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La influencia del populismo nacionalista en el trumpismo

Análisis

Isidoro Sánchez Tejado
Isidoro Sánchez Tejado
Investigador, escritor y divulgador en inteligencia artificial, emprendimiento y tecnología. Con más de 40 años en el sector, trabajó en IBM, fundó IBdos y Ontech Security, acumulando más de 30 patentes y reconocimientos internacionales. Es inversor en startups y miembro de la red de Business Angels del IESE, universidad donde ejerce la docencia desde el 2012. Actualmente, investiga y divulga sobre IA, su impacto y desafíos, con un próximo libro en camino.

El trumpismo no surgió de la nada. Su fuerza ideológica bebe del populismo nacionalista estadounidense, que lleva décadas enfrentando al «pueblo» con las élites. En este artículo, Isidoro Sánchez Tejado analiza cómo figuras como Pat Buchanan o movimientos como el Tea Party prepararon el terreno para el ascenso de Donald Trump.

Un segundo pilar de la ideología trumpista es el populismo nacionalista, que constituye el esqueleto emocional y retórico del trumpismo. Este populismo articula una identidad cerrada, homogénea y defensiva. La presenta como víctima de un proceso histórico de traición: por las élites progresistas, los acuerdos globales, la inmigración masiva y la burocracia federal.

Esta narrativa no nace con Trump. Tiene raíces profundas en el conservadurismo estadounidense. Sin embargo, su formulación contemporánea debe mucho a figuras como Pat Buchanan, al movimiento del Tea Party y al papel estratégico de los medios alternativos. Estos últimos articulan emocional y simbólicamente este antagonismo.

De Pat Buchanan al Tea Party

El populismo nacionalista en Estados Unidos tiene raíces que se remontan, al menos, a la figura de Pat Buchanan. Fue asesor de Nixon y Reagan, y candidato presidencial en los años 90.

Su discurso de «guerra cultural» contra las «élites liberales», su defensa del proteccionismo económico y su oposición a la inmigración anticiparon muchas de las ideas que más tarde articularía el trumpismo. Ya en los años 2000, el surgimiento del Tea Party marcó una nueva etapa en la radicalización del conservadurismo.

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Entre sus figuras más destacadas estuvo Sarah Palin, entonces gobernadora de Alaska y candidata republicana a la vicepresidencia en 2008. Su retórica combativa contra el establishment de Washington, junto con su defensa del conservadurismo fiscal y social, la convirtieron en una portavoz central del movimiento.

Junto a ella, Ted Cruz, senador por Texas, fue uno de los políticos más emblemáticos que emergieron del Tea Party. Elegido con el respaldo de este movimiento, Cruz representó su vertiente más libertaria y constitucionalista. Defendía una lectura estricta de la Constitución, el recorte del gasto público y la soberanía nacional frente a las instituciones federales.

Su papel fue clave en la politización del descontento popular y en la construcción de una agenda conservadora insurgente, que acabaría confluyendo con el discurso del trumpismo.

Steve Bannon y la arquitectura ideológica del populismo nacionalista

Donald Trump no inventó el populismo en Estados Unidos, pero logró convertirlo en una poderosa maquinaria electoral. Bajo el lema de su primera presidencia, America First (2017–2021), y con el eslogan Make America Great Again (MAGA) durante su segunda campaña, articuló una narrativa centrada en la idea de que las élites globales han traicionado al ciudadano común.

Esta traición se habría manifestado en la promoción del comercio internacional desregulado, la apertura migratoria masiva y la imposición de una cultura progresista dominada por la corrección política.

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En este marco, el trumpismo moviliza un sentimiento de agravio nacional y cultural. Proyecta al «pueblo americano» como víctima de un orden global que privilegia a otros a expensas de su bienestar e identidad.

Detrás de esta estrategia estaba Steve Bannon, considerado el principal arquitecto ideológico del trumpismo.

Bannon ve a Trump no sólo como un político, sino también como el líder de una «revolución populista» que enfrenta al pueblo con los grupos de poder. Su retórica, marcada por un lenguaje beligerante y movilizador, construye un relato de confrontación civilizatoria, en el que la «élite globalista» aparece como el enemigo sistémico a derrotar.

No es casual que Bannon recurra con frecuencia a la noción de destino manifiesto. Reinterpreta esta antigua doctrina geopolítica como una misión providencial: Estados Unidos debe proteger su soberanía, pero también liderar una restauración cultural que devuelva al país su papel ejemplar en el mundo. Esta expansión, económica, cultural, espiritual, se plantea como una responsabilidad histórica ineludible.

Este populismo nacionalista que ha dado forma al trumpismo no surgió de forma espontánea. Es el resultado de una estrategia diseñada cuidadosamente para canalizar el descontento de amplios sectores de la población. Busca dirigirlo hacia una narrativa de conflicto entre «el pueblo» y una «élite global» desconectada de las necesidades reales de los ciudadanos.

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Desde su papel como asesor presidencial hasta su activismo en redes internacionales de derecha, Bannon ha sido una figura central en la articulación de este discurso. Hoy trasciende las fronteras de Estados Unidos y resuena en movimientos afines en Europa y América Latina.

Steve Bannon va más allá de ser un simple estratega político. Ha construido toda una visión del mundo donde se mezclan elementos del tradicionalismo cristiano, el nacionalismo económico y un fuerte rechazo a las élites globalistas.

Su pensamiento está influenciado, entre otros, por el filósofo italiano Julius Evola (1898–1974), quien defendía una restauración de valores aristocráticos, espirituales y culturales anteriores a la modernidad. Evola concebía la historia como una decadencia progresiva, desde un orden tradicional sagrado hacia la modernidad materialista. En obras como Revuelta contra el mundo moderno (1934), propuso un retorno a principios perennes y a una civilización jerárquica, fundada en la autoridad espiritual y el liderazgo heroico.

Bannon ha citado explícitamente a Evola como referente de su visión contrarrevolucionaria. Especialmente en lo que se refiere a la necesidad de una restauración cultural radical frente al liberalismo occidental.

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Desde esta óptica, Bannon ha promovido la idea de que Occidente vive una guerra cultural contra «fuerzas globalistas». Estas estarían representadas por la élite política en Washington, los mercados financieros de Wall Street y los gigantes tecnológicos de Silicon Valley.

En este relato, el adversario no es únicamente interno. También existe una amenaza externa, claramente identificada con China y el comunismo. Este enfoque ideológico trasciende lo económico o migratorio. Se enmarca en una narrativa más amplia de resistencia cultural. Según esta visión, la identidad nacional debe ser protegida frente a fuerzas externas que buscan diluirla o modificarla.

Bannon define esta lucha como un combate contra el globalismo. Lo acusa de erosionar la soberanía estadounidense con el objetivo de imponer un mundo sin fronteras, sin naciones definidas y sin identidades claras.

El populismo promovido por Bannon se apoya en una estrategia efectiva y concreta de movilización social. El resentimiento entre las clases trabajadoras blancas, la preocupación por la inmigración y la nostalgia hacia un pasado idealizado son los ejes principales sobre los que ha edificado su discurso político.

Considera que el trumpismo es una herramienta para realizar una revolución cultural de derechas. Una guerra total contra el globalismo, la corrección política y la hegemonía liberal.

En sus propias palabras, en una entrevista en The Economics en 2018: «We’re building a movement. It’s not about Trump; it’s about a global revolt of working people» (Estamos construyendo un movimiento. No se trata de Trump; se trata de una revuelta global de la gente trabajadora)

Los enemigos del trumpismo según Steve Bannon

Una de las claves del éxito de Steve Bannon ha sido definir un adversario claro y fácilmente reconocible para sus seguidores. Según su narrativa, este adversario tiene múltiples caras:

  • La élite política y financiera: Denominada por Bannon como «la casta», está formada por políticos en Washington, empresarios en Wall Street y magnates tecnológicos de Silicon Valley. Desde su perspectiva, estas élites no representan los intereses del pueblo. Más bien, explotan y someten a la ciudadanía mediante un modelo económico globalizado que erosiona la industria nacional y destruye la clase media estadounidense.
  • China y el comunismo: Desde su paso por la Casa Blanca, Bannon enfatizó constantemente que China representa la mayor amenaza para Estados Unidos. Y no sólo en el terreno económico.
  • Considera al gobierno chino como un régimen autoritario decidido a extender su influencia mundial. Por eso, para Bannon, la guerra comercial iniciada durante la presidencia de Trump va mucho más allá de simples disputas económicas. Refleja un enfrentamiento profundo entre dos visiones opuestas del mundo.
  • La inmigración y el multiculturalismo: Fiel a la tradición del populismo nacionalista, Bannon promueve la idea de que la inmigración masiva erosiona la identidad. También debilita la cohesión cultural estadounidense.
  • En sus discursos, la diversidad no fortalece a la sociedad; la fragmenta, haciéndola vulnerable ante las influencias globalistas y los intereses de las élites.

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Otra pieza fundamental en la estrategia de Bannon es el uso inteligente y pionero de medios alternativos y redes sociales para amplificar su mensaje. Durante años lideró Breitbart News, un medio digital que se convirtió en el epicentro del discurso ultraconservador en Estados Unidos. A través de esta plataforma, logró posicionar narrativas ignoradas por los medios tradicionales y llegar directamente a millones de estadounidenses.

Su enfoque innovador se complementa con una poderosa presencia en redes sociales. En lugar de depender exclusivamente de los medios convencionales, ha apostado por plataformas como Twitter, Facebook y YouTube para viralizar sus mensajes, movilizar a sus seguidores y cuestionar públicamente a sus críticos. El resultado ha sido efectivo: ha consolidado una base militante que defiende activamente sus posturas, expandiendo de manera natural y masiva su discurso populista.

El mediático Tucker Carlson

Si Steve Bannon es considerado el estratega del populismo nacionalista, Tucker Carlson se ha convertido en su rostro mediático más visible. Desde su influyente programa en Fox News, y ahora desde una plataforma independiente, Carlson se ha posicionado como uno de los mayores difusores de este discurso. Lo ha hecho dentro y fuera de Estados Unidos.

Su mensaje, que empezó dentro de los parámetros del conservadurismo tradicional, se ha desplazado hacia posiciones abiertamente nacionalistas y populistas.

Carlson ha adoptado teorías controvertidas como la del «gran reemplazo». Según esta idea, ciertas élites globalistas estarían promoviendo la inmigración masiva con el objetivo de cambiar la composición demográfica del país. De este modo, se debilitaría su identidad cultural y política.

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Además, ha sido decisivo en popularizar la narrativa de que Occidente atraviesa un profundo proceso de decadencia.

Según Carlson, los valores progresistas están erosionando la sociedad estadounidense. Esto estaría generando crisis como la debilitación de la masculinidad, el avance del feminismo radical y la corrupción generalizada de las élites. Son temas que han calado profundamente en amplios sectores conservadores.

La nave de los locos

En su libro La nave de los locos: Cómo la clase dirigente está destruyendo Estados Unidos (Ship of Fools, 2018), Carlson presenta una dura crítica hacia las élites políticas, económicas y culturales del país. Su tesis central es clara: estas élites han dado la espalda al ciudadano medio. Han implantado políticas que sólo han beneficiado a minorías privilegiadas, perjudicando directamente a la clase trabajadora.

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El libro, cuyo título hace referencia a la alegoría medieval alemana de 1494, Das Narrenschiff (La nave de los locos), describe a EE. UU. como una nave sin rumbo, dirigida por unos líderes incompetentes que conducen al país hacia un desastre económico y cultural. Según Carlson, las élites han impulsado cuatro procesos que han puesto al país al borde del colapso:

  • Globalización descontrolada: Acusa a los líderes políticos y económicos de favorecer políticas que fomentan la deslocalización industrial, destruyendo empleos en EE. UU. y empobreciendo a la clase trabajadora.
  • Multiculturalismo impuesto: Considera que la promoción de la inmigración masiva no ha tenido en cuenta sus efectos negativos. En especial, sobre la cohesión social y la identidad cultural estadounidense.
  • Corrección política y censura: Carlson denuncia que las instituciones han impuesto un pensamiento progresista rígido. Según él, este limita la libertad de expresión, castigando la disidencia y cualquier opinión contraria a la agenda dominante.
  • Crisis de masculinidad y familia tradicional: Argumenta que el feminismo radical y la redefinición de los roles de género han debilitado a la familia. También han afectado a los hombres estadounidenses, generando graves problemas sociales.

El libro tiene un estilo provocador y polémico. Está diseñado para despertar la indignación en el lector. Resalta la necesidad urgente, según Carlson, de recuperar los valores tradicionales y detener la influencia de lo que él denomina la agenda progresista.

El trumpismo como un movimiento en expansión

Lo que comenzó como una estrategia electoral en 2016 se ha transformado en un fenómeno político con presencia global. Steve Bannon ha llevado su particular modelo de populismo nacionalista más allá de Estados Unidos, ofreciendo asesoramiento estratégico a líderes europeos como Matteo Salvini en Italia y Viktor Orbán en Hungría.

Su intención es replicar la fórmula que ayudó a Donald Trump a llegar al poder, explotando el rechazo a las élites políticas tradicionales, la defensa de la identidad nacional y la oposición frontal al multiculturalismo.

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Mientras tanto, en EE. UU., Tucker Carlson se ha convertido en uno de los mayores altavoces del movimiento, ajustando constantemente el discurso populista a las circunstancias del momento. Desde su salida de Fox News en 2023, Carlson ha redoblado su presencia en plataformas digitales y redes sociales, ampliando su alcance y renovando su discurso sobre la supuesta decadencia occidental y la amenaza que representan la inmigración y las élites globalistas.

En Europa, el impacto del populismo nacionalista también se nota con fuerza. Movimientos políticos como Agrupación Nacional en Francia, Vox en España o Alternativa para Alemania han encontrado inspiración en la retórica de rechazo a las elites y soberanista promovida por Bannon y sus aliados estadounidenses. Aunque cada uno adaptado a sus particularidades nacionales, todos comparten el mismo núcleo ideológico: el rechazo al globalismo, la defensa de las fronteras nacionales y la promoción de una identidad cultural homogénea.

El populismo nacionalista continúa evolucionando y adaptándose constantemente a las circunstancias cambiantes. En cada etapa identifica diferentes desafíos, que van desde el multiculturalismo hasta la creciente influencia de China.

A la vez, perfecciona sus métodos de movilización mediante el uso de nuevas plataformas digitales, lo que le permite ampliar su mensaje y alcanzar audiencias más diversas. El movimiento impulsado por figuras como Bannon y Carlson sigue expandiéndose, aumentando su influencia tanto dentro como fuera de Estados Unidos.

En conjunto, el populismo nacionalista actúa como el lenguaje emocional y simbólico del trumpismo: convierte el malestar económico en agravio cultural, y el desencanto político en identidad combativa. Desde Bannon hasta Carlson, este relato ha articulado una respuesta a la crisis del liberalismo y ha logrado construir una narrativa transnacional de resistencia contra las élites globales.

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