La geografía ha sido durante siglos un factor clave en el desarrollo de las civilizaciones. Desde la posesión de recursos naturales hasta la ubicación estratégica, los territorios enfrentan ventajas y desafíos determinados por su entorno. Sin embargo, el papel del ingenio humano demuestra que el destino geográfico no siempre es definitivo.
El desarrollo de las sociedades humanas es un tema ampliamente tratado en los círculos internacionales. De hecho, es tan común el uso del término «desarrollo» para referirse a la situación y posicionamiento de los Estados, que en cierto punto se ha vuelto un tema controvertido. Esta controversia surge por las connotaciones negativas que puede implicar la categorización del término. Se ha vuelto habitual utilizar varias distinciones, algunas de ellas con un tinte discriminatorio y generalista.
Quizás la distinción más común es la de países desarrollados, en vía de desarrollo y subdesarrollados. También se ha popularizado el uso de términos como «norte global» y «sur global», similares a la división entre el «Primer Mundo» y los países «tercermundistas», con origen en la Guerra Fría. Otros prefieren utilizar la Teoría Centro-Periferia. Según esta teoría, el «Centro» agrupa las zonas del planeta con altos niveles productivos y de progreso. Por el contrario, la «Periferia» incluye regiones que suministran materias primas y mano de obra barata, con economías dependientes y menor desarrollo industrial y tecnológico.
Esta teoría se alinea con la de la Dependencia Económica. Ambas sostienen que las relaciones económicas entre regiones desarrolladas y en desarrollo generan vínculos de dependencia. Estos vínculos perpetúan y fomentan el subdesarrollo y la pobreza.
Técnica y formalmente, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) es la herramienta utilizada para medir el nivel de desarrollo. Este índice contempla factores como el nivel de educación, la esperanza de vida y el desarrollo económico. Si bien a priori parece un instrumento preciso, no toma en cuenta otros elementos clave. Entre ellos destacan las desigualdades socioeconómicas internas, la estabilidad política, la sostenibilidad o el respeto por los derechos humanos.
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Existen múltiples formas de categorizar los países según su desarrollo. Sin embargo, quizás sea más conveniente preguntarse por qué se generan tales desigualdades o cuáles son las razones que definen estos niveles de desarrollo. Parecería algo ridículo reducir el nivel de desarrollo de un país tan solamente por su geografía, ¿verdad? Simplemente por sus características climáticas, su orografía, proximidad al mar o la posesión de recursos naturales. La realidad es distinta, pues, aunque haya muchos otros factores influyentes, es posible explicar el desarrollo a través de factores geográficos.
Determinismo y Posibilismo como base teórica de la geografía
La geografía, en su vertiente humana, política y económica, busca explicar cómo las sociedades se organizan e interactúan con su entorno. También analiza cómo establecen relaciones de poder, distribuyen los recursos y desarrollan actividades económicas en distintos espacios geográficos.
En base a ello, el geógrafo Friedrich Ratzel desarrolló a inicios del siglo XX el concepto de «determinismo geográfico». Según esta teoría, la geografía dicta el destino de una sociedad. Es decir, las condiciones geográficas autóctonas determinan de forma absoluta el nivel de desarrollo de un territorio.
De acuerdo con el determinismo, la posesión de recursos naturales, la insularidad, la presencia de un río que fertilice las tierras o un clima templado permiten que una sociedad progrese eficazmente en lo económico y social. Por el contrario, una gran presencia de sistemas montañosos, un clima extremo o la escasez de recursos naturales eliminan por completo las posibilidades de desarrollo.
Esta teoría es profundamente extrema y determinista (como su propio nombre indica), ya que considera los factores geográficos como inmutables. No toma en cuenta otros aspectos como los culturales, políticos, históricos o tecnológicos. Además, el fundamentalismo de esta teoría puede generar una sensación de conformidad. Incluso puede desalentar iniciativas de progreso al hacer creer que las condiciones geográficas son un destino inalterable e inamovible.
Además, esta teoría extrema fue malinterpretada, o quizás utilizada estratégicamente como justificación, por otros autores y líderes políticos para promover sus pretensiones expansionistas y colonialistas. Por ejemplo, un país con una situación geográfica desfavorable promovía un expansionismo hacia otros territorios. El objetivo era beneficiarse de las ventajas climáticas o naturales de esos lugares.
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Es por ello que el geógrafo Paul Vidal de la Blache matizó y complementó la teoría del Determinismo geográfico a través de la del Posibilismo. El Posibilismo establece que la geografía juega también un papel fundamental en el desarrollo y progreso de las sociedades humanas, pero no lo determina. Es decir, unas condiciones geográficas favorables ofrecen oportunidades que posibilitan a las sociedades emprender un desarrollo económico y social.
Al mismo tiempo, unas condiciones geográficas desfavorables ofrecen limitaciones al desarrollo, pero el ser humano tiene la capacidad de superarlas. De este modo la geografía juega un papel crucial en el progreso de los Estados, pero no necesariamente es el único factor determinante, sino que la política y la buena gobernanza entran en juego. Estas teorías se comprenden mejor con varios ejemplos internacionales ajustados a cada una de ellas.
Ejemplos internacionales de Determinismo y Posibilismo
Determinismo:
1. Antiguo Egipto:
El desarrollo de la civilización egipcia, una de las más longevas y fructíferas de la historia, estuvo completamente condicionada por sus condiciones hidrográficas y climatológicas. En primer lugar, el río Nilo jugó un papel fundamental en el asentamiento y progreso de la civilización, pues la sociedad egipcia creció y se expandió a lo largo de su ribera.
Su desbordamiento anual fertilizaba las tierras, garantizando la agricultura, permitiendo la habitabilidad y facilitando la consolidación de un poder centralizado en torno al mismo. De hecho, tal era la importancia del río Nilo para su civilización que este contaba con un carácter divinizado. Es decir, los egipcios lo adoraban y le rendían culto como si de un dios más se tratara.
El Nilo y su carácter sagrado no solo garantizaban la producción agrícola y ganadera. También constituían un medio de transporte y comunicación esencial para la unificación política y comercial del Antiguo Egipto. Más allá de su valor religioso, simbólico, político, económico y comercial, los ciclos de crecida y desbordamiento estaban relacionados con la cosmovisión egipcia de renovación y orden cíclico.
Por otro lado, dada la presencia de grandes desiertos tanto al este como al oeste del imperio, el Antiguo Egipto no sufrió grandes invasiones ni mostró pretensiones imperialistas. A diferencia de otras civilizaciones y pueblos con episodios expansionistas, su aislamiento geográfico permitió consolidar el control político más fácilmente.
De este modo, queda reflejado cómo la localización estratégica de Egipto (situado entre desiertos y bajo la influencia del río Nilo) determinó positivamente el desarrollo de su civilización.
2. Groenlandia:
Groenlandia también presenta un desarrollo socioeconómico completamente condicionado por sus factores geográficos. El clima externo y la falta de recursos accesibles limitan su desarrollo económico, siendo por ello un territorio escasamente habitado.
La economía de Groenlandia se basa principalmente en la pesca y la extracción de recursos naturales específicos, como minerales y potenciales reservas de petróleo y gas. Sin embargo, dichos recursos presentan enormes dificultades y desafíos logísticos y medioambientales dadas las condiciones extremas del Ártico.
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Por último, el cambio climático (concretamente el deshielo) está afectando rápidamente a la región y sus ecosistemas. Al mismo tiempo, están surgiendo nuevas oportunidades económicas, ya que se facilita el acceso a zonas que antes eran inaccesibles.
Las condiciones geográficas desfavorables de Groenlandia la han convertido en un territorio dependiente de Dinamarca. Además, necesita ayudas externas de otros organismos, como la Unión Europea. En resumidas cuentas, la dependencia del desarrollo de Groenlandia de los factores climáticos y su localización geográfica es innegable.
Posibilismo:
1. Japón:
El gran éxito de Japón en términos socioeconómicos, especialmente tras la Segunda Guerra Mundial, ha ido completamente a contracorriente de las limitaciones geográficas de la isla. Este éxito en su desarrollo está reflejado en su elevada esperanza de vida, su progreso económico y en su capacidad innovadora.
La gran presencia de cordilleras y sistemas montañosos, así como sus escasos recursos naturales, conforman un pésimo escenario geográfico desde el punto de vista de las ventajas comparativas. Sin embargo, Japón ha logrado consolidarse como una potencia clave. Lo ha hecho especializándose en sectores como la tecnología, la educación y la innovación industrial, superando así los obstáculos geográficos.
El ejemplo de Japón demuestra que la geografía puede ofrecer oportunidades o imponer limitaciones a los Estados. No obstante, no determina de forma absoluta su desarrollo. En muchos casos, la inteligencia territorial o el ingenio humano son los factores que inclinan la balanza a su favor.
2. Indonesia:
El caso de Indonesia es similar al de Japón: una potencia capaz de superar sus barreras geográficas mediante una gestión eficiente de los recursos escasos y el uso de la inteligencia espacial. En este caso, los obstáculos no se deben a la ausencia de recursos naturales ni a la orografía, sino a la fragmentación insular.
La inusual naturaleza geográfica de Indonesia, compuesta por más de 17.000 islas, presenta no solo dificultades de gobernanza, sino también retos derivados de su diversidad étnica. La dispersión territorial complica la integración política, económica y social, así como la distribución equitativa de los recursos. Además, supone un desafío añadido a la hora de construir una identidad común y centralizada.
No obstante, a pesar de la fragmentación y la diversidad interna, Indonesia ha desarrollado grandes infraestructuras. También ha consolidado una economía altamente diversificada y una destacada especialización en el sector turístico, lo que le ha permitido hacer frente a sus retos geográficos.
La geografía y la posesión de recursos naturales no siempre garantizan el desarrollo
Una vez analizadas las condiciones geográficas (como la hidrografía, la orografía y la climatología), es momento de examinar con detenimiento el papel de la posesión de recursos naturales en el desarrollo de un territorio.
Los países con mayores ventajas comparativas en cuanto a recursos, es decir, aquellos que poseen abundantes recursos naturales, no suelen tener el control efectivo sobre ellos. La extracción de recursos fósiles requiere un alto nivel de inteligencia técnica e infraestructura, algo a lo que muchos de estos países no pueden hacer frente.
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Esta situación resulta, en realidad, contraproducente. El hecho de que estos países no dispongan del desarrollo necesario para explotar sus propios recursos ha facilitado, históricamente, su aprovechamiento por parte de naciones con mayor capacidad técnica y económica.
La teoría del neocolonialismo expone cómo las dinámicas imperialistas siguen presentes en el orden internacional actual. Aunque la posesión y control directo de un territorio puede parecer un anacronismo en la era moderna, han surgido nuevas estrategias de influencia. Entre ellas se encuentran el comercio desigual, la deuda externa, las inversiones extranjeras o el control sobre los recursos naturales.
A través de estas prácticas, los Estados desarrollados pueden ejercer control e imponer sus intereses en territorios en desarrollo. De este modo, se reproducen las dinámicas explicadas por la teoría Centro-Periferia y la teoría de la Dependencia Económica.
Un ejemplo de esta situación de desequilibrio en el desarrollo por el control de una gran potencia de los recursos autóctonos de otra región es el neocolonialismo en África. La ocupación marroquí del Sáhara garantiza el acceso a los ricos depósitos de fosfato, pero los beneficios no repercuten sobre la población local. De hecho, mientras que los trabajadores en extremas condiciones son saharuis, los beneficios llegan a empresas extranjeras de Marruecos u otros países.
Este caso es más complejo por la situación inestable del Sáhara Occidental en cuanto a su autodeterminación. Ssin embargo, esta práctica neocolonial tiene lugar en todo el continente, por ejemplo, mediante la Ruta de la Seda China. China ha invertido grandes cantidades de dinero en proyectos de infraestructura en varios países africanos, como puertos, carreteras, ferrocarriles, y aeropuertos.
No obstante, aunque estas inversiones pueden generar importantes avances en términos de infraestructura, los países africanos involucrados a menudo terminan endeudados con China. De este modo, las dinámicas de dependencia y desigualdades económicas globales quedan perpetuadas a costa de las poblaciones locales.
La geografía nunca podrá explicar por sí misma el desarrollo de una sociedad humana sin estar complementado por otros factores como la política, la gobernanza o las tendencias históricas. Sin embargo, es posible identificar cómo la geografía influye de manera significativa en el desarrollo de una sociedad al proporcionar tanto oportunidades como limitaciones, repitiéndose históricamente unos patrones similares.
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