En el corazón del océano Índico, una pequeña isla despierta el interés de las grandes potencias. Entre la presión de China, la cercanía de India y el ojo estratégico de Estados Unidos, Sri Lanka busca mantener el equilibrio. En este artículo, Salvador Iborra, alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, analiza cómo su nuevo liderazgo intenta redefinir su lugar en el tablero geopolítico sin renunciar a sus propias prioridades.
Desde tiempos remotos, Sri Lanka (una pequeña isla situada en la región del Océano Índico (IOR)) ha atraído el interés de las grandes potencias. Esto se debe a su posición estratégica y a su riqueza natural. Hoy, el tránsito de un orden mundial centrado en Estados Unidos hacia otro con eje en Asia ha intensificado la competencia entre Washington y Pekín por la hegemonía global.
En este contexto, la localización de Sri Lanka, próxima a rutas marítimas clave (SLOC), ha reforzado notablemente su valor geopolítico. La isla se perfila como un punto de apoyo logístico y un centro de servicios dentro del IOR.
El pequeño león dorado del Índico
Ceilán, al igual que otros territorios ribereños del Índico, fue objeto de la ambición de las potencias coloniales con presencia en el océano. Entre ellas destacan Portugal, los Países Bajos y el Imperio Británico.
La historia postcolonial del país comienza en 1948, cuando se independiza del Reino Unido y se transforma en el Dominio de Ceilán. Su jefe de Estado seguiría siendo el monarca británico.
La isla presenta una marcada división étnica entre singaleses (75% de la población), budistas indoarios oriundos del norte de la India, y tamiles (11%), hindúes descendientes de migraciones del sur. Estas oleadas migratorias se remontan a la época de la Dinastía Chola.
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Durante el dominio británico, las tensiones étnicas se agravaron debido a la percepción singalesa de que los tamiles gozaban del favoritismo de Londres. Un ejemplo fue la instalación de escuelas misioneras en el norte, en zonas tamiles. Esto se tradujo en mejores oportunidades educativas y administrativas para los tamiles, que quedaron sobrerrepresentados en el funcionariado colonial. Tras la independencia, los singaleses buscaron vengarse de esa situación.
Los primeros gobiernos independientes fueron liderados por el United National Party (UNP), compuesto por una élite nacional occidentalizada y de educación inglesa. Esta élite despertó un rechazo entre la población, ya que sus valores occidentales chocaban con la visión de las distintas etnias del país. Esto generó una desconexión entre las aspiraciones del gobierno y las necesidades reales del pueblo. Como consecuencia, emergió un nuevo nacionalismo cingalés. Una coalición de nacionalistas y socialistas, el Sri Lanka Freedom Party (SLFP), logró acabar con el dominio de la UNP.
La revancha singalesa se consolidó con la Sinhala Only Bill de 1956, una ley que estableció al singalés como única lengua oficial del Estado. Esta medida permitió expulsar a los tamiles de la Administración estatal. Además, se promovieron políticas de apoyo al budismo y su cultura. Esta serie de acciones provocó una ruptura profunda en la convivencia del país. Los pogromos antitamiles y planes estatales de colonización agravaron aún más la situación, creando el caldo de cultivo para un conflicto armado.
El conflicto comenzó en los años 80, con una insurgencia tamil radicada en la jungla del noreste del país. Su objetivo era crear un Estado independiente tamil. La guerra civil duraría 26 años y terminaría en 2009 con la derrota de los Tigres de la Liberación. El responsable de esa victoria fue Mahinda Rajpaksa.
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El fin de la guerra dio un impulso político a Mahinda Rajpaksa y a su clan familiar. Prometieron una etapa de recuperación económica, convertir al país en la ‘Perla de la Ruta de la Seda Asiática’ y transformarlo en un hub comercial. Su visión incluía también llevar al país a ser una economía de ingresos medios en 2016. A ese plan se le llamó Mahinda Chintana, o «El pensamiento de Mahinda«.
En los años posteriores se reportó un notable crecimiento económico: entre 2010 y 2014, el PIB creció entre un 6% y un 9% anual. Sin embargo, este crecimiento se basaba en operaciones económicas de bajo rendimiento. Muchos proyectos de infraestructura fueron manchados por la corrupción y favorecieron a empresarios cercanos al gobierno. Además, se financiaron con créditos extranjeros que sumaban casi 14.000 millones de dólares. Esa deuda se volvió insostenible y es una de las principales causas de la crisis económica actual del país.
¿Cuál es la estructura económica del país?
La economía de Colombo se asienta sobre cuatro pilares fundamentales:
- Turismo: es una industria clave para Sri Lanka que, en los años previos a la pandemia de Covid-19, generaba unos 500 millones de dólares.
El desarrollo de esta industria tuvo origen en la década de los 60, pasando de apenas 20.000 turistas extranjeros a los 400.000 de 1982, sufriendo un estancamiento durante las décadas de guerra civil que afectaron al país.
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El fin del conflicto supuso la reactivación del boom turístico, logrando la cifra de 1.800.000 en 2015. Las principales nacionalidades que viajan al país son indios, rusos, británicos, alemanes, chinos o estadounidenses.
El daño que sufrió esta industria (que representaba el 5,6% del PIB nacional en 201) fue considerable tras los atentados de 2019, la pandemia y la guerra ruso-ucraniana. La fuerte dependencia de turistas rusos y ucranianos redujo los ingresos nacionales y empeoró la capacidad de pago de sus créditos extranjeros, agravando así la crisis. Aunque los turistas están regresando progresivamente, las cifras actuales siguen lejos de los récords alcanzados en 2018.
- Hub logístico de transbordo: la valiosa ubicación estratégica del país entre las principales rutas de navegación marítimas y aéreas del sur de Asia, así como su cercanía a mercados emergentes, constituye una oportunidad valiosa.
Por ejemplo, el puerto de Colombo comenzó su expansión a gran escala en 2008 con la construcción de varias terminales nuevas. Desde entonces, se ha convertido en el número 25 del mundo por volumen de contenedores manipulados. Por su parte, el puerto de Hambantota (envuelto en la polémica por su alquiler por 99 años a China Merchant Ports) es otro centro clave de transbordo para mercancías asiáticas.
Mientras el primero se enfoca en el transbordo de textiles, el segundo se centra en el transbordo de vehículos producidos por compañías japonesas y coreanas. Estos servicios logísticos representan el 2.5% del PIB esrilanqués.
- Industria textil: es una de las más importantes para la economía, alcanzó en 2022 los 6 billones de dólares y representó el 46% de los ingresos por exportaciones.
Con un 33% de la cuota del empleo manufacturero del país, sus exportaciones se reparten entre el mercado norteamericano (Canadá y Estados Unidos) y el europeo (Gran Bretaña, Italia o Alemania).
- Industria del té: en 2023 Sri Lanka ostentó el 15.4% de la cuota de mercado de esta exportación, constituyéndose como un país clave en la cadena de suministro mundial.
La polémica medida de Gotabaya Rajapaksa en abril de 2021 prohibió la importación y uso de fertilizantes sintéticos, lo que golpeó duramente la agricultura del país. En especial, afectó a la producción de té, que sufrió pérdidas valoradas en 425 millones de dólares. Esto agravó la crisis financiera al reducirse la cantidad de divisa extranjera obtenida por esos ingresos.
Por otro lado, huelga decir que la diversificación comercial propia de la economía esrilanquesa constituye una de sus mejores fortalezas, repartiéndose sus exportaciones entre múltiples países de Europa, Asia Occidental y Oriental, América, África u Oceanía. A nivel de importaciones, no depende críticamente de las mercancías indias (20% del total), aunque preocupa su dependencia externa de combustibles fósiles, medicamentos o maquinaria.
India, China y Estados Unidos: el equilibrio estratégico esrilanqués
La reciente llegada al poder del outsider Anura Kumara Dissayanake, tras los fracasos de gobiernos anteriores, prometía un giro hacia Pekín. Esto se debía a la retórica antiindia del líder de la izquierdista Janatha Vimukthi Peramuna (JVP). Sin embargo, al igual que en el caso del presidente maldivo Muizzu, la realidad internacional se impone. Dissayanake ha optado por suavizar su postura hacia India, equilibrar sus lazos con China y mantener la cooperación con Estados Unidos.
Como afirmó en su manifiesto electoral, el presidente de Sri Lanka apuesta por una diplomacia digna y guiada por el interés nacional. Busca alejarse de una política exterior centrada en la supervivencia de los partidos gobernantes.
El eje Colombo-Nueva Delhi
El primer viaje al extranjero de Dissayanake como presidente de Sri Lanka fue a India, «reafirmando los lazos cercanos y amistosos» que ambos Estados mantienen desde hace siglos.
En el marco de la tradicional Neighbourhood First Policy india, que busca asegurar una esfera de influencia mediante relaciones amistosas con sus vecinos, ambos países coincidieron en un objetivo común. Se trata de mantener un Océano Índico libre, abierto, seguro y protegido.
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De forma más concreta, se subrayó la necesidad de una mayor cooperación bilateral en energía, puertos y defensa. Sri Lanka solicitó la asistencia de India en varios proyectos de desarrollo. India, por su parte, reafirmó su intención de colaborar en la expansión de energías renovables, asegurando así una posición de poder sobre la isla.
Geoestratégicamente, Sri Lanka es un socio clave para India. Su ubicación resulta esencial para estabilizar los movimientos navales y comerciales indios en la disputada Bahía de Bengala. Una presidencia entregada completamente a los intereses chinos pondría en riesgo esa seguridad, ante el plan de Pekín de construir un ‘Collar de Perlas’ en el océano Índico. Dissayanake fue claro: no se permitirá ninguna acción que ponga en duda la seguridad de India.
La reciente visita de Narendra Modi a Sri Lanka (la primera de un líder mundial desde la llegada de Dissayanake al poder) confirmó el acercamiento entre ambos países. También reafirmó el plan indio de posicionarse como proveedor de seguridad y promover una conectividad mutua.
El dragón rojo frente al león dorado
Tras su elección, el presidente Anura Kumara Dissanayake realizó su segunda visita oficial a China. Durante su estancia, se firmaron múltiples acuerdos de cooperación en áreas como desarrollo económico y tecnología. Esto marcó un paso crucial para Sri Lanka en su recuperación económica.
Uno de los proyectos sino-esrilanqueses más destacados es la construcción de una refinería de petróleo en Hambantota, valorada en 3.700 millones de dólares, en colaboración con Sinopec. El objetivo es reducir la dependencia de Sri Lanka de las importaciones de petróleo y fortalecer su infraestructura energética. También se acordó avanzar en proyectos como la Ciudad Portuaria de Colombo y el desarrollo integrado del puerto de Hambantota, dentro de la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
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Pese a las preocupaciones sobre una posible dependencia económica de China, el presidente ha defendido la necesidad de atraer inversiones extranjeras para impulsar el desarrollo nacional. Ha negado que estas operaciones representen una «trampa de deuda». Esta postura se da en un contexto donde China representa alrededor del 45 % de la deuda bilateral pendiente de Sri Lanka. Pekín se ha convertido así en su principal acreedor, lo que refuerza su capacidad de influencia sobre las decisiones estratégicas de Colombo.
Estados Unidos en el Índico: Sri Lanka en la ecuación
Pese a las tensiones recientes, como la congelación temporal de la ayuda de USAID y los aranceles del 44 % a las exportaciones textiles, el presidente Dissanayake ha optado por una relación pragmática con Estados Unidos.
La cooperación en seguridad marítima se ha intensificado. En enero de 2025, Sri Lanka asumió el mando de la Fuerza de Tarea Combinada 154, reforzando su papel en la seguridad del océano Índico.
Para Estados Unidos, Sri Lanka es un punto de anclaje geoestratégico clave dentro del corredor marítimo Indo-Pacífico, por donde transita gran parte del comercio mundial. Esta alianza se alinea con la visión estadounidense de un Indo-Pacífico libre y abierto, en el que Sri Lanka actúe como socio fiable para proteger rutas marítimas críticas y promover la estabilidad regional.
Sin embargo, la retirada del financiamiento de proyectos clave, como el desarrollo de una terminal portuaria en Colombo, ha generado incertidumbre sobre el compromiso estadounidense. A pesar de estos contratiempos, la relación entre Sri Lanka y Estados Unidos sigue siendo un pilar de la estrategia de Colombo para mantener el equilibrio geopolítico en la región.
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