El ascenso de China en la escala global ha traído consigo también un aumento de su influencia sobre Asia Central, una región que desempeña un papel crucial como conexión entre el Lejano Oriente y Europa. En este artículo el alumno del Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute, Roberto Mansilla Blanco, explica los seis desafíos geopolíticos que tiene Pekín en la zona y cómo pretende abordarlos.
Asia Central se ha convertido en el corredor territorial más inmediato para China. Desde la desintegración de la Unión Soviética en 1991, China ha pujado por expandir sus iniciativas de cooperación económica y de infraestructuras. La Franja y la Ruta (BRI, Belt and Road Initiative por sus siglas en inglés) y la integración regional como la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) son dos de sus mejores ejemplos.
La presencia de países como Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Tayikistán y Kirguizistán con importantes recursos naturales (gas, petróleo, minerales, hidrográficos) define en gran medida los imperativos geopolíticos chinos en Asia Central así como también de otros actores con intereses como Rusia, India, Estados Unidos, la Unión Europea y Turquía.
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China apuesta por la cooperación económica y tecnológica, tiene una perspectiva para concretar asociaciones estratégicas con los países centroasiáticos y contribuir en su desarrollo económico. La principal vía de ingreso es la construcción de infraestructuras, especialmente en materia de transportes que, al mismo tiempo, permitan viabilizar su iniciativa BRI. Otro factor geoeconómico para China es su carácter de prestamista financiero hacia estos países centroasiáticos a través de instrumentos propios como el Banco de Desarrollo de China (BDCh).
Una «visión china» para Asia Central
Pekín avanza con decisión a la hora de articular una «visión china» para el desarrollo y la integración en Asia Central amparada por sus imperativos geoestratégicos, pero sin menoscabar los intereses particulares de sus vecinos. En perspectiva, China asume la necesidad de gestionar toda serie de equilibrios geopolíticos que implican desafíos para la estabilidad regional.
Un caso relevante fue la celebración en mayo de 2023 en la localidad china de Xi’an de la Cumbre China-Asia Central. El evento reunió al anfitrión chino con sus homólogos presidentes de Kazajistán, Kirguizistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. La importancia de esta región para China es evidente. Con un 21%, Asia Central y Occidental es, después de Asia Oriental (26%), el mayor receptor de inversiones chinas vía BRI. También es pertinente resaltar que la primera salida al exterior del presidente chino Xi Jinping tras la etapa del COVID-19 fuera, precisamente, a dos países centroasiáticos: Kazajistán y Uzbekistán.
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El foro China-Asia Central pretende institucionalizar un marco de diálogo y de integración con cumbres periódicas cada dos años. La siguiente reunión será en 2025 en Kazajistán. En la actual edición el encuentro promovió la construcción de un corredor de transporte de mercancías. En este China proporcionará alrededor de 3.720 millones de dólares estadounidenses de «apoyo financiero y asistencia gratuita» a sus cinco socios de Asia Central. Es pertinente destacar que el comercio entre China y los cinco países centroasiáticos aumentó un 22% interanual en el primer trimestre de 2023. Este volumen comercial en 2022 ascendió a los 70.000 millones de dólares estadounidenses, un incremento de los 41.000 millones de dólares estadounidenses de 2021.
La declaración final de la cumbre reflejó el creciente interés chino por Asia Central y su capacidad para convertirse en acreedor económico a través del BDCh. China aportará un préstamo especial de 3,4 mil millones de dólares estadounidenses para «afianzar la cooperación y el desarrollo» regional. La cumbre también dio prioridad a temas como «el desarrollo ecológico, el terrorismo, la criminalidad organizada transnacional y la cooperación en organismos multilaterales».
Otro evento de importancia fue el III Foro de las Franja y la Ruta para la Cooperación Internacional. Este se celebró en Pekín el 17 y 18 de octubre de 2023. El evento conmemoró el décimo aniversario de la puesta en marcha de esta iniciativa china. Bajo una coyuntura signada por la guerra en Gaza, el evento también reunió a líderes mundiales de alto nivel. Algunos de ellos fueron el anfitrión Xi Jinping, el presidente ruso Vladímir Putin y su homólogo húngaro Viktor Orbán, entre otros.
El Foro sirvió para revitalizar la iniciativa BRI a nivel global. Según datos oficiales chinos, hasta junio de 2023, China ha firmado más de 200 acuerdos de cooperación con 152 países y 32 organizaciones internacionales. Desde su creación en 2013, la BRI ha superado el billón de dólares en participación acumulada toda vez ha fomentado un nuevo modelo de Cooperación Sur-Sur.
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Entre las iniciativas presentadas por Xi destacan, entre otras, el «nuevo corredor logístico euroasiático» que unirá a China con Europa mediante el transporte directo por ferrocarril y carretera por Asia Central como ruta estratégica. También está el peso del BDCh y del Banco de Exportación y de Importación de China como instrumentos financieros de Pekín para inyectar inversiones dentro de la iniciativa BRI.
En perspectiva, China está trazando una visión propia para Asia Central que, al menos a priori, cuenta con el aval incondicional de sus vecinos centroasiáticos. Las expectativas de cooperación parecen ser promisorias: para 2030 se espera que el comercio entre China y las naciones centroasiáticas alcance los 1.000 millones de dólares estadounidenses.
Los desafíos geopolíticos para China en Asia Central
No obstante, Asia Central también supone desafíos ineludibles para Pekín. Los retos recaen principalmente en materia de seguridad, tomando en cuenta el ascendente peso geoeconómico y geopolítico chino en la región vía BRI y OCS. También presiona el pulso con los intereses de otras potencias y actores, en especial Occidente. Manejar estos difíciles equilibrios en Asia Central se ha convertido para China en una tarea tan imprescindible como imprevisible. Entre estos desafíos destacan:
1. La lucha entre Occidente y el eje sino-ruso
Es evidente la necesidad de Pekín de neutralizar cualquier tipo de implicación de los intereses occidentales en la región. China se ve persuadida a establecer en Asia Central una especie de «cordón sanitario» de carácter preventivo y defensivo ante cualquier tentativa occidental que afecte sus intereses geopolíticos y económicos.
Con menor intensidad tras la retirada estadounidense de Afganistán en 2021, Asia Central también genera interés para Occidente. Sobre todo para Estados Unidos y la Unión Europea. Como en el caso chino, Occidente busca también asegurar el suministro de los recursos naturales centroasiáticos. Concretamente, los recursos energéticos por la vía de proyectos alternativos al BRI como el Corredor Trans-Caspiano. Esto ha obligado a los países centroasiáticos a equilibrar sus respectivas relaciones con Occidente, Rusia y China. A pesar de que son conscientes de que la cercanía geográfica con Pekín y Moscú es un condicionante.
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Occidente intenta alejar a Asia Central de las esferas de influencia geopolítica del eje sino-ruso. La OTAN lo considera como su principal enemigo para las próximas décadas. Así quedó de manifiesto en las cumbres de la Alianza Atlántica en Madrid en 2022 y en Vilnius en 2023. Pero la realidad también aprecia matices grises para esos intereses. La reciente reunión del presidente estadounidense Joseph Biden con Xi Jinping en San Francisco parece abrir una etapa de prudente distensión en las tensas relaciones entre Washington y Pekín.
2. Las alianzas de China con regímenes autoritarios
China mantiene alianzas políticas con regímenes autoritarios afines (Kazajistán, Uzbekistán, Turkmenistán) que, con cierta periodicidad, pueden verse sumidos en crisis internas de volatilidad política y contestación social. Esto obliga a Pekín a trazar alternativas que no obstaculicen sus relaciones con esos países.
Este escenario viene a colación ante las tentativas occidentales durante el período 2003-2014 a través de las «revoluciones de colores». Con ello se generaron cambios políticos pro occidentales en países como Kirguizistán y, más alejados geográficamente, pero no menos importantes en el Cáucaso como Georgia o Armenia y Ucrania, con el Euromaidán. Pekín se ve así persuadido a evitar cualquier tipo de influencia prooccidental a través de cambios políticos en Asia Central que puedan también generar efectos de inestabilidad interna dentro de China.
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3. Los focos de islamismo radical salafista-yihadista alrededor de China
En Asia Central tienen presencia movimientos islamistas como el Partido de Liberación Islámico, Hizb ut-Tahrir al-Islami, así como redes del ISIS. Todo ello sin menoscabar en qué medida el retorno de los talibanes al poder en Afganistán pueda manifestar una expansión del rigorismo islamista en la región. China observa con atención estos movimientos que afectarían su seguridad interna. Sobre todo, ante las reclamaciones separatistas y soberanistas de la minoría étnica musulmana uigur en la región de Xinjiang. Esta región es estratégica para Pekín por el paso geográfico natural que conecta con Asia Central. Tampoco se debe descartar la amenaza que supone la presencia de redes delictivas de carácter transnacional, especialmente del narcotráfico.
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4. Rusia y China: ¿amigos para siempre?
Pekín debe contemporizar con sutileza cómo compatibilizar sus intereses geopolíticos con los de su aliado estratégico ruso. Tras más de un siglo de dominio en la región, Moscú aún observa a las repúblicas centroasiáticas como su «espacio contiguo periférico» de carácter «post-soviético». Hay que tener en cuenta un pasado histórico que las vincula con Rusia desde el punto de vista político, lingüístico-cultural y económico. Moscú acepta casi a regañadientes esa condición independiente de las naciones centroasiáticas.
A pesar de la sintonía existente entre Pekín y Moscú existen intereses a veces contrapuestos e incluso históricas disputas fronterizas aun sin resolver. Estas disputas pueden colisionar en la medida en que aumente el peso geopolítico y geoeconómico chino en la región. Incluyendo también dentro de la propia Rusia en Siberia. Por tanto, Rusia es, a su vez, amigo y rival de China en Asia Central, aspecto que puede recrear, en un futuro, ciertas tensiones sino-rusas.
En estos equilibrios, Xi Jinping busca mantener firme la relación estratégica con Rusia por ser un importante surtidor para China de materias primas. Los datos muestran el calibre de este interés energético chino. Los suministros rusos hacia China aumentaron un 40% este 2023 con respecto al año anterior. En 2022, China se convirtió en el mayor consumidor mundial de petróleo ruso.
Rusia también es miembro de la OCS y de los BRICS, organismos donde se plasman la concreción de intereses globales sino-rusos. Por tanto, el objetivo de estos equilibrios chinos con sus vecinos centroasiáticos es evitar incomodar a su aliado ruso. Pero, a su vez, también hacerle ver a Moscú el carácter autónoma de estas naciones.
China también es consciente de que Rusia tiene sus proyectos propios en Asia Central con notable nivel de efectividad. Algunos ejemplos son la Unión Euroasiática, creada en 2015; la Organización del Tratado y la Seguridad Colectiva (OTSC); y la Comunidad de Estados Independientes (CEI), un organismo surgido de las cenizas de la URSS.
Por tomar un ejemplo. La OTSC fue eficaz a la hora de intervenir para solucionar la guerra armenio-azerí de 2020 y la crisis interna en Kazajistán en enero de 2022. Desde el punto de vista militar y de seguridad regional, China carece hasta ahora de un mecanismo efectivo similar a la OTCS. En ese sentido, Pekín sólo mantiene una base militar en Tayikistán. Esta condición propicia el acercamiento entre Pekín y Moscú a la hora de concretar proyectos de seguridad y de estabilidad comunes en Asia Central. En especial, para evitar la penetración occidental así como en la lucha contra el terrorismo yihadista y otras amenazas que generen inestabilidad regional.
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Pekín también es consciente de las divergencias entre Rusia y las repúblicas centroasiáticas. En octubre de 2022, Putin participó en Astaná (Kazajistán) en sendas reuniones de la CEI y de Rusia-Asia Central a tráves de la VI Cumbre de la Conferencia de Interacción y Medidas de Confianza en ASIA (CICA). Si bien la cordialidad fue predominante, países como Kirguizistán y Kazajistán instaron a que se respetara la independencia nacional y la integridad territorial de los Estados centroasiáticos. Las declaraciones son claramente alusivas a las expectativas rusas de intervenir vía OTCS en caso de crisis regionales que afectaran sus intereses geopolíticos.
Esta es una preocupación centroasiática cada vez más creciente tras lo observado con la invasión rusa a Ucrania. Lo cual, explicaría por qué estos países apuestan por la cooperación con China como factor de equilibrio con Moscú. El presidente kazajo Kasim Yomart Tokayev ha criticado la invasión rusa de Ucrania e incluso anunció su apoyo a las sanciones occidentales contra Rusia. Pero la realpolitik y la intermitencia parecen ser la tónica en las relaciones ruso-kazajas, igualmente extensivas a toda la región. El 10 de noviembre de 2023, poco antes de visitar la base militar de Rostov-on-Don, al sur de Rusia, centro de operaciones militares en el frente ucraniano, Putin se reunió con Tokayev en Astaná para impulsar nuevas estrategias conjuntas a nivel regional.
Por otro lado, Pekín sabe que debe manejar con destreza las presiones occidentales contra Rusia derivadas de la guerra en Ucrania. Sobre todo, con la finalidad de evitar que las mismas impliquen una eventual desestabilización interna dentro de Rusia. Esa desestabilización puede reproducir una situación de desintegración política y territorial similar a la ocurrida con la Unión Soviética en 1991. Para China, la realpolitik juega un papel esencial. No le interesa el debilitamiento de su «amigo-rival» ruso, pero, por el contrario, sí le interesa alejar a Occidente del nuevo «patio trasero» que se cree en Asia Central a favor de China.
5. Las disputas fronterizas y la estabilidad regional
Asia Central alberga ciertos escenarios de conflictividad con capacidad para procrear crisis regionales de impacto global. El caso más paradigmático ha sido Afganistán entre 2001 y 2021. Tras la retirada estadounidense, la diplomacia china ha logrado neutralizar esta crisis. No obstante existen tensiones por disputas fronterizas, destacando la del Valle de Ferganá entre Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán así como los choques fronterizos entre kirguizos y tayikos observados a finales de 2022, entre otros casos.
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6. India también entra en el nuevo «Gran Juego» de Asia Central
Más alejado del radio geográfico de Asia Central tampoco se debe desestimar el efecto que para los intereses chinos a nivel regional suponen otras crisis de carácter fronterizo. En caso de India es particularmente interesante por su implicación militar y nuclear. Destacan los choques fronterizos de mediados de 2022 entre China e India y, con menor intensidad, cómo puede afectar en los sistemas de alianzas centroasiáticos el secular conflicto por Cachemira que desde 1947 se disputan India y Pakistán. Ambas crisis podrían intensificarse ante el fortalecimiento del gobierno populista y nacionalista hindú de Narendra Modi.
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Si bien India y China son organismos comunes como los BRICS y la OCS, además, India es paso portuario de la ruta marítima para la BRI y China observa con atención los movimientos que India ha comenzado a tener en Asia Central en materia comercial y de seguridad (terrorismo) así como de cooperación militar con Rusia. Igual que con Occidente, Pekín, preocupado por el ascenso militar de la India, interpreta que Nueva Delhi busca contrarrestar el peso geoeconómico chino en Asia Central.
A tener en cuenta: el poder económico de China en Asia Central
Por otro lado, China también comienza a observar problemas económicos internos que influirán en sus relaciones con Asia Central. La posibilidad de ralentización de la economía china, mucho más visible tras la pandemia, recrea incertidumbre sobre la capacidad de Pekín para cumplir con sus compromisos de gasto público y de capacidad prestamista en Asia Central dentro de su macroproyecto BRI.
La recesión económica china parece evidenciar un clima de racionalización de proyectos e iniciativas tanto en Asia Central como en otras latitudes geográficas. De acuerdo al Centro de Desarrollo y Finanzas Verdes de la Universidad de Fudan (China), la magnitud de proyectos de construcción de los BRI en el primer semestre del 2023 fue el más bajo desde su creación en 2013. Para el Centro de Políticas de Desarrollo Global de la Universidad de Boston, los préstamos de China en África en 2021 y 2022 tuvieron el nivel más bajo en 20 años.
En la segunda economía a nivel mundial tras Estados Unidos y el socio comercial para 110 países, la ralentización en el crecimiento anual chino (se prevé que este crecimiento será de un 5% para finales de 2023) se observa ante síntomas de depreciación monetaria, caída del nivel de las exportaciones (para julio esta caída fue del 14,5% con respecto a 2022), incremento del desempleo juvenil, elevada deuda pública interna y alza de precios, entre otros factores. Esto estaría persuadiendo a Pekín a priorizar proyectos BRI «de alta calidad» que generen retornos económicos.
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Por otro lado, expertos vaticinan la posibilidad de una crisis de endeudamiento en China que podría desencadenar desequilibrios económicos a escala mundial. Un reciente informe conjunto del Banco Mundial, del Kiel Institut für Weltwirtschaft y del grupo de investigación AidData anuncia que «el 60% de los créditos acordados por Pekín al extranjero se encuentran bajo la amenaza de un default». Este escenario colocaría en dificultades a la banca china. Si bien Asia Central no ha entrado, por el momento, en esta situación, otros países incluidos en la iniciativa BRI como Sri Lanka, Pakistán y Kenia ya han anunciado un default en el pago de sus deudas con China.