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11 años de guerra en Siria sin perspectivas de paz

Análisis

Paula Gómez Moñiz
Paula Gómez Moñiz
Estudiante de Relaciones Internacionales interesada en Geopolítica y Derechos Humanos.

Un repaso a los 11 años de conflicto en el país, sus consecuencias y cómo puede impactar la invasión de Putin a Ucrania.

El 17 de diciembre de 2010, Mohamed Bouazizi, un joven vendedor de frutas de 26 años, se inmolaba frente al ayuntamiento de Sidi Bouzid en Túnez en protesta por la actuación de la policía que le impidió vender fruta en la calle. Este hecho hizo estallar una oleada de protestas que terminaron por marcar el comienzo de lo que se conocería después como «Primavera árabe».

Este fenómeno llegaría a Siria el 15 de marzo de 2011, cuando una masiva manifestación sacudía Damasco, la capital del país, sumándose a la ola de protestas que comenzó en Túnez y Egipto y que pedían cambios democráticos en la región controlada hasta entonces por gobiernos autocráticos.

«2011 fue una bocanada de optimismo y esperanza de cambio, un momento en el que parte de la población perdió el miedo, pero quedó frustrado», explica Eduard Soler, investigador de CIDOB. Estas manifestaciones en busca de libertad, oportunidades de trabajo y fin de la corrupción provocaron la caída de algunos dictadores y presidentes autoritarios. Sin embargo, no hubo un avance de manera general y en todos los países que abarcó la «Primavera árabe».

Haizam Amirah Fernández, experto en el mediterráneo y Mundo Árabe para Elcano, atribuye el fracaso a la falta de opciones políticas claras reflejadas en partidos u organizaciones debido a las décadas de persecución; a la oposición entre partidarios del «statu quo» y sectores del islam político. También al poder de reacción financiado por las monarquías petroleras del golfo en su objetivo de «frustrar y desactivar el momento revolucionario».

En el caso de Siria, las protestas sociales fueron «aplastadas» de manera contundente, a pesar de que el presidente sirio, Bashar Al Assad, cuando llegó al poder, prometió dar un «aire nuevo» a la Siria que dejaba su padre. Se suele señalar como el comienzo o la mecha que prendió en el país el fenómeno en un graffiti que decía «¡Es tu turno, doctor!». La dura represión del gobierno contra los jóvenes autores de 14 años del grafiti provocó que la revolución se extendiera por todo el país.

Cuando la sociedad y algunos sectores del ejército vieron la intensidad de la contrarrevolución al Gobierno de Al Assad, decidieron alzarse y formar el «Ejército Libre de Siria», convirtiéndose en el grupo opositor, posteriormente denominado por los medios como «los rebeldes».

Estas revueltas derivaron en la cruenta guerra civil que continúa a día de hoy, y en la que han tomado parte actores como Turquía, Estados Unidos, Rusia e Irán, dejando alrededor de medio millón de muertes y provocando el mayor éxodo de refugiados de la historia. Otros actores que se unieron a la situación caótica fue el ISIS, que llegó a controlar una parte considerable del país.

En un principio, se consideraba cercana la caída del régimen; sin embargo, los apoyos internacionales, ayudaron a cambiar los pesos de la balanza. El gobierno de Al Assad consiguió apoyo de Irán, Hezbolá y Rusia, mientras que los rebeldes obtuvieron armas y financiación desde Arabia Saudí y Catar.

Por parte de los grupos yihadistas, se comenzó a ganar terreno sobre el ejército libre sirio y a aumentar su poder, llegando a proclamar un califato en Raqqa e incluyendo tanto territorio sirio como iraquí. Según los expertos, es el momento en el que surge el ISIS tanto en Siria como en Irak y cuando se cambia el foco: para los regímenes autoritarios «todo vale» para luchar contra el terrorismo.

Fuerzas internacionales

Desde que empezó la guerra en 2011, encontramos en terreno sirio un complejo entramado de fuerzas que batallan entre ellas. Los apoyos al gobierno, por parte de Irán Rusia y milicias de Hezbolá, contra los rebeldes sirios y kurdos apoyados por la Coalición Global, encontrando a su vez en el país a los yihadistas del Estado Islámico, que combaten contra los anteriores simultáneamente.  

Esta coalición en contra del yihadismo, liderada por Estados Unidos, apoya abiertamente al pueblo sirio, y está a favor de una solución política inclusiva y duradera conforme a la Resolución 2254 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y esencial para las Conversaciones de Ginebra.

A pesar de que esta sería la solución idónea en base a los principios de la RCSNU 2254, muchos expertos consideran que la posición de Al Assad ante cualquier concesión hacia la oposición es muy poco probable. También se considera clave el apoyo de Rusia e Irán al gobierno sirio en el conflicto, teniendo en cuenta que no permitirán ningún retroceso o renuncia de las políticas del régimen.

Esta opinión es sostenida por varios estados miembros de la Unión Europea que ponen en duda el éxito de la misión del comité, y justifican el inmovilismo respecto a la situación en siria y el gobierno de Assad. A pesar de estos hechos, se defiende la necesidad de no dejar de explorar posibles vías de actuación que puedan ayudar a facilitar la transición política en el país.

La declaración conjunta del presidente estadounidense, Donald Trump, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, del 11 de noviembre de 2017 determinaba la necesidad de optar por una vía alternativa a la militar, instando a forjar una solución política en el marco de la resolución del Consejo de Seguridad, y reafirmando a las Naciones Unidas como la «plataforma exclusiva para el avance del proceso político». También anunciaban su decisión conjunta de derrotar al Estado Islámico (IS) en Siria.

Esta coalición junto a las Fuerzas Democráticas Sirias había ido reduciendo el espacio controlado por el ISIS, pero, a pesar de ello, se consideraba que había que seguir consolidando los avances logrados y evitar cualquier vacío de seguridad.

Se ha observado cómo el Estado Islámico ha perdido más del 60% del terreno que se atribuyó en Irak y Siria, y desde la coalición se quiso hacer hincapié en la ayuda que recibió la Coalición Global por parte de la oposición Siria.

La intervención estadounidense en siria tenía cinco objetivos: «reducir la influencia de Irán, crear las condiciones para el regreso de los refugiados, eliminar las armas de destrucción masiva, transición hacia un régimen diferente al de Al Assad e impedir el regreso de los yihadistas» todo ello, empeñando un «mínimo» de fuerzas.

Sin embargo, la retirada de soldados en la zona del 13 de octubre de 2019 de EEUU ordenada por la Administración Trump, dificultó la labor de la oposición del gobierno de Assad, que entonces tendrían que combatir a su suerte contra la fuerza de Rusia, Irán y Turquía. Esta retirada fue vista para Rusia como una oportunidad estratégica.

En conclusión, el objetivo de EEUU era acabar con el ISIS y su propagación, y el de Rusia mantener a su único aliado en la zona, el régimen de Al Assad. Hemos presenciado el juego de poder de las grandes potencias, que finalmente han demostrado que sus intereses propios son más importantes que acabar con un conflicto que ya dura más de diez años. Lo deja muy claro Andrés Ortega, investigador asociado de Elcano, nos encontramos ante una «clásica confrontación de potencias, que evitan enfrentarse directamente», especifica.

¿Un «acercamiento» hacia la paz?

El Comité Constitucional Sirio, formado por 150 personas (50 del Gobierno, 50 de la oposición y 50 de la sociedad civil (15 del régimen sirio, 15 de la oposición y 15 de la sociedad civil), lleva más de dos años intentando llegar a un acuerdo para escribir una nueva Carta Magna para el país, pero la pandemia y otros factores paralizaron las negociaciones.

Tras el fracaso de la última ronda octubre de 2021, se espera que este 21 de marzo se reanuden las negociaciones. Geir Pedersen, enviado especial de la ONU para Siria, aseguró después de cinco días de reuniones que «faltó una adecuada comprensión de cómo lograr avanzar en el proceso». El representante de la ONU, declara que al menos, las partes implicadas tenían claro que la situación es insostenible y hay que conseguir una redacción firme que construya «confianza y voluntad política».

11 años también de crisis humanitaria en aumento

Desde la comisión de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) se advierte de la «pésima situación» que se está viviendo a día de hoy. La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos (ACNUDH) afirmó que los ataques aéreos y los bombardeos mataron al menos a 11 civiles en enero de este año, que el suministro de agua de la ciudad de Idlib fue atacada, y más de diez mil personas se han visto afectadas por la contaminación de pozos.

El acceso a servicios básicos y el poder adquisitivo de los sirios está disminuyendo a causa del daño que sufren las infraestructuras del país, así como de la falta de suministros. Es un grave problema también la falta de personal técnico para reforzar tanto las infraestructuras como los servicios sanitarios debido al desplazamiento, muerte o discapacidad y falta de capacitación de los ciudadanos.

Tras más de 10 años, a pesar del acuerdo de alto el fuego de marzo de 2020 en Idlib que condujo a una reducción general de las hostilidades y de los desplazamientos a gran escala, las ofensivas se han intensificado a lo largo de 2021 y están impulsando las necesidades humanitarias de manera considerable.

La división política, la exclusión y la falta de acceso a los mecanismos de justicia han seguido privando de derechos a las personas y limitando su capacidad para atender sus necesidades de manera sostenible. La violencia contra la mujer sigue siendo una amenaza real y persistente en la vida de muchas mujeres y niñas, que con la persistencia de las hostilidades, no se les tiene permitido la libertad de movimiento, búsqueda de empleo, atención sanitaria e incluso acceso a la información, lo que las mantiene en un ciclo de vulnerabilidad.

A enero de 2021, se calculó que 13,4 millones de personas necesitaban algún tipo de  asistencia humanitaria, lo que supone un aumento de más de 2 millones de personas con respecto 2020. En 2022, aumentaba el número llegando a 14,6 millones de personas con necesidad de asistencia humanitaria, lo que supone un aumento de 1,2 millones con respecto a 2021.

Se puede apreciar en los datos la urgencia de una salida a la guerra civil que lleva años recrudeciendo la situación un país que solo pretendía mejorar la situación de sus derechos y libertades. Según los expertos la guerra parece estancada y sin perspectivas de paz, aunque los diálogos entre el Gobierno y oposición continúan a través del ya mencionado Comité Constitucional Sirio auspiciado por la ONU.

Cómo impacta la invasión de Ucrania en la guerra en Siria

En este aniversario del levantamiento sirio, Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia y el Reino Unido han firmado una declaración conjunta en la que han reclamado al presidente sirio, Bashar Al Assad y a sus aliados (señalando a Rusia e Irán) que «detengan su despiadado ataque contra el pueblo sirio». También han asegurado que no normalizarán relaciones ni retirarán sanciones «hasta que no haya progresos irreversibles hacia una solución política».

Así han señalado también cómo este aniversario coincide con la «terrible agresión rusa contra ucrania». «La violación excepcional del derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas, pone de relieve el comportamiento brutal y destructivo de Rusia en ambos conflictos», declararon.

Los países también han querido destacar cómo la continuación del conflicto da lugar a un aumento de espacio a explotar por los grupos terroristas, señalando en particular al ISIS, y que prevenir que el grupo terrorista yihadista resurja en la región sigue siendo una «prioridad».

Por su parte, el presidente sirio fue de los primeros en apoyar la «operación especial» lanzada por Putin en Ucrania. Según Aron Lund, experto de la Agencia de Investigación de Defensa sueca (FOI) en declaraciones a Europa Press, «el régimen de Al Assad es demasiado dependiente de Rusia como para cuestionar la política del Kremlin, especialmente en una cuestión de tanta importancia para los rusos».

Sin embargo, el que «Rusia se vea distraída o debilitada por la guerra y las sanciones occidentales podría ser malo para su socio sirio» ya que podrían verse reducidos los efectivos rusos en Siria para trasladarlos a Ucrania, advierte el experto. Además, según Soufan Center, una menor presencia militar rusa «potencialmente podría permitir que las células de Estado Islámico en Siria, así como en Irak, amplíen sus operaciones e intenten volver a capturar el territorio que perdieron desde 2015 fuente a Estados Unidos y sus aliados».

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