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Cómo influye la idiosincrasia china en la crisis en Taiwán

Análisis

Diego Uriel Gálvez
Diego Uriel Gálvez
Investigador y Profesor del Curso de Experto en China de LISA Institute. Anteriormente Responsable del Departamento de Promoción de la Inversión en España y Analista de Mercados en la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Pekín (China).

La protección del territorio propio es uno de los pilares fundamentales de la cultura china y Taiwán no es una excepción. El Profesor del Curso de Experto en China de LISA Institute, Diego Uriel, explica en este artículo las claves para entender la postura de Pekín y por qué una guerra geoeconómica con China tendría mucho mayor impacto que el corte del gas ruso en Europa.

La visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taiwán ha sido, probablemente, la mayor provocación geopolítica de las últimas décadas. Este viaje oficial puede considerarse como la causa del mayor retroceso de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y China desde el gran acercamiento en 1972 entre los presidentes Mao y Nixon. Mientras, el resto del mundo observa con prudencia.

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El año 2008 fue un gran punto de inflexión para las relaciones entre China y Estados Unidos: cayó el sistema financiero occidental por “efecto dominó” mientras China, ese país silencioso y aparentemente poco desarrollado, derrochaba un poderío inigualable durante la ceremonia de inauguración de sus primeros juegos olímpicos.

Tras varias décadas de indiscutible liderazgo occidental, la percepción de un futuro hegemónico unipolar comienza a perder peso y las miradas internacionales se vuelcan hacia el continente asiático.

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Más de una década después, China ha demostrado que es un socio (y al mismo tiempo, rival) para el resto del mundo. Sin embargo, el poder trae responsabilidades y el Gobierno de Pekín no solo cuenta con responsabilidades internacionales: su status quo se sostiene por el “dominio” de su nación y su pueblo. Las actuales tensiones entre Taiwán y la China continental nacen de la necesidad de un equilibrio entre ambas.

Por ello, en este punto explicaré una serie de cuestiones que ayudan a entender la naturaleza y origen de este conflicto confiriéndole una elevada complejidad y necesidad de sensibilidad internacional.

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Las claves para entender la postura de China en la crisis de Taiwán

Un poco de historia

La primera cuestión para entender el conflicto actual guarda relación con una percepción, con un debate entre lo tácito y lo expreso. La victoria comunista en la Guerra Civil china se hizo expresa con la huida de las fuerzas y seguidores del bando nacionalista a la isla de Taiwán. La cuestión es que, si bien la victoria fue evidente, el territorio que reclamó esta victoria no lo fue tanto.

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El Partido Comunista Chino asumió tácitamente que la isla de Taiwán también les pertenecía por haber ganado la guerra. El bando comunista no pudo -o creyó necesario- “perseguir” de forma inmediata a las fuerzas nacionalistas hasta las isla y las tensiones capitalistas y comunistas hicieron que, poco después, Estados Unidos interviniese para “frenar” el avance del comunismo más hacia el este del Estrecho de Taiwán.

Identidad nacional

La segunda cuestión es la propia idiosincrasia del pueblo chino y de su papel a lo largo de la historia. China cuenta con una identidad nacional de casi 5000 años de historia y, durante gran parte de esa historia, ha sido una indiscutible potencia económica mundial.

Fue en el siglo XIX de nuestra Era cuando, quizás por no haber adoptado la industrialización a tiempo y la pésima gestión de la última de sus dinastías, la divergente económica con Occidente -y otras muchas razones que explico en el Curso de Experto en China de LISA Institute, provocó que el país se sumara en una profunda crisis estructural que duraría aproximadamente 100 años.

Para mediados del siglo XX, China era uno de los países más pobres del mundo. Sin embargo, en la actualidad, China no es un país de campesinos que apenas tienen alimento suficiente para pasar el invierno o un país desolado por las invasiones extranjeras y cuya población civil fue masacrada por no poder defenderse tácticamente contra los invasores japoneses.

China sí es el país que construyó miles de kilómetros de la Gran Muralla, que inventó la pólvora, la brújula, pionero de la meritocracia de la Administración Pública o del comercio internacional a través de la Ruta de la Seda.

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China es el “Imperio del Centro”, literalmente un “país de países” cuyas incursiones militares y pretensiones territoriales en tierras ajenas son pocas a lo largo de su historia. La protección del territorio propio de China es uno de los pilares fundamentales de su cultura y, si esos miles de kilómetros de muro al Norte no dan buena cuenta de ello, poco lo haría. Taiwán tampoco es una excepción.

Prioridad nº 1: la economía nacional

La tercera cuestión tiene que ver con la meritocracia. La economía nacional es la prioridad nº 1 del país. Recordemos que China ha sido durante casi toda su historia una potencia económica, y el subconsciente social no percibe el desarrollo actual como algo “pasajero”, sino propio de ellos.

China ha cultivado durante siglos una estructura social sólida y relativamente próspera -y todo sea dicho, estricta-. ¿Pero en el siglo XXI, se puede tener prosperidad sin “democracia”? Como explico en el Curso de Experto en China de LISA Institute, las razones por las que el país ha crecido tan rápido durante tanto tiempo son diversas y complejas.

Un buen ejemplo es la fórmula conocida como “competencia entre regiones”. Los políticos chinos, todos funcionarios de élite, tienen un sistema de incentivos muy claro para ascender. Uno de ellos es el desempeño económico: si el territorio sobre el que gobiernan obtiene buenos resultados económicos en comparación con otros territorios similares y comparables (por ejemplo, los condados de una provincia) el responsable tendrá mayor probabilidades de ascenso y entrará en una competeción de regiones en un plano mayor (por ejemplo, competición entre provincias). 

“Obtén buenos resultados económicos y ascenderás. Vuelve a obtener buenos resultados económicos y seguirás ascendiendo”. El desempeño económico es parte fundamental de la legitimación de los gobernantes y de su carrera hacia los puestos más altos del gobierno, incluido el de Presidente de la nación, y resulta esencial para el mantenimiento del status quo.

Prosperidad: sí o no, China sigue disfrutando de los beneficios del crecimiento -y poder- económico, algo que podría cambiar drásticamente si el gobierno de Pekín decidiese una intervención militar en la isla de Taiwán. 

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Globalización y la geopolítica de los semiconductores

En conclusión, es bien sabido que las fábricas de Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) proyectadas en Occidente todavía no están produciendo y está por ver si puedan realmente sustituir por completo a la de Hsinchu. Si el Ejército chino se hiciese con el control de estas fábricas, las consecuencias para los delicados intereses de algunas de las industrias globales que dependen de estos semiconductores son obvias.

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China está fuertemente globalizada (pese a la tendencia actual de potenciar la economía interna y no depender tanto del exterior), y los países con economías más fuertes de Occidente también están fuertemente globalizados: con China. Resulta difícil imaginarse al sector industrial alemán sin sus exportaciones a China, o al sector de lujo francés sin sus tiendas en el centro comercial SKP en Pekín.

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Un corte absoluto del mundo occidental en sus relaciones comerciales con China tendría, sin duda, un impacto mucho mayor que el corte del gas natural ruso hacia Europa. La guerra geoeconómica traería consecuencias devastadoras, para China y para el resto del mundo.

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