Otro interesante hilo de Twitter del periodista y escritor, Nacho Montes de Oca (@nachomdeo), sobre las señales que deja la guerra en Ucrania sobre la relación de China y Rusia. Un análisis geopolítico para entender la posición de Pekín desde que la invasión rusa de Ucrania en el que se habla de armas, economía, estrategia, historia y terceros países involucrados.
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La respuesta a la pregunta de si China traición a Rusia ante la guerra de Ucrania es bastante compleja. Al mismo tiempo nos permite comprender que los países se mueven por intereses, no solo por afinidades.
Comenzando por lo más obvio, China fue hasta el 24 de febrero el socio estratégico mas fuerte de Rusia. Se esperaba que Xi Jinping acompañara a Vladimir Putin en su aventura ucraniana, pero no lo hizo y su postura ambigua le restó potencia política a la invasión y aisló a Moscú. Lo primero que uno nota al analizar la geopolítica es que Rusia representa un 7,8% de los intercambios comerciales de China, frente al 67% que reúne la coalición occidental y sus socios. Y las sanciones, no son un asunto menor porque la economía china es mucho mas dependiente del comercio global.
Pero, además, queda claro que Pekín no preveía una reacción occidental tan furiosa y todo hubiese sido bastante diferente si la guerra hubiese terminado en cuestión de días, como sugirió Putin que ocurriría. Sin embargo, la guerra continúa alargándose y China ahora debe afrontar las consecuencias del conflicto.
El alza en el precio de la energía, los alimentos y otras materias primas impactó mucho más en China que en otras naciones, precisamente porque sus exportaciones dependen de procesarlas e industrializarlas y con ello su tasa de ganancia se vio profundamente dañada. Y hay algo más: con 1,4 billones de consumidores con menores ingresos que sus equivalentes europeos y norteamericanos, la economía doméstica china tiene que destinar mayor proporción del salario a cubrir ese alza. Es decir, Putin terminó afectando a su socio de un modo inesperado.
China dejó de crecer a «tasas chinas» y en 2022 su economía se estimó que crecería sólo un 2%, la cifra menor en dos décadas. Además, quizás su inflación llegaría al 2%, lo que supondría una «enormidad» histórica y el menor ingreso no la ayuda a salir de la crisis financiera iniciada con la quiebra de Evergrande.
Putin intentó calmar el enfado chino con una oferta de gas y petróleo barato, pero fue entonces que China empezó a responder de un modo sutilmente negativo a la seducción de Rusia. Las señales fueron muchas y en varios campos, pasaron casi desapercibidas, pero están ahí.
¿Las señales de la traición de China?
Fue el pasado 3 de marzo de 2022 cuando el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, el ente regional dominado por China, informó de que ya no financiaría proyectos en Rusia a causa de la guerra. El anuncio puso en duda la factibilidad del gasoducto Fuerza de Siberia para suministrar gas ruso a China.
Este fue un golpe para los planes rusos, porque Gazprom, la petrolera rusa a cargo del proyecto y que es controlada por el Kremlin, carece de medios financieros para construir la obra y por lo tanto para enviar los 50.000 millones de m³ que prometían acercar al mercado chino.
Hay un hecho natural que condiciona las relaciones entre China y Rusia que son las distancias enormes entre las zonas de recursos naturales en Rusia y los centros de producción china. Acrecentar el intercambio requiere de miles de millones de inversión y Rusia no los tiene.
Tampoco Pekín tiene divisas suficientes por su propia crisis: al riesgo de invertir en un socio que quizás no sobreviva a la guerra se le suma el de futuras sanciones que conviertan en ducto en otro proyecto como el Nordstream2 que llevaría 2 años, al menos, terminarlo.
De manera que sugerir que Rusia reemplace con China lo que no le puede vender a Occidente es ignorar que se requiere de mucho tiempo y mucho dinero para resolver la logística de una relación signada por distancias que se miden en miles de kilómetros para poder resolverse.
La salida natural de la producción rusa es el Mar Negro, ahora bloqueado por al guerra, o el Báltico, para lo cual hay que dar una vuelta al mundo tan larga y quizás tan ruinosa como el viaje del almirante ruso Zinovi Rozhéstvenski en 1905. Con esos costos, es totalmente inviable.
También vimos otro gesto. En lugar de apoyar a su socio, China se abstuvo el 25 de febrero en la ONU cuando se pidió el cese de las hostilidades. Se esperaba que votara en contra, pero con ese gesto comenzó a construir la soledad diplomática rusa que fue creciendo con el paso de los días.
El 7 de abril votó contra la expulsión de Rusia de la Comisión de DDHH de la ONU, pero solo porque comparten el interés por evitar condenas por sus políticas internas. Pero volvió a abstenerse el 4 de marzo cuando se pidió investigar los crímenes cometidos en la invasión.
Sin embargo, el gesto mas abrumador puede que fuera el de que Xi Jinping desoyese el pedido público que hizo Putin para que le asistiera con armas luego que comenzara a quedar expuesta su derrota en Kiev y la lastimosa cantidad de pertrechos que le estaba empezando a costar la invasión.
En lugar de eso, Xi Jinping se aferró a unos casos de COVID poco representativos estadísticamente y cerró su economía por casi dos meses. El confinamiento ahorró problemas y justificó la ausencia de respuesta ante un socio insistentemente incomodo.
¿Traición o intereses cruzados?
El tema de las armas permite ir al fondo de la cuestión para entender que la relación entre China y Rusia no es el idilio como muchos suponen. Solo el buen vínculo entre Putin y Xi Jinping y la coincidencia en el deseo de reducir la influencia de EEUU a nivel global les acercó, pero no está tan unidos y hay un par de países terceros que tienen la culpa de ello.
Estados Unidos es «culpable» más visible. Biden reaccionó a la invasión eliminando 352 productos chinos de la lista de artículos con castigo arancelario y acompañó el gesto con una advertencia para que no apoyara con armas a Putin. Además, Biden fue en mayo a la India, el principal adversario regional de China, para acercar posiciones y fortalecer la alianza mutua. Lo curioso, y aquí empieza a notarse que en realidad no es una traición sino intereses cruzados: Rusia hacía lo mismo que Washington.
Retrocediendo un poco para entender esta trama, en 2020 China e India se trenzaron en una balacera por el control de la zona fronteriza de Galwan. China, a su vez, apoya a los separatistas de Cachemira, y la India apoya a los independentistas tibetanos. Hace 50 años que se pelean y, de hecho, China nunca reconoció las fronteras trazadas por Gran Bretaña y en 1962 derrotó a la India en Cachemira. La humillación de esa batalla es parte de la cultura india. La zona de 38.000 Km2 a nivel geopolítico no es relevante, pero para el orgullo de ambas naciones, es fuente de encono mutuo.
En su política de expansión con créditos baratos, China rodeó a la India que controla parte de la economía de Bangladesh, endeudó a Sri Lanka con obras faraónicas hasta convertirse en su rector económico y logró que Pakistán le cediera la base de Gadwar en la salida del Golfo de Ormuz.
Y, ¿a quién recurrió la India para responder al desafío chino? Nada más ni nada menos que a… ¡Rusia!. Al menos en el aspecto militar, cerró un trato con Putin para adquirir algunos de los mejores sistemas del inventario ruso. Aquí podemos empezar a entender parte del trasfondo de la reacción china.
La geopolítica de la exportación de armas
Rusia accedió a transferirle sistemas antiaéreos S400 a la India, capaces de derribar a casi cualquier avión chino y le vendió una licencia para fabricar armas ligeras y tecnología para fabricar blindados y botar el nuevo submarino de misiles balísticos nucleares clase Arihant.
De hecho, el 70% de las armas indias son rusas o fabricadas con licencia de ese país. Y, en plena guerra de Ucrania, Putin confirmó que cumplirá con el último acuerdo por 5.000 millones de dólares para proveer de armas a la India. Eso, no es algo que China digiera con facilidad.
Pero, ¿acaso Rusia no es también el mayor proveedor de armas a China? No, y aquí es donde empieza otro juego de traiciones. Desde 1949, Rusia nutrió a los arsenales chinos y toleró que sus armas fueran copiadas e incluso exportadas. Sin embargo, hace unos años, eso empezó a cambiar.
Rusia entendió que China no solo estaba copiando sus armas en modelos como el caza J20, sino que además empezaba a robarle mercados vendiendo a precios mas convenientes productos que contenían tecnología que le había copiado. Y en consecuencia, comenzó menguar sus entregas.
Por ejemplo, la versión del SU35 que acordó venderle en 2015 llegó con un paquete electrónico y partes de la estructura de menor calidad que la que entró en servicio en la Fuerza Aérea rusa. Hablamos de miles de millones en juego; la amistad entre Putin y Xi no frenó el plagio.
Rusia depende de sus ventas bélicas para sostener su sistema militar y China se financia con su economía diversificada. Si, además de amenazar 50.000 millones de ingresos, Pekín lo hace con tecnología robada en «sus narices», el asunto se vuelve entonces un poco más serio para una Rusia que nunca dejó de recelar ante el avance chino y su Ruta de la Seda.
Muchos de los aliados de la era soviética esparcidos por todo el mundo, fueron entrando en la red de acuerdos mutuos que propone Pekín con una combinación de diplomacia, créditos para obras y comercio. La red tendida por China llega a todo el mundo y, con ella, inversiones que acercan a los países a su órbita.
La ambición estratégica china no beneficia a Rusia
Rusia tiene el 2º ejército del mundo y el 1° arsenal nuclear, pero allí donde quería canjearlo por influencia diplomática, encontraba a China. Si le copan el mercado de armas, más se aleja el sueño imperial. Putin no tiene el comercio que ofrece China y su economía es, en términos de ingresos y fuera de las ventas militares, comparable con las de un país en vías de desarrollo.
Sin influencia global, no hay potencia y hay un caso paradigmático que es Afganistán: después de la invasión soviética de 1979, Occidente intentó hacer pie en la tierra de los mujaidines en 2001 y también terminó retirándose. El vacío, esta vez, lo ocupó China con los usuales acuerdos de cooperación y créditos. Y sin bajas.
Rusia tuvo que apurarse a organizar maniobras en Uzbekistán, Tayikistán y Turkmenistán para advertir que la influencia china tenia un límite al norte y ahora pareciera disponerse a rearmar a la Alianza del Norte para frenar a los talibanes apoyados por Pekín. Problema en puerta.
Tal es la ambición de la proyección estratégica china, que hace unos años reclamó una parte el Ártico que hasta ese entonces era disputado por Rusia por un lado y por EEUU, Canadá y algunos países europeos por el otro. Pekín, dijo que tenía derecho por ser «potencia adyacente».
Tampoco hay que olvidar que en el Mar de la China, una zona tironeada entre Washington y Moscú durante la Guerra Fría, ahora es objeto de disputa entre China y Occidente, con Rusia mirando desde fuera. China y Rusia, son potencias competidoras en varias regiones aledañas.
¿Qué podría hacer Rusia para frenar a China?
¿Cómo puede condicionar Rusia a China? Reforzando a la India. Vamos a leer el mapa para entenderlo. La mayor parte de las exportaciones chinas y de las materias primas que compra Pekín le llegan por mar y atraviesan el Estrecho de Malaca por donde cruza el 25% del comercio global.
En el extremo del Estrecho de Malaca hay un grupo de islas denominadas Archipiélago de Andamán y que es propiedad de la India. Por su posición, pueden cerrar el paso de barcos desde y hacia China en caso de conflicto. India no tiene el poder militar chino, pero tiene una llave. En 2019, el gobierno indio comenzó a fortificar las Andamán con ayuda financiera de Occidente y Japón y con armas provistas por Rusia. De repente, encontramos a los enemigos unidos contra China y empieza a tener sentido la actitud ambivalente de Pekín ante la guerra en Ucrania.
Tal es la importancia del Estrecho de Malaca que China destinó desde 2020 ocho buques militares para patrullar la salida del paso ya que la ruta alternativa por el sur es mucho más costosa y sin puertos adecuados. Todos saben que es un punto débil de China y lo están aprovechando. Por eso EEUU no tiene problemas en tolerar que India compre petróleo y armas rusos pese a las sanciones y Biden insiste en darle facilidades a Nueva Delhi que se superponen a los gestos de Putin. Rusia saldrá debilitada de Ucrania y China tendrá un mayor peso relativo.
Si Rusia ayuda a poner en riesgo el envío por mar de hidrocarburos a China reforzando el poder naval indio, quizás Pekín muestre mas interés por apoyar los proyectos para que le llegue por tierra desde Rusia. Y de paso, multa la «manía» china de robar diseños y mercados militares.
Para EEUU y Occidente es más sencillo fortalecer a la India y aceptar su deseo de autonomía estratégica que enfrentarse con China directamente. Siempre es mas barato tercerizar las de actividades peligrosas. En este caso, un conflicto irresuelto entre dos potencias nucleares.
Para la India es pura ganancia ya que hace equilibrio entre Biden y Putin para que le apoyen su intención de ser la potencia regional que equilibre la expansión china y, de paso, recibe las inversiones y armas que necesita para desafiar a China, que tiene una economía cinco veces más grande.
Cómo ha China le beneficia que Rusia se debilite en Ucrania
La mayor parte de las acciones que favorecieron a la India fueron posteriores a la invasión rusa a Ucrania. Mientras todos miraban la guerra, en otra parte del Extremo Oriente pasaban cosas que tenían mucho que ver con la guerra y explican silencios y actitudes de China.
Rusia interpretó el silencio chino de un modo correcto: sabe que China va a aprovechar el momento para hacerse con sus materias primas a precio de oferta y esto es una compensación tras el aumento de precios que provocó la guerra. Respecto a las empresas, es un juego de tira y afloje.
Putin no puede cederle a China empresas estratégicas como Gazprom, por muy desesperado que esté. Es una de las bases de su poder político y es difícil que se las saque a sus amigos oligarcas para entregarlas y convertirse en vasallo. Fue a Ucrania con la intención opuesta.
China sabe que Rusia saldrá debilitada y, con pragmatismo, evalúa si es mejor conservar a sus clientes occidentales o al amigo ruso que «metió la pata» y va tardando más 100 días en la guerra que los tres que pudo prometer durante la visita en las Olimpiadas de Invierno de Pekín.
Con Rusia debilitada China puede acceder a materias primas baratas, ocupar los espacios que dejará libres, jaquear el rearme indio y, de paso, deshacerse de un competidor regional liderado por un amigo, que se mostró impredecible y desea el mismo lugar dentro del podio de potencias.
A fin de cuentas, Xi Jinping es un líder dentro de un sistema burocrático llamada Partido Comunista Chino y aunque la amistad es algo que queda muy bien en postales y «emojis», en las reuniones políticas se hace cada vez más complicado defender la decisión de invadir a Ucrania.
Es cierto que en junio de 2022, Rusia y China realizaron maniobras conjuntas cerca de Taiwán y que ambos detestan la cultura política de Occidente, pero a la hora de la verdad, China no envió ni armas ni dinero, ni abrió un segundo frente militar para aliviar la presión sobre el Kremlin.
Regresemos a Ucrania para ver otro perjuicio que sufrió China por la guerra. Desde el acuerdo bilateral de 1992, China logró convertirse en el principal socio de Ucrania, desagregando a los países de la Unión Europea. En total, llevaba invertidos mas de 17 mil millones de dólares estadounidenses.
En 2013, la empresa china Xinjiang Production & Co Corps compró 30.000 km2 de tierras en Ucrania como parte del esfuerzo para garantizarse el flujo de materias primas y diversificar la compra de productos rusos. Lo estaba logrando, hasta que Putin invadió el 24 de febrero.
El acuerdo entre la empresa china y la ucraniana KSG Agro preveía un total de 3 millones de hectáreas para producir granos y criar cerdos para el mercado chino en el oblast de Dnipro, en donde hoy se libran combates encarnizados. Su salida era a través del Mar Negro. Si la guerra hubiese durado 3 días y Putin hubiese reemplazado a Zelensky por un títere, todo hubiese sido quizás como en 2014 cuando tomó Crimea. Pero esta vez las cosas no le salieron como esperaba.
Habiendo recorrido medio mundo en este camino de traiciones, amistades cruzadas y rutas estratégicas, es más fácil entender la posición de China respecto a Rusia desde que se desató la guerra en Ucrania. El enemigo de mi enemigo, no es mi amigo, es un aliado ocasional.
PS: Xi Jinping es leal a los 1.4 billones a la que debe alimentar, vestir y nutrir con sueños de grandeza. No se trata de traiciones, sino de intereses. Lo dice un antiguo refrán chino: «Un árbol puede crecer 10 mil pies de altura, pero sus hojas siempre caerán hacia las raíces».
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