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ISIS-K y el agujero negro de Afganistán para China

Análisis

Jaime Belda Copado
Jaime Belda Copado
Politólogo y estudiante del Máster de Oficial de Analista de Inteligencia por la Fundación de Estudios Estratégicos e Internacionales (FESEI). Es alumno certificado del Curso de HUMINT (Inteligencia de Fuentes Humanas) y Redacción de Informes de Inteligencia de LISA Institute. También ha realizado un Postgrado en Seguridad y Defensa Nacional por la UNED y varios cursos de Seguridad y Defensa.

Pekín se encuentra ante un grave desafío de seguridad en su “patio trasero” que amenaza directamente sus intereses en la región de Asia central. En este artículo analizamos cómo y por qué un aumento del poder del ISIS-K impacta directamente en los intereses regionales chinos.

*Jaime Belda Copado, autor de este artículo, es alumno certificado del Curso de HUMINT (Inteligencia de Fuentes Humanas) y del Curso de Redacción de Informes de Inteligencia de LISA Institute.

Se ha cumplido más de un año de la victoria de los talibanes en Afganistán en el verano del 2021. Tras las retirada de las tropas estadounidenses y de la Fuerza Internacional de Asistencia Internacional (ISAF, según sus siglas en inglés), el gobierno de Kabul fue incapaz de frenar la ofensiva talibán. Tras el ataque relámpago de 2021, el poder lo ostenta actualmente un gobierno presidido por Mohammad Hassan Al-hund, uno de los líderes del movimiento talibán.

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Entender las implicaciones que un movimiento como el talibán ostenta la jefatura del Estado afgano, obliga primeramente a entender este grupo. Pese a que el movimiento talibán tiene una cúpula de Gobierno, la realidad dista mucho de que el grupo esté jerarquizado. En este sentido es necesario mencionar a los pastunes, tayikos, uzbekos, hazaras y la larga amalgama de etnias que lo componen, así como que algunas regiones se encuentran presididas por una serie de líderes tribales con poca o nula relación de intereses con el actual Gobierno de Kabul.

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Esto implica que el Estado afgano se encuentra actualmente en una especie de mosaico de pequeñas regiones independientes donde los líderes tribales ejercen su poder y donde el Estado de Kabul se limita a ciertas áreas o regiones donde la mayoría pastún tiene más peso. Es decir, intentar entender este nuevo Estado como un gobierno centralizado es del todo inverosímil.

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Un Estado en centro de Asia Central con las características actuales de Afganistán, implica un foco de inestabilidad en los que podríamos denominar el patio trasero de China. Una región en la que Pekín ha invertido en los últimos años un esfuerzo diplomático y económico con el fin de afianzase alianzas que permitan su gran proyecto: la nueva ruta de la seda China.

No es de extrañar que uno de los primeros países en reconocer la nueva cúpula del Gobierno afgano fuera China. Entender las causas de tal acercamiento político (dada la pésima reputación internacional del movimiento internacional) se debe principalmente a una cuestión de seguridad.

El Gobierno chino es muy consciente de que la fragmentación absoluta del gobierno afgano supone una grave amenaza de seguridad para sus intereses en la región. Esto se debe principalmente a que dicha inestabilidad podría suponer una amenaza para la estabilidad de los países circundantes, en los que Pekín ha invertido mucho tiempo y dinero.

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Por otro lado, debemos tener en cuenta el movimiento uigur de la región de Sinkiang y la presencia del ISIS-K en Afganistán. Sinkiang es, junto al Tíbet, una región de las regiones donde Pekín tiene más problemas de estabilidad. Sinkiang es una región de mayoría musulmana, de etnia uigur, que hace frontera con Afganistán a través del corredor de Waján. Esto, en principio, no debería suponer en sí mismo una amenaza para China; sin embargo, la presencia de uigures en el ISIS-K sí lo es.

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Los grupos terroristas se aprovechan de las regiones inestables y donde existe un escaso control estatal que no ofrezca los servicios básicos de un Estado. Ejemplos claros son la región del Sahel e Iraq y Siria en la década pasada. En todos estos casos al ser regiones de mayoría musulmana los grupos de índole yihadista tienen un terreno más fértil donde plantar sus movimientos e ideologías.

Las implicaciones de un ISIS-K fuerte para China

Actualmente Afganistán se encuentra en una posición muy similar a la de estas regiones ya mencionadas con un Estado débil y con poca capacidad de ofrecer servicios a sus ciudadanos. Es decir, Afganistán es un caldo de cultivo perfecto para que la presencia del ISIS-K en el país pueda consolidarse y afianzar su poder y esto tiene, para China, serias implicaciones.

La primera de ellas es que los movimientos yihadistas producen una grave situación de inestabilidad en las regiones donde operan (véase el Sahel, Iraq, Siria o Somalia). Además, que un movimiento como el ISIS-K aumente su poder en la región de Asia central puede llegar a implicar una amenaza a los intereses chinos en la región que tanto le ha costado conseguir.

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La segunda es que el movimiento uigur acabe encontrando en el ISIS-K un santuario para la lucha contra Pekín. El Gobierno talibán parece ser, a día de hoy, el único actor “eficaz” en la lucha contra el grupo yihadista y esto podría explicar el rápido reconocimiento por parte de China. El objetivo hubiera sido, como decimos, apoyar al único actor capaz de frenar este movimiento yihadista.

La tercera implicación sería que, a raíz de la represión que sufren los uigures en la región de Sinkiang, el movimiento yihadista a través del ISIS-K -de consolidar su poder- instara a la “guerra santa” contra el gobierno de Pekín con las graves consecuencias para la seguridad nacional que esto implicaría.

Por tanto, vemos que Pekín se encuentra ante un grave desafío de seguridad en su patio trasero, un desafío que amenaza directamente sus intereses en la región de Asia central.

La retirada de Estados Unidos no ha hecho más que avivar un avispero como es el afgano, un avispero en el que el terrorismo yihadista se encuentra en su zona de confort. Una caída del gobierno talibán actual y una expansión del ISIS-K en la región podría implicar una intervención de Pekín en el país afgano con el fin de preservar la estabilidad en la región y su propia estabilidad en Sinkiang. Una vez más, un país en este caso China deber analizar y conocer un país y los motivos de su apodo: la tumba de los Imperios.

*Jaime Belda Copado, autor de este artículo, es alumno certificado del Curso de HUMINT (Inteligencia de Fuentes Humanas) y del Curso de Redacción de Informes de Inteligencia de LISA Institute.

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