto de la pandemia en 2020. Guterres hizo un llamamiento dirigido a «todos los rincones del mundo» con el objetivo de centralizar una lucha común: la COVID-19. Aparte de acabar con el virus, esta pausa de hostilidades, podría dar la oportunidad de salvar vidas, abrir puertas a la diplomacia y dar esperanza a las partes más vulnerables ante la enfermedad.
La propuesta fue respaldada por 180 países, el Consejo de Seguridad, las organizaciones regionales, los grupos de la sociedad civil, los defensores de la paz y millones de ciudadanos del mundo; no obstante, guerras como la de Siria, Yemen, Irak y Afganistán no vieron cambios, sino al contrario.
Considerando los esfuerzos centrados en acabar con el COVID-19, las guerrillas, grupos radicales y milicias optaron por aprovechar la emergencia sanitaria para avanzar en sus objetivos tanto militares como políticos, contribuyendo a una intensificación de los enfrentamientos. Encontrando otro caso de petición de alto el fuego que quedó en palabras, quedándose estancado como un intento fallido.
Otro caso de fracaso en el fin de la beligerancia entre partes, lo encontramos ni más ni menos en la actualidad, donde la guerra de Ucrania no ha pillado por «sorpresa«, sino que en la zona se han precedido conflictos de manera continua e incluso después de un alto al fuego establecido entre las partes.
Cuando Rusia se anexiona de manera unilateral la península de Crimea, estalla posteriormente un conflicto en la zona del Donbás entre Kiev y los sectores prorrusos. Se llegaron a proclamar las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk con apoyo no oficial de Rusia, las milicias «rebeldes» llegaron a controlar una parte del territorio.
Esta guerra civil quedó «congelada» con los tratados de Minsk de febrero de 2015, firmados entre Ucrania y Rusia con la mediación de Francia y Alemania; sin embargo, el acuerdo del cese de las hostilidades se ha roto en varias ocasiones y ha derivado en la guerra actual en la que nos encontramos, donde ambos países han roto con los acuerdos firmados en Bielorrusia en su «intento» de paz.
A lo largo de la historia ha habido intentos de establecer la paz de manera permanente en diferentes conflictos. Sin embargo, no siempre se han podido llevar a cabo debido a diferentes motivos. Entre ellos destacamos el alto el fuego celebrado en un contexto de negociaciones que no cuajaron o la violación del propio acuerdo temporal que reanuda el conflicto. Al fin y al cabo, los motivos de un «intento fallido» de establecimiento de paz son múltiples y lo que sí está claro es que es la voluntad política la que termina por conseguir mantener la estabilidad de forma prolongada.