Desde su independencia de la Unión Soviética, Turkmenistán ha vivido bajo el control de los dictadores más excéntricos del mundo. En este artículo te contamos cómo el culto a la personalidad del presidente ha sido la base de la vida de todos los turkmenos hasta llegar a rozar el rídiculo y qué podemos esperar del futuro del país.
Turkmenistán es una dictadura digna de película. Desde la caída de la URSS y la independencia de la república la figura del presidente se semeja a la de un dios al que los ciudadanos han de venerar y que toma decisiones que afectan a la vida diaria de los ciudadanos sin tenerles prácticamente en cuenta.
Desde la independencia de Turkmenistán en octubre de 1991, sus ciudadanos solo han vivido en una dictadura férrea y en la que, a pesar de la riqueza natural del país, sus seis millones de habitantes se encuentran entre los más pobres del mundo. En esta exrepública soviética se encuentra el desierto de Karakum que cuenta con una gran cantidad de recursos naturales atractivos para cualquier potencia, sin olvidar que es también un país rico en reservas de gas posicionándose en el ranking mundial solo por detrás de Rusia, Irán y Qatar.
Te puede interesar: La herencia soviética que ha perpetuado las dictaduras de los «istanes»
Más allá de la pobreza y desigualdad, los turkmenos también viven en uno de los Estados con menos libertad del mundo. Turkmenistán, aunque menos conocido a nivel internacional que Corea del Norte, superó a esta dictadura en falta de libertad de prensa en 2018.
En marzo de 2022 llegó al poder Serdar Berdimujamedov, hijo del anterior presidente del país, Gurbanguli Berdimujamedov, con cerca del 72,97% de los votos en unas elecciones cuestionadas por su falta de democracia. Antes de Serdar, los dos autócratas que habían gobernado el país lo hicieron a través del culto a su personalidad. En este artículo hacemos un repaso a las políticas de los líderes anteriores en Turkmenistán y analizamos la posibilidad de que la situación del país pueda cambiar con este nuevo liderazgo.
El autodenominado «padre de los turkmenos», primer líder de Turkmenistán
El primer dictador, líder del Turkmenistán Independiente, Saparmurad Niyazov, «ganó» las elecciones con el 99.5% de los votos en 1992 tras la disolución de la Unión Soviética. Niyavoz era el único candidato entonces y, durante su mandato, cambió la constitución para permitir al presidente presentarse a más de dos mandatos de cinco años, asegurándose así el puesto también a largo plazo.
Pero esta no fue la única reforma polémica que realizó Niyazov en Turkmenistán durante su mandato: también decidió adoptar el título de «Turkmenbashi» («Padre de los turkmenos») algo muy significativo de cómo fue su liderazgo.
Nizayov (o «Padre de los turkmenos») concentró todos los poderes en su persona. Tenía al mismo tiempo el cargo de primer ministro y comandante de las Fuerzas Armadas, nombraba y destituía ministros, elegía a los jueces… siempre escogiendo a personas de su propio partido ya que el resto estaban prohibidos. Nizayov se atribuyó el control de todas cuestiones políticas, económicas y, en ocasiones, administraba la justicia.
El líder comenzó a decorar todos los edificios oficiales con retratos de él mismo, los billetes de la moneda nacional (el manat) llevaban su cara y en la ciudad comenzaron a construirse estatuas de oro y mármol blanco con su figura, así como se plasmaban extractos de sus discursos por todos los rincones de Turkmenistán.
El presidente convirtió el ser turkmeno en ser un seguidor de «su propia religión» más que una nacionalidad. Incluso escribió un libro espiritual que todo el mundo debía leerse, el «Ruhnama», una autobiografía novelada de 400 páginas en las que se mezclan consejos espirituales, ficción histórica, mitos y recuerdos biográficos del propio presidente.
La lectura de estas páginas eran obligatorias, se utilizaban en el día a día y se enseñaban en el colegio para que todo turkmeno se supiera el libro de memoria. Por ejemplo, para optar a un trabajo como funcionario (entonces el 99% del mercado laboral) era obligatorio memorizar el libro al completo y se examinaba a los ciudadanos también para sacar su carnet de conducir.
Entre las estatuas que decoran la ciudad también se construyó una réplica del Ruhnama en una plaza central que se abre a las ocho de la tarde para reproducir fragmentos sobre la obra. Se trata de una imposición que restringía toda la vida del turkmeno a la adoración del líder, dejándoles sin acceso la información, ya que había bibliotecas que solo poseían ejemplares de este, e incluso los trofeos de poesía como el «Premio Internacional Magtymguly» lo ganaba Niyazov, siendo el único juez del propio concurso.
«Quien lo lea tres veces se volverá más inteligente, reconocerá la existencia divina e irá directamente al paraíso», decía al pueblo el Turkmenbashi. Delirios de grandeza que condicionaron un país entero, incluído su calendario. En 2002 se cambiaron los meses del año por «nombres de personalidades nacionales» sustituyendo, entre otros, enero por «Turkmenbashi», abril por «Gurbansoltan»en honor a su madre y septiembre como «Ruhnama».
Otra decisión del excéntrico presidente de Asjabad (capital de Turkmenistán) fue cerrar sus circos y óperas por «ir en contra» de los valores del país. La censura y la falta de libertad de los ciudadanos se encontraba en el top mundial. Human Rights Watch consideró entonces al régimen uno de los más represivos, al controlar todo aspecto de la vida de su población, así como al cerrarse activamente del mundo. Este aislamiento provocó que durante su mandato, apenas el 1% de la población accediera a internet, a la vez que restringió el movimiento de los nacionales por el propio país.
Te puede interesar: Runet, el arma de Putin para controlar Internet
A pesar de que se aseguró mantenerse en el cargo hasta 2010, sufrió un paro cardíaco en 2006 tras veinticinco años al frente del país, por lo que se tuvieron que celebrar nuevas elecciones para elegir al siguiente presidente. Estos comicios fueron los primeros en los que se presentaba más de un candidato, aunque eran del único partido que estaba permitido; sin embargo, a pesar de intentar reflejar un poco de democracia, la OSCE declaró que fue una simple simulación.
El dentista excéntrico, el segundo líder de Turkmenistán
El ganador de estas «elecciones» fue el dentista de Saparmurad Nizayov, Gurbanguly Berdimuhamedow, que se convirtió más tarde en colaborador político del Turkmenbashi. Puede que en un principio los turkmenos, así como el resto de la comunidad internacional pensaran que, con la muerte del antiguo dictador, Turkmenistán vería cambios en cuanto a la represión del régimen y la apertura exterior; sin embargo, el dentista demostró rápidamente que no iba a ser menos que su predecesor.
Nada más llegar al poder el nuevo presidente -ahora expresidente- intentó revocar todo culto a Nizayov: derribó las estatuas del anterior líder, volvió al calendario gregoriano, eliminó la cara del expresidente de los billetes y la obligación de aprenderse el Ruhnama de memoria. Al igual que Nizayov, éste también adaptó un nuevo título: «Arkadag», que significa «Protector».
Sin embargo el motivo detrás de estas políticas no era el intento de modernizar o democratizar el país, sino no ser eclipsado por él durante su mandato. Como era de esperar, las estatuas fueron reemplazadas por unas nuevas que representaran al nuevo régimen, comenzó con la construcción de una estatua de él mismo sobre un caballo hecha de oro sobre un bloque de mármol, una representación de la pasión que siente por los caballos y el culto al animal por la tradición nómada de la región.
También le dedicó una estatua de oro a su perro favorito, el pastor de Alabai a quien, además, le dedicó una ceremonia de inauguración digna del recibimiento de un jefe de estado y solía regalar como obsequios; Berdimuhamedov le entregó un Alabai al propio Vladimir Putin por su cumpleaños.
Entre las polémicas y excéntricas prohibiciones que impuso el líder durante su mandato encontramos la prohibición de cambiarle el nombre a un caballo después del nacimiento, llevar barba antes de los cuarenta, fumar o el conducir un vehículo de color oscuro o sucio porque da «mala suerte». Una de las últimas prohibiciones que realizó fue la de relativa al tinte de pelo masculino. Debido a que el propio presidente dejó de teñirse el pelo para dejar ver sus canas en 2018 anunció a los peluqueros que los hombres no se pueden teñir el pelo.
Además, en tiempos de COVID-19 prohibió la palabra «coronavirus», tanto para los ciudadanos como para los medios de comunicación. De esta forma «no existían» los casos de coronavirus en un negacionismo impuesto a toda la población.
Las imágenes televisivas y cualquier tipo de información que aparecía en periódicos o radio muestran al líder ejerciendo labores como levantar barras de oro mientras es aplaudido por sus ministros o conduciendo coches lujosos y montando a caballo. Además, el líder «protector» humilla públicamente a sus ministros que son esposados y obligados a pedir perdón si hacen algo con lo que él no está de acuerdo.
Al igual que su predecesor, Gurbanguly Berdimuhamedov también se ha centrado en la literatura y ha escrito al menos 53 ejemplares diferentes sin centrarse en la adoración de uno solo. Sin embargo, la pasión del expresidente era componer canciones y que los turkmenos cantaran con él en sus espectáculos. Ganó el Guiness World Record por cantar junto a 4.166 personas en 2015, e incluso ha interpretado un rap sobre Turkmenistán con su nieto.
Esta pasión por la música le llevó a contratar a Jennifer López para que realizara una actuación y le cantara por su 56 cumpleaños. La cantante le cantó el «Happy Birthday mister president» al igual que hizo Marilyn Monroe hace medio siglo. La artista no tardó en pedir perdón por no saber que era un país en el que los Derechos Humanos son violados sistemáticamente, ya que la actuación fue concertada por una empresa china.
Te puede interesar: Qué ha pasado con los Derechos Humanos en 2021
Además de montar a caballo, el Berdimuhamedov es conocido por conducir coches lujosos y participar en carreras automovilísticas. De hecho, ganó la primera competición de coches en el país tras decidir participar en el último momento: se acercó como espectador para participar cambiando su vehículo por uno de carreras. Esto fue interpretado por algunos de los periodistas que acudieron al evento como una acción premeditada para «reforzar» la imagen del presidente, con el objetivo de reafirmar que es «un hombre de acción».
Otro de sus grandes momentos en los que presumió de sus dotes de conducción fue cuando, ante el rumor sobre su posible muerte, reapareció en escena pilotando un coche alrededor de «la Puerta del Infierno» una de las mayores catástrofes naturales de la historia.
«La Puerta del Infierno» es un agujero abierto en el suelo, o el «Cráter de gas de Darvaza» que se encuentra en medio del desierto de Karakum, y lleva ardiendo desde 1971. Hay varias hipótesis de cómo surgió, pero la más sostenida es que este se abrió tras intentar construir encima un equipo de extracción de gas, el suelo no soportó su peso y al hundirse provocó un gran escape de este recurso, fuga que se intentó parar prendiéndole fuego. Una catástrofe que sirve como entretenimiento del presidente turkmeno pero que va a ser cerrado según ha indicado.
A pesar de que los recursos naturales del país podrían hacer que el nivel de vida de los turkmenos fuera considerablemente alto, estos se encuentran en una situación de pobreza debido a la corrupción de las élites. Especialmente es el presidente el que derrocha los recursos de su país con el objetivo de mostrar una imagen distorsionada de la realidad en la que viven los ciudadanos, y se puede apreciar en los grandiosos «Juegos Asiáticos» que celebraron en 2017.
«Es reconfortante, ahora el mundo sabe de lo que es capaz de hacer Turkmenistán», declaró en la rueda de prensa de la competición el Secretario General del Comité Olímpico turkmeno. James Bulley, un consultor inglés, y el encargado de supervisar los Juegos Olímpicos de Londres acudió al evento y declaró que era uno de los resultados «más mágnificos» que había visto entre todas las instalaciones deportivas que había visitado. Bulley fue preguntado por un periodista de «France 24» si tenía «cargo de conciencia» al saber lo que ocurría en el país pero, a diferencia de Jennifer López, este no quiso hacer ningún comentario.
Te puede interesar: Corrupción y crimen organizado en el deporte
Otra de las excentricidades del expresidente y que más afectó a los ciudadanos turkmenos fue la construcción de la capital sobre barrios en los que ya habitaba gente, lo que dejó sin casa a miles de personas. Soltan Achilova, periodista turkmena de «Radio Free Europa”» ha mostrado el lado que no quiere Berdimuhamedov que sea visto: un paro que alcanza el 50% en Asjabad, el enfrentamiento a cortes de agua, y el poder arbitrario del gobierno.
La «abuela rebelde» tal y como se la denomina, se volvió opositora cuando derribaron su casa para llevar a cabo los planes de edificación de la capital. Achilova tuvo que huir del país al recibir amenazas de muerte tras denunciar que los juegos arruinaron el país y que no existen los Derechos Humanos en Turkmenistán.
El hijo del dentista, ¿una nueva oportunidad para Turkmenistán?
En febrero de 2022 llegó la noticia que sorprendió tanto a los turkmenos como a la comunidad internacional: el «Arkadag» anunciaba su dimisión y convocaba elecciones anticipadas. Tras 15 años al frente de Turkmenistán, y sin elecciones previstas hasta 2024, el líder decidió adelantarlas para que el país pasase a «su nueva fase de desarrollo» y para ello abogó por el traspaso del poder a «manos jóvenes».
A los comicios se presentó el hijo del propio dictador, Serdar Berdimuhamedov quien ganó la votación con un 72’97% de las papeletas. Fue una semana más tarde cuando tomó el puesto de su padre y comenzó a tomar decisiones gubernamentales empezando por disolver el Gobierno de su padre para adoptar sus propios cambios.
Según Catherine Putz, experta en Asia Central para «The Diplomat», la poca transparencia que hay en la política turkmena solo deja observar los aspectos más superficiales: «quién es nombrado para qué cargos, quién es reprendido en público y quién se aferra a sus puestos…».
También le preguntaron desde el mismo medio a Victoria Clement, escritora de «Aprender a ser turcomano: literatura, lengua y poder, 1914-2014» por su opinión sobre el tan repentino llamamiento a las urnas. Clement destacó el simbolismo que tenía el día elegido, su 15 aniversario en el poder, además de la posibilidad de que esté enfermo ya que desapareció de la esfera publica durante unas semanas en 2019 cuando empezaron a correr los rumores sobre su frágil estado de salud.
A esta situación se suman las protestas que se produjeron en Kazajistán a principios de este año y que derivaron en disturbios. Puede que al ver que, a pesar de que Nazarbáyev dejó la presidencia a manos de Tokayev, mantuvo ciertos poderes como la presidencia del Consejo de Seguridad Nacional y él quiera lo mismo para su persona.
La escritora destacó los gritos del pueblo kazajo mientras que derribaban las estatuas del presidente «¡Shal ket!» decían, «viejo vete». El temor de que estas manifestaciones se propaguen por la región, y que el pueblo turkmeno rechace su gobierno ha podido ser la mayor razón por la que ha preferido delegar el poder en su hijo para así dar «un aire fresco» al país y seguir los pasos de su vecino kazajo: colocar a su sucesor en el trono al tiempo que conserva algo de poder para sí mismo. De esta manera se asegura que su legado permanezca en el poder y mantener el mayor control posible desde fuera del punto de mira de los turkmenos, así como de la comunidad internacional.
Turkmenistán vive en un régimen en el que el poder que se ha autoasignado el presidente, incluso para inmiscuirse en la vida privada de los ciudadanos como hemos visto a lo largo de este artículo ha roza el ridículo. La llegada de Serdar Berdimuhamedov deja un desaliento a los turkmenos que está camuflando y manteniendo la influencia de su padre. Según los expertos regionales, nada asegura que el joven político ni el contexto geopolítico regional vaya a dar señales de progreso en Turkmenistan. Se espera que el nuevo líder siga el ejemplo de su padre y del Turkmenbashi y mantengan la represión habitual que han ejercido en la ciudadanía.
A pesar de intentar aparentar normalidad, los dictadores de Turkmenistán no han escondido nunca hasta dónde llega su control ni camuflan la dictadura. Si surge un movimiento social y político fuerte que derroque al mandatario como se ha visto que ha pasado en Kazajistán, será muy difícil revertir la represión sistemática a la que está aconstumbrada el país.