La competición estratégica por la fabricación y la comercialización de los semiconductores, más conocidos como chips, cada vez es más intensa entre potencias como China y Estados Unidos, Taiwán, Corea del Sur o Japón.
La geopolítica impacta en nuestra vida diaria y la competencia estratégica a nivel global por los semiconductores, también. Para entender cómo los semiconductores influyen en la nuestra solo tenemos que pensar que cada vez que nos comunicamos con alguien a través de nuestro dispositivo electrónico o que esperamos de él una respuesta instantánea acorde a las instrucciones que le hemos dado, hay un semiconductor detrás la mayoría de las veces.
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Como matiz de actualidad destacamos la reciente aprobación por Estados Unidos de una «Ley de Chips» para potenciar la producción local de semiconductores y contrarrestar a China, en un capítulo más de la guerra tecnológica entre Estados Unidos y China. «El resultado definirá el equilibrio global de poder durante décadas e impactará en la seguridad y la prosperidad de todos los estadounidenses», dijo el senador republicano Roger Wicker, uno de sus mayores promotores.
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«Por desgracia, en este momento, no estamos en el asiento del conductor en un abanico de tecnologías importantes. China, sí. China y otras naciones son de forma cada vez más destacada los dominantes en innovación tecnológica, lo que supone un riesgo enorme no solo para nuestra economía, sino para nuestra seguridad nacional».
Además, como indica Daniel Villegas, Director de LISA Institute, en Twitter en los semiconductores también juegan un papel en el conflicto entre China y Estados Unidos en el Pacífico.
La posición de Taiwán no solo es estratégica en el tablero internacional, la isla también es clave por los productos tecnológicos que genera, que son vitales para Occidente entre los que se encuentran los semiconductores o chips.
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Según explica Isabel Valverde en EOM, que los semiconductores estén en el centro de la carrera geopolítica del siglo XXI es debido al boom tecnológico. «Salvando las distancias, si el carbón fue el combustible de la primera Revolución Industrial, los semiconductores son los propulsores de la revolución tecnológica actual. Los avances en este sector aumentan la productividad en el resto de la economía», resume Valverde.
La colaboradora de EOM, medio que participa en el equipo docente del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, también hace hincapié en la importancia de los semiconductores en el ámbito militar. «Lo mismo ocurre con las aplicaciones militares: todo ejército moderno necesita chips para seguir desarrollándose. Y el valor estratégico de estos componentes aumenta a medida que sus usos crecen en variedad y sofisticación», añade.
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¿Qué es un semiconductor?
«El dispositivo que busca cuantifica, optimiza y entrega los resultados deseados, en la mayoría de los casos es un semiconductor», explican desde la empresa de procesadores AMD quienes consideran que los semiconductores, también conocidos como chips, son el «cerebro de la electrónica moderna».
Los semiconductores son circuitos integrados (CI). Es decir, un conjunto de circuitos electrónicos compuestos por varios dispositivos, que están interconectados entre sí y sobrepuestos en una estructura de material semiconductor, donde el silicio es el más utilizado, por su precio.
Los semiconductores son un componente básico en dispositivos electrónicos como ordenadores, smartphones, consolas de videojuegos, etc. Cuando utilizamos nuestro ordenador para reservar nuestras vacaciones online, buscar recomendaciones sobre un restaurante o, incluso, ver una película en Netflix es la unidad de procesamiento central (CPU) y la unidad de procesamiento de gráficos (GPU) del semiconductor del equipo ejecutan funciones de cálculo que transforman las preguntas en respuestas al instante.
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Para los más técnicos, destacamos que los semiconductores pueden ser clasificados en tres categorías: semiconductores lógicos, fundamentales para la computación, donde se incluyen microprocesadores, microcontroladores, chips WiFI o Bluetooth o controladoras Ethernet; memorias de semiconductores, como las memorias DRAM y NAND; y los semiconductores DAO (Discretos, Analógicos y Optoelectrónicos), que transmiten, reciben y transforman información relacionada con parámetros como temperatura.
La producción de semiconductores es un proceso complejo que maneja plazos de ejecución extensos y una gran cantidad de capital, variando los tiempos de producción entre tres y cinco años desde la investigación inicial al producto final.
El mercado global de los semiconductores
La importancia de los dispositivos semiconductores ha hecho de la producción del silicio y del resto de los materiales necesarios para su fabricación un campo de competición geopolítica. Los semiconductores son el cuarto producto más comercializado del mundo y su cadena de suministro está basada en la especialización de los países que lo comercializan. Estos son Estados Unidos, Corea del Sur, Japón, China y Taiwán, así como la Unión Europea.
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En la actualidad, cada país se especializa en una parte de la cadena de producción de los semiconductores. Por ejemplo, mientras Estados Unidos lidera las actividades más intensivas en I+D, como la automatización de diseño electrónico, Corea del Sur y Taiwán están inmersos en la fabricación de obleas de silicio. China es el tercer país en la lista de los productores de semiconductores, a pesar de que no tiene ninguna de las principales empresas que los desarrollan.
En un principio las empresas de la industria de los semiconductores seguían una estructura vertical, que les permitía realizar todas las etapas de la producción, desde el diseño hasta la fabricación y venta.
Tal y como expone Jose Matos en Descifrando la Guerra, medio que participa en el equipo docente del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, este era el caso de empresas como Intel, líder mundial en volumen de ventas de chips, la surcoreana Samsung o Texas Instruments. Sin embargo, a partir de 1987, surgió un nuevo modelo de producción, basado en la distribución de la fabricación de semiconductores.
Las empresas estadounidenses invertían en el diseño, la propiedad intelectual y el desarrollo de equipos de fabricación. Mientras tanto, Taiwán albergaba las cinco fundiciones más grandes del mundo.
Actualmente China es el principal consumidor de semiconductores en el mundo, por encima de Estados Unidos, y el porcentaje que ocupa en el mercado de fabricación, asciende al 15%. Por su parte, Estados Unidos planea invertir una gran cantidad de dinero y atraer a las grandes empresas fabricantes, como TSMC y Samsung, a territorio americano.
Estados Unidos llegó a producir el 40% de los semiconductores del mundo, pero ahora solo hace el 12% de ellos, habiendo perdido su hegemonía en favor de países como China, Corea del Sur o Taiwán.
Europa depende del diseño estadounidense y asiático para la producción de los semiconductores, pues todavía no hay plantas de fabricación en Europa. Su participación en el mercado de fabricación llegó a ser del 44% en los años 90 y en la actualidad apenas alcanza el 9%.
Otro factor de esta competición geopolítica es la escasez mundial de semiconductores o «Chipgeddon». Según los expertos las principales causas de esta situación estarían relacionadas en su versión más simple por un exceso de la demanda de los dispositivos electrónicos, las dificultades surgidas en la pandemia de COVID-19 y las peculiaridades de la cadena de producción global y suministro.
En este contexto de «escasez» destacamos la carrera geopolítica por la autosuficiencia en relación a la explosión de la demanda de, principalmente, China, Estados Unidos y la Unión Europea. Profesionales del sector, como Intel y AMD, han hecho proyecciones sobre cuándo se recuperará la industria de los semiconductores de esta escasez mundial de chips. El consenso es que durará hasta el 2023.
Competencia geopolítica de los semiconductores
Como explica EOM, el marco del enfrentamiento comercial y tecnológico existente entre China y Estados Unidos, se encuentra la denominada «guerra de chips». Este conflicto se intensificó durante el mandato de Donald Trump, que en 2020 y bajo el pretexto de una amenaza para la seguridad nacional, diseñó un proyecto para eliminar los componentes chinos de los dispositivos estadounidenses. El expresidente llegó a prohibir el uso de dispositivos de marcas chinas, como Huawei o ZTE entre los miembros del Gobierno.
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Por su parte, China ha intensificado el desarrollo de su industria de microchips y ha fundado la empresa SMIC, cuya participación en el mercado de fabricación es del 5%. Corea del Sur y Taiwán, se han mostrado reticentes a comercializar con China.
Por otro lado, Japón y Corea del Sur, tuvieron una disputa comercial en 2019 que afectó al sector de los microchips. Japón restringió la exportación de determinados componentes esenciales para fabricar semiconductores, bajo el pretexto de que podrían ser utilizados con fines militares por otros países que compraran a Corea. De esta forma, se vio afectada la industria surcoreana, pues no contaban con alternativas para mantener su nivel de producción.
Álvaro Sánchez, corresponsal de El País, declaraba que los semiconductores pertenecen a un «sector con una industria rígida», con poca adaptabilidad para atender los cambios de oferta y demanda. El sector también cuenta con condiciones particulares de producción y la necesidad de ingentes inversiones, así como la cada vez mayor necesidad de semiconductores por dispositivo.
«Son varios de los factores que condicionan una industria cada vez más necesaria, pero que sigue estando limitada a productos concretos. Bajo estas condiciones, la amenaza geopolítica también se incrementa, pues ante la tensión entre China y Estados Unidos durante la administración Trump, las cadenas de suministro global se vieron amenazadas», explica.
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Isabel Valverde, colaboradora de EOM y del Observatorio de la Política China, afirma que la disputa por los semiconductores es «como la carrera geopolítica del siglo XXI, aunado a otros recursos como las Tierras Raras o el agua. Siendo propulsores de la revolución digital actual, los semiconductores no son un elemento reemplazable».
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