La región del Mar Rojo constituye un nexo geopolítico crítico debido a sus rutas marítimas estratégicas, su importancia económica y su volatilidad política. La reciente guerra en Sudán, unida a la actual crisis de los rebeldes de los hutíes, ha añadido nuevas capas de complejidad y peligro a la región. En este artículo, Alejandro Fernández Frasquet, alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute explora la naturaleza interconectada de estos conflictos, analizando sus orígenes, evolución e implicaciones más amplias para la estabilidad regional y mundial.
¿Qué está pasando en el Cuerno de África y en el Mar Rojo?
Desde abril de 2023, Sudán está inmerso en un conflicto que enfrenta a las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). Esta lucha interna por el poder tiene sus raíces en antiguas tensiones políticas, étnicas y económicas dentro del país. Asimismo, ha causado numerosas víctimas mortales, desplazamientos de población y una crisis humanitaria que ha suscitado la preocupación internacional.
La inestabilidad en Etiopía se ha agravado por el conflicto del Tigray y por su rivalidad regional con países como Egipto o Somalia. Respecto al cuerno de África, la búsqueda de una salida al mar ha desembocado en el reconocimiento de Somalilandia por parte de Etiopía. Somalia ha manifestado su oposición de plano, ya que debe hacer frente a otra crisis que agrava su guerra civil interna, el yihadismo transnacional y el separatismo de Puntlandia y de Somalilandia.
Todas estas dinámicas vienen acompañadas por las acciones de los hutíes en el Mar Rojo, dentro del marco de la guerra civil de Yemen y de la guerra de Gaza. Los hutíes son un grupo terrorista adheridos a la rama zaidí del islam chií. Han recibido apoyo de Irán, mientras que el gobierno yemení ha contado con el respaldo de una coalición liderada por Arabia Saudí.
¿Cómo estos conflictos se retroalimentan entre sí?
Históricamente, Sudán ha sido una fuente de armas y apoyo militar para diversas facciones de Oriente Medio y África. El actual conflicto en Sudán ha interrumpido las rutas tradicionales de suministro de armas y, al mismo tiempo, ha creado nuevos canales y demanda de armas. Tanto las SAF como las RSF han buscado fuentes externas para reforzar sus posiciones, influyendo en el mercado regional, exacerbando la inestabilidad.
El control del estrecho de Bab el-Mandeb es un objetivo central para muchas de estas potencias, debido a su importancia para el suministro energético y el comercio mundial. Las rivalidades geopolíticas se manifiestan en conflictos indirectos, en los que los actores locales reciben apoyo de las potencias competidoras. Esta implicación externa exacerba y prolonga los conflictos en Sudán y Yemen, haciendo más complejas las resoluciones.
La inestabilidad de la región afecta a las inversiones internacionales, ya que los proyectos de infraestructuras y los planes de desarrollo económico a menudo se paralizan por motivos de seguridad. La dependencia de potencias externas para la ayuda económica y el apoyo militar complica aún más la soberanía y la estabilidad de los gobiernos locales.
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Egipto ha apoyado históricamente a las SAF, proporcionándoles ayuda militar y entrenamiento. Libia se han convertido en fuentes de armas. La compleja dinámica en la que intervienen las diversas facciones libias ha provocado que las armas fluyan hacia Sudán y viceversa. Por otro lado, Chad y otros países vecinos, con sus propios conflictos internos y fronteras porosas, también han contribuido al flujo de armas. La RSF ha aprovechado estas rutas debido a su naturaleza miliciana y a sus históricas operaciones de contrabando.
El apoyo de Irán a los hutíes se ha articulado mediante el suministro de armas y entrenamiento militar. La desestabilización de Sudán ofrece a Irán vías adicionales para el contrabando de armas a los hutíes, sorteando los bloqueos y la vigilancia de las fuerzas de la coalición.
El Mar Rojo constituye una ruta fundamental para el contrabando de armas de Sudán a Yemen, debido a sus puertos estratégicos y sus rutas marítimas difíciles de vigilar. Las pequeñas embarcaciones rápidas suelen eludir la detección y transportan armas a las zonas controladas por los hutíes. Además, las rutas terrestres de Eritrea y Yibuti han ganado relevancia, como consecuencia del aumento de las patrullas navales.
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Pero no se puede olvidar que el flujo de armas está muy influido por la guerra de poder entre Arabia Saudí e Irán. Ambas potencias pretenden ampliar su influencia regional, utilizando los escenarios de Sudán y Yemen como trampolín geopolítico. Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) apoyan a facciones afines a sus intereses, a fin de contrarrestar la influencia iraní en la región.
Arabia Saudí y EAU han estado muy implicados en los conflictos de Sudán y Yemen como parte de su estrategia más amplia para contrarrestar la influencia iraní en Oriente Medio. Sin embargo, EAU persigue su propia agenda estratégica y pretende asegurar su influencia sobre la ciudad portuaria de Adén y otras regiones del sur.
En Sudán, Arabia Saudí y EAU han proporcionado apoyo financiero y militar a las SAF, especialmente, tras el derrocamiento del presidente Omar al-Bashir en 2019. La ayuda financiera ha sido crucial para que las SAF mantengan sus operaciones y su autoridad contra las RSF.
También, los EAU se centran en combatir el extremismo islamista y el terrorismo, ya que consideran la inestabilidad como una amenaza para su propia seguridad y sus ambiciones económicas. Su implicación en Yemen y su apoyo a ciertas facciones en Sudán reflejan esta prioridad. Con su presencia en la región del Mar Rojo, EAU pretende reforzar su influencia geopolítica, compitiendo con Irán y Turquía por el dominio regional.
Bajo la presidencia de Erdogan, Turquía ha intentado reavivar su influencia histórica en las regiones del Mar Rojo y el Cuerno de África. Para ello, ha establecido bases militares en Somalia y busca estrechar lazos con Sudán. Esto forma parte de su estrategia neo-otomana para extender su influencia en los antiguos territorios otomanos. Por su parte, Qatar utiliza sus recursos financieros y su influencia mediática para apoyar a diversas facciones en Sudán y Yemen, a menudo en oposición a los intereses saudíes y emiratíes.
Por otro lado, en Yemen, Estados Unidos apoya a la coalición liderada por Arabia Saudí. En Sudán, coopera militarmente para contrarrestar la influencia iraní y combatir el terrorismo. Con base en Bahréin, la Quinta Flota de la Armada estadounidense desempeña un papel clave a la hora de garantizar la seguridad de las rutas marítimas a través del Mar Rojo.
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Para China, la estabilidad del Mar Rojo es crucial para el éxito de los proyectos de la BRI, incluidas las inversiones en infraestructuras en puertos y rutas comerciales. El establecimiento militar de China en Yibuti indica su intención de proteger sus intereses económicos y reforzar su presencia estratégica en la región. Esta base permite a China asegurar sus rutas marítimas y responder a la piratería y la inestabilidad regional.
Rusia pretende ampliar su influencia en el Mar Rojo por medios militares y diplomáticos. Su compromiso con Sudán, incluida la cooperación militar y los acuerdos portuarios, refleja su estrategia más amplia de reafirmar su presencia en Oriente Medio y África. De esta manera, Rusia pretende contrarrestar la influencia estadounidense y europea, posicionándose como un agente de poder alternativo en la región.
Por otro lado, la presa del Gran Renacimiento Etíope (GERD) sigue siendo un tema polémico entre Sudán y Etiopía. Los acuerdos de cooperación sobre el reparto del agua siguen sin materializarse. En consecuencia, Etiopía mantiene una proyección y retórica beligerante en busca de una mayor proyección regional.
La inversión de los EAU en el puerto de Berbera refuerza la importancia estratégica de Somalilandia. Este puerto se convierte en un nodo crucial de la red comercial regional que une Etiopía con el Mar Rojo. La búsqueda del reconocimiento de Somalilandia la sitúa en el centro de las maniobras diplomáticas, con las potencias regionales compitiendo por su influencia.
La seguridad del estrecho de Bab el-Mandeb es crucial para el comercio mundial. Las patrullas navales multinacionales y la cooperación regional son esenciales para prevenir la piratería y garantizar la libre circulación de mercancías. La seguridad del Mar Rojo influye en el suministro mundial de energía. Las perturbaciones pueden causar fluctuaciones en los precios del petróleo, afectando a los mercados mundiales. Así pues, la estabilidad regional está estrechamente vinculada a la salud económica mundial.
¿Cuáles son los escenarios futuros?
La complejidad de intereses dificulta esbozar escenarios que contemplen acuerdos de paz; al menos, en el corto plazo. Sobre todo, los numerosos intereses de Rusia y China en Sudán alargarán la guerra. Tampoco parece que los actores regionales ni las potencias occidentales dispongan de cierto capital diplomático para acabar con la crisis. Lejos quedan los anhelos por una vuelta a un proceso constitucional.
Respecto al Cuerno de África, la guerra de Somalia parece sempiterna. Se producen avances y retrocesos ante un gobierno desbordado por los intereses de las potencias externas. Aunque Puntlandia y Somalilandia ganen peso en su independencia de facto, su reconocimiento oficial es más complejo.
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Las dinámicas que jalonan el Mar Rojo se atenuarán si las acciones de los hutíes quedan minimizadas. Bien por una resolución final y satisfactoria del conflicto de Gaza para Irán; o bien porque las misiones de Estados Unidos y de la UE logran acabar con los ataques hutíes. Para ello, el esfuerzo bélico y económico debe ser considerable. La efectividad de tales misiones se verá determinada por la duración temporal del esfuerzo bélico.
Aunque se restableciera la seguridad por el Mar Rojo, las compañías navieras más importantes ya han adoptado planes de contingencia. Algunas, incluso, deciden bordear el continente africano para asegurar sus fletes. Con todo, los ingresos del canal de Suez se han visto –y se verán– reducidos, por lo que Egipto verá mermada su capacidad geopolítica en la región.
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