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¿Quién puede presionar a los talibanes?

Análisis

Paula Gómez Moñiz
Paula Gómez Moñiz
Estudiante de Relaciones Internacionales interesada en Geopolítica y Derechos Humanos.

Afganistán, país considerado como «la tumba de los imperios» consiguió asegurarse el puesto un año más tras la salida de Estados Unidos en agosto de 2021. Las características de este país han hecho imposible que la invasión de cualquier fuerza extranjera triunfe en sus fronteras y que los únicos que lo hayan conseguido hayan sido los talibanes. ¿Por qué?

Desde los gobiernos occidentales se ha condenado enérgicamente la vuelta del gobierno talibán en 2021 a causa de la degeneración de los Derechos Humanos que se preveía que sufriría el país. A pesar de que los talibanes hicieron promesas a la comunidad internacional en esta materia, ni un año después observamos como han retrocedido las pocas libertades que se consiguieron tras 20 años de intervención estadounidense.

En el primer discurso del portavoz del gobierno talibán, Zabihullah Mujahid, este se dirigió al público internacional destacando temas clave como los derechos de la mujer afgana o el aumento de la seguridad. Aseguraban que su pensamiento había «cambiado» y reconocían, incluso, el terror de su gobierno previo a la intervención de EEUU.

«Sabemos que hemos estado atravesando períodos y crisis realmente desafiantes, muchos errores que se cometieron fueron una ventaja para los ocupantes. Queremos asegurarnos de que Afganistán ya no sea un campo de conflicto», exponía Zabihullah Mujahid. Sin embargo, las promesas han quedado simplemente en ese discurso y no se han plasmado en la realidad que ahora sufren los afganos.

Cabe destacar sus palabras dedicadas a la situación de las afganas: “El tema de la mujer es muy importante. El Emirato Islámico está comprometido con los derechos de las mujeres en el marco de la Sharia. Nuestras hermanas, nuestros hombres tienen los mismos derechos; podrán beneficiarse de sus derechos (…) La comunidad internacional, si tienen preocupaciones, nos gustaría asegurarles que no va a haber ninguna discriminación contra las mujeres, pero por supuesto dentro de los marcos que tenemos. Nuestras mujeres son musulmanas. También estarán felices de vivir dentro de nuestros marcos de Sharia”.

La reducción del papel de las afganas, que está siendo sacada de la esfera pública a través de leyes que involucran en el castigo al hombre de la familia, provoca que sea la propia sociedad la que esconda a sus mujeres. El miedo a las sanciones de los talibanes hace que desde el seno de la familia se restrinja la vida de la mujer a pesar de que no toda la sociedad, ni todos los hombres afganos, puedan compartir el pensamiento talibán.

Es un gobierno basado en el terror, el que no cumpla sus leyes sufrirá las consecuencias que ellos determinen. Además, que el castigo de la mujer sea recibido también por el hombre, no ayuda a que la mujer pueda “revelarse” dentro de sus posibilidades y reivindicar sus derechos como persona.

No obstante, mientras que la comunidad internacional reconozca, permita y apoye regímenes autoritarios en los que se restringe los derechos de la población, los talibanes podrán seguir ejerciendo la misma forma de gobierno.

«Otros países también tienen diferentes reglas, diferentes políticas, diferentes puntos de vista, diferentes enfoques y políticas que utilizan y diferentes reglas y regulaciones. De la misma manera, los afganos también tienen derecho a tener sus propias normas, reglamentos y políticas para que se beneficien de la nación del pueblo, para que estén de acuerdo con nuestros valores, por lo que nadie debería preocuparse sobre nuestras normas y principios” declaraba el portavoz talibán en su primer discurso.

Desde Human Rights Watch (HRW) se ha denunciado en numerosas ocasiones los casos en los que ha fracasado la promoción y protección de los Derechos Humanos. La organización ha expresado este mismo año el “lento progreso” estadounidense en esta materia, debido a la continua venta de armas y la proporción de asistencia en seguridad a países en los que no se respetan estos derechos como son Egipto, Filipinas, Israel y Arabia Saudí; además se les acusa de no condenar públicamente esta violación de libertades de sus nacionales, lo que no sirve de ejemplo a otros regímenes para que paren sus agresiones.

HRW también recalcó el papel del presidente Biden, quien «prometió una política exterior basada en la protección de los Derechos Humanos diferente a la acogida de autócratas por parte de su predecesor Donald Trump». Sin embargo, desmonta el que lleve a cabo esta iniciativa, recalcando su actuación ante el auge de las autocracias en Centroamérica, «donde ha intentado más frenar la migración que el verdadero problema, las autocracias en sí».

El caso de Arabia Saudí es el que más puede servir de ejemplo para el gobierno talibán, un régimen en el que no se respeta la libertad de expresión, ni los derechos de la mujer. Incluso tras conocerse el caso del asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018 por parte del príncipe heredero de la casa Saud Mohammed bin Salman, y pesar de haber sido publicado por los servicios de Inteligencia de Estados Unidos, Joe Biden no impuso ninguna sanción al príncipe saudí.

¿Qué mensaje transmite la comunidad internacional a los talibanes?

¿Qué mensaje transmite la comunidad internacional a los talibanes? Que pueden ser reconocidos sin cambiar nada y, de hecho, esa parece ser su aspiración actual a nivel internacional.

Si el régimen saudí, aparte de ser reconocido por Occidente, recibe su apoyo y realizan acuerdos comerciales incluso a pesar de su papel en Yemen, ¿por qué ellos no van a ser reconocidos? El portavoz talibán lanzó una solicitud a toda la comunidad internacional para que «si Dios quiere, podamos muy pronto, en realidad muy rápidamente, cambiar la situación económica del país».

El aislamiento internacional de Afganistán solo perjudica a la población, que no cuenta con recursos para sobrevivir, y permite que el régimen “juegue” aún más con ellos. Desde el Departamento de Seguridad Nacional de España ya se visualizó esta necesidad de establecer unas mínimas relaciones con el grupo para poder aliviar la crisis que está viviendo el pueblo afgano.

A pesar de que a Arabia Saudí le queda mucho por avanzar en Derechos Humanos, específicamente en el de sus mujeres, en los últimos años han avanzado en algunos aspectos. Las saudíes tienen derecho a votar desde 2015, a crear una empresa sin permiso de «su guardián» e incluso a conducir o viajar al extranjero sin autorización. Pero aún les queda un largo recorrido, ya que se viven con normas en contra del tránsito libre por espacios públicos, la segregación por sexos, su vestimenta o la defensa de sus derechos y la protección ante abusos.

Estos avances pueden servir no para los talibanes, sino para la comunidad internacional, donde contemplen la posibilidad de avanzar mediante la apertura del país a las relaciones diplomáticas. Cuanto más aislado se encuentre el régimen afgano, más se va a cerrar al cambio y al avance, que es el objetivo principal internacional.

¿Cómo ha llegado el gobierno talibán a conseguir controlar el territorio?

Afganistán es uno de los países más inestables del panorama internacional. Su complejidad étnica, así como su posición geográfica estratégica en la que han convergido múltiples intereses, no han permitido que el estado llegue a consolidarse como tal. Es por ello que, para poder analizar su situación política, primero debemos hacer un breve repaso a su historia, y a las etnias que habitan en sus fronteras, así como tener en cuenta la orografía del terreno, que condiciona la vida de los afganos.

El país se sitúa en una posición estratégica en Asia Central, además el relieve de Afganistán está protagonizado por la cordillera del Hindu Kush, que ocupa la mayor parte del país y dificulta la comunicación entre las diferentes comunidades que componen el complejo entramado afgano.

Es por ello que las diferencias étnicas, y su estilo de vida tribal, no han permitido que se cree una identidad estatal que las aúne en armonía bajo un estado. Más bien ha pasado todo lo contrario, si entre las mismas tribus se consideran “extranjeros”, podemos imaginar lo que piensan de otras potencias que intentan controlar el terreno e imponer sus normas.

Como en la mayoría de los conflictos, el principal problema surge cuando los grandes imperios deciden trazar unas fronteras sin atender a las necesidades de la población o sin prever los futuros conflictos que pueden suceder.

Fue el Imperio Británico el que decidió marcar las fronteras del territorio al establecer la “Línea Durand” separando a Afganistán de la India Británica haciendo del país afgano un estado tapón que mantenía el equilibrio de poder entre esta y el Imperio Ruso. Lo que no tuvieron en cuenta fue que mediante la creación de esta frontera se dividió la comunidad pastún, dejándola como mayoritaria en suelo afgano, pero minoritaria en Pakistán.

Los pastunes, están integrados por al menos 350 tribus diferentes; sin embargo, a pesar de las diferencias internas, como etnia mayoritaria, han conseguido sobrevivir a invasiones a través de “la unión contra el extranjero” y el empleo de la guerrilla. Esto se debe a la base común que comparte la comunidad, el idioma, la descendencia común, la rama suní de islam como religión principal, y el “Pashtunwali”, que es una mezcla de códigos tribales que se ha aplicado y ha constituido la base de las leyes consuetudinarias que regulan la sociedad.

Este pueblo es el que más se identifica con el sentido de nacionalidad afgana, de hecho, el país en sí fue creado por dos líderes de los clanes pastunes más grandes y es por ello que ha sido la etnia que más ataques ha realizado contra los otros pueblos. A pesar de habitar en el mismo territorio históricamente, los pastunes consideran extranjeros a todo el que no pertenezca a su pueblo, como la segunda mayoría tayika, los turcomanos o los hazaras, que han sido los más perseguidos.

Los talibanes pertenecen a este gran grupo, y hay teóricos que consideran que surgen de la tentativa de los pastunes para someter a las demás etnias. ¿pero cómo han conseguido los “estudiantes del islam” ser el único grupo o actor que ha controlado toda la comunidad pastún y a su vez el país? La respuesta se encuentra en la propia cultura: conocen perfectamente las peticiones del pueblo al que pertenecen y han sabido aprovecharlo para ganarse su apoyo.

Se trata de un movimiento nacionalista que en un principio mostró en su discurso la voluntad de abrirse a otros grupos, pero que sin embargo trató de reprimirlos desde el primer momento. Es por ello que no hay que englobar a toda la etnia en el grupo talibán, ya que siempre han vivido a través de autogobiernos tribales, y la mayoría se ven reprimidos por este movimiento que ahora domina de nuevo el país.

¿Afganistán ha sido secuestrado por los talibanes?

Podría decirse que sí. A pesar de que la mayoría del país sea pastún, no todos comparten las mismas tradiciones ni se identifican con el movimiento talibán. Los estudiantes del islam jugaron su papel con la sociedad pastún al igual que han hecho con la comunidad internacional, a través de promesas transmitidas a partir de su discurso, pero que no cumplirán.

Consiguieron el apoyo del pueblo prometiendo libertad, autodeterminación y protección de la cultura, y sin embargo han impuesto su interpretación extrema de la Sharía y el Pashtunwali, algo que no encaja con todas las tribus y clanes que componen los pastunes, y mucho menos el entramado afgano.

Con el discurso tranquilizador y positivo que transmitieron hacia la comunidad internacional, están repitiendo la jugada que ya le hicieron a los propios afganos para conseguir su favor,con el objetivo de «unir fuerzas contra el extranjero». Les garantizaron respetarles y no lo hicieron, han forzado una unificación e imposición cultural que ha provocado el desencuentro entre los pastunes, que han visto como se han prohibido tradiciones simples y arraigadas, desde juegos populares hasta el culto a los ancestros.

Las prohibiciones contra las mujeres no han pillado desprevenidas, y esta vez están saliendo a las calles a pesar de la violencia talibán y sus intentos de prohibir las protestas. Ya no pueden pasear por sus calles, han prohibido la mayoría de los centros educativos tanto de niñas como de mujeres, y también les han denegado el acceso a muchos puestos de trabajo. Un retroceso a hace veinte años, donde todos los esfuerzos internacionales han sido mermados por no haber sabido aplicarlos de manera efectiva.

Una de las últimas imposiciones del régimen talibán la han sufrido las presentadoras de televisión, que han sido obligadas a tapar sus caras. Sin embargo, no están solas, sus compañeros han decidido solidarizarse con ellas tapándose de la misma manera, propagando el movimiento #freeherface en las redes sociales.

Con este tipo de reacciones se muestra el descontento popular con el nuevo régimen, donde comprenden que han retrocedido en materia de derechos humanos. Sin embargo, el problema que se presenta se encuentra en la base cultural.

Las diferencias internas de la población afgana y la falta de un grupo fuerte que pueda hacer de oposición a los talibanes no ayuda a que los afganos se sostengan o apoyen a otro bloque propio del país que puedan quitarle el control del gobierno.

Si entre las propias tribus, clanes y etnias se tratan como si fueran extranjeros, y se rechazan provocando luchas internas, la injerencia internacional o la llegada de una fuerza externa que intente dominarlos no es lo más adecuado para poner solución a la crisis afgana.

Lo único que puede hacer la comunidad internacional es establecer relaciones diplomáticas y comerciales para tratar de no hundir más el país, ya que el aislamiento supone más bien un castigo para el pueblo que para el régimen.

Como hemos visto en el caso de Arabia Saudí, a pesar de que se produzca una violación sistemática de los Derechos Humanos y especialmente de los de las mujeres, poco a poco se va avanzando en la materia; caso que podría ser el de Afganistán si se reconoce su régimen y se establecen relaciones que mejoren su economía y comunicación para que, posteriormente, se empiece a presionar para pedir cambios y avances en su sociedad. Con el aislamiento internacional, los talibanes no tienen anda que perder, y las demandas internacionales serán ignoradas.

Ya que otra intervención extranjera no es una opción, será el propio pueblo el que tenga que asociarse superando sus diferencias culturales si quieren avanzar en contra del régimen opresor que intenta englobarlos a todos en una misma identidad que no comparten.

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