Colombia está redefiniendo su lugar en el mundo al abrirse a nuevos socios estratégicos, más allá de su histórica relación con Estados Unidos. En este artículo, Victoria Cabrera, alumna del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, analiza cómo, en un contexto internacional cada vez más multipolar, este giro marca un cambio significativo en la forma en que América Latina se posiciona frente a las grandes potencias.
A mediados de mayo de 2025, se firmó un plan de cooperación entre Colombia y China. Este acuerdo, conocido como «Iniciativa de la Franja y la Ruta», oficializa así la incorporación del país latinoamericano al proyecto chino.
Tradicionalmente, Colombia ha mantenido una relación privilegiada con los Estado Unidos, su principal socio comercial y aliado estratégico. Sin embargo, el creciente rol de China en la región, sumado a la necesidad de diversificar las fuentes de inversión, parecen ser motivo suficiente para que el gobierno de Petro mantenga un vínculo de cooperación con China. Es por ello que la adhesión a este gran proyecto responde no sólo a una cuestión económica, orientada a reducir la dependencia con Estados Unidos, sino también a la visión que Colombia tiene de sí misma y del lugar que busca ocupar en este nuevo escenario internacional.
«Este es un paso histórico que abre nuevas oportunidades de inversión, cooperación tecnológica y desarrollo sostenible para ambos países», afirmó el Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia en X.
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El encuentro se dio en el marco de una visita oficial del mandatario colombiano a China. Durante la reunión se firmó la entrada a la iniciativa y también se acordaron una serie de compromisos relacionados con infraestructura, comercio y conectividad interoceánica.
Uno de los puntos centrales del acuerdo es la reactivación del sistema ferroviario colombiano. Esta medida refleja la visión de integración económica del país más allá de lo nacional, alineándose con la propuesta china.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta en América Latina
La Iniciativa de la Franja y la Ruta, impulsada por el presidente Xi Jinping desde 2013, es mucho más que un programa de infraestructura. Se trata de un proyecto geopolítico mega ambicioso de China para proyectar su influencia a escala global. Inspirada en las antiguas rutas comerciales de la seda, busca conectar Asia, Europa, África y América Latina mediante corredores logísticos, redes ferroviarias, puertos, telecomunicaciones y zonas de desarrollo industrial.
A lo largo de una década, el proyecto ha reunido a más de 140 países bajo su paraguas de cooperación. Ha canalizado inversiones por más de un billón de dólares.
Este gráfico de Statista muestra la amplitud geográfica del proyecto y el peso creciente que está ganando en América Latina. Esto ocurre a pesar de que la región no fue el objetivo original de la Iniciativa en el momento de su creación, en 2013.
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La adhesión de varios países de América Latina al proyecto evidencia un giro estratégico de China hacia la región. A través del acuerdo de infraestructura, comercio y tecnología. China ha logrado posicionarse como un actor clave en la arquitectura económica latinoamericana, desafiando las tradicionales esferas de influencia de Estados Unidos y Europa.
En este escenario de poder, América Latina representa un eslabón emergente. Es una región rica en recursos naturales, estratégicamente bien ubicada y con necesidades estructurales de inversión. La adhesión de Colombia resulta significativa, ya que demuestra cómo este proyecto ha logrado romper barreras ideológicas y culturales. También evidencia su capacidad para acercarse a países históricamente distantes de su órbita diplomática.
La adhesión de Colombia
La adhesión de Colombia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta representa un punto de inflexión en su política exterior y en su modelo de inserción económica internacional. Históricamente alineado con Estados Unidos, el actual gobierno de Gustavo Petro ha dado un paso audaz al abrirse a esta red de cooperación global.
Entre los beneficios más inmediatos se encuentra el acceso a financiamiento para infraestructura en condiciones más flexibles. También destaca la llegada de inversiones chinas en sectores clave como el energético, la conectividad ferroviaria y la reindustrialización del sistema de salud. Petro ha insistido, además, en que la alianza con China podría equilibrar la balanza comercial entre ambos países. Esto permitiría a Colombia colocar productos de alto valor en el mercado asiático.
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En su cuenta de X, el presidente de colombia, dió las siguientes declaraciones luego de la firma del acuerdo:
«Hemos entrado a la franja y la Ruta de la seda. Busco en el corto plazo acabar el déficit comercial con China que llega a USD14.000 millones anuales.
En el mediano plazo busco que Colombia y América Latina puedan no solo construir infraestructura interoceánica, sino ser punto de llegada de fibra óptica submarina desde China y Europa para ser nodo central de la inteligencia artificial.
Busco una Colombia central en el mundo, como su posición geográfica merece y su pueblo.»
Repercusiones regionales
La decisión de Colombia de sumarse al megaproyecto chino no ocurre en el vacío: tiene resonancias profundas en el mapa geopolítico de América Latina. Como aliado tradicional de Estados Unidos en la región, el acercamiento de Bogotá a Pekín ha sido visto con malos ojos por parte de Norteamérica. Incluso el Departamento de Estado de EE. UU. calificó la decisión como «decepcionante y contraproducente».
A través de su Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental, Washington anunció que «se opondrá enérgicamente a proyectos recientes y próximos desembolsos por parte del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y otras instituciones financieras internacionales para empresas estatales y controladas por el Gobierno chino en Colombia».
Estas amenazas demuestran la preocupación por el avance de China en la región, percibiendo como un desafío a su histórica influencia en el hemisferio sur. Para Colombia, el reto será encontrar un equilibrio que le permita aprovechar las ventajas del vínculo con China sin erosionar sus relaciones estratégicas con Estados Unidos y el resto de actores occidentales.
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Esta incorporación al acuerdo refleja una realidad indiscutible: el orden internacional está cada vez más multipolar, y América Latina ya no es un territorio pasivo en esa reconfiguración. Donde países como Colombia, Panamá, México entre tantos otros, se están revelando de las formas tradicionales de vinculación y roles que ocupaban, buscando una mayor participación y liderazgo en un nuevo escenario internacional marcado por la incertidumbre, el conflicto y las tensiones.
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