Todas las claves para entender la delicada situación en la que se encuentran los afganos (y sobre todo las afganas) desde la retirada de Estados Unidos, el ascenso al poder de los talibanes y qué podemos esperar del futuro.
Diversas organizaciones de derechos humanos están denunciando el decreto aprobado por los talibanes que obliga a las mujeres afganas a cubrir su cara con el velo por primera vez en años: durante su primer periodo en el poder en los años noventa ya habían impuesto el burka. Cualquier mujer que se niegue a cumplir estas advertencias oficiales podría “provocar” el encarcelamiento de su tutor masculino.
A pesar de que últimamente las noticias sobre Afganistán han decaído en comparación al verano pasado tras el abandono de las tropas estadounidenses del país, el problema que viven los afganos no ha mejorado. Esta semana el Departamento de Seguridad Nacional de España ha vuelto a advertir sobre el empeoramiento de la situación desde agosto de 2021 y cómo la situación económica y social en Afganistán se ha deteriorado progresivamente hasta alcanzar niveles máximos de alerta humanitaria. En este sentido han señalado en concreto la alta tasa de desnutrición e inseguridad alimentaria en todo el país, además del deterioro de la situación de seguridad desde la retirada de EEUU.
En cuanto a la población, y de acuerdo con Naciones Unidas, más de la mitad (22,8 millones) no tiene acceso a una alimentación suficiente y se estima que el 97% del país caerá en la pobreza a lo largo de 2022. La causa profunda de esta crisis se encuentra en la diezmada economía afgana, muy mermada por décadas de conflicto, sequías recurrentes, un comercio exterior limitado y altamente dependiente de una ayuda exterior que, antes de la retirada de los EEUU, constituía el 45% de su PIB.
Tras la toma del país por los talibanes, la ayuda exterior se desplomó, provocando una crisis económica con un impacto severo en el ámbito alimentario, sanitario y social, todo ello en un contexto donde la creciente violencia de carácter yihadista erosiona la ya frágil paz y convivencia social.
Entre las principales razones del colapso económico, han destacado la cancelación de la financiación internacional, de la que dependían casi todas las funciones estatales, tras la instauración del régimen talibán. Esta situación impide el funcionamiento y mantenimiento de la infraestructura esencial para la supervivencia de la población.
Por otro lado, la congelación de los fondos internacionales del Banco Central, la reducción de las entradas de divisas y la pérdida de la confianza de los inversores no ha hecho más que agravar el escenario macroeconómico de Afganistán. Como principal consecuencia, se han interrumpido los servicios básicos y mucho capital humano ha huido del país, a lo que se unen los desplazamientos masivos de población por temor a la persecución o el conflicto. Por último, la devaluación de la moneda, el desempleo masivo y el aumento desorbitado de los alimentos básicos (como la harina y el arroz, con una inflación total estimada del 49.1%), unido a una grave sequía, han llevado al país a una crisis alimentaria y social sin precedentes.
Asimismo, el colapso de los servicios esenciales (en especial los servicios sanitarios) ha creado una emergencia médica marcada por la desnutrición infantil. Según el último Informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la situación es tan grave que la población afgana se ha visto forzada a recurrir a métodos dañinos para su propia supervivencia, como acumular deudas económicas insostenibles o recurrir al trabajo y al matrimonio infantil.
Se alerta de que se ha llegado incluso a la venta de niños (una práctica que afecta de manera desproporcionada a las niñas, según denuncia UNICEF) o a traficar con sus propios órganos. Un nivel de desesperación social que ha transformado la crisis en una auténtica tragedia humana. Ante esta alarmante situación humanitaria, el grupo de expertos en derechos humanos de la ONU ha solicitado (a través de un comunicado al gobierno de los EEUU) la liberación de los activos extranjeros del banco de Afganistán, con la única pretensión de paliar las graves necesidades de la población.
Reconocimiento del régimen talibán
Desde la llegada al poder del grupo talibán, el gobierno de facto busca activamente el reconocimiento internacional del Emirato Islámico. Aunque ningún gobierno del mundo ha reconocido oficialmente al régimen talibán, hay movimientos de acercamiento desde ciertos países que hacen pensar que las cosas podrían cambiar a medio plazo.
Se expone en el informe el caso de Rusia, que acreditó al encargado de negocios talibán en Moscú, aunque aún sin reconocimiento formal de su gobierno, y de países como China o Pakistán que, junto a sus vecinos regionales de Asia Central, abogan por la no exclusión internacional del nuevo régimen afgano. Bajo el mismo contexto, Turquía reivindicó públicamente la necesidad de ofrecer reconocimiento diplomático a los talibanes para abordar adecuadamente los problemas que enfrenta el país.
Por su parte, el Consejo de Seguridad de la ONU extendió la UNAMA, a la que requirió conseguir el compromiso de «todos los actores políticos afganos», incluidos los talibanes, en asuntos esenciales para la población del país. En este sentido, Deborah Lyons, jefa de UNAMA, hizo un llamamiento a los países interesados para que profundizasen en su relación con las nuevas autoridades del país, con el propósito de consensuar medidas para evitar que el colapso económico se convierta en irreversible.
No obstante, los países occidentales mantienen aún su reticencia a ofrecer un reconocimiento formal en el corto plazo. Entre las principales razones para este férreo posicionamiento, cabe destacar el historial hostil del primer Emirato Islámico, que ofreció refugio al terrorismo de Al-Qaeda; la negativa del régimen talibán a formar un gobierno inclusivo; y, por último, la falta de respeto por los derechos humanos, en especial de las mujeres. En gran medida, todos estos motivos transgreden las condiciones exigidas por Occidente para el reconocimiento del gobierno talibán y el establecimiento de relaciones diplomáticas.
Retroceso en materia de derechos humanos desde 2001
Esta realidad evidencia que la llegada del régimen talibán ha traído consigo el retroceso de los avances logrados en materia de derechos humanos desde 2001. El nuevo gabinete, que excluye mujeres y ministros fuera de las filas talibanas, ha prohibido la educación secundaria y superior a las mujeres, así como su incorporación a la mayoría de organismos gubernamentales o acceder a puestos de trabajo dentro y fuera de la de la Administración. Asimismo, se ha limitado la libertad de prensa, expresión y asociación pacífica.
El liderazgo talibán también ha incumplido su compromiso de conceder una amnistía general a los funcionarios del anterior régimen y a los miembros de las Fuerzas Nacionales de Seguridad y Defensa Afganas (ANSDF). Así lo confirman la Misión de Asistencia en Afganistán (UNAMA) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que han recibido denuncias creíbles sobre el asesinato de más de 130 ex miembros de las ANSDF y de personal del Gobierno o sus familiares. De todas estas muertes, alrededor de 100 fueron ejecuciones extrajudiciales atribuidas a las autoridades de facto o sus afiliados.
Nuevas imposiciones a las mujeres afganas
Desde la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA) se ha emitido un comunicado sobre la nueva orden de las autoridades talibanes respecto al uso del hiyab. La comisión ha mostrado su preocupación ante el anuncio el 7 de mayo por parte de las autoridades de facto sobre las nuevas medidas obligatorias impuestas a las afganas.
Todas las mujeres deben cubrirse la cara en público y solo podrán salir de sus hogares en casos de necesidad, además han amenazado en caso de que se incumplan estas medidas con el castigo de sus parientes varones. La información que ha recibido UNAMA sugiere que se trata de una directiva formal en lugar de una recomendación, lo que indica el carácter de obligatoriedad de estas decisiones tomadas por el gobierno de facto, que serán implementadas y deberán ser cumplidas.
La misión de la ONU avisa de que esta decisión contradice numerosas garantías sobre el respeto y la protección de los derechos humanos de todos los afganos, incluidos los de las mujeres y las niñas, que los representantes de los talibanes proporcionaron a la comunidad internacional durante los debates y negociaciones de la última década.
Estas garantías se repitieron después de la toma del poder por parte de los talibanes en agosto de 2021, de que las mujeres disfrutarían de sus derechos, ya sea en el trabajo, la educación o la sociedad en general.
La comunidad internacional ha estado ansiosa por recibir señales de que los talibanes están listos para tener relaciones positivas con el resto del mundo. La decisión de hace seis semanas de posponer la educación secundaria para las niñas afganas fue ampliamente condenada a nivel internacional, regional y local. La decisión de hoy de los talibanes podría tensar aún más el compromiso con la comunidad internacional.
Debido a la creciente vulneración de derechos en el país, especialmente para las mujeres y niñas, UNAMA ha declarado que solicitará de inmediato reuniones con las autoridades talibanes para buscar aclaraciones sobre el estado de esta decisión, y que también participará en consultas con miembros de la comunidad internacional sobre sus implicaciones.
¿Alguna vez ha mejorado la situación para las mujeres?
Según la corresponsal en Afganistán, Monica Bernarbé, no. La experta considera que la mejora de las condiciones de vida de las mujeres tras la injerencia occidental en el país es muy superficial y no se asienta en la población de manera efectiva.
La reportera destaca que el machismo del país se alimenta de los 35 años de guerra constantes, lo que provoca que las leyes del país no sean suficientes como para cambiar las costumbres del pueblo. “EEUU y el resto de países nos estaban vendiendo una película”, explica la corresponsal, que siempre ha criticado la su acción en el país, como el apoyo a los muyahidines, también conocidos como “señores de la guerra”, otro grupo de asesinos, contra los talibanes.
Para la periodista, la vulnerabilidad de las mujeres ya era bastante crítica antes del regreso de los talibanes, a causa del machismo intrínseco a la sociedad y los altos niveles de violencia doméstica y familiar. A pesar de que reconoce que tras la caída del régimen talibán hubieron cambios como el aumento de la participación en la vida pública, el interior de la sociedad seguía igual y pone como ejemplo el “reconocimiento” de la “igualdad” de las mujeres en la constitución afgana de 2005, que no se visualiza en el día a día de los afganos.
Mónica Bernabé desmiente que la mejora de las condiciones de vida de la sociedad afgana viniese de la mano de la comunidad internacional, sino que expone que la situación previa con los talibanes era tan mala que el día que “caen”, las mujeres ganan automáticamente algunas libertades, ya pueden salir a la calle, quitarse el burka e ir a trabajar o estudiar. Sin embargo, denuncia que de puertas a dentro siguió la misma situación, los padres y maridos decidían aún por ellas, por lo que las mejoras públicas no eran tan efectivas como aparentaban.
También se lamentaba de la ineficacia de la comunidad internacional, considerando que podrían haber hecho mucho más en el país, ya que la constitución y leyes afganas establecían prohibiciones como el casamiento de menores de 16, el forzamiento de matrimonios entre otras. No obstante, cree que la labor occidental podría haber sido mucho más efectiva, estableciendo mecanismos que pudieran condenar al que viole dichas leyes, ya que en ese momento dependían económicamente de ellos.
Las últimas decisiones tomadas por el gobierno talibán, y denunciadas por la UNAMA no le han pillado por sorpresa a la periodista. En una entrevista tras el abandono del país por parte de EEUU ya advirtió de que pasaría “van a imponer que no salgan de casa, ni trabajen ni estudien. Ya se iba antes a clases separadas por sexo”.
El futuro de la crisis afgana
Ahora, tras el empeoramiento de la crisis humanitaria de la sociedad en general, no solo de las mujeres, la comunidad internacional ha vuelto a debatir la conveniencia de renovar los flujos financieros y desbloquear los fondos, al tiempo que rechaza aumentar su compromiso diplomático con el régimen.
El Departamento de Seguridad Nacional de España asegura que, sin embargo, para atender a las recomendaciones de las Naciones Unidas, será necesario establecer unas mínimas relaciones con los talibanes para aliviar el ingente sufrimiento de la población.
Por último, y en el marco del apoyo internacional a la población afgana, España se comprometió a aportar 16,5 millones de euros a través de la Oficina de Acción Humanitaria de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) durante la última Conferencia de Donantes para Afganistán, celebrada el pasado 31 de marzo.
Esta cantidad se suma a los 20 millones de ayuda humanitaria donados por España en 2021 para apoyar el trabajo de UNICEF, del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR); y todo ello en el marco del compromiso y la solidaridad de España con el pueblo afgano.
El futuro del país sigue siendo muy incierto, pero está claro que el aislamiento económico no es visto como la mejor solución para aquellos que se preocupan por la población afgana. Aunque no se quiera reconocer el régimen talibán, los gobiernos occidentales se están dando cuenta de que también hace falta debatir y establecer algún tipo de relación diplomática con ellos si realmente se quiere lograr que los afganos consigan mejorar en materia de Derechos Humanos.
¿Podríamos encontrarnos ante un avance respecto al reconocimiento del régimen taliban por parte de la comunidad internacional? Es cuestión de tiempo ver como avanzan los acercamientos y negociaciones con el gobierno del país y los acuerdos que se consigan.