En este artículo te explicamos en qué consiste el dilema de seguridad y cómo se ha desarrollado el uso de la fuerza en las Relaciones Internacionales. ¿Se ven los Estados avocados a invertir en seguridad y defensa de manera libre o lo hacen empujados por el temor ante la militarización de sus Estados vecinos?
El dilema de seguridad, o modelo espiral, es un término propio de la teoría realista de las Relaciones Internacionales en el que se hace referencia al escenario que tiene lugar cuando, a medida que un Estado refuerza su propia seguridad, está – consciente o inconscientemente- alimentando la inseguridad y los temores de otras naciones.
Consecuentemente, el resto de Estados, reaccionarán tratando de reforzar su propia seguridad, lo que llevará a un clima generalizado de inseguridad entre todos ellos ante una potencial amenaza u ataque. A esta espiral de inestabilidad se le denomina dilema de seguridad.
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Los preparativos militares, mejoras tecnológicas en el ámbito de la seguridad y nuevas adquisiciones de material bélico por parte de un país, generan un grado de incertidumbre demasiado alto e intolerable para otros Estados. A la hora de la verdad, es indiferente cuáles sean los objetivos reales de dichos preparativos militares, ya sean de carácter defensivo u ofensivos, las consecuencias pueden ser las mismas.
De esta manera, como vemos, la seguridad de un Estado puede convertirse en una fuente de inseguridad para otro, ya que cada Gobierno tiende a fijarse en las capacidades -y no en las intenciones-, de los demás Estados. Esto se da puesto que las intenciones de cada uno podrán cambiar basándose en los acontecimientos de la política internacional; sin embargo, sus capacidades armamentísticas permanecen.
La teoría del dilema de la seguridad fue descrita por primera vez por el historiador británico Herbert Butterfield en 1949. El término mismo fue acuñado por el politólogo estadounidense John Herz en 1950.
Si bien el hecho histórico que encaja especialmente bien con este concepto se ve claramente reflejado en la competencia entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría, sus precursores no lo acuñaron el término basándose en una época histórica concreta.
Otro ejemplo frecuentemente citado en el dilema de seguridad es el comienzo de la Primera Guerra Mundial. La idea que sustenta este supuesto es que las principales potencias europeas se sentían obligadas a ir a la guerra por los sentimientos de inseguridad que le generaban las alianzas de sus vecinos. El inicio de la movilización alemana ejerció así presión sobre otros estados para iniciar una movilización temprana.
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En la actualidad, también podemos encontrar ejemplos de como se desarrolla este dilema en las relaciones OTAN-Rusia. Muchas de las acciones ofensivas que ha tomado Rusia en los últimos años, se excusan bajo el temor de una posible expansión del área de influencia de la OTAN, asociación de defensa colectiva antagónica al Kremlin.
¿Cómo se ha desarrollado el uso de la fuerza en las Relaciones Internacionales?
El Derecho Internacional Clásico, que imperó desde el siglo XIX al XX, estaba caracterizado por leyes en torno a la guerra, la diplomacia y los tratados. Este marco legal consideraba el uso de la fuerza un atributo propio del Estado, utilizable para la defensa y protección de intereses.
Dicho atributo se intentó limitar con la Doctrina de la Guerra Justa. Pero los Estados siguieron empleando la fuerza y, simplemente, se impusieron límites formales como que la guerra la debe emprender un soberano y que esta debe ser declarada formalmente.
Más tarde han existido nuevos intentos de limitación, como en la Conferencia de paz de la Haya en 1899 y la Conferencia de paz de la Haya en 1907, de donde salieron avances relevantes como la prohibición del empleo de la fuerza como medio para el cobro de deudas derivadas de contratos.
Por otra parte, ya en 1919, con el Pacto de la Sociedad de Naciones, se recogen ciertas obligaciones sobre el no recurso a la fuerza, como por ejemplo que los Estados tenían la obligación de someter cualquier controversia susceptible de provocar una ruptura de la paz al arbitraje, a una solución arbitral o a un informe del Consejo. Además, se incluía que no podían recurrir a la guerra ni antes de tres meses desde el fallo arbitral o judicial, ni antes del informe del Consejo, como medida para retrasar el estallido de una guerra.
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Nueve años después, en el Tratado General de Renuncia a la Guerra, los Estados firmantes condenan el recurso a la guerra como solución de controversias internacionales y renuncian también al recurso a la guerra como instrumento de política nacional.
Llegados a este punto, quedaban dudas sobre si estos acuerdos eran aplicables solamente a la guerra o a cualquier uso de la fuerza y, sobre si era aplicable a guerras no declaradas formalmente. A pesar de los esfuerzos, los tratados no impidieron las acciones militares del periodo de entreguerras, ni evitaron la Segunda Guerra Mundial.
No fue hasta 1945, en Conferencia de San Francisco, con el fin de la IIGM, cuando llegó la prohibición general del recurso a la guerra. Sin embargo, persisten ambigüedades al respecto, ya que el recurso a la guerra sigue considerando ante los siguientes supuestos:
- Amenaza y uso de la fuerza.
- Quebrantamiento de la paz.
- Ataque armado.
- Acto de agresión.