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Los planes de China y Rusia para Eurasia 

Análisis

Paula Gómez Moñiz
Paula Gómez Moñiz
Estudiante de Relaciones Internacionales interesada en Geopolítica y Derechos Humanos.

Las sanciones impuestas a Rusia obligan a Putin a buscar alternativas comerciales en otras regiones, particularmente en China, con quien comparte intereses comunes en la region centroasiática.

Las sanciones impuestas por Occidente están llevando a Rusia a buscar alternativas comerciales en otras regiones como Oriente Medio, América Latina o el sudeste asiático. Pero sobre todo, Vladímir Putin ha expresado su voluntad de acelerar el proceso y buscar oportunidades económicas en China.

“Es satisfactorio que, a pesar de la situación mundial y de la confrontación iniciada por el llamado Occidente colectivo, muchos países estén expresando un interés creciente en la Unión Económica Euroasiática” declaró Vladímir Putin el 27 de mayo en una cumbre virtual ante sus socios de la Unión Económica Euroasiática. El líder ruso también expresó su satisfacción ante las nuevas colaboraciones: “Juntos somos más fuertes frente a la agresión”.

El día anterior, el presidente de Kazajistán, Kasim-Yomart Tokáyev apuntó que el proyecto de “Gran-Eurasia” propuesto previamente por Putin preveía mayor cooperación entre las economías exsoviéticas con China. “El megaproyecto de Gran Eurasia merece una discusión detallada. Tarde o temprano lo implementaremos. Y, como dijo el presidente ruso, Vladímir Vladimirovich (Putin), es posible que otros países puedan unirse” señaló.

El miércoles 1 de junio, el jefe de la diplomacia del régimen chino, Wang Yi se posicionó con el Kremlin declarando que “China está dispuesta a trabajar junto con Rusia y la comunidad mundial para promover la democracia real basada en las condiciones propias de las naciones”.

Con ello acusó a los Estados Unidos de intentar “monopolizar” la definición de democracia y de los derechos humanos, mientras que hacía un llamamiento a ambas naciones para seguir haciendo “importantes contribuciones” a la gobernanza global, ya que ambos son miembros permanentes del Consejo de Seguridad.

Además, como crítica a las sanciones impuestas por Occidente ha condenado “la fragmentación de las cadenas de suministro” así como “el fortalecimiento de los grupos militares”, por la expansión de la OTAN hacia el este de Europa.

También ha mostrado la voluntad de seguir profundizando su coordinación táctica integral en diversos campos, y la promoción de su cooperación práctica junto a su asociación estratégica.

Los planes de China y Rusia para Eurasia

La Nueva Ruta de la Seda China es un proyecto de gran ambición del gigante asiático que busca utilizar su poder financiero para integrar económicamente a Eurasia. Esta iniciativa no encaja con la ambición geopolítica de Rusia en la región, sin embargo presentan un objetivo común: integrar Eurasia sin la intervención europea.

Según Vessela Tcherneva, directora de programas del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, aunque la Unión Europea podría ser el poder que ponga los límites a Rusia y a China, su estrategia ha fallado ante los dos grandes poderes que controlan la región.

El problema se plantea en el enfoque europeo, que es “más reactivo que proactivo”, primando la imposición a la cooperación ante estos países, por lo que la colaboración con la Ruta de la Seda o con la Unión Euroasiática queda reducida a una competición por el poder “Rusia invade y China compra, mientras que la UE negocia, supervisa e implementa”.

Asia Central es foco de ambos proyectos de integración, pero a pesar de haber conseguido coordinar sus intereses estratégicos en muchas ocasiones, incluso a pesar de ser contrarios, no se ha mostrado una iniciativa efectiva que integre la región.  

Previamente, los intereses chinos en estos países se centraban en materia de seguridad, sin embargo ahora se ha llegado a otros ámbitos como el energético, que es clave en la Ruta de la Seda.

Esta pretende hacer de conexión comercial con los mercados europeos a través de estructuras de transporte, lo que ha llevado al gigante asiático a aumentar su presencia en la zona a través de proyectos, préstamos e inversiones. Se observa que Pekín ha firmado más de 260 proyectos con las cinco repúblicas centroasiáticas.

La actuación de Moscú, por su lado, ha atendido más a sus aspiraciones históricas, que considera aún a las repúblicas exsoviéticas como parte de su esfera de influencia, y por ello mantiene gran presencia en la región a pesar de haber perdido su poder con la disolución de la URSS.

Rusia se ha convertido en un actor imprescindible en Eurasia en tanto que ayudan mucho en la economía de los países a través de intercambios bilaterales así como por la acogida de migrantes, clave para sostener el PIB de republicas como Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Estos países notarán considerablemente las consecuencias de las sanciones impuestas tras la invasión de Ucrania, donde se verán reducidos los flujos comerciales.

Además es el primer suministrador de armas, convirtiéndose en actor fundamental en cuanto a cooperación en seguridad y defensa de Asia Central. Encontramos actuaciones como la de la OTSC en Kazajistán ante las revueltas contra la corrupción política y la desigualdad, que ayudó a consolidar el poder de Moscú en la región tras apenas diez días de misión.

Esta “división del trabajo” ayuda a reforzar los vínculos entre ambos poderes en la zona, donde comprenden que mantener una Asia unida, estable y fuera del alcance occidental es su mejor opción, y que a través de la colaboración, y no de la competición por la hegemonía en la región, ganarán ambas mucho más.

“Tenemos muchos campos de cooperación con China. Uno de ellos se refiere a nuestro trabajo en terceros países. Está muy avanzado, pero puede ampliarse aún más porque compartimos los mismos enfoques y principios”. Apuntaba Putin a finales del año pasado en el medio local de “Russia Calling!”, dejando claro que sabe que su cooperación en la región le va a dar mucho más que una lucha por el poder.

Aunque intenten hacer una balanza de poder en la región, aun no comparten proyectos conjuntos de gran envergadura. Encontramos el retraso en la construcción del tren de alta velocidad entre Kazan y Moscú, uno de los tramos más importantes para modernizar el transiberiano que se construiría en 2018 pero que a causa del presupuesto fue postpuesto.

La Unión Económica Euroasiática

La Unión Económica Euroasiática (UEE) nace en 2015 como uno de los procesos de integración del espacio postsoviético. Es el que más éxito ha conseguido, haciendo de alternativa tanto geopolítica como económica de la Unión Europea. La organización está compuesta por Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Armenia y Kirguistán.

Se trata de la mayor área de libre comercio supranacional, abordando más de 180 millones de habitantes, y al frente encontramos a Rusia. Este bloque al mando de Rusia es clave debido a su situación geográfica, obteniendo un papel destacado en cuanto a rutas comerciales a nivel global.

La organización se encuentra entre los mercados más potentes del mundo, solo por detrás de China, Estados Unidos o la Unión Europea, lo que le convierte en parte activa de la guerra comercial; además cuenta con acuerdos de colaboración económica con Irán, China y Vietnam, facilitando la conexión comercial y el libre comercio.

Otro gran dato a tener en cuenta es la posesión de más del 20% de gas y 15% de petróleo mundial, convirtiéndose en una gran potencia energética que le da un poder significativo a la hora de negociar con otros bloques.

Aunque la UEE y la UE se encuentren en una posición de competencia por el mismo espacio, sobre todo por los procesos de expansión de la Unión Europea hacia el este y la rivalidad económica, siempre ha habido una potencial cooperación. La UEE siempre ha mostrado su voluntad de dialogar con la UE, y ya se vio cuando Putin al proponer la integración euroasiática hizo referencia a “la creación de una Gran Europa de Lisboa a Vladivostok”, el incluso el presidente kazajo habló de una “integración de integraciones” entre ambos bloques.

En sus inicios se palpaba este ánimo cooperativo, por parte de Europa, incluso se ofrecieron a compartir la experiencia con la nueva organización económica, a pesar de rechazar las prácticas proteccionistas. Pero la monopolización rusa de las conversaciones e iniciativas de la organización, que atendían exclusivamente a los intereses rusos y el estallido de la crisis de Ucrania en 2014, cerraron las puertas a negociaciones con parte de la comunidad internacional.

Al ver el estancamiento de las relaciones con el bloque occidental, la política exterior de la UEE dio un giro al este asiático, y la Gran Eurasia ahora quería expandirse “de Múrmansk a Hong Kong” centrándose en su asociación con China y la Nueva Ruta de la Seda.

La Nueva Ruta de la Seda, el gran sueño chino

La Nueva Ruta de la Seda es la principal ambición de la política exterior china, es el “sueño chino”. Fue presentada por Xi Jinping en una visita oficial a Kazajistán en 2013 con el fin de “reforzar los lazos económicos y la cooperación e impulsar un espacio para el desarrollo en toda la región euroasiática”.

Además de la ruta terrestre que atraviesa el continente a través de carreteras, vías ferroviarias y aeropuertos para unir China con Pakistán, Afganistán, Turquía, Rusia, Kazajistán, Turkmenistán, Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán y Europa mediante los Balcanes hasta llegar a París; se plantea también por mar, con la construcción de puertos desde el índico al mediterráneo para abordar América Latina, África y Medio Oriete.

El proyecto abarca varias disciplinas además del intercambio económico, se pretende influir en el político y cultural. Una de las finalidades principales de la ruta consiste en mejorar las relaciones entre los pueblos con intercambios culturales que potencien la imagen exterior de un “país culto, responsable, dialogante y preocupado por mantener relaciones basadas en la paz y la cooperación”.

No obstante, no todos lo ven así, sino que consideran que es una estrategia del gigante asiático para influir a través del “soft power” a partir de la imposición de su modelo político y económico de desarrollo.

Entre los logros que ha conseguido en el continente asiático encontramos el “Corredor económico China-Pakistán”, a través del cual se acorta la distancia entre Pekín y la península arábiga, gran proveedor mundial de petróleo, además de acceder más fácilmente a Europa y África. También se han conseguido adoptar algunas propuestas de la Ruta y en las políticas de países en desarrollo como Mongolia o Kazajistán.

En Europa, el déficit comercial se intenta paliar con un gran plan de construcción de vías que conecten el mar adriático con Serbia, Hungría y Berlín; lo que no solo beneficiaría a China, sino también a los Balcanes que esperan ese empuje a su economía a través de las inversiones. El primer paso que dio en el viejo continente fue la compra de la mayoría de acciones del puerto de Pireo en Grecia, accediendo al mediterráneo. Este enclave le permite abaratar los costes y tiempos a través del canal de Suez.

En el caso del continente africano uno de los puntos más relevantes lo posee en Yibuti, el cual se ampliaría a Etiopía y llegaría a atravesar otros países como la República Democrática del Congo, Uganda y Kenia, consiguiendo llegar al Océano Índico.

En América Latina la influencia también se ha sentido en tanto que países como Perú, Brasil o Venezuela son socios del Banco Asiático de Inversión en infraestructura además de acuerdos de libre comercio. El gran proyecto que el gigante chino tiene planeado constaría de unir la costa brasileña con el pacífico peruano a través del Ferrocarril Bioceánico.

Tanto China como Rusia comprenden que su cooperación en la región centroasiática es fundamental y mucho más beneficiosa que una lucha por la hegemonía: mientras que Pekín invierte, Moscú mantiene su influencia tradicional. A pesar de no encontrar un espacio común sin divergencias para completar ese ánimo de integración regional en una única organización, la colaboración entre la Nueva Ruta de la Seda y la Unión Euroasiática aumentará ante la situación de aislamiento de ambas en contraposición con occidente.

Tras la invasión de Ucrania nos encontramos ante un cambio en el panorama internacional, donde el mundo está cada vez más polarizado y cada poder busca un apoyo que le respalde ante la comunidad internacional. Es justo lo que están haciendo China y Rusia, estrechando vínculos en lugar de pelear entre ellas para aunar fuerzas y ganar más peso ante el bloque occidental.

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