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¿Qué piensan los talibanes?

Análisis

David García Pesquera
David García Pesquera
Graduado en Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos. Sus principales intereses son la geopolítica, el análisis de conflictos y la seguridad internacional, especialmente en Europa del Este, Oriente Próximo y el Norte de África.

En agosto de 2021, los talibanes volvieron al poder en Afganistán después de la toma Kabul, su capital. Desde entonces, la sharia o ley islámica ha tomado las esferas políticas, sociales y económicas bajo la libre interpretación del grupo talibán.

¿Cómo funciona la sociedad ideal de los talibanes? ¿Qué planteamientos defienden en materia religiosa y política? Un año y medio después de la vuelta al poder de los talibanes en Afganistán, hacemos un balance de sus orígenes e ideas y de cómo entienden los aspectos más básicos de la sociedad.

Origen y evolución de los talibanes

La palabra talibán proviene de la palabra árabe talib, que significa estudiante. Tras la invasión de la Unión Soviética a tierras afganas en 1979, inicialmente los talibanes forman parte de un conglomerado de grupos de resistencia étnico-tribal apoyados por Estados Unidos en el marco de la Guerra Fría.

Sin embargo, los talibanes nacen oficialmente en 1994, en el contexto de enfrentamientos entre facciones tras la retirada de las tropas soviéticas en 1989. Fueron ganando adeptos tras prometer luchar contra la corrupción estructural y dar prioridad a los valores islámicos. A su vez, comenzaron a controlar rutas comerciales clave, como la del comercio ilegal del opio, una de su principal fuente de ingresos.

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En escaso tiempo, los talibanes pasan de controlar zonas del sur y este del país, destacando la ciudad de Kandahar, a controlar el gobierno tras tomar Kabul el 26 de septiembre de 1996. Desde entonces, comienza su primer mandato sobre el país, que se extiende hasta la intervención internacional de 2001.

Durante estos años, son acusados por cobijar a terroristas y proteger a Osama Bin Laden y a la cúpula de Al Qaeda, y de ser juzgados tras los atentados en embajadas de Estados Unidos en Nairobi (Kenia) y Dar es Salaam (Tanzania) en agosto de 1998.

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Estados Unidos intervino militarmente en Afganistán con el objetivo de derrocar el régimen talibán y combatir el terrorismo de Al Qaeda. Esta intervención sumada al avance de los grupos de resistencia apoyados principalmente por Estados Unidos, como la Alianza del Norte o Frente Unido, fue socavando el régimen talibán, que terminó cayendo.

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Sin embargo, los talibanes mantuvieron su dominio principalmente en las provincias del sur. Por lo tanto, sucedió al igual que en 1996, cuando los talibanes no llegaron a controlar la totalidad de Afganistán, existiendo reductos contrarios en el norte del país, como la ya mencionada Alianza del Norte o Frente Unido.

Durante las dos décadas de presencia internacional y guerra contra los talibanes, se avanzó en materia de derechos y libertades, como la educación de las mujeres o la participación política. Sin embargo, los talibanes seguían teniendo gran capacidad de interferencia. El terrorismo, la violencia y la inestabilidad política estaban muy presentes.

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Afganistán es un país complejo étnicamente y complicado de gobernar desde una autoridad central por varias razones. Por un lado, debido a la gran cantidad de localidades y facciones desconectadas de la realidad del gobierno central, y, por otro lado, por las casi 50 etnias que conviven, destacando la desconexión de las zonas rurales y montañosas. Además, con más de 46.000 muertos, la contienda terminó por convertirse en una guerra de desgaste, con los aliados retirando sus tropas paulatinamente.

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Tras el anuncio de retirada de las tropas estadounidenses, los talibanes recuperaron el control de muchas provincias hasta entonces en disputa y retomaron el control de todas las grandes poblaciones. El gobierno de Afganistán trató de evitar la violencia a toda costa con el presidente Ashraf Ghani abandonando el cargo, y el país, para evitar el derramamiento de sangre.

Las fuerzas de seguridad afganas tienen alrededor de 300.000 miembros, pero la corrupción y los cambios de bando son comunes. Por su parte, el Centro de Lucha contra el Terrorismo de Estados Unidos, estimó las fuerzas de los talibanes en 60.000 combatientes, lo que sumado a las milicias y facciones que combaten conjuntamente, alcanza los 200.000 efectivos.

Finalmente, tras la ausencia de resistencia de las autoridades gubernamentales para evitar la violencia y la retirada de las tropas internacionales y bajo del liderazgo de Mawlawi Haibatullah Akhundzada, el 15 de agosto de 2021, los talibanes entran en Kabul y toman el control de la capital.

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¿Cómo piensa un talibán?

Los talibanes son de etnia pastún, la mayoritaria en Afganistán. Inicialmente, son un grupo de estudiantes que combaten por la liberación de su país y sus ideas religiosas. Sin embargo, una vez que ganan influencia y llegan al poder, la comunidad internacional destaca sus verdaderos entramados ideológicos.

Religión: la sharía

Su principal objetivo es lograr poder político para establecer un régimen teocrático de islamismo radical. Actualmente, la nueva República Islámica de Afganistán se rige por la interpretación de la ley islámica, es decir, la interpretación estricta de la sharía.

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La sharía es la ley sagrada del islam, un cuerpo del derecho y un código de conducta. En palabras de Bouziane Ahmed Khodja, periodista y escritor: “Abarca la totalidad de los preceptos de Alá referidos a las acciones de los hombres y establece deberes religiosos, políticos, privados y públicos”.

Existen cuatro fuentes que dan lugar a la sharía: el Corán, el libro sagrado del islam, la Suna, las costumbres del profeta Mahoma, el Iŷmā‘, el consenso de los expertos y el Hadiz e Iŷtihād, las analogías. Sin embargo, dentro del mundo musulmán hay múltiples interpretaciones y contracciones, ya que la sharía no tiene una lista de normas escritas y el propio Corán, una de sus fuentes, ha estado sujeto históricamente a distintas explicaciones.

Una gran mayoría de los musulmanes entiende la sharía como la palabra revelada de Alá y no como un cuerpo legal sujeto a marcar las normas de un Estado. Esta primera interpretación se da en la gran mayoría de países (Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto…) con una aplicación de la sharía a nivel familiar y en la vivencia de la fe.

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Por otra parte, existen otras representaciones que entienden la sharía como base del sistema judicial del país, sin distinguir entre religión y política. No se permite nada fuera de la sharía y el Corán realiza la misma función que una Constitución. Se trata de las denominadas teocracias o regímenes islámicos, incompatible con la democracia.

Los países teócratas de la región son Arabia Saudí, Irán y Afganistán bajo el dominio de los talibanes. Aun así, la interpretación radical del islam transciende a todas esferas de la sociedad: política, educación o familia.

El papel de la mujer bajo el régimen talibán

Los talibanes centran su idea sobre la mujer en la limitación de la participación social y la restricción de los derechos elementales. Siguiendo su interpretación de la ley islámica, se entiende a la mujer como un ser inferior al hombre, que debe ocuparse de la crianza de los hijos y de servir a su esposo.

Según el régimen talibán, las mujeres son un elemento de provocación para los hombres. Precisamente por eso, están obligadas a tapar su cuerpo y su rostro con el burka, en espacios exteriores y en todos los entornos, excepto en el familiar. Cualquier incumplimiento de las reglas de vestimenta lleva a castigos generalmente físicos, como azotes en público.

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La Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA) estableció una lista con las prohibiciones que los talibanes imponen:

El trabajo femenino está prohibido fuera de las casas, salvo escasas doctoras y enfermeras, está prohibido salir de casa sin el mahram (padre hermano o marido) a más de 70 kilómetros, prohibido hablar en público, reírse en alto delante de desconocidos, usar productos cosméticos, llevar tacones, participar en reuniones públicas con desconocidos o vestir colores “sexualmente atractivos”.

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Además, tampoco se permite lavar la ropa en el río o en lugares públicos, o realizar actividades profesionales y recreativas delante de desconocidos que no sean el mahram. No se permite fotografiar a las mujeres o publicar imágenes suyas, los espacios en el transporte público están separados y está prohibido el uso de baños públicos para mujeres.

Además, en Afganistán, son comunes los matrimonios entre hombres adultos con niñas menores de edad, y no solamente bajo la doctrina talibán. Muchas familias ven como única solución a la pobreza extrema un acuerdo matrimonial con sus hijas al igual que el trabajo infantil para mejorar su economía.

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Alrededor del 28% de las mujeres afganas de entre 15 y 49 años se han casado antes de los 18 años, según datos de Unicef. Si una mujer mantiene relaciones sexuales fuera del matrimonio o comete una infidelidad, es lapidada en público.

Las aulas con los talibanes

Con la vuelta de los talibanes, la educación también experimentó cambios. El régimen separó las clases y las entradas a los lugares lectivos por género. Además, las alumnas solo podían tener profesores que fueran mujeres u hombres mayores. Recientemente, Afganistán ha vuelto a la palestra informativa tras el anuncio del gobierno talibán de prohibir a las mujeres la educación universitaria.

Además, también se conocía que los talibanes habían ordenado a todas las autoridades locales e internacionales de organismos no gubernamentales del país impedir que sus trabajadoras volvieran a ejercer. Por su parte, Naciones Unidas estimó que restringir el trabajo de las mujeres puede suponer una pérdida económica de hasta 1000 millones de dólares, o hasta el 5% del Producto Interior Bruto de Afganistán.

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Pese a estas decisiones, y con el riesgo que conlleva, las mujeres se han manifestado contra el régimen talibán en varias ocasiones. En agosto de 2022, una manifestación de mujeres por su derecho al trabajo y a la educación fue dispersada con tiros al aire.

La organización Human Rights Watch ha señalado que muchas de las promesas de los talibanes tras llegar al poder han sido incumplidas, tales como garantizar el acceso en igualdad a la educación.

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Los talibanes tienen como objetivo desconectar de la sociedad a la población femenina no permitiéndoles la educación. De esta forma, las mujeres corren especial peligro al no tener atención médica adecuada, ya que la formación académica de las mujeres que presuntamente deben de atenderlas es escasa y los varones en edad joven y adulta no pueden entrar en contacto con el cuerpo de una mujer.

Por lo tanto, el modelo educativo de los talibanes se centra en su visión religiosa, concretando además normas para los niños y hombres, a los que buscan educar para hacer de ellos futuros talibanes y que el régimen esté garantizado. Los hombres de las oficinas gubernamentales han recibido instrucciones de dejarse crecer la barba, vestir ropas tradicionales afganas y gorros de oración, y dejar de trabajar para rezar. A su vez, son los responsables de que se cumpla la sharía en todos los espacios, convirtiéndose en guardianes de sus propias esposas, hijas o hermanas.

La visión del sistema político y económico de los talibanes

Los talibanes han suprimido todos los medios de comunicación y reprimido a los opositores y críticos con detenciones arbitrarias, torturas y hasta ejecuciones. Tienen un concepto totalitario del poder político, sin separación de poderes ni mecanismos de control democrático.

A nivel económico, los talibanes han centrado su fuente de ingresos en el comercio de opio, controlando la ruta comercial entre Asia, Asia central y Europa. Naciones Unidas estima que solamente en 2020 ingresaron 460 millones de dólares con esta actividad y que el 93% de la heroína que se consume en Europa procede de Afganistán.

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Actualmente, buscan abrir nuevos mercados y han prohibido el cultivo de opio. Es una medida de gran riesgo, ya que el consumo de opio ha aumentado en 2022. Afganistán es el principal productor mundial y su tráfico ilegal genera la mayor actividad económica. Los talibanes toman esta medida para evitar que los traficantes y mafias de la amapola creen lobbies o grupos de presión contrarios al régimen.

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A su vez, pese a no contar con recursos naturales, Afganistán sí es un territorio estratégico al ser puente de unión entre las exrepúblicas soviéticas y Pakistán y la India, y, por lo tanto, paso obligado de oleoductos y gaseoductos con destino a India y Europa. Los talibanes buscarán aprovechar estas oportunidades para consolidar su poder en un país destrozado por la guerra, la pobreza y la opresión.

Fereshta Abbasi investigadora sobre Afganistán de Human Rights Watch declaró que: “el futuro de Afganistán seguirá siendo sombrío a menos que los gobiernos extranjeros se comprometan de forma más activa con las autoridades talibanes y les presionen enérgicamente sobre su historial de derechos”.

Editado por:

Soraya Aybar Laafou. Editora y analista especializada en África en LISA News. Politóloga y periodista interesada en los derechos humanos, la geopolítica y los procesos migratorios. Me apasionan las Relaciones Internacionales y observo con especial interés al continente africano. Soy directora de África Mundi, el primer medio de análisis sobre África en castellano.

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