Las reflexiones de Sonia Fernández Palma, profesora de LISA Institute, sobre los planes de Putin en Ucrania y el papel de China como posible «mediador» en el conflicto (y en el nuevo orden internacional) si consiguiera frenarlo.
Más allá de su egocentrismo, narcisismo, megalomanía y de sus ansias imperialistas, ha de quedar claro que Putin no está loco. Vladimir Putin tiene un plan y lo puso en marcha sobre Ucrania, con toda su crudeza, hace ya 5 días.
Su objetivo es claro: hacer de Rusia grande otra vez. Y, su estrategia, también ha sido clara durante los últimos años. Entre sus principales objetivos ha destacado la desestabilización de Occidente -principalmente de la Unión Europea- de su cultura y valores, con acciones que hacen honor al refrán «divide y vencerás». Para ello, no ha dudado en utilizar diversos medios como parte de una guerra híbrida, entre el que se encuentra en un lugar destacado todo aquello que pone a su disposición el ciberespacio.
Vladimir Putin sabía que la Unión Europea se vería obligada a actuar al materializarse la agresión contra Ucrania con el alcance, la magnitud y la crueldad que estamos viendo. «Europa está en guerra», decía el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, en una rueda de prensa el pasado 28 de febrero.
Hasta hoy desconocemos si, en sus cálculos de riesgo, había valorado la respuesta que hoy está dando la Unión Europea; el bloque de países más amenazado por la guerra que ha iniciado y cuya respuesta ha sido inédita hasta la fecha y con una unidad nunca vista. También desconocemos, a pesar de las estimaciones, los resultados reales que la respuesta de la Unión Europea pueden tener a corto plazo frente a las gravísimas acciones emprendidas por Vladimir Putin. Sí que podemos intuir que dependerá, en gran medida, de los apoyos que reciba de sus aliados.
Y, si sabemos que el principal aliado de Putin es su homólogo chino, Xi Jinping, podríamos plantearnos si éste conocía con exactitud los cruentos y temerarios planes de Putin. Sabemos cuál es la respuesta «oficial» de China: de apoyo, pero sin grandes aspavientos, manteniendo una postura de tibieza, casi equidistancia, y, en ocasiones, expresando discretamente cierta incomodidad ante los acontecimientos a lo largo de esta crisis. También aprovechando los ecos de lo que ocurre en Ucrania hacia sus propios objetivos en Taiwán.
Sabemos también que Xi Jinping lleva tiempo queriendo liderar el nuevo Orden Mundial y se antoja posible que esta crisis iniciada por Putin sea el espaldarazo que pueda auparla hasta ese objetivo. Porque, solo Xi Jinping, líder de una potencia como China, tiene la capacidad de frenar a un Vladimir Putin más envalentonado y decidido que nunca. Entre otras cosas, por entender que cuenta con el apoyo «incondicional» de su principal aliado, afianzado por los últimos acuerdos firmados por ambos.
Los hechos a los que estamos asistiendo indican que las acciones de guerra de Putin podrían no detenerse en Ucrania. Así lo anunció él mismo amenazando a países como Finlandia o Suecia y a todo aquel que se «interpusiera en su camino». Por tanto, parecería plausible que la invasión de Ucrania haya sido la disculpa más sencilla para iniciar el tan ansiado proyecto imperialista.
Dado que el presidente chino tiene las capacidades para frenar a su gran aliado, la primera pregunta sería: ¿Permitirá Xi Jinping, con su inacción y tibieza, que se inicie una tercera guerra mundial provocada por Putin que, como es lógico, también tendría su impacto en China? Parece algo poco probable dado los intereses actuales del gigante asiático y, como decíamos, la incomodidad que, en ocasiones, aunque no manifestada con claridad, parece que le provoca esta situación.
La segunda pregunta que podríamos plantearnos es: ¿Tiene China, Xi Jinping, un plan -desde incluso antes de que se iniciara esta crisis- para frenar a Putin cuando fuera conveniente a sus intereses? Esto último podría tomar mayor consistencia en los próximos días y, de hacerse cierto, podríamos encontrarnos con que «la mano que mece la cuna» en este conflicto no habría sido otra que la de China.
Si llegáramos a este punto de no retorno en esta crisis, el país podría llegar a alcanzar su objetivo de lograr la hegemonía en el liderazgo de un nuevo Orden Mundial en el que Estados Unidos parece ausente. Si China es el actor que logra parar las ansias imperialistas de Putin y, por tanto, esta guerra, el mundo podría no volver a ser nunca el mismo.
De materializarse este hecho, nos encontraríamos con que Vladimir Putin, lejos de ser un líder podría haber sido un títere en manos de un objetivo mayor: el de Xi Jinping y su ansiado liderazgo mundial. Algo que, aparentemente, Putin desconocería al haber reforzado en los últimos meses sus alianzas con China a través de la firma de diversos acuerdos que, a su vez, le podrían haber hecho creer que era el protagonista principal y no un actor secundario.
En cualquiera de los casos, lo que parece presentarse como aparentemente cierto es que el nuevo Orden Mundial podría estar en manos de Xi Jinping o del resultado de una Tercera Guerra Mundial, en caso de que se produzca. Porque solo Xi Jinping parece tener la capacidad de frenar las ansias imperialistas de Vladimir Putin. Esto no solo le ayudaría a alcanzar la hegemonía en el liderazgo mundial, le presentaría ante el mundo como un «hombre de paz».