Ecuador enfrenta un nuevo proceso electoral en un contexto marcado por la crisis de seguridad, la inestabilidad política y los desafíos económicos. El resultado de estos comicios no solo definirá el rumbo interno del país, sino que también tendrá repercusiones clave en su relación con Estados Unidos. En este análisis, Salvador Iborra, alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, explora las claves del proceso electoral y los posibles escenarios para la relación bilateral.
Ecuador ha celebrado sus primeras elecciones generales bajo el estado de «conflicto armado interno» declarado a principios del año pasado por el presidente y candidato Daniel Noboa.
Establecido por decreto, respondió a la necesidad del Estado ecuatoriano de hacer frente a la oleada de ataques que sacudieron el país en enero de 2024. Entre ellos hubo asaltos a hospitales, ataques a civiles y atentados. También se registró violencia en prisiones y la toma de la televisión estatal TC Televisión, que fue la gota que colmó el vaso.
Esta ofensiva a nivel nacional acometida por múltiples bandas criminales no hubiese sido posible sin el paulatino proceso de empoderamiento de estas que viene gestándose desde 2017. Los efectos ya eran visibles solo un año antes, en 2023, con una tasa de muertes violentas de 44 por cada 100.000 habitantes, cuando en 2017 era de solo 5.
Factores que han impulsado la crisis en Ecuador
Múltiples razones han impulsado el auge del fenómeno pandillero en el país. La más importante fue el plan de austeridad establecido por el expresidente Lenín Moreno, que recortó el gasto en seguridad y programas sociales. Este ajuste, agravado por la crisis de la COVID-19, dejó a muchos jóvenes más vulnerables a la captación por parte de grupos delictivos. A esto se suma el auge global del tráfico de cocaína y el aumento de la demanda, que han consolidado aún más el papel de Ecuador como «punto de tránsito crucial y centro logístico para los narcotraficantes más poderosos».
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En lo económico, 2024 se caracterizó por la implementación, por parte de Noboa, de una serie de reformas destinadas a asegurar el financiamiento del FMI. A lo largo del año, el país recibió hasta 1.500 millones de la institución. Sin embargo, esto implicó un ambicioso programa de reajuste fiscal que amenaza con agravar aún más la ya delicada situación económica de los ecuatorianos. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, las tasas de pobreza y pobreza extrema en 2024 han sido las más altas desde la pandemia.
En el campo de la seguridad energética, Ecuador lleva sufriendo una crisis eléctrica desde octubre de 2023. Con un sistema eléctrico altamente dependiente del agua (constituye el 72% de las fuentes), la peor sequía en los últimos 60 años hizo tambalear al país. Desde abril de 2024, Ecuador ha estado sometido a diversas rondas de apagones. Estas han tenido naturalmente un impacto severo en la productividad industrial, en las cadenas de suministros y en la inversión de nuevos proyectos.
Noboa puso fin a los apagones el 20 de diciembre tras comprar energía a Colombia y aprovechar una mejora en la climatología. Sin embargo, Ecuador debe diversificar sus fuentes de energía, incluidas las renovables, y aumentar la inversión pública en mantenimiento y modernización.
¿Cómo moldean estas elecciones las relaciones con Washington?
Las elecciones se han decidido en la primera vuelta con un resultado muy ajustado, lejos de las encuestas que daban a Noboa como ganador sin necesidad de un balotaje en abril. La correísta Luisa González quedó a menos de un 1% del Movimiento de Acción Democrática Nacional de Noboa. Por ello, los ecuatorianos volverán a las urnas en dos meses para la segunda vuelta.
Daniel Noboa
El actual presidente y candidato, Noboa, irrumpió en la política ecuatoriana en 2023, tras unas elecciones extraordinarias convocadas tras la disolución del parlamento por Guillermo Lasso.
Ha logrado captar un apoyo considerable gracias a su firme respuesta contra el crimen organizado, en un contexto en el que los ciudadanos veían cómo el país estaba bajo la amenaza directa de las pandillas. Sin embargo, su actuación también ha generado críticas debido a denuncias de torturas, detenciones arbitrarias y el repunte del crimen.
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Nacido en Estados Unidos, donde cursó su educación superior, Noboa ha ascendido políticamente con una estrategia populista similar al estilo de Trump. El presidente estadounidense y el ecuatoriano comparten agenda en diversos temas, como las políticas duras contra el crimen y la política arancelaria para alcanzar objetivos internos. Ambos priorizan la seguridad interna por encima del derecho internacional, como se evidenció en el asalto a la embajada de México en Quito para la detención del exvicepresidente correísta Jorge Glas.
Al margen de esto, no es un secreto la afinidad personal entre ambos mandatarios. Noboa se convirtió el pasado 20 de enero en el primer presidente ecuatoriano en acudir a una investidura presidencial en Estados Unidos, a la que también asistieron Milei y Bukele, dos figuras clave para la Administración Trump.
Además, en un contexto regional donde varios Estados han chocado con Trump por su política de deportaciones masivas, Noboa decretó la entrega de 470 dólares mensuales durante tres meses a los inmigrantes deportados que cumplan ciertos requisitos. Con esta medida, busca alinearse con la política trumpista y fortalecer su posición diplomática en el continente.
Este acercamiento a Washington también podría traer beneficios económicos para Ecuador, especialmente en términos de acuerdos comerciales y cooperación en materia de seguridad, un aspecto prioritario para ambos gobiernos.
Luisa González
Si Noboa representa el alineamiento con Washington, la posición de Luisa González es más cercana a la órbita izquierdista y antiimperialista del continente, propia del correísmo. Las relaciones entre ambos países durante la presidencia de Rafael Correa fueron siempre complicadas.
Si bien Washington es el destino principal de las exportaciones de Quito, desavenencias ideológicas y de política exterior tensaron unos lazos que se restablecieron durante la presidencia de Lenín Moreno.
Al margen de su tendencia correísta, ha dicho que ella, no Correa, tomará las decisiones si es elegida presidenta. De esta manera trata de distanciarse del legado negativo del expresidente y construir una figura política independiente del mismo.
La candidata ha sido muy crítica con el procedimiento de deportaciones de ecuatorianos desde Estados Unidos, especialmente con la decisión de la Administración Trump de enviarlos encadenados. Una crítica muy similar a la del presidente colombiano Gustavo Petro, otro mandatario izquierdista.
En cuanto a la ola de delincuencia que azota el país, aunque critica la política de Noboa, su enfoque no difiere significativamente. Ha prometido enfrentar a las bandas armadas con el uso de la fuerza militar y policial, además de perseguir a jueces y fiscales corruptos.
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En este contexto, debe calibrar cuidadosamente su relación con Washington, ya que Estados Unidos ha sido un socio clave para Ecuador en 2024 en la lucha contra las bandas armadas. La cooperación se ha extendido a diversos ámbitos, como la ciberseguridad, la seguridad pública, la lucha contra el narcotráfico y el desarrollo de programas sociales.
Ambos candidatos coinciden en mantener la dolarización en Ecuador. Han manifestado su apoyo a que el dólar siga siendo la única moneda de curso legal para garantizar una mayor estabilidad monetaria.
Trump 2.0 y el futuro de Quito
El nuevo mandato de Trump no está dejando indiferente a nadie. Con más poder que en el primero en los ámbitos judicial y legislativo y un liderazgo sin oposición dentro del Partido Republicano, el presidente está llevando a cabo su America First a pasos acelerados. La posición de Ecuador variará en función del resultado de la segunda vuelta de abril.
Por un lado, una nueva presidencia de Noboa colocaría al país sudamericano en la órbita estadounidense, en un proceso renovado de reforzamiento de los lazos de ambos países en el campo de las inversiones, la seguridad, la lucha contra el narcotráfico y la inmigración irregular. Sería el momento para el ansiado plan del candidato de reformar la Constitución para posibilitar la apertura de bases militares (presumiblemente estadounidenses) en suelo ecuatoriano.
Por otro lado, un mandato de Luisa González inclinaría la balanza hacia una mayor autonomía exterior, con el objetivo de integrarse en un eje regional más alejado ideológicamente de Trump. Sin embargo, todo dependerá de la influencia de Rafael Correa en un hipotético gobierno de la candidata.
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Relaciones entre Ecuador, China y Estados Unidos
A pesar de su postura, los discursos grandilocuentes antiestadounidenses parecen poco probables debido a la amenaza arancelaria sobre un país cuyo principal destino de exportación son los propios Estados Unidos. En plena campaña electoral, a través de su cuenta de Facebook, González prometió fortalecer la relación con Washington para ampliar mercados y combatir la delincuencia, lo que sugiere un enfoque pragmático en política exterior.
Lo que estará bajo el radar son las relaciones entre Ecuador y China, reconocidas por la República Popular como una «asociación estratégica integral». Este legado del expresidente Correa enfrenta ahora una posible amenaza con Marco Rubio al frente de la Secretaría de Estado, dado su marcado enfoque anticomunista en la región.
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Además, las recientes advertencias de Washington a Panamá por su acercamiento a China sugieren que Ecuador podría enfrentar presiones similares en el futuro.
La amenaza arancelaria de Trump podría alterar profundamente una relación caracterizada por la exploración y explotación de petróleo a través del consorcio chino Andes Petroleum, los intereses mineros de Pekín y los proyectos de construcción en Ecuador. Entre estos últimos destacan las instalaciones hidroeléctricas, fundamentales para afrontar la crisis energética. A esto se suma el peso de la deuda con China, un factor clave en la ecuación.
No obstante, Ecuador sigue necesitando la liquidez china para obtener fondos inmediatos en un contexto de severas restricciones fiscales impuestas por el FMI.
Conclusiones
En conclusión, y considerando el panorama regional, es probable que Ecuador siga alineado con las ambiciones de Trump, gane o no el correísmo. Una victoria de Noboa acercaría al país a un modelo similar al de El Salvador de Bukele o la Argentina de Milei. Esto reforzaría su papel como socio clave de Washington.
Sin embargo, incluso si Luisa González gana, es poco probable que adopte una retórica abiertamente antiestadounidense. La inseguridad en el país seguirá siendo un factor determinante en su política exterior.
Ecuador no puede arriesgar sus exportaciones ni su seguridad enfrentándose a Washington. La única opción sería encontrar una alternativa de cooperación con otros socios hispanoamericanos contrarios a la Administración Trump. Sin embargo, incluso México y Canadá, con mayor capacidad de negociación, han terminado cediendo a sus exigencias.
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El país se enfocará en la reconstrucción nacional y en combatir las bandas armadas. Su prioridad será recuperar los niveles de seguridad e indicadores sociales de 2017. Al mismo tiempo, buscará equilibrar sus relaciones exteriores para no afectar los intereses estratégicos de Estados Unidos.
Además, Ecuador deberá manejar con cautela su relación con China. Su dependencia financiera de Pekín podría generar fricciones con Washington. Esto es aún más relevante en un contexto de creciente rivalidad geopolítica entre ambas potencias.
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