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¿Cómo la personalidad del votante influye en el voto?

Análisis

Ana Fernández Manso
Ana Fernández Manso
Especialista de Contenidos en LISA Institute y colaboradora de LISA News. Estudiante de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Interés en cuestiones relacionadas con la opinión pública y comunicación política. Ha participado como presentadora y colaboradora en el programa de radio “Crónica de las Seis” y ha sido redactora en el periódico La Nueva España en la sección autonómica de Oviedo (Asturias).

La personalidad que caracteriza a un individuo es determinante a la hora de ejercer el derecho al voto. En este artículo profundizamos en esta cuestión con aportaciones del Profesor del Curso de Analista Político Internacional de LISA Institute, Marc Vendrell.

El estudio del comportamiento electoral trata de explicar de qué forma los individuos toman la decisión de su voto. Para comprender esta conducta se necesitan conocimientos de psicología y de ciencias políticas, dando lugar al nacimiento del campo de la psicología política. Esta disciplina estudia al sujeto como actor político y cómo sus vinculaciones psicológicas, personalidad o socialización pueden determinar el comportamiento político de la persona.

Muchos expertos afirman que la identificación de partido es el factor sentimental más ligado a la ideología política. Este componente explica el comportamiento electoral de un individuo en sistemas políticos bipartidas. En el caso de estructuras multipartidistas, se refleja una menor fidelidad hacia un determinado partido, lo que da lugar a una inestabilidad en la preferencia de voto del individuo en cada legislatura.

El voto: ¿una decisión emocional o racional?

Marc Vendrell, Profesor del Curso de Analista Político Internacional de LISA Institute, explica que aunque haya otros factores que influyen, el voto es una cuestión totalmente emocional. “El mercado electoral se segmenta en base a factores como sexo, edad, educación, nivel económico… la personalidad es una variable que posee influencia el comportamiento político de las personas, tanto a nivel individual como colectivo, ya que afecta a la opinión, creencia o actitud que se adopta”, explica el experto.

De esta manera Vendrell explica que si se conoce el perfil psicológico de los votantes, se establecerá una mejor comunicación con ellos. Esta derivará en un aumento de la capacidad de persuasión. “Donde sí es importante tener en cuenta la personalidad es en la cuestión de que esta sea más permeable a los impactos emocionales o menos, ya que esto sí que será importante para decidir el voto”, afirma Vendrell.

Por ejemplo, el filósofo y psicólogo Silvan Tomkins intuyó que había una manera de pensar o de conceptualizar el mundo propia de las personalidades de izquierda y otra propia de las de derecha.

La teoría Big Five y los tipos de personalidad

La personalidad que caracteriza a un individuo es determinante a la hora de ejercer el derecho al voto. En este apartado profundizaremos en los tipos de personalidad para, posteriormente, relacionar estas características con las personalidades del votante. La teoría conocida como Big Five, desarrollada en 1949 por Donald W. Fiske y, posteriormente, ampliada por otros investigadores, como el psicólogo Bertrand Regader, distingue cinco grandes rasgos de personalidad: extraversión, afabilidad, responsabilidad, estabilidad emocional y apertura a la experiencia. 

La extraversión valora el nivel de comodidad de un individuo en las relaciones sociales. Es decir, si una persona es extrovertida o introvertida. Los primeros son sociables y asertivos, mientras que los otros son reservados, tímidos y tranquilos. 

La afabilidad analiza la tendencia de un individuo a entregarse a los demás. Las personas con bajos niveles de afabilidad son más frías, opositoras y hostiles. 

La responsabilidad es la habilidad que posee una persona para controlar sus impulsos y actuar de maneras socialmente aceptadas. Los individuos concienzudos destacan por su capacidad para potenciar la satisfacción, planear y organizar de forma eficaz.

La estabilidad emocional (o neuroticismo) es la capacidad de un individuo para soportar situaciones de estrés. Las personas con una puntuación alta en neuroticismo muestran ansiedad, preocupación y baja autoestima. Se enfadan de forma rápida y son más inseguros.

Y la apertura a la experiencia recoge la tendencia de una persona a interesarse por distintos temas y su grado de fascinación por lo novedoso. Es un bueno indicador de la creatividad debido a que estos individuos disfrutan hibridando conocimientos. En el extremos opuesto se hallan aquellos con un pensamiento más convencional y más resistentes a un posible cambio porque prefieren lo conocido y familiar.

¿Cómo la personalidad del votante influye en el voto?

Cogiendo como punto de partida estos cinco rasgos de la personalidad, uno de los mayores expertos en psicología política, el uruguayo Daniel Eskibel, ha desarrollado una adaptación del modelo al ámbito político. En función del rasgo de personalidad predominante, hay cinco tipos psicológicos de votantes: emocional, social, amable, metódico y abierto. 

El votante social está relacionado con la extraversión. Su peculiaridad son los estímulos externos. Las personas extrovertidas buscan activamente estímulos físicos y sociables mediante los que van ajustando y puliendo sus ideas. Son activos en la vida política y participan como militantes, activistas o evangelistas de una causa. Les agrada el bombardeo publicitario y las discusiones políticas y optan por un candidato extrovertido y dinámico. Si establecen un compromiso con un partido, construye una fuerte identidad política partidista. Su tendencia es moderadamente conservadora.

El conocido como votante amable está relacionado con la afabilidad. La empatía le hace propenso a apoyar políticas que cree que pueden ayudar y solucionar los problemas de otros individuos. No suele adoptar actitudes radicales y, en tiempos de polarización o en discusiones políticas, se pone en la piel de terceras personas para suavizar los polos que se oponen. Tiende a ser moderadamente progresista en el ámbito económico y conservador, en el social. Se aleja de la comunicación política maximalista e incendiaria, prefiere aquella que presenta variedad de matices y opciones.

El votante metódico está conectado con la responsabilidad. No se mueve por impulsos ni se fía de las primeras impresiones, analiza la información que recibe para comprenderla mejor y necesita ver en el mensaje político elementos de minuciosidad, precisión y rigor intelectual. Suele ser conservador en las políticas sociales y económicas. Apoya las normas sociales, legales y culturales que están vigentes y defiende las tradiciones y los valores familiares. 

La apertura de la experiencia desencadena en el votante abierto. Su forma de actuar se basa en la curiosidad, en explorar todo lo que se resulte nuevo. Es inconformista y opta por pensar en nuevas ideas que difieran de lo que ya conoce, rechaza la comunicación política tradicional y repetitiva. Tiende a ser progresista de izquierdas, pero también apoya nuevos programas que difieran de los existentes.

Por último, el votante emocional está relacionado con el neuroticismo. Las emociones juegan un papel fundamental a la hora de desarrollar una actitud política, provocan manifestaciones violentas, revoluciones o golpes de Estado en muchas ocasiones. Dependiendo del contexto, el candidato o el partido, unas emociones prevalecerán más que otras. Las emociones influyen más en las personas que carecen de conocimientos sobre temas específicos.

En este sentido, el psicólogo experto en emociones, Paul Ekman establece que las emociones básicas son siete: tristeza, felicidad, ira, desprecio, sorpresa, asco y miedo. El votante puede experimentar una o varias hacia un candidato, político o partido, y están relacionadas con el ejercicio del voto.

Todos tenemos emociones y son siempre las mismas siete, el resto de los estados son resultado de una combinación de las básicas. Cada individuo experimenta unas determinadas emociones en conexión con los acontecimientos políticos que son decisivas en su manera de pensar y actuar políticamente. Este tipo de votante tiende a posiciones políticas liberales y progresistas.  La comunicación política del candidato o partido tiene que sintonizar con su estado emocional.

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Comunicación política y marcos mentales

La comunicación política se fundamenta en la creación de marcos mentales compartidos por los votantes. Según explica Marc Vendrell en el Curso de Analista Político Internacional de LISA Institute una persona que no tiene un marco mental propio, carece también de una ideología política.

Así, George Lakoff, experto en lingüística y analista político estadounidense, define los marcos como “estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo”. Estas estructuras mentales a las que no podemos acceder de forma consciente definen nuestra forma de razonar y nuestro sentido común. La verdad, para ser aceptada, tiene que encajar en los marcos de los votantes. Si los hechos no encajan en un determinado marco, éste se mantiene y los hechos son rechazados. 

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Por ejemplo, si un político niega el cambio climático, algo que actualmente está científicamente demostrado, este razonamiento será rechazado por una mayoría de votantes, ya que en nuestros marcos mentales (los de la mayoría) el cambio climático es un hecho real y demostrado. Todo concepto que se sitúe fuera de los marcos mentales de un votante, nunca será aceptado por este. 

Cuando una persona cambia un marco de referencia, está cambiando su forma de ver el mundo: “el cambio de marco es el cambio social”, explica Lakoff. El lenguaje activa los marcos, por lo que construir nuevos marcos requiere un nuevo lenguaje: “pensar de modo diferente requiere hablar de modo diferente”.

También existe el caso contrario: jugar con los marcos mentales de los votantes para que una idea tuya sea aceptada en estos propios marcos. Por ejemplo, el partido Republicano en Estados Unidos fue muy hábil en introducir el concepto de “cambio climático” y cambiarlo por “calentamiento global”, que sí que puede crear miedo en los marcos mentales de los votantes. 

Este concepto fue introducido en el marco mental de los votantes como algo “normal”, ya que los cambios climáticos ocurren, y no fue tan rechazado como el concepto anterior, calentamiento global. Este movimiento sirvió para seguir potenciando las energías contaminantes y así, no modificar las políticas energéticas del gobierno.

El caso de Cambridge Analytica

Cambridge Analytica (CA) es una empresa londinense creada en 2013 que utiliza datos con el objetivo de “cambiar el pensamiento de audiencias” y ha vendido sus análisis y estudios a empresas y políticos que buscaban este fin.

En 2013, el investigador Aleksandr Kogan desarrolló un test de personalidad para la aplicación Facebook. Gracias a unos 265 mil usuarios de la red social que completaron dicho test, recopilaron información personal, acceso a la red de amigos, “estados” y “me gusta” de la plataforma. A partir de esta base de datos, pudieron manipular a aproximadamente 50 millones de usuarios a favor de Donald Trump durante las elecciones estadounidenses de 2016 a través de publicidad y noticias falsas creadas específicamente para cada perfil. 

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La personalidad y la opinión política se influyen mutuamente. “Conforme vamos madurando, nuestro pensamiento sobre el contexto en el que estamos inmersos va cambiando”, explica Marc Vendrell. Igual que una persona de 15 años no tendrá la misma personalidad cuando tenga 35, la opinión política y, en general, las decisiones y opiniones sobre ciertos aspectos de la vida, también varían.

No debemos olvidar que lo político está conectado con muchos aspectos de la vida: religión, economía, educación, sanidad, libertades… Por tanto, de alguna forma u otra, nuestra personalidad se va a ver influida y, por ello, el voto.

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