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¿Por qué Turquía quiere bloquear a Suecia y Finlandia de la OTAN?

Análisis

Paula Gómez Moñiz
Paula Gómez Moñiz
Estudiante de Relaciones Internacionales interesada en Geopolítica y Derechos Humanos.

En LISA News ya os hemos contado el papel clave que puede suponer Turquía para la resolución del conflicto ruso-ucraniano al ser un actor considerado como “neutral” por los vínculos que tiene con ambos bloques. Sin embargo ahora parece poner impedimentos a las nuevas propuestas de adhesión de Finlandia y Suecia: ¿se trata de un acercamiento a uno de los bandos?

Ante la actual polarización geopolítica, Finlandia y Suecia han elegido tomar bando de forma oficial: quieren unirse a la OTAN. Finlandia aprobó este domingo en el Comité Ministerial de Política Exterior y de Seguridad del país la decisión de solicitar el ingreso en la Alianza. La primera ministra sueca anunció esta semana en rueda de prensa conjunta con el presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, de visita oficial en Estocolmo, que ambos países entregarían este mismo miércoles en Bruselas su solicitud de ingreso en la OTAN. La decisión de los líderes de estos países romperá con décadas de neutralidad y no alineamiento militar.

A pesar de que todos los países de la Alianza parecieron celebrar la decisión, uno no lo hizo. Es bien conocido que Turquía es un socio polémico en la organización, el propio Erdogan sabe el papel estratégico que ejerce en la región y ha decidido tratar de “boicotear” el ingreso de Finlandia y Suecia en la OTAN.

En un principio podría ser visto como un intento de evitar una escalada en el conflicto ruso, al involucrar en materia militar un Estado con el que hace frontera. Sin embargo, Putin ha afirmado que no tiene problemas con la adhesión y que “no hay una amenaza inminente para Rusia”, según declaró en una reunión de la Organización de Seguridad Colectiva (OTSC) asegurando al mismo tiempo que, aun así, responderán si finalmente entran en la organización. Al presidente ruso lo que verdaderamente le preocupa es el desarrollo de la capacidad militar de la OTAN en el territorio y en eso, según ha asegurado, se basará para trazar una respuesta a medida.

Pero, más allá del aumento de tensiones de la crisis en Ucrania, lo que verdaderamente molesta al presidente turco es que ambos países acojan a miembros políticos kurdos, a los que Turquía considera como “terroristas”. Es por ello que, tras los rumores de las peticiones oficiales de ingresar en la Alianza, Erdogan tachó a los países escandinavos de ser “hostales para terroristas”, acusando directamente a los gobiernos de que “hay partidarios del terrorismo en sus parlamentos”.

La cuestión kurda para Turquía es vital, un conflicto activo por más de 45 años en la región que hace frontera con Siria en la que se han centrado siempre todos sus esfuerzos militares para mantener el control. El YPG controla el noreste de Siria con el apoyo de EEUU, sin embargo el PKK, el partido kurdo equivalente al sirio en Turquía fue declarado como terrorista.

Es por ello que, además se encuentra contrario a la decisión de Estados Unidos de levantar las sanciones contra las regiones gobernadas por el PKK/YPG, recalcando que se trata de una organización terrorista, y que por ello no puede aceptarlo. Estados Unidos no ha condenado esta alianza, al contrario, la ha apoyado en la lucha contra el Daesh a pesar del descontento de Ankara.

Suecia es uno de los focos de la diáspora turca desde los ochenta y ha acogido numerosos refugiados políticos. Muchos de ellos han sido acusados por Turquía de ser militantes del PKK. Así “se trata de una vieja disputa entre Estocolmo y Ankara” según ha opinado la experta en sociología política turca contemporánea, Élise Massicard. A lo que también declara que los nacionalistas turcos acusan al país escandinavo de ser la razón de que siga vivo el PKK tras tantos años de guerra, gracias a sus bases fuera de Turquía.

A la OTAN parece no importarle mucho el problema que supone la región del Kurdistán para los turcos y, ahora ,está saliendo a la luz las “consecuencias” de no apoyar su causa y las peticiones exigentes de la república turca.

Según el artículo 10 de la carta fundacional de la OTAN, para que un estado sea miembro de la Alianza debe de ser invitado por un país integrante de la organización y depositar su instrumento de adhesión ante el Gobierno de los Estados Unidos, al ser depositario del Tratado de 1949. Además debe de cumplir con ciertos requisitos geográficos ideológicos y defensivos.

Las condiciones que se establecen en dicho apartado incluyen: ser un país europeo y que todos los miembros acepten el ingreso. Por lo que ahora Turquía puede hacer presión con su voto en contra, y así conseguir acuerdos que pueden ser esenciales para acabar con su lucha contra los kurdos que viven en la frontera del sureste turco.

En la reunión informal de la OTAN que se celebró el 14 de mayo en Berlín y que incluía entre los participantes a los ministros de exteriores de Finlandia, Suecia y Turquía, el representante turco, Mevlüt Çavusoglu, declaró en la rueda de prensa que “un país que se convertirá en un aliado no debe apoyar claramente al PKK/YPG, la organización terrorista que nos ataca todos los días, que martiriza a nuestros soldados, policías y civiles”.

Una petición clara por parte de los turcos, cuyo objetivo es presionar a la organización para que a su vez ejerza el mismo efecto en los países escandinavos. De esta manera podrían conseguir retirar el apoyo de los países occidentales a los partidos políticos que son tachados de terroristas por parte de la república turca.

En parte de su discurso también mostró un tono más afectivo, apelando al impacto que supondría para los nacionales turcos: “afecta negativamente los sentimientos de nuestro pueblo, a pesar de todas nuestras advertencias ante nuestros ojos”.

El principio de consenso bajo el que trabaja la OTAN ya puso barreras en su momento a la adhesión de Macedonia del Norte, con la oposición de Grecia, que se oponía a que entrara con el nombre de una provincia griega.

Suecia y Finlandia cumplen todos los requisitos para su inminente aceptación en la organización, solo queda convencer al gobierno de Erdogan de no bloquear el proceso, y es por ello, que se están organizando reuniones en el plano formal e informal para debatir las condiciones de su voto.

Expertos como Olivier Kempf consideran que la presión sobre Turquía será tal que no podrá bloquear la adhesión de Finlandia o Suecia, por lo que, aunque en un principio se niegue a que entren si no se cumplen sus requisitos, la organización tratará de disuadirlo a través de otros métodos para que sucumba a la decisión de la mayoría

Desacuerdos entre Turquía y la OTAN

Desde la adhesión de Turquía a la Organización del Atlántico Norte en 1952, ha sido puesto en el punto de mira debido a que ha diferido en muchas ocasiones de la opinión y objetivos de los aliados.

Turquía siempre se ha mostrado como una potencia fuerte y necesaria en la región del mediterráneo, más que como un aliado occidental. Nunca ha llegado a asumir grandes compromisos con la organización, incluso ha sabido mantener las posturas lo suficiente como para preservar sus intereses con Rusia sin “ofender” a gran escala a Estados Unidos.

Desde el Instituto Europeo de Asuntos Estratégicos se habla de un retroceso con respecto al momento en el que entró en la organización. Con el aumento del nacionalismo turco y de sus disputas territoriales con Grecia, las relaciones del país otomano con la OTAN y la Unión Europea se han visto afectadas.

De hecho, se considera que la actuación individual de Turquía, que sigue una tendencia autoritaria y nacionalista, puede incrementar la división interna de la organización. El rechazo de Turquía actualmente a las proposiciones de la Unión Europea, se ha destacado respecto al papel que juega en general la alianza militar, donde los consensos pueden ser tan traicioneros como justos en el momento de tomar una decisión, por lo que deben conseguir que este país, fluya con las directrices que vienen desde Washington.

El mayor descontento turco frente al bloque occidental lo encontramos, como ha dejado claro en tanto que se ha opuesto a la entrada de los países escandinavos en la unión, en el apoyo que se presta a las milicias kurdas sirias, que son consideradas grupos terroristas por el país otomano.

Esta puede ser una de las razones por las que en los últimos años, las aspiraciones de Erdogan se han movido a Eurasia, incluyendo a Rusia. Ankara compro los sistemas rusos de defensa antiaérea, un movimiento tan desconcertante como provocador para la organización.

En 2019 Estados Unidos “castigó” a Turquía por comprar el sistema de antimisiles S-400 mediante la suspensión de la adquisición de cazas F-35 provenientes de Washington por considerarlos incompatibles. Con ello llevaría a que los pilotos turcos que se entrenaban para dirigirlos quedaran excluidos y al reemplazo de contratos con empresas turcas por otras compañías.

Entre otros acuerdos también se encontraría un contrato en 2017 con el que pagaría con 2.500 millones de euros como un primer pago a Moscú, concediendo medios suficientes como para defender su territorio mediterráneo. El presidente aseguró que esta nueva adquisición serviría para paliar el terrorismo yihadista; sin embargo, Washington ha llegado a considerar que su labor para combatir a los grupos terroristas deja mucho que desear, y acusándoles de permitir pasar por sus fronteras a combatientes procedentes de Europa o el Magreb.

Turquía es un actor muy importante dentro de la Alianza, siendo el segundo ejército más grande de la organización. Esto hace muy necesario el diálogo, para intentar que los objetivos  de los aliados concuerden con los turcos. Esta oposición al grupo aliado no es la primera ni la última que ocurrirá.

Hemos visto como en ocasiones la organización ha recurrido a castigos por la actuación individual y egoísta del país mediterráneo, sin embargo la importancia que tiene en la región es clave para que las sanciones no vayan a más.

En estos días seremos testigos de si finalmente la organización ejercerá los mecanismos de presión que tenga en su mano para hacer que Turquía acepte la entrada de los nuevos miembros; o si por el contrario se reflejará en la práctica el respeto que impone el país como para que la organización sucumba a su “chantaje”, lo que le daría la llave a Erdogan para acabar con el conflicto que disputa en su frontera sur y ayudaría a paliar el descontento general de la población turca, pudiendo acercarse más a mantenerse en el poder en las proximas elecciones de 2023.

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