Aparcada de los principales focos mediáticos, Asia Central se encuentra ante un complejo escenario de equilibrios geopolíticos regionales que, con especial énfasis en materia de integración y de seguridad, involucra a actores globales como Rusia, China, Turquía, Estados Unidos, la Unión Europea, Irán e India, entre otros. Roberto Mansilla Blanco, alumni del Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute, explica cómo esta región está afrontando retos estratégicos clave, desde la amenaza del terrorismo yihadista hasta las tensiones derivadas de conflictos internacionales.
La región observa con cierta inquietud los recientes acontecimientos en zonas próximas como Oriente Medio, así como en la política internacional. Destacan:
- La caída del régimen de Bashar al Asad en Siria liderado por la aparición de un nuevo grupo yihadista (Hayat Tahrir al Sham, HTS).
- Los efectos colaterales de la guerra híbrida entre Israel e Irán y los conflictos en Gaza y Líbano.
- El retorno al poder por parte de los talibanes en Afganistán (2021).
- Las repercusiones de la guerra ruso-ucraniana y las tensiones geopolíticas ruso-occidentales dentro del espacio euroasiático postsoviético.
- El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca (20 de enero de 2025).
Por otro lado, Asia Central ha experimentado en las últimas décadas la proliferación de movimientos islamistas radicales y células terroristas, algunos activos y otros eventualmente neutralizados o desaparecidos, con notable capacidad de desestabilización sociopolítica en los países centroasiáticos. El retorno del terrorismo se ha confirmado tras el atentado en Moscú en febrero pasado, atribuido a un nuevo actor, el Estado Islámico del Gran Khorasán (ISIS-K).
La posibilidad de reaparición del terrorismo en Asia Central coloca en el centro de atención la labor de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTCS). Este es un organismo de carácter militar creado en 2002 e impulsado por Rusia que ha tenido cierto protagonismo con intervenciones directas para la resolución de determinadas crisis regionales (protestas en Kazajistán de enero de 2022; conflicto de Nagorno Karabaj en 2023) entre otros.
El presente análisis se centrará en dos perspectivas específicas:
- Conocer la estructura y la efectividad de la OTCS como actor de seguridad y estabilidad en Asia Central, en particular ante las dinámicas geopolíticas y los conflictos existentes. Se analizará también el papel de otro organismo regional, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), y sus relaciones con la OTCS.
- Identificar los principales grupos islamistas radicales y células terroristas existentes en la región como actores con capacidad desestabilizadora y de desafío a la capacidad operativa de la OTSC. También se atenderá el nuevo giro geopolítico que se observa en Asia Central.
¿Qué es la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC)?
Creada el 7 de octubre de 2002, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) es una alianza militar impulsada por la Federación Rusa que incluye a otras cinco repúblicas ex soviéticas: Armenia (que pidió su salida del organismo en junio pasado, como se explicará más adelante), Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán. Tiene además dos miembros observadores, Serbia e Irán, aspecto que le confiere una cierta capacidad de actuación fuera de las fronteras centroasiáticas.
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La OTSC tiene un precedente: el Tratado de Seguridad Colectiva (TSC) firmado por varios países ex soviéticos el 14 de mayo de 1992 y que ha servido de base para la posterior creación de su sucesora.
En 1995, el TSC adoptó la doctrina de «seguridad colectiva» que le permitió una mayor coordinación organizativa creando el Consejo de Seguridad Colectiva (CSC) como órgano supremo de toma de decisiones compuesto por los jefes de gobierno de los países miembro y que cuenta con un Secretario General por un período de tres años. Desde 2023 este cargo lo ocupa el kazajo Imangali Nurgaliuly Tasmagambetov.
El otro órgano de mayor nivel dentro de la OTSC es el Consejo de Ministros de Defensa (CMD), responsable de la coordinación en el campo de la defensa y la cooperación en industria militar. El CMD, establecido en Moscú, cuenta con un Estado Mayor Conjunto, así como un Comité Militar. Otros órganos de importancia son el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores (CMAE); el Comité de Secretarios del Consejo de Seguridad (CSCS); y el Consejo Permanente (CP)
La toma de decisiones sobre seguridad colectiva se efectúa por consenso y con derecho a veto. La OTSC mantiene vigente el artículo 4 de la TSC en la que la alianza militar asegurará la defensa colectiva a sus miembros. El artículo 8 proporciona un marco legal para la coordinación de políticas y actividades entre los miembros con el objetivo de disminuir las potenciales tensiones.
El peso de Rusia dentro de la OTSC se reforzó en 2013, con el regreso de Vladímir Putin a la presidencia (anteriormente fue primer ministro entre 2008 y 2012) El Kremlin adoptó una nueva Doctrina de Seguridad Nacional que ejerció igualmente su influencia en el seno de la OTSC especialmente a la hora de configurar una especie de «esfera de contención» ante cualquier hipotética intromisión o agresión exterior.
Por otro lado, la finalización de la International Security Assistance Force (ISAF) instaurada por la ONU y la OTAN en Afganistán causó preocupación en el seno de la OTSC. Esto ante la posibilidad de presentarse problemas de seguridad como la inestabilidad política regional, la expansión del islamismo yihadista, el aumento del terrorismo y el aumento del tráfico de drogas a través de Asia Central.
En 2013, Afganistán se unió como observador a la OTSC con la finalidad de recibir cooperación militar. El retorno al poder de los Talibanes en 2021 ante la definitiva retirada militar estadounidense deja en el aire la posibilidad de un ingreso afgano como miembro pleno.
Con el foco en la seguridad regional y la necesidad de evitar una expansión del yihadismo salafista hacia esas células existentes en Asia Central, tanto Rusia como China han establecido redes de contactos con los talibanes (participación en el Foro Económico de San Petersburgo; aspiración para unirse a la OCS y los BRICS) que implican un reconocimiento tácito, aunque aún no formal, a su legitimidad de poder en Kabul. En octubre pasado, Moscú eliminó a los Talibanes de su lista de organizaciones terroristas.
Tensiones y conflictos internos de la OTSC
Por otro lado, tanto el TSC como la OTSC han afrontado disensiones y tensiones internas. En el caso del primero, durante la década de 1990, Georgia y Uzbekistán abandonaron la TSC, en este último caso por malestar ante la aparente incapacidad de prevención del terrorismo islamista. Azerbaiyán tampoco prorrogó su membresía en el TSC.
Previo a la creación de la OTSC y a raíz de los atentados terroristas del 11-S de 2001, Washington focalizó su atención en Asia Central y el Mar Caspio argumentando la cooperación del régimen talibán en Afganistán con la red terrorista yihadista salafista Al Qaeda. De este modo, y ante la inquieta mirada de Rusia y China, EE. UU. desplegó bases militares en la región, especialmente en Uzbekistán. Durante la guerra de Afganistán (2001), países miembros de la TSC ofrecieron su territorio para acoger bases de la OTAN y de EE. UU. contra los Talibanes.
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Actualmente, además de observar que uno de sus miembros, Rusia, se encuentra inmerso en un conflicto armado con Ucrania (aspecto que ha creado algunas críticas y suspicacias en miembros como Kazajistán), el organismo viene de experimentar una crisis interna cuando, a mediados de junio pasado, Armenia formalizó su salida de la OTSC en protesta por lo que consideró la «negligencia» del organismo ante la reciente crisis con Azerbaiyán en torno al enclave de Nagorno Karabaj (2023)
Igualmente, y a diferencia de su presunto rival, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la OTSC no ha experimentado una ampliación significativa de miembros en los últimos años; un aspecto que si bien define un síntoma de estabilidad interna también refleja un nivel de anquilosamiento y de escasa efectividad de influencia política y disuasión militar por parte de este organismo dentro del espacio centroasiático.
Conviene igualmente observar el grado de efectividad y de actuación de la OTSC como actor de resolución de conflictos regionales. Destacamos aquí cuatro casos: Nagorno Karabaj; Kazajistán (2022); la guerra en Ucrania (2022); y la disputa fronteriza entre Kirguistán y Tayikistán por el Valle de Ferganá (2020-2022).
Nagorno Karabaj (2020-2023)
La actuación de la OTSC en el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán por el enclave de Nagorno Karabaj, principalmente entre los años 2020 y 2023, derivó en una crisis interna con la salida armenia del organismo. Otras fuentes argumentan que la actuación de la OTSC en este conflicto se definió bajo criterios de arbitrariedad, básicamente definidos en torno a los intereses geopolíticos rusos y azeríes, lo cual ha sido considerado (principalmente por Armenia y algunos países occidentales) como un obstáculo para la aplicación de una actuación efectiva y conjunta.
En este sentido, Armenia criticó la «negligencia» por la no aplicación del artículo 4º de la OTSC cuando Ereván precisamente pidió su aplicación a la alianza militar. La ofensiva militar relámpago azerí en Nagorno Karabaj a finales de 2023 y el desplazamiento de cientos de miles de refugiados armenios provocaron una crisis humanitaria y una severa derrota militar y geopolítica para Armenia.
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La posición oficial de la OTSC ante el ataque azerí se limitó a sostener que únicamente ayudaría a Armenia en caso de un ataque sobre su territorio soberano, lo cual implicaba que el organismo no reconocía a Nagorno Karabaj como territorio armenio. El primer ministro armenio, Nikol Pashynian (de perfil pro occidental y que aspira ingresar en la UE y la OTAN) acusó a Moscú y Bakú de intereses conjuntos.
Por otro lado, la mayor parte de los miembros de la OTSC mantienen mejores relaciones con Azerbaiyán, por otro lado, un importante actor energético. También existe un factor de identidades comunes: Azerbaiyán, Kirguistán y Kazajistán forman también parte de la Organización de Estados Turcos liderada por Turquía, histórico rival armenio.
Kazajistán (2022)
Contrario a lo sucedido en Nagorno Karabaj, la crisis política en Kazajistán en enero de 2022 que provocó violentas protestas, dio paso por primera vez a la actuación de la OTSC para asistir en ayuda de un país miembro.
El 5 de enero de 2022, el presidente kazajo Kassym-Jomart Tokayev solicitaba formalmente a la OTSC ayuda para sofocar el estallido de violencia, con un cariz cada vez más político, en todo el país tras el aumento de los precios del gas. El organismo reaccionó rápidamente y con eficacia, realizando su primer despliegue de fuerzas en un Estado miembro, un total de 2.500 efectivos de la FMP, protegiendo las instalaciones e infraestructuras vitales.
No obstante la rapidez y eficacia de actuación de la OTSC se especula igualmente que la misma se debió a intereses geopolíticos de Rusia con la finalidad de atajar una crisis interna en un país, Kazajistán, dentro de su área de influencia semanas previas a la invasión militar de Ucrania (24 de febrero de 2022).
Ucrania (2022)
La invasión militar rusa a Ucrania implicó un efecto contrario para los intereses de Moscú dentro de la OTSC, ya que, salvo Bielorrusia, los demás miembros se abstuvieron de apoyar al Kremlin (incluso con críticas más directas precisamente por parte de Kazajistán) manteniendo una política de distanciamiento y neutralidad en torno al conflicto ruso-ucraniano. Por otro lado, la mayor parte de los miembros de la OTSC tampoco reconocieron la legitimidad de la integración de las Repúblicas separatistas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyie dentro de la Federación Rusa.
Con todo, Kazajistán propuso un marco de negociación para la resolución del conflicto ruso-ucraniano, toda vezque, al menos oficialmente, no existen evidencias de que Moscú pidiera a la OTSC un apoyo firme a lo que denomina la «operación militar especial» en Ucrania.
Valle de Ferganá (2020-2022)
Desde la desintegración de la URSS, dos miembros de la OTSC como Kirguistán y Tayikistán, mantienen una disputa por la delimitación fronteriza en torno al valle de Ferganá. Entre 2020 y 2022 se verificaron escaramuzas de enfrentamiento militar entre ambos países.
La OTSC ha mantenido una posición tendiente al diálogo para reducir las tensiones y evitar un enfrentamiento militar entre dos de sus países miembros. En este caso, la alianza debe manejar delicados equilibrios en torno al principio (no siempre apreciado) de no interferencia en los asuntos internos de cada Estado.
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En los enfrentamientos de septiembre de 2022, Kirguistán acusó a Tayikistán de presuntamente utilizar «terroristas mercenarios», obviamente desmentido por las autoridades tayikas. El presidente kirguizo Baktybek Bekbolotov propuso el despliegue de un contingente de la OTSC en la frontera para supervisar el alto el fuego y retirar el equipo pesado de la frontera, lo cual evidencia las intenciones del gobierno kirguizo de resolver la controversia vía OTSC.
Por su parte, Tayikistán ha sido más reacio con esta propuesta, preocupado por la eventual interferencia rusa en ese despliegue de la OTSC. No hay que olvidar que esta controversia fronteriza también involucra a la vecina Uzbekistán, que si bien no forma parte de la OTSC observa con preocupación la posibilidad de un conflicto armado. Como se verá más adelante, se estima que el Valle de Ferganá constituye un epicentro de actividad de grupos islamistas y células terroristas con extensión por Asia Central, Afganistán, Pakistán, Rusia y China.
La Organización de Cooperación de Shanghái (OCS)
Es igualmente relevante observar la presencia en Asia Central de otro organismo regional, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), que tiene a China y a Rusia como principales impulsores y que hace causa común con la OTCS en aspectos de seguridad regional.
La OCS fue creada en 2001 como alianza intergubernamental con el objetivo de fomentar la cooperación multilateral en áreas clave como la seguridad, la economía y la cultura. Tiene como antecedente los acuerdos bilaterales y multilaterales firmados en la década de 1990 entre China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, conocidos como el «Grupo de Shanghái», orientados a reducir las tensiones fronterizas y promover la confianza militar mutua.
Actualmente, la OCS está conformada por siete países:
- China
- Rusia
- Bielorrusia
- Kazajistán
- Kirguistán
- Tayikistán
- Uzbekistán.
India, Irán, Pakistán y Mongolia son miembros observadores, toda vez Arabia Saudita, Azerbaiyán, Armenia, Qatar, Turquía, Camboya, Egipto, Nepal y Sri Lanka son socios de diálogo con capacidad para negociar su membresía. La presencia de potencias económicas emergentes (China, Rusia, India, Turquía) nucleares (Rusia, China, India y Pakistán) y productores de petróleo y gas natural (Arabia Saudita, Rusia, Irán, Qatar) le confiere a la OCS un peso geopolítico estratégico como foro multilateral.
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La lucha antiterrorista, el extremismo y el separatismo son áreas igualmente importantes para este organismo. Un ejemplo de ello es la creación en 2004 de la Estructura Regional Antiterrorista (RATS, por sus siglas en inglés) con sede en Tashkent (Uzbekistán). La OCS también ha trabajado en la promoción de la cooperación legal y judicial entre sus miembros para combatir el terrorismo, su financiación y el blanqueo de capitales
Movimientos islamistas y células terroristas en Asia Central
El retorno al poder en Afganistán de los Talibanes en 2021, los conflictos en Oriente Próximo y el atentado terrorista realizado en febrero pasado en la Sala Crocus en Moscú volvieron a colocar la atención en la amenaza terrorista existente dentro del espacio euroasiático, con el foco en las células activas en Asia Central.
El proceso de islamización en Asia Central, entonces bajo dominio soviético, alcanzó su impulso tras el triunfo de la revolución islámica en Irán en 1979 y la invasión soviética de Afganistán (1989-1989) La desintegración de la URSS en 1991 implicó un revival para el islamismo a nivel social y político dentro de las nuevas repúblicas centroasiáticas.
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De este modo, los movimientos islamistas se concentraron en derribar los gobiernos laicos del Asia Central postsoviética. Esto obligó a estos gobiernos a reforzar su legitimidad religiosa y política a través de un proceso de promoción de un Islam oficial autóctono y firmemente controlado con el objetivo de desacreditar y dificultar el desarrollo de movimientos islamistas con capacidad para desafiar el poder establecido.
Debe destacarse que, a pesar de compartir objetivos comunes, es predominante el carácter ampliamente heterogéneo y con escasa capacidad de unificación de los distintos movimientos islamistas yihadistas y las células terroristas existentes en Asia Central. Se identifican así los siguientes grupos islamistas y células terroristas más importantes en la región.
Hizb ut Tahrir al-Islami
Fundado en 1953 por el palestino, Taquiuddin al Nabhani logró implantarse en Asia Central a partir de 1995 tras extenderse por el mundo musulmán. Está presente en los cinco Estados de Asia Central, pero es principalmente activo en Uzbekistán y Kirguistán. Pasó de denominarse como Hizb ut Tahrir al-Quds (por Jerusalén como capital palestina) a Hizb ut Tahrir al-Islami para obtener una mayor conexión con el mundo islámico.
El Hizb ut Tahrir al-Islami es básicamente un partido islamista que combina un discurso pacifista con otro mucho más extremista, orientado a la captación de militantes en el mundo islámico con el objetivo de recrear un Califato universal. El movimiento tiene una sede en Londres y ha logrado mantener su presencia en países como EE. UU., Francia, Alemania, Holanda, además de participar electoralmente en el Líbano a través de una filial local.
No obstante, para los gobiernos centroasiáticos se ha convertido en algo más que un movimiento político, compatibilizando sus actividades con acciones violentas y terroristas orientadas a derribar los gobiernos regionales, cuya estructura es básicamente laica. Con epicentro en Uzbekistán, se estima que opera clandestinamente en el Valle de Ferganá como centro de irradiación por Asia Central.
Hizb un-Nusrat
Literalmente, «El Partido de la Ayuda» fue fundado en 1999 por un grupo de antiguos miembros de Hizb ut Tahrir en la capital uzbeca Taskent. Con un carácter más clandestino, siguen preceptos muy similares al Hizb ut Tahrir. Mucho más selectivo en cuanto a su militancia, sus componentes suelen ser antiguos miembros de otros grupos e incluso personas investigadas por las autoridades uzbekas.
Estado Islámico del Gran Jorasán (ISIS-K)
Originario de las células del Estado Islámico (ISIS) en Asia Central y de reciente aparición, el ISIS-K prácticamente se dio a conocer a nivel mundial con el atentado terrorista de Moscú en febrero pasado. Reivindica la región histórica del Gran Jorasán que actualmente abarca el noreste de Irán, el sur de Turkmenistán y el norte de Afganistán, sin excluir parte de Tayikistán y Uzbekistán. En el caso afgano, este movimiento lucha contra el régimen talibán.
Se estima que se nutre de militantes tayikos, kirguizos, chechenos, daguestaníes y tártaros, entre otros, con especial foco en golpear objetivos dentro de Rusia con la finalidad de explotar las demandas autonomistas y secesionistas (especialmente en el Cáucaso y Asia Central rusos) y el malestar entre los musulmanes rusos con la predominante etnia rusa y eslava. La presencia de chechenos en las filas rusas que lucha en Ucrania podría ser un atenuante utilizado por el Kremlin para desviar cualquier síntoma de malestar y atraer a su favor a los musulmanes rusos.
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Otros militantes podrían provenir del original Estado Islámico de Irak y del Levante (Dáesh) existente entre Siria e Irak, muy golpeado e incluso desarticulado en varias de sus células con la guerra siria, pero que podrían revitalizarse tras la reciente caída del régimen de Bashar al Asad.
El ISIS-K ha denunciado la intervención militar rusa en Siria a partir de 2015, así como ha condenado a Moscú por la desarticulación en 2009 del efímero Emirato Islámico en el Cáucaso, con epicentro en Chechenia. No se debe descartar igualmente la posibilidad de que el ISIS-K atente contra objetivos chinos, con especial énfasis en atizar las ansias irredentistas y separatistas de la comunidad uigur en la región de Xinjiang, principal vía de acceso de China en Asia Central.
Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU)
Durante varios años, considerado probablemente como el más activo e importante movimiento islamista radical en Asia Central, fue fundado en 1991 por el ex paracaidista soviético, Juma Namangani, y el ideólogo islámico Tahir Yuldashev, ambos uzbecos del valle de Ferganá. En la clandestinidad durante muchos años se estima que se ha reconvertido a partir de 2002 en varios grupos como el Movimiento Islámico del Turkestán (MIT) y el Partido Islámico del Turquestán (PIT), aunque no existen informaciones fiables sobre su operatividad actual. En 2006, el MIU fue prohibido en Rusia por ser el brazo político de la organización terrorista Movimiento Islámico de Uzbekistán y Turkestán.
De las escisiones del MIU han surgido otros grupos como la Unión de la Yihad Islámica (IJU), también originaria del Valle de Ferganá pero con epicentro en la región de Waziristán del Norte, al noroeste de Pakistán. En Afganistán, el IJU ha estado afiliado a los Talibanes y Al Qaeda. Se estima que tanto el MIU como el IJU poseen militantes uigures de la región china de Xinjiang.
Partido Islámico del Turquestán (PIT)
Anteriormente conocido como Movimiento Islámico del Turquestán (MIT), es una organización islamista de carácter separatista principalmente ubicada en la región de Xinjiang, al Oeste de China. Su objetivo es establecer un estado independiente llamado Turquestán Oriental. Beijing y la ONU lo consideran un grupo terrorista que ha cometido desde 2002 aproximadamente 200 atentados con más de un centenar de muertes. También se ha registrado actividad del PIT en Siria, Pakistán y Afganistán.
Harkat-ul-Mujahideen (Organización Yihadista Islámica); Harkat-ul-Jihad-al-Islami (Movimiento Yihad Islámico) y Tabligh Jamaat (Sociedad de Difusión de la Fe)
De origen paquistaní, estas tres organizaciones se han constituido prácticamente en células terroristas yihadistas que entraron a formar parte de Al Qaeda a partir de 1998 a través del Frente Internacional Islámico para la Yihad contra los Cruzados y el Pueblo Judío, el marco teórico y organizativo lanzado por Osama bin Laden como proclama. No existe información suficientemente fiable para determinar si estos grupos siguen en activo, toda vez que algunas de sus células desaparecieron por la persecución gubernamental o se unieron a otros grupos, principalmente los talibanes y el Hizb ut Tahrir.
El Valle de Ferganá como epicentro del yihadismo
Finalmente, es necesario resaltar cómo el punto principal de entrada en Asia Central para la mayoría de los islamistas ha sido el Valle de Ferganá. En un primer momento, los principales grupos activos allí fueron cuatro: Adolat (Justicia), Baraka (Bendiciones), Tauba (Arrepentimiento) y el denominado Islam Lashkarlari (Guerreros del islam).
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En la clandestinidad durante la era soviética tuvieron su impulso a finales de la década de 1980 implicándose varios de ellos en grupos ya existentes como el anteriormente mencionado Hizb ut Tahrir y sus escisiones Akramiya y Hizb un-Nusrat, así como Uzun Soqol (Túnicas largas), Nurcular, Tabligh Jamaat, Lashkar-i-Taiba, Hizbulá, el MIU, el Movimiento Islámico del Turkestán Oriental, el Movimiento Islámico de Asia Central (MIAC) y el Grupo de la Yihad Islámica.
La nueva geopolítica en Asia Central
El contexto actual en Asia Central implica una coordinación de prioridades estratégicas y de seguridad para sus dos principales actores, Rusia y China, con la finalidad de mantener la estabilidad regional y ampliar sus respectivas iniciativas de integración.
Destacan aquí no solo la OTSC y la OCS sino el proyecto de Unión Euroasiática impulsado desde 2015 por Rusia y la nueva fase pospandemia de Iniciativa de la Franja y de la Ruta, más conocidas como las Rutas de la Seda, proyecto geopolítico estratégico global de China.
Un elemento clave en torno a crear marcos de estabilidad regional ha sido la apertura de Moscú y Beijing de canales de relación con los Talibanes en Afganistán para evitar una revitalización de las redes de expansión del yihadismo salafista en Asia Central.
Rusia y China también observan con preocupación cómo puede afectar a la seguridad en Asia Centralacontecimientos como la caída del régimen de Bashar al Asad en Siria y el reforzamiento de nuevas redes yihadistas (HTS) entre los rebeldes sirios con capacidad de expansión en células radicales existentes desde Oriente Medio y el Cáucaso hasta Asia Central.
Por otro lado, con una alianza estratégica que alcanza niveles superiores en foros internacionales (BRICS), Rusia y China buscan igualmente repeler cualquier tipo de penetración occidental en sus esferas de influencia euroasiáticas que compliquen tanto sus respectivos intereses geopolíticos como la operatividad de la OTSC y la OCS.
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A pesar de la sintonía sino-rusa, también existen divergencias. La guerra en Ucrania ha persuadido a Moscú a reconstruir viejas alianzas geopolíticas en Asia Oriental, como es el caso de Corea del Norte, hoy en día con una relación mucho más interdependiente con Rusia en los apartados económico y militar. Diversas informaciones aseguran que unos 12.000 soldados norcoreanos están terminando su instrucción militar en territorio ruso presuntamente para ser utilizados en combate.
China observa con preocupación este acercamiento, sin su tutela, entre Rusia y Corea del Norte, porque podría alterar alianzas militares y geopolíticas en la contorna asiática. En el ámbito centroasiático, y aunque no deja de ser un elemento especulativo, una mayor sintonía militar entre Moscú y Pyongyang, que ya se está demostrando en el conflicto con Ucrania, podría igualmente tener un impacto que redimensione las prioridades de la OTSC.
Para 2025, Moscú aumentará su gasto militar a un 24,5% del PIB, lo cual demuestra su aspiración por sostener el esfuerzo bélico en Ucrania y el pulso geopolítico con la OTAN. Este aumento del gasto militar no solo tendrá consecuencias a la hora de poner a prueba la resiliencia de la economía y la sociedad rusas, sino también en el ámbito de operatividad de la OTSC, donde Moscú confirma el mantenimiento de su predominio y prioridades.
Pero otros actores también deben observar con atención el nuevo contexto geopolítico centroasiático, en particular en materia de seguridad. Uno de ellos es India, país que también ha sufrido atentados terroristas islamistas y que mantiene un difícil equilibrio geopolítico y nuclear con su vecina Pakistán por la soberanía de la región fronteriza de Cachemira.
Tampoco se debe olvidar a Irán, aliado del eje sino-ruso y con intereses en Asia Central (principalmente energéticos y de seguridad) y que también observa un contexto de complejidades ante las crisis que están sucediendo en Oriente Medio.
Por último, los países de Asia Central observan la necesidad de mantener una política multivectorial, una estrategia diplomática impulsada principalmente por Kazajistán, a la hora de mantener equilibrios geopolíticos y de seguridad con Rusia, China y, con menor incidencia, Occidente que les garanticen marcos de estabilidad y de cooperación multilateral que les permitan afrontar desafíos y problemas comunes.
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