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Los tentáculos de Emiratos Árabes Unidos en África: anatomía de una influencia multidimensional

Los Emiratos Árabes Unidos se han convertido en un actor estratégico en África, expandiendo su poder económico, militar y diplomático mucho más allá del Golfo. Desde la construcción de puertos y bases militares hasta su presencia en conflictos regionales y redes comerciales, Abu Dabi teje una red de alianzas que redefine el equilibrio geopolítico africano. En este artículo, Artiom Vnebraci Popa analiza las dimensiones de esa influencia, sus intereses ocultos y las consecuencias para la seguridad y la soberanía del continente.

Desde finales del siglo XX, Emiratos Árabes Unidos (EAU) se han convertido en un actor geopolítico con influencia que supera con creces su tamaño demográfico o militar.

Este pequeño estado del Golfo Pérsico se ha constituido en modelo de poder que combina diplomacia sofisticada, despliegue estratégico de capital económico y control indirecto mediante mecanismos militares, mercenarios y seguridad privada. A diferencia de las potencias tradicionales, los EAU no dependen de la expansión territorial ni de una proyección directa de fuerza convencional. Su poder se basa en la articulación de redes de influencia, la inversión estratégica en recursos críticos y la creación de dependencia política y económica en países con gobiernos frágiles o instituciones débiles. 

En África, esta estrategia ha sido desplegada con particular intensidad en el este del continente y el Cuerno de África, donde los vacíos institucionales permiten a Abu Dhabi consolidar su influencia sin asumir riesgos directos de confrontación internacional. Los EAU han operado como actor central vía canalización de inversiones, suministro de armamento, apoyo logístico y control de recursos estratégicos. El caso más patente de tal estrategia es Sudán, pero ni mucho menos es el único país con tal injerencia indirecta, siendo un patrón que se replica también en Etiopía y Somalia.

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Sudán: oro, armas e infraestructura estratégica

En Sudán, EAU han establecido un control indirecto sobre los recursos estratégicos del país mediante un complejo entramado económico y militar. La minería de oro ha sido, sin duda, uno de los vectores más significativos de esta influencia.

Entre 2022 y 2024, la producción de oro legal generó $1,57 mil millones en exportaciones formales. Sin embargo, más de la mitad de la producción de oro sudanesa se contrabandea y gran parte termina en Dubái. Esta dinámica convierte a los EAU en un nodo global de comercio de oro derivado de zonas de conflicto, a pesar de no poseer reservas propias. Abu Dhabi aprovecha la fragilidad de las instituciones sudanesas, la falta de regulación efectiva y la debilidad del Estado para imponer contratos extremadamente favorables que aseguran que gran parte del valor del oro se traslade directamente a sus empresas, dejando a Sudán sin reservas estratégicas propias y sin capacidad de reinvertir en su desarrollo o en la protección de sus recursos.

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La adquisición de minas clave (como la mina de Kush), asegura acceso directo a la riqueza aurífera sudanesa y permite financiar facciones locales que operan de manera paralela al Estado, consolidando un control económico que trasciende la legalidad y los límites nacionales. Además, gran parte de este oro está manchado de sangre: se produce y se extrae en medio de conflictos, con trabajo forzado, explotación de comunidades locales y violencia sistemática.

Así, el oro sudanés no solo representa un recurso económico, sino que se convierte en combustible directo para la guerra. Las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) de Hemedti controlan varias minas en Darfur y Kordofán, utilizando los ingresos de estas para comprar armamento, financiar mercenarios y mantener redes de control territorial. Empresas familiares como Al-Junaid Multi Activities Co (con inversiones indirectas en los EAU) generan ingresos significativos a través de la minería y el comercio de oro. Esto evidencia que la perpetuación del conflicto no es accidental: se encuentra directamente ligada a la estructura de beneficios que Abu Dhabi obtiene mediante contratos, compra de oro y control de la logística de exportación.

En paralelo, los EAU han facilitado el suministro de armas al RSF. Diversos informes documentan la llegada de vehículos blindados, drones de precisión y armamento ligero (muchas veces a través de rutas encubiertas que pasan por Libia, Chad, Sudán del Sur y Uganda). La participación de fabricantes de armas británicos, chinos y emiratíes en la provisión de estos equipos evidencia la complejidad de la red logística y el grado de planificación involucrado. 

Además del oro y las armas, los EAU han invertido en infraestructura estratégica que asegura control económico a largo plazo. Proyectos en el puerto de Abu Amama y zonas agrícolas buscan consolidar el acceso a rutas marítimas, y garantizar la producción alimentaria para los Emiratos. Empresas como IHC y Jenaan operan extensas tierras cultivables, y acuerdos con DAL Group amplían la influencia hacia el norte de Sudán. La infraestructura portuaria y agrícola no solo genera beneficios económicos; sino establece dependencia, controla territorios estratégicos y permite proyectar influencia política mediante relaciones con élites locales.

Geopolíticamente, el apoyo emiratí a las RSF sirve para contrarrestar los intereses saudíes en la región y limitar la influencia de movimientos islámicos considerados una amenaza por Abu Dhabi. La revolución sudanesa de 2018-2019, con fuerte participación civil y objetivos democráticos, representó un desafío directo al proyecto emiratí. Asimismo, la intervención emiratí para fortalecer a Hemedti, y su red de control económico y militar evidencia cómo la estrategia combina objetivos económicos, políticos e ideológicos (consolidando un poder paralelo que perpetúa la guerra y limita las perspectivas de estabilidad y democracia).

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Etiopía: energía, agricultura y dependencia estratégica

En Etiopía, los EAU replican gran parte del modelo sudanés, adaptándolo a las particularidades del país. Etiopía, con su rápido crecimiento económico, población numerosa y ubicación estratégica, ofrece oportunidades significativas en energía, agricultura y logística. Desde mediados de la década de 2010, Abu Dhabi ha invertido en construcción de plantas solares y termoeléctricas, garantizando no solo suministro energético, sino también capacidad de influencia sobre decisiones estratégicas nacionales. Estas inversiones también se vinculan con terminales portuarias en países vecinos (como Yibutí), que funcionan como la principal salida al mar para la economía etíope. Esto consolida la dependencia de Etiopía de infraestructura crítica bajo control indirecto emiratí.

La adquisición y arrendamiento de tierras agrícolas permite a los EAU asegurar la producción de cultivos estratégicos y forraje animal, integrando la cadena alimentaria etíope con la demanda interna de Abu Dhabi. Dada la dependencia de los Emiratos de importaciones para más del 80% de su suministro alimentario, Etiopía se convierte en proveedor clave, mientras la población local y el gobierno permanecen subordinados a los intereses de inversores externos. Estas inversiones incluyen sistemas de riego, almacenamiento y transporte, aumentando la capacidad de control emiratí sobre la producción y generando dependencia económica y política.

Los EAU también han desplegado programas de seguridad y capacitación militar en regiones fronterizas y estratégicas. Sin embargo, estas fuerzas entrenadas actúan como un poder paralelo que protege los intereses emiratíes y garantizan la seguridad de sus inversiones. La combinación de control económico, infraestructura crítica y presencia militar sutil asegura que Etiopía opere dentro de un marco de dependencia estructural frente a Abu Dhabi, reproduciendo un patrón de subimperialismo que limita la autonomía del país y condiciona sus decisiones estratégicas a intereses externos.

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Somalia: puertos, seguridad privada y dominio marítimo

Somalia representa otro eje estratégico de los EAU en África. La ubicación del país en el Corredor Marítimo del Golfo de Adén convierte sus puertos en objetivos fundamentales para Abu Dhabi (que busca asegurar rutas comerciales críticas hacia el Mediterráneo y el Golfo Pérsico). DP World ha firmado contratos para administrar y modernizar puertos clave en la región, incluyendo el puerto de Mogadiscio en Somalia y el puerto de Berbera en Somalilandia.

Es importante constatar que Somalilandia es una región autónoma que se autoproclama independiente de Somalia desde 1991 (con su propio gobierno y control territorial, aunque no está reconocida internacionalmente); mientras que Mogadiscio pertenece al gobierno federal de Somalia. Esta diferenciación refleja la estrategia emiratí de establecer presencia estratégica y control económico tanto en territorios reconocidos como en zonas autónomas, consolidando acceso a rutas logísticas críticas. Esta influencia marítima permite a los EAU mantener una posición dominante en el comercio regional y proteger sus intereses comerciales, todo sin necesidad de intervención política directa en los asuntos internos de Somalia o Somalilandia. 

Además del control portuario, los EAU han desplegado contratistas de seguridad privada para proteger inversiones, entrenar milicias locales y garantizar lealtad de actores clave. Estas fuerzas operan como un poder alternativo, interviniendo de forma sutil (sin agresividad bélica, pero con presencia simbólica) en conflictos internos. Esto asegura que la soberanía somalí quede limitada frente a intereses externos. 

La inversión agrícola y en acuicultura permite a los EAU asegurar producción alimentaria estratégica y generar dependencia económica de las autoridades locales (parecido al modelo de Etiopía). Este patrón demuestra cómo Abu Dhabi combina control económico, militar y logístico para proyectar poder de manera indirecta. La influencia emiratí condiciona decisiones políticas, limita la autonomía del gobierno central y asegura un flujo constante de recursos, estableciendo un modelo de control subimperialista integral en Somalia.

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El modelo subimperialista de los Emiratos Árabes Unidos en África Oriental: estrategias y consecuencias

La influencia de los Emiratos Árabes Unidos en África oriental y el Cuerno de África constituye un ejemplo paradigmático de subimperialismo moderno: un ejercicio de poder indirecto, sofisticado y multifacético que permite a un Estado relativamente pequeño proyectar control regional sin involucrarse en conflictos de manera directa. La estrategia emiratí combina varios elementos: el acceso y control de recursos estratégicos, la inversión en infraestructura crítica, la creación de redes militares paralelas y la construcción de dependencia política y económica de los países anfitriones. Cada uno de estos componentes refuerza los otros, generando un círculo virtuoso de poder que beneficia a Abu Dhabi mientras limita la soberanía de los Estados africanos involucrados.

En Sudán, Etiopía y Somalia, los EAU han explotado la fragilidad institucional y las debilidades estatales para consolidar un poder subimperialista indirecto: en Sudán, el control de la minería de oro y su comercio financia a las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), prolonga la guerra y genera dependencia económica mediante inversiones en infraestructura portuaria y agrícola; en Etiopía, la necesidad de importar la mayoría de sus alimentos convierte al país en proveedor estratégico, con tierras agrícolas, puertos y corredores logísticos bajo control emiratí, complementados por contratistas de seguridad que entrenan milicias locales y aseguran lealtad a Abu Dhabi; y en Somalia y Somalilandia, la administración de puertos clave como Mogadiscio y Berbera, junto con la presencia de fuerzas paralelas privadas, permite a los EAU consolidar control económico, acceso a rutas comerciales y capacidad de influencia política sin intervenir directamente, condicionando la economía y la política locales mientras protegen sus inversiones y aliados estratégicos.

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Las consecuencias humanitarias y políticas de este modelo son profundas. En Sudán, la prolongación de la guerra y la manipulación de recursos esenciales han derivado en genocidio, desplazamientos masivos y hambruna. En Etiopía y Somalia, la subordinación económica y la dependencia de infraestructura crítica debilitan la capacidad del Estado para tomar decisiones soberanas, mientras que la población civil paga con inseguridad, pérdida de autonomía y exposición a conflictos inducidos por intereses externos. La creación de estructuras paralelas de poder (milicias, empresas de seguridad, empresas agrícolas y portuarias) consolida un control que trasciende lo económico y penetra en lo político y social, asegurando que la influencia emiratí se mantenga incluso en contextos de conflicto o inestabilidad.

La comunidad internacional ha mostrado incapacidad para frenar este patrón. Sanciones parciales, resoluciones de la ONU o investigaciones independientes no han logrado revertir el acceso de Abu Dhabi a recursos estratégicos ni su capacidad de proyectar influencia. La relación estratégica de los EAU con potencias globales (como Estados Unidos e Israel) proporciona respaldo diplomático que protege su accionar regional. Mientras no existan mecanismos coordinados y efectivos de monitoreo de inversiones, control de flujos de armas y supervisión de contratos estratégicos, el modelo subimperialista emiratí seguirá replicándose, profundizando conflictos y dependencia económica, y perpetuando el sufrimiento de millones de africanos.

Este patrón demuestra que un Estado relativamente pequeño puede ejercer un poder desproporcionado mediante estrategias indirectas, sofisticadas y coordinadas, combinando economía, infraestructura, fuerza militar y diplomacia. La influencia de los EAU en Sudán, Etiopía y Somalia ofrece una lección clara sobre los riesgos del subimperialismo moderno: mientras las ganancias se concentran en actores externos y locales aliados, las poblaciones y los Estados quedan atrapados en ciclos de dependencia, conflicto y vulnerabilidad sistémica. 

La urgencia de la rendición de cuentas y la implementación de políticas internacionales que limiten este tipo de influencia se vuelve ineludible para garantizar estabilidad regional y protección de los derechos humanos.

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Los Cinco Cebos: raíces imperiales en el poder de la China contemporánea

La estrategia de los Cinco Cebos es una de las más antiguas y sofisticadas formas de influencia ideológica en la historia de China. En este artículo, Miguel Ángel Melián la analiza en profundidad. Basada en la seducción y no en la fuerza, esta estrategia sigue ofreciendo claves para entender el poder blando de la China contemporánea.

Mucho antes de que Joseph Nye acuñara el término soft power, China ya comprendía algo clave. El lujo, la honra y la dependencia podían ser más eficaces que la espada. Durante la dinastía Han, se cuenta que un pensador de renombre diseñó una política llamada «Tres Demostraciones y Cinco Cebos». Era una estructura de cooptación destinada a someter a los xiongnu, tribus nómadas que amenazaban la frontera noroccidental del imperio. Su lógica era sencilla y profundamente pragmática: conquistar mediante el deseo.

En el siglo II a.C., el Imperio Han enfrentaba un dilema estratégico. Al norte y noroeste, las confederaciones nómadas xiongnu hostigaban constantemente sus fronteras. La respuesta tradicional -las campañas militares y la violencia- drenaba recursos y vidas.

Figura 1. Mapa de la Dinastía Han y su entorno geopolítico. Fuente: World History
Encyclopedia

Fue entonces cuando Yi, un joven consejero al que se le atribuye esta estrategia, propuso al emperador Wen una alternativa revolucionaria. Esta seguiría una estructura basada en vencer sin combatir. En concreto, buscaba desarmar al enemigo mediante la fascinación y la abundancia.

De esta manera se concibió un sistema de Cinco Cebos. Era un sistema que, previamente, se preparaba mediante demostraciones. Estas consistían en exhibir la prosperidad y estabilidad del Imperio Han. Luego, los «cebos» se dirigían a ofrecer a los líderes nómadas los placeres y símbolos del refinamiento chino. El objetivo era despertar en ellos el deseo de integrarse. Esencialmente, los Cinco Cebos seguían una lógica sensorial. Buscaban conquistar al adversario por etapas, claves para lograr el objetivo final: atraer a sus rivales a sus redes.

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En primer lugar, la estrategia aborda cómo a través de carruajes y vestiduras suntuosas se buscaba enviciar los ojos. En segundo lugar, el empleo de manjares exquisitos para enviciar la boca. Seguidamente, un sinfín de música y concubinas para enviciar los oídos. En cuarto lugar, palacios, graneros esclavos para enviciar el vientre de los huéspedes.

Y, si en este punto ya se había logrado que el rival se rindiese, el mismo emperador encargaba la realización de una recepción imperial con todos los honores en las que el propio emperador les sirviese vino y comida para terminar con el círculo, enviciando de esta manera sus mentes. 

Estos eran los denominados Cinco Cebos. El objetivo principal de éstos era que los jefes xiongnuquedaran atrapados en una red de fascinación, envidia y dependencia. Aceptar regalos, disfrutar del lujo y recibir honores significaba entrar en la órbita del poder Han. Por ende, se asumía que la dominación no se imponía, se interiorizaba.

Como consecuencia de sus repentinos éxitos (consolidando una red de pueblos tributo), se comprendió que el deseo y otros derivados podía ser un instrumento político más duradero que el miedo. Si el bárbaro ansiaba las sedas, los banquetes y el prestigio del Imperio, su lealtad se desplazaba gradualmente del clan nómada hacia el trono imperial. El cebo, en definitiva, era una pedagogía de la subordinación.

El encaje de los Cinco Cebos en el sistema internacional

Tratando ahora de dilucidar el acoplamiento que puede tener esta aproximación en la actualidad, la política de los Cinco Cebos anticipa distintas lógicas de poder que siguen vigentes. Primeramente,  representa una forma de coerción indirecta donde se sustituye el enfrentamiento militar por la manipulación del interés ajeno.

Indudablemente, se asumía que el costo de la guerra podía neutralizar los beneficios de la victoria, por lo que optó por debilitar al adversario desde dentro. Los regalos, el prestigio y los honores actuaban como instrumentos de penetración que dividían facciones, generaban competencia entre élites y erosionaban la cohesión política de los extranjeros. En términos modernos, equivaldría a una estrategia de equilibrio indirecto donde la seducción reemplaza al poder duro (caracterizado por el predominio puramente militar).

Así, los Han creaban mercados de frontera y redes comerciales que introducían a los nómadas en su sistema económico para que posteriormente pasaran a formar parte del sistema tributario chino.

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El comercio reemplazaba la guerra al ofrecer beneficios mutuos, aunque desiguales, ya que en último término la periferia dependía del centro para acceder a bienes de prestigio y tecnología. La paz resultaba rentable para ambos, pero consolidaba la subordinación del uno frente al otro. Asimismo, también se puede relacionar en cierta medida con la dimensión cultural del proceso. Los cebos no solo buscaban alterar intereses materiales, sino también identidades y percepciones hasta tal punto en el que los pueblos circundantes cuestionaran sus propias costumbres. 

Quien se vestía o comía a la manera Han internalizaba un código de prestigio que lo vinculaba simbólicamente con el Imperio. La seducción, en este sentido, actuaba como mecanismo de socialización y legitimación de una jerarquía internacional o modo de entender el sistema global (basado en un fuerte sinocentrismo). Esta idea conecta con la visión Han de imponer la superioridad china de forma natural. Partía de la suposición de que cualquiera que conociera el modelo civilizacional chino lo integraría en su estructura relacional con los chinos.

Por ende, desde la visión Han, el centro no imponía por la fuerza, irradiaba civilización. Esta aproximación es observable en las actuales redes diplomáticas chinas en diferentes regiones del mundo, a partir de las cuales ejecuta su visión exterior desde una postura altamente atractiva para numerosos pueblos y naciones, que ven en la opción china un socio confiable al que tener en cuenta de forma incuestionable. 

De esta lectura se desprende una conclusión fundamental. La política de los Cinco Cebos no fue una simple táctica diplomática, sino una teoría práctica del poder relacional. Al contrario de la coerción o el aislamiento, se basaba en convertir la admiración en dependencia, un principio que reaparece en múltiples formas de influencia contemporánea. 

Continuidad civilizatoria: del Imperio Han al Sueño Chino

La estrategia de los cebos no fue un episodio aislado, sino una constante en la diplomacia china. Durante las siguientes dinastías Tang y Ming, el sistema tributario reeditó el mismo principio, ofrecer beneficios materiales y reconocimiento simbólico a cambio de deferencia política. En la era Qing, los emperadores mantenían relaciones ritualizadas con los reinos vecinos -Corea, Annam (que hace referencia a una parte antigua de Vietnam), Birmania- mediante intercambios de regalos y audiencias que reafirmaban la jerarquía imperial.

En todos esos casos, la hegemonía se sostenía más en la admiración que en la conquista. China se concebía como el centro civilizatorio, y su entorno como un círculo concéntrico de pueblos que aspiraban a compartir su cultura, no necesariamente su soberanía. Esa visión reaparece hoy en la retórica del «Sueño Chino» de Xi Jinping y en su estructura para conseguir proyectar esta visión (desde la Iniciativa de la Franja hasta el Made in China 2025).

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Cuando Pekín ofrece infraestructuras, préstamos o cooperación tecnológica bajo el lema de la cooperación win-win, reactualiza el mecanismo de seducción imperial. Concretamente el de atraer mediante el beneficio, consolidar mediante la gratitud y gobernar mediante la dependencia. En este sentido, la modernidad no ha abolido los cebos, sino que los ha tecnificado.

Figura 2. Inversión China en los mayores puertos del mundo. Fuente: Voanews

Como consecuencia, los Cinco Cebos adoptan formas más sofisticadas en la actualidad, pero responden a la misma lógica de fondo: convertir la atracción en influencia. Donde antaño se ofrecían sedas y banquetes, hoy se levantan puertos, trenes de alta velocidad, redes 5G y parques industriales. La infraestructura se ha convertido en el nuevo lenguaje de la diplomacia china. Cada proyecto financiado por Pekín lleva implícito un mensaje político en el cual China no impone, sino que invita. No conquista territorios, sino que construye vínculos.

El ejemplo de Sri Lanka resulta paradigmático. El puerto de Hambantota, financiado por China bajo condiciones favorables, acabó arrendado durante 99 años cuando el gobierno local no pudo asumir el pago de la deuda (estrategia que se puede enmarcar bajo la denominada «Trampa de la deuda china»). No hubo coerción militar ni ultimátum diplomático, pero el resultado fue similar al de la época Han, una cesión estratégica motivada por el peso de la gratitud y la dependencia.

Algo parecido ocurre en Laos, donde el ferrocarril de alta velocidad promovido por Pekín ha reforzado la conectividad y el comercio, pero al precio de un endeudamiento que condiciona la soberanía fiscal del país. En África, los préstamos para carreteras, hospitales o estadios reproducen la misma lógica de intercambio desigual. Un beneficio inmediato que genera simpatía y un saldo final que perpetúa la asimetría.

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Figura 3. Percepción de EE.UU. y otros países sobre China. Fuente: Figura propia a partir
de Pew Research Center

El segundo gran cebo contemporáneo es cultural. A través de los Institutos Confucio, los programas de becas universitarias y los medios de comunicación internacionales, China despliega una red de influencia simbólica que busca mejorar su imagen y proyectar una narrativa alternativa al discurso occidental. Es una versión actualizada de la música y otros placeres, una diplomacia del gusto, la cortesía y el prestigio. La fascinación por la lengua, la gastronomía o la cultura popular china cumple la misma función que los banquetes Han. 

Por último, la diplomacia de los honores imperiales se expresa hoy en la multiplicación de foros y cumbres organizadas por Pekín. El Foro de Cooperación China-África (FOCAC), los BRICS, la Organización para la Cooperación de Shanghái (SCO) o la reciente Cumbre de Tianjin se han convertido en espacios de visibilidad donde los países invitados son tratados como aliados de una nueva era de prosperidad compartida, liderada indudablemente por el gigante asiáático. Los gestos, la escenografía y el lenguaje protocolario evocan la antigua liturgia imperial, el reconocimiento público del liderazgo chino en un marco de supuesta igualdad.

En conjunto, los nuevos cebos operan a través de una tecnología de atracción institucionalizada que responde a una hoja de ruta prácticamente estructurada para el largo plazo. En esta línea, su eficacia no depende tanto de la coacción como de la capacidad para modelar aspiraciones, es decir, quien desea parecerse a China (o al menos beneficiarse de sus progresos) en crecimiento, en estabilidad o en poder ya ha dado el primer paso hacia su órbita.

El dilema del poder y la atracción

Como en la época Han, la política del deseo presenta ventajas y riesgos. Su éxito depende tanto de la atracción que genera como de su sostenibilidad a largo plazo, debiendo hacer frente a múltiples retos. En primer lugar, mantener flujos constantes de inversión, préstamos y ayudas tensiona el presupuesto chino en plena desaceleración económica.

Del mismo modo que los emperadores Han debían alimentar el lujo de los xiongnu para evitar incursiones, Pekín se enfrenta al dilema de sostener su influencia exterior sin comprometer la estabilidad fiscal, asimilando posibles costes y sobreextensiones que delimiten su crecimiento. 

En segundo lugar, la dependencia debe transformarse en legitimidad. Es decir, es ampliamente aceptado que el deseo es volátil. Los socios pueden aceptar los beneficios sin interiorizar cierto grado de subordinación. Sri Lanka renegoció su deuda; Kazajistán diversifica socios; varios países africanos comparan las condiciones chinas con las occidentales para obtener mejores términos… La dependencia material no siempre garantiza lealtad política, y este es uno de los principales desafíos a los que debe enfrentar China si quiere desarrollar una política exterior que forme aliados sólidos (o al menos con capacidad de convicción frente a otros esquemas de poder).

En tercer lugar, en la era de la transparencia global, la estrategia de los cebos corre el riesgo de ser percibida como neocolonialismo económico. Los proyectos fallidos o las deudas impagables alimentan narrativas de desconfianza y China, que aspira a ser vista como potencia benevolente, puede convertir la estrategia en resentimiento.

Figura 4. Visión del mundo sobre China. Fuente: Asia Society Policy Institute

En este sentido, la proyección de imagen y legitimidad en su operatividad exterior ya está siendo cuestionada en diversos países africanos e iberoamericanos (y, por supuesto, de su contraparte estadounidense), donde la intervención china es ya tema de debate en procesos electorales o incluso planificaciones estatales, situando la cuestión china como una vía de crecimiento más o, por el contrario, de dependencia.                          

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Por último, el poder blando siempre tiene límites. La fascinación por la prosperidad china no implica adhesión ideológica. En varios países del Sudeste Asiático, las élites admiran el éxito de Pekín mientras las sociedades mantienen reservas hacia su modelo político. El cebo, por tanto, no garantiza conversión sino todo lo contrario, puede incluso incrementar el grado de resistencia cultural e impulsar facciones internas que rechacen el papel del gigante asiático en sus países basadas en el proteccionismo de la identidad nacional. 

La política de los Cinco Cebos como paradigma de hegemonía

La política de los Cinco Cebos encierra una lección universal: el poder más eficaz no siempre destruye, sino que seduce. Los teóricos chinos entendieron que el dominio sostenible se construye sobre el deseo del otro, no sobre su miedo. Por eso, la estrategia Han fue tanto una táctica de seguridad como una pedagogía de hegemonía.

En la China contemporánea, esa lógica sigue operando bajo ropajes distintos. El poder blandono es un mero recurso cultural, sino una tecnología de influencia civilizatoria. Más de dos mil años después, aquella sabiduría política parece que siguiera viva bajo nuevas formas. La China del siglo XXI, lejos de recurrir únicamente al expansionismo militar, despliega una red de seducción económica, tecnológica y simbólica que recuerda, en espíritu, la estrategia de los Cinco Cebos.

Si entonces se trataba de atraer con sedas, banquetes y honores, hoy los cebos se presentan como infraestructuras, créditos, cooperación cultural y prestigio internacional. En ambos casos, el objetivo es el mismo: crear dependencia, emulación y gratitud, las tres dimensiones más estables del poder imperial.

Es evidente que la vigencia de los Cinco Cebos radica en su capacidad para convertir la cooperación en asimetría y la admiración en poder. Sin embargo, también revela una paradoja que cristaliza que cuanto más sofisticada es la seducción, más frágil se vuelve su dominio. Cuando el deseo se desvanece o surgen alternativas, los vínculos construidos sobre la fascinación se disuelven con rapidez.

El Imperio Han descubrió que alimentar el apetito ajeno podía mantener la paz, pero no la obediencia. Del mismo modo, la China de este siglo puede lograr que muchos países deseen su prosperidad sin que necesariamente acepten su liderazgo.

La historia de los Cinco Cebos recuerda que toda hegemonía basada en la atracción debe renovar constantemente sus encantos o arriesgarse a perderlos. En suma, el mayor poder no consiste en someter al enemigo, sino en lograr que aspire a parecerse a ti renunciando a sus propios valores.

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El robo en el Louvre revela los problemas informáticos que sufría el museo

La investigación del robo en el Louvre destapa fallos informáticos y contraseñas débiles que comprometieron su seguridad.

El robo perpetrado el 19 de octubre en el Museo del Louvre ha expuesto las deficiencias tecnológicas que dejaron su seguridad en una situación crítica. Diversas joyas de la etapa imperial de Napoleón y Josefina fueron sustraídas mientras el museo permanecía abierto al público, lo que evidenció las carencias de un sistema protegido por programas antiguos y contraseñas débiles. La magnitud del suceso afectó la imagen de una de las instituciones culturales más prestigiosas del mundo.

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Una investigación administrativa a cargo de la Inspección General de Asuntos Culturales (IGAC) reveló fallos persistentes pese a la existencia de protocolos y alarmas funcionales. Según este informe, durante dos décadas se subestimó el riesgo estructural del robo de arte y los equipos encargados de la vigilancia, sobre todo los de control externo, resultaron insuficientes. La falta de inversión en modernización tecnológica agravó la vulnerabilidad interna del museo.

Versiones antiguas y contraseñas débiles

Aunque no se ha determinado el papel exacto de los sistemas informáticos en el incidente, los fallos digitales eran conocidos desde hace años. El medio Libération, mediante su servicio CheckNews, accedió a documentos de auditorías realizadas por la Agencia Nacional de Ciberseguridad Francesa (ANSSI) en 2014 y 2017, donde se confirmaba el uso de versiones obsoletas como Windows 2000 y Windows XP. Los expertos consiguieron infiltrarse en las redes, evidenciando brechas críticas en las aplicaciones y bases de datos de personal.

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Estas vulnerabilidades permitían alterar derechos de acceso, manipular el sistema de videovigilancia y obtener control sobre equipos internos. Además, la ANSSI detectó contraseñas extremadamente débiles. El servidor de videovigilancia usaba como clave «LOUVRE» y un software desarrollado por Thales, «THALES». Aunque el organismo recomendó reforzar la seguridad y actualizar los sistemas, los informes posteriores mencionaron al menos ocho programas obsoletos todavía activos en áreas clave de control.

JNIM y el Estado Islámico en el Sahel: anatomía de la insurgencia yihadista más letal del mundo

Descubre cómo dos rivales yihadistas compiten por territorio en el Sahel y son responsables de aproximadamente la mitad de muertes por terrorismo en todo el mundo.

El Sahel se ha consolidado como el epicentro del terrorismo mundial durante los últimos años. En 2024, más de la mitad de todas las muertes relacionadas con actos terroristas en el mundo ocurrieron en esta franja subsahariana que abarca Mali, Burkina Faso, Níger y sus zonas aledañas. Dos actores yihadistas protagonizan esta violencia desenfrenada: el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes (JNIM), una filial de Al Qaeda, y el Estado Islámico en el Sahel (EISS o ISSP), la rama regional del Estado Islámico.

Mapa del Sahel / Créditos: Terpsícoras

Aunque ambos grupos comparten un objetivo estratégico común (la creación de un califato islámico mundial), sus métodos, estructuras organizativas y estrategias territoriales difieren sustancialmente. Este artículo examina las características operacionales, financieras y territoriales de estos grupos, así como las dinámicas de rivalidad que definen el conflicto más letal del planeta.​

Estructura organizativa y liderazgo

JNIM: la coalición aglutinante

El JNIM no es una organización monolítica, sino una coalición formada el 1 de marzo de 2017 mediante la fusión de cuatro entidades yihadistas preexistentes: Ansar Dine, la rama de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) en el Sahel, Katibat al-Murabitun y el Frente de Liberación de Macina (FLM). Su constitución respondía a la necesidad de consolidar el poder yihadista alrededor de Al Qaeda en la región, frente a la creciente amenaza del Estado Islámico.​

Esta estructura jerárquica se organiza en tres niveles: liderazgo central, comandantes regionales y comandantes de área local. Sin embargo, cada subgrupo mantiene cierta identidad distintiva, aunque ha forjado una fuerte identidad colectiva vinculada a la marca de JNIM y la afiliación a Al Qaeda. El liderazgo fundacional estuvo encabezado por Iyad Ag Ghaly, un tuareg originario de Boghassa (Malí) quien ostentaba el rango de emir.

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Ghaly, con una trayectoria que incluía su participación en conflictos libios en los años setenta y la dirección del Movimiento Popular por la Liberación del Azawad en los años noventa, se convirtió en la cara visible de JNIM. Tras su permanencia como líder principal durante años, las estructuras de liderazgo han experimentado ajustes recientes, aunque la coalición mantiene su operatividad como organización. Otros líderes secundarios han incluido a Amadou Koufa, procedente de la Katibat Macina, quien ganó prominencia por su pasado como predicador con amplia influencia en la región de Mopti.

EISS: verticalismo extremista

A diferencia del JNIM, el Estado Islámico en el Sahel presenta una estructura más verticalista y centralizada, heredada de la estructura organizativa global del Estado Islámico. La denominación oficial del grupo es la Provincia del Estado Islámico en el Sahel (Wilāyat al-Sahel), aunque se le conoce coloquialmente por múltiples siglas: ISSP, EISS, EIGS o IS-GS. Se fundó en octubre de 2016 como una ramificación de Daesh que buscaba expandir la presencia del Estado Islámico más allá del Levante.​

El liderazgo del EISS ha experimentado grandes cambios. Abu Walid al-Sahraoui, oriundo de El Aaiún, fue su líder inicial, aunque eliminado en 2021. Posteriormente, le sucedió Abu Al Bara al-Sahraoui, quien mantuvo la dirección hasta años recientes. En el nivel global del Estado Islámico, el liderazgo cambió en agosto de 2023 con la designación de Abu Hafs al-Hashimi al-Qurashi como nuevo califa, sucediendo a Abu al-Husein al-Huseini al-Qurashi. Aunque se desconocen datos biográficos concretos del actual líder de la filial saheliana, la estructura sigue directrices emanadas desde el liderazgo central del Estado Islámico.​

Tácticas operacionales y capacidades militares

Métodos del JNIM

El JNIM ha adoptado una estrategia de control territorial progresivo que prioriza la eliminación de la presencia estatal y su sustitución por estructuras paralelas de gobernanza. Sus operaciones se caracterizan por emboscadas contra posiciones militares, colocación de artefactos explosivos improvisados (IED), secuestros selectivos y ataques coordinados contra cuarteles. El grupo prioriza además la dispersión geográfica de sus operaciones sobre la concentración de poder en un único territorio, lo que le permite mantener una presencia simultánea en regiones de Malí, así como amplias áreas de Burkina Faso y varios países más de la zona.

En lo que respecta a armamento, el JNIM ha demostrado capacidad para utilizar vehículos explosivos improvisados (VBIED), armas pequeñas, granadas y misiles tierra-aire capturados. Entre sus tácticas preferidas están las emboscadas mediante el uso de francotiradores y los ataques coordinados con apoyo de fuego supresivo, frecuentemente diseñados para maximizar bajas militares mientras minimizan riesgos para sus combatientes.

Métodos del EISS

El Estado Islámico en el Sahel ha adoptado una estrategia más agresiva y menos vista históricamente. Inicialmente conocido por su violencia indiscriminada contra civiles, el grupo reorientó su modelo a partir de 2023 hacia un plan de proto-gobernanza comparable al del JNIM, aunque con una metodología más brutal. Sus operaciones utilizan ataques masivos coordinados contra bases militares de gran envergadura, empleando tácticas de guerra de movimiento que requieren de una coordinación compleja.

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Sin embargo, un patrón operacional recurrente del EISS implica, en primer lugar, interrumpir sistemas de comunicaciones locales para dificultar llamadas de auxilio. Luego lanzan ataques preliminares contra defensas perimétricas utilizando fuego concentrado o terroristas suicidas. Posteriormente, asaltan instalaciones para capturar armamento y suministros. Estos ataques han demostrado una distinción operativa superior comparada con sus acciones iniciales. De hecho, el grupo ha aumentado el empleo de drones comerciales modificados para vigilancia y ataques de precisión, una capacidad que ha generalizado entre sus efectivos operativos.

Financiación y economía de la insurgencia

Fuentes de ingresos del JNIM

El JNIM depende de una variedad de fuentes de financiación, tanto del secuestro de personas como del control de economías ilícitas regionales. Respecto al secuestro, el grupo ha mantenido rehenes extranjeros desde su fundación, de los cuales varios fueron liberados tras el pago de rescates millonarios. No obstante, aunque estos pagos de secuestro constituyen una fuente de ingresos regular, es menos consistente que sus actividades de control territorial.

La segunda fuente de ingresos es el control de rutas de comercio ilícito. El JNIM se beneficia de redes preexistentes de contrabando que operaban en el Sahel antes de la llegada de los grupos yihadistas. Estas redes movilizan tabaco, drogas, armas y personas a través de fronteras porosas y zonas sin control gubernamental. El liderazgo de JNIM, particularmente Iyad Ag Ghaly, cuenta con ancestros tuareg con una larga tradición en el comercio tanto legal como ilícito en la región, lo que facilita su acceso y operación de estas rutas. El grupo cobra cuotas de protección a contrabandistas, permitiéndoles el paso a cambio de pagos periódicos.

Del mismo modo, el JNIM implementa un sistema de recaudación religiosa mediante el zakat (impuesto islámico obligatorio), que de facto supone una extorsión económica a las poblaciones locales (similar al pizzo de las mafias italianas). Una gran fuente de ingresos también es el control de minas de oro. Todos estos mecanismos permiten al grupo financiarse desde la base mediante la extracción sistemática de recursos locales, creando así una economía de guerra sustentable sin una dependencia de patrocinadores externos identificables.

Financiación del EISS

El Estado Islámico en el Sahel ha empleado metodologías de financiación similares al JNIM, aunque con un énfasis mayor en la extorsión bruta y la imposición de tributos religiosos. El grupo cobra peajes en puntos de control que controla, exige pagos a cambio de protección contra sus propias represalias y extrae ganado de comunidades locales. Desde 2023, particularmente en zonas cercanas a Níger, el grupo ha generalizado la imposición del zakat como mecanismo de financiación.

A diferencia del JNIM, el EISS ha demostrado menor dependencia de redes de contrabando preexistentes, optando, en cambio, por la captura directa de recursos mediante operaciones militares. Sus saqueos de bases militares y ciudades han proporcionado acceso a armamento avanzado, vehículos y suministros que el grupo puede reasignar o vender en mercados negros regionales. Esta estrategia, menos sofisticada, pero más extractiva, refleja las diferencias ideológicas en las prioridades del grupo. Mientras que el JNIM busca consolidar estructuras locales de gobernanza, el EISS privilegia la acumulación de poder militar.

Rivalidad y confrontación territorial

Génesis del conflicto Intra-Yihadista

Aunque JNIM y EISS compartían el objetivo estratégico de expandir el control yihadista en el Sahel, sus diferencias ideológicas, metodológicas y territoriales los llevaron a la confrontación abierta. Los primeros signos de fricción emergieron a finales de 2019 y principios de 2020, cuando el JNIM comenzó a calificar al EISS como «jarijíes» (un término peyorativo que hace referencia a un grupo histórico de musulmanes rebeldes contra el primer Califato). Esta descalificación reflejaba los desacuerdos sobre tácticas apropiadas, el tratamiento de poblaciones civiles y la legitimidad religiosa.

Los combates iniciaron en marzo de 2019 y aumentaron a partir de enero de 2020. Entre junio y octubre de 2020, se produjeron intentos fallidos de negociación para reconciliar a ambos grupos, pero las diferencias fundamentales impidieron cualquier acuerdo. De hecho, el EISS acusó al JNIM de ser aliados del gobierno maliense en la lucha contra su expansión, una acusación que el JNIM rechazó tajantemente pero que reflejaba percepciones estratégicas diferentes sobre cómo conducir la insurgencia.

Clímax territorial: 2022-2023

La intensidad de la confrontación alcanzó su clímax entre 2022 y 2023, particularmente tras la retirada de las fuerzas francesas de Malí en agosto de 2022. La ausencia de una potencia internacional permitió que ambos grupos desplegaran operaciones militares de mayor escala sin temor a una intervención externa. El EISS lanzó una ofensiva sistemática contra posiciones del JNIM en la región de las tres fronteras (Malí, Burkina Faso y Níger), con un mayor énfasis en las regiones de Gao y Menaka.

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Para finales de julio de 2023, el EISS había logrado expulsar al JNIM de amplias porciones de territorio anteriormente controlado por este último, incluyendo la región de Menaka y las zonas al sur de la ciudad de Gao. Esta ofensiva victoriosa costó más de 700 combatientes entre ambos grupos, según reportes de las Naciones Unidas. El resultado fue el doble del territorio bajo control del EISS entre 2022 y mediados de 2023, consolidándolo como la fuerza yihadista dominante en la región de las tres fronteras.

Reconfiguración del espacio territorial actual

Desde finales de 2023 hasta el presente, la violencia entre JNIM y EISS ha disminuido en intensidad, aunque no ha cesado. Los combates que alcanzaban aproximadamente 600 enfrentamientos en 2022 se redujeron a poco más de 100 en 2024, lo que supuso una cristalización territorial de facto. El EISS consolidó su control en las áreas fronterizas entre Mali, Burkina Faso y Níger, particularmente alrededor de centros urbanos como Gao y Menaka, mientras que el JNIM mantuvo sus bastiones tradicionales en las regiones de Mopti, Segou y Timbuktu en Malí.

No obstante, la competencia territorial continúa en zonas de transición. El JNIM ha realizado incursiones en el suroeste de Níger, donde disputa el control con el EISS. Además, ambos grupos enfrentan también la presencia de fuerzas de seguridad nacionales y milicias de autoprotección, lo que complica la situación territorial. En 2024 y 2025, ambos grupos incrementaron sus esfuerzos por expandir su zona de influencia, aunque sin lograr revertir la configuración territorial establecida en 2023.

Letalidad e impacto humanitario

Cifras y tendencias de violencia

Las cifras de letalidad del Sahel son alarmantes y documentan una de las crisis humanitarias más graves del mundo contemporáneo. En 2023, Burkina Faso ocupó el primer lugar mundial en muertes por terrorismo con 1.907 fallecidos, Mali el tercero con 753, y Níger el décimo con 468, lo que supone un total de 3.128 muertes en el Sahel central en un solo año. Estas cifras representaron aproximadamente el 37% de todas las muertes por terrorismo registradas globalmente en 2023.​

Sin embargo, la tendencia ha continuado acelerada en 2024 y 2025. Entre enero y mayo de 2025, la región experimentó un aumento dramático de la violencia. En mayo de 2025 específicamente, se registraron 156 ataques terroristas en África Occidental, representando un aumento del 51% con respecto a abril, y con una letalidad que alcanzó casi 1.200 personas asesinadas, comparadas con 677 el mes anterior. Burkina Faso ha permanecido como el epicentro de la violencia. Por ejemplo, en mayo de 2025, JNIM perpetró 41 ataques que dejaron 577 fallecidos, incluyendo un ataque de alto impacto en Djibo que costó la vida de más de 200 personas.​

Patrones de victimización

La victimología de la violencia yihadista en el Sahel es heterogénea pero tiene patrones consistentes. Las fuerzas de seguridad nacionales, los militares regulares y las milicias de autoprotección (VDP) constituyen el principal objetivo de ambos grupos, reflejando la naturaleza de la confrontación como conflicto armado subnacional. Sin embargo, los civiles sufren muchas veces un daño colateral considerable y, en numerosos casos, constituyen objetivos deliberados de represalia.

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El JNIM, con su prioridad en el control territorial, ha mostrado mayor discriminación en sus objetivos que el EISS. No obstante, ambos grupos perpetran masacres colectivas contra poblaciones civiles a las que acusan indiscriminadamente de colaborar con autoridades estatales o milicias rivales. En el mes de mayo de 2025 solo, Burkina Faso registró 101 civiles asesinados en el ataque a Djibo, lo que demuestra que la violencia civil permanece como componente central de la estrategia de ambos grupos.

Estadísticas de impacto

Según el Índice Global de Terrorismo de 2024, publicado por el Instituto para la Economía y la Paz, el 51% de todas las muertes por terrorismo en el mundo en 2024 ocurrieron en el Sahel. Esta concentración geográfica del terrorismo mundial refleja tanto la intensidad de los conflictos locales como la decadencia relativa del terrorismo yihadista en otras regiones como Siria e Irak. El Sahel se ha convertido así en el laboratorio viviente del yihadismo contemporáneo, donde los grupos compiten por recursos, territorio e influencia bajo una narrativa religiosa que ha adquirido dimensiones cada vez más locales.

Reclutamiento y propagandística

Estrategias de reclutamiento

Ambos grupos han adoptado estrategias de reclutamiento que combinan métodos tradicionales con herramientas digitales. El JNIM, con raíces en predicadores locales como Amadou Koufa, mantiene una red de reclutamiento que emplea las mezquitas, los centros comunitarios y los contactos personalizados. El grupo se presenta a sí mismo como un defensor de los intereses locales y también protector de comunidades marginadas, particularmente del grupo étnico fulani, quienes constituyen una proporción significativa de sus combatientes.

El EISS, por su parte, ha empleado más la narrativa global del Califato Islámico y la grandiosidad militar. Su propaganda destacaba inicialmente la capacidad destructiva del grupo y su superioridad militar sobre los rivales. No obstante, desde 2023, ambos grupos han incrementado el reclutamiento incluyendo menores de edad, reconociendo que la sostenibilidad operativa a largo plazo requiere la incorporación de generaciones futuras de combatientes.

Herramientas de comunicación digital

Ambos grupos han aprovechado las plataformas digitales encriptadas para la comunicación operacional y propagandística. Telegram emerge como la plataforma preferida para JNIM y EISS, permitiendo una comunicación individualizada y de grupo sin detección fácil por parte de las autoridades. El EISS, sin embargo, ha mantenido una agencia de medios llamada Al-Furqan que produce contenido audiovisual que incluye videos de combate, sermones religiosos y declaraciones de liderazgo.

El JNIM, a su vez, ha empleado la productora Al-Zaleqa para difundir contenido propagandístico, aunque con menor volumen que el EISS. La estrategia de comunicación del JNIM enfatiza la legitimidad religiosa, el control territorial y la protección comunitaria, mientras que el EISS ha priorizado la demostración de poder militar y la espectacularidad de sus ataques.

Redes sociales convencionales como TikTok han emergido como herramientas de reclutamiento dirigidas a adolescentes y jóvenes adultos, donde grupos extremistas comparten contenido estilizado con filtros, música yihadista y narrativas de gloria y martirio. Esta estrategia ha resultado ser efectiva para radicalizar poblaciones jóvenes en entornos urbanos tanto en África como en Europa.

Un fenómeno letal sin fin

La insurgencia yihadista en el Sahel, personificada por el JNIM y el EISS, representa la amenaza terrorista más letal del mundo contemporáneo. Ambos grupos, aunque rivales irreconciliables en los aspectos territoriales y tácticos, comparten la aspiración estratégica común de construir estructuras islámicas de gobernanza que desplacen la autoridad estatal. El JNIM, enraizado en Al Qaeda, ha priorizado la consolidación territorial gradual y el control administrativo, mientras que el EISS ha fomentado operaciones militares de impacto maximizado y con un control territorial más reciente pero más agresivo.

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Las dinámicas de rivalidad, el incremento de sus operaciones y la letalidad sostenida del conflicto muestran la capacidad de adaptación de estos grupos en entornos hostiles y la explotación de vacíos estatales. De igual modo, la retirada de potencias occidentales como Francia y la inestabilidad política en Mali, Burkina Faso y Níger han creado condiciones permisivas para la expansión yihadista, que amenaza a Europa y Occidente. A menos que se produzca una transformación en la gobernanza estatal regional y en la capacidad de seguridad, es probable que el Sahel continúe siendo el epicentro del terrorismo mundial durante los próximos años, con consecuencias humanitarias de proporciones catastróficas.

Incautadas 1,7 toneladas de cocaína en una embarcación con destino a la península Ibérica

Un semisumergible cargado con cocaína fue interceptado rumbo a la península ibérica en una operación internacional coordinada por Portugal.

La Policía Judicial de Portugal informó este lunes del decomiso de 1,7 toneladas de cocaína en un semisumergible interceptado en aguas del Atlántico. La embarcación intentaba alcanzar las costas de la península Ibérica cuando fue capturada durante la denominada Operación El Dorado. Según el comunicado oficial, «ha sido localizado e interceptado un semisumergible utilizado por una organización criminal transnacional que transportaba más de 1,7 toneladas de cocaína con destino a la península Ibérica».

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A bordo del semisumergible viajaban cuatro tripulantes encargados de trasladar la droga. El cargamento, según indicó la Policía Judicial, tenía como destino final «diversos países del continente europeo». La operación fue posible tras el seguimiento coordinado de unidades marítimas y aéreas portuguesas, lo que permitió intervenir antes de que la embarcación alcanzara tierra.

«La investigación prosigue a cargo de la Unidad Nacional de Combate del Tráfico de Estupefacientes de la Policía Judicial (portuguesa) en colaboración con las autoridades de otros países», añadió el comunicado. El operativo contó con el apoyo de la Armada y las Fuerzas Aéreas de Portugal, además de la Agencia Nacional Anticrimen del Reino Unido, la DEA estadounidense y la Fuerza de Tarea Sur del Mando Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, actuando gracias a información del Centro de Análisis y Operaciones Marítimas en materia de Narcotráfico.

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Perú rompe relaciones diplomáticas con México por dar asilo a la ex primera ministra Chávez

Lima anunció la ruptura de vínculos con México al considerar el asilo a Bettsy Chávez como una injerencia en sus asuntos internos.

El Gobierno de Perú ha anunciado la ruptura de relaciones diplomáticas con México tras descubrir que la ex primera ministra Bettsy Chávez, involucrada como coautora en el intento de golpe de Estado de Pedro Castillo en 2022, se encuentra asilada en la Embajada de México en Lima. La Presidencia peruana publicó en X: «El Gobierno de Perú ha decidido romper relaciones diplomáticas con México, debido a las reiteradas ocasiones en las que el Gobierno mexicano intervino en asuntos internos de nuestra nación».

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Horas antes, el ministro de Exteriores, Hugo de Zela, expresó en rueda de prensa su «sorpresa y profundo pesar» por la decisión mexicana de acoger a Chávez, calificando este hecho como «acto inamistoso». Lamentó además no haber recibido una notificación oficial por parte de México. Del mismo modo, acusó a la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, y al exmandatario Andrés Manuel López Obrador de «construir una realidad paralela frente a los acontecimientos» de diciembre de 2022 y de difundir «una versión tendenciosa e ideologizada» sobre el fallido autogolpe.

Se mantendrán servicios consulares

Según De Zela, «han tratado de convertir a los autores del intento de golpe de Estado en víctimas, cuando la verdad demuestra que lo que los peruanos vivimos y queremos es continuar viviendo en democracia». Asimismo, criticó las declaraciones de Sheinbaum en favor de Castillo, tildando estas manifestaciones de «inaceptables y falsas». «Ahora pretende sostener que la cómplice de Pedro Castillo, Betssy Chávez, también es una perseguida política», añadió.

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El ministro peruano subrayó que Chávez y Castillo «están siendo objeto de un proceso judicial con todas las garantías y que no están siendo sujetas a persecución política». Pese a su desacuerdo con la postura mexicana, el Gobierno peruano mantendrá los servicios consulares: «Nuestros compatriotas en México continuarán bajo la protección de nuestros cónsules en ese país, así como los mexicanos que viven en Perú continuarán bajo la protección de las autoridades consulares mexicanas en nuestro país».

No intervendrán en la Embajada

De Zela aclaró que no contemplan intervenir en la Embajada mexicana, diferenciando la situación de la ocurrida en Ecuador en abril de 2024. Afirmó: «Perú es un país respetuoso con el Derecho Internacional y una acción de ese tipo no está prevista en ninguna norma del Derecho Internacional». Sin embargo, el presidente José Jerí informó de la expulsión de la encargada de la misión mexicana, Karla Ornelas: «Karla Ornelas fue informada hoy por el canciller de que tiene un plazo perentorio para abandonar nuestro país».

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La ruptura ocurre poco después de que la Justicia peruana impusiera restricciones a Chávez por riesgo de fuga, aunque el Tribunal Constitucional ordenó su liberación al declarar fundado el recurso presentado por su defensa. Sin embargo, Chávez permanecía recluida en Lima desde junio de 2023, bajo prisión preventiva por presunta rebelión y conspiración ligados al fallido autogolpe de Castillo.

México califica de «excesiva» la ruptura

El Ministerio de Exteriores de México ha declarado que «lamenta y rechaza» la ruptura de relaciones anunciada por el Gobierno peruano, calificándola de «medida excesiva y desproporcionada». En su comunicado, defendió que se trata de un «acto legítimo y apegado al Derecho Internacional», rechazando las acusaciones de injerencia formuladas desde Lima. Además, señaló que la respuesta peruana es «unilateral» y que «en modo alguno constituye una intervención en los asuntos internos de Perú».

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En el texto, la diplomacia mexicana recordó que el asilo político está amparado por la Convención sobre Asilo Diplomático de 1954 y enfatizó: «El único facultado para calificar la naturaleza de la persecución en contra de solicitantes de asilo es el Estado asilante, México en este caso». Además, añadió que esta práctica «no puede ser considerarse un acto inamistoso por ningún otro Estado». Finalmente, argumentó que Bettsy Chávez denunció haber sido «objeto de reiteradas violaciones a sus Derechos Humanos» y que la decisión de otorgarle asilo se tomó tras una «evaluación minuciosa» de la situación.

¿Qué está pasando en Sudán? El gran olvidado en el corazón de África

Sudán vive una de las peores crisis humanitarias del siglo XXI. La caída de El Fasher en manos de las Fuerzas de Apoyo Rápido marca un punto de no retorno: más de 13 millones de desplazados, hambruna, violencia sexual y una represión con rasgos genocidas. Entre la indiferencia internacional y el comercio de oro manchado de sangre, el país se hunde en una guerra que desnuda la impunidad estructural y el fracaso global de la protección civil. En este artículo, Artiom Vnebraci Popa explica las claves del conflicto.

En los últimos días del mes de octubre y principios de noviembre de 2025, en el corazón de África se desarrolla una crisis humanitaria que replica con precisión escalofriante la escalada a patrones genocidas del pasado reciente. La caída de El Fasher el 27 de octubre de 2025 en manos de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) representa mucho más que un sutil cambio en el balance militar del conflicto sudanés. Constituye la culminación de 18 meses de asedio sistemático y el inicio de lo que algunos organismos internacionales caracterizan como una campaña de limpieza étnica de proporciones genocidas. La capital de Darfur del Norte (último bastión gubernamental en la región occidental), se ha transformado en el epicentro de una violencia que desafía las categorías convencionales del análisis del conflicto armado.

Las dimensiones de la tragedia son amplias incluso para los estándares de una región históricamente marcada por la violencia masiva. Más de 460 pacientes y acompañantes fueron ejecutados en el Hospital Materno Saudí, un hecho que constituye una violación flagrante de las Convenciones de Ginebra sobre protección de instalaciones médicas en tiempos de guerra.

El análisis de imágenes satelitales realizado por el Laboratorio de Investigación Humanitaria de la Universidad de Yale confirma la presencia de evidencia física de violencia masiva: agrupaciones de objetos y decoloración del suelo consistentes con la presencia de cadáveres y fluidos corporales en zonas que no presentaban estas características en imágenes anteriores a la ofensiva de las RSF.

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El caso comienza a compararse con el genocidio de Ruanda de 1994. Esto no es meramente retórica, ya que el nivel de violencia documentado en las primeras 24 horas tras la toma de El Fasher presenta similitudes estructurales con las fases iniciales del genocidio ruandés.

Esta analogía histórica funciona no solo como herramienta descriptiva sino como advertencia metodológica: los genocidios tienden a seguir patrones de escalada predecibles, y la fase inicial de violencia masiva suele ser el preludio de atrocidades aún mayores si no se produce una intervención efectiva. La ausencia de respuesta internacional coordinada ante El Fasher replica el mismo vacío institucional que permitió el desarrollo del genocidio ruandés, sugiriendo que la comunidad internacional no ha interiorizado las lecciones de aquella tragedia.

Genealogía de la violencia: del Yanyauid a las Fuerzas de Apoyo Rápido

La comprensión del conflicto actual requiere un análisis diacrónico que trace la evolución de las estructuras de violencia en Sudán desde el estallido del conflicto en Darfur. Entre 2003 y 2005, el gobierno de Omar al-Bashir recurrió a milicias árabes conocidas como Yanyauid como parte de una campaña contrainsurgente.

Estas fuerzas, actuando junto con unidades estatales y con apoyo de altos mandos, cometieron asesinatos masivos, violaciones, destrucción de aldeas y desplazamientos forzosos que afectaron principalmente a las comunidades Fur, Zaghawa y Masalit.

Organizaciones de derechos humanos han documentado que la política fue deliberada y contó con coordinación con aparatos del Estado. Organismos internacionales y organizaciones de derechos humanos han documentado que estas operaciones incluyeron asesinatos en masa, violaciones, saqueos y destrucción de aldeas, con un saldo estimado de alrededor de 300.000 muertos y 2,7 millones de desplazados forzosos. Aunque estas cifras varían según la fuente, expresan la magnitud de la tragedia y el carácter étnicamente dirigido de la violencia.

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En ese contexto emergió Mohamed Hamdan Dagalo (conocido como Hemedti), como comandante de una de las facciones más activas surgidas de los Yanyauid. Su papel en la represión de Darfur lo situó en el centro de redes de poder militar y económico que posteriormente le servirían de base para su ascenso político (un fenómeno que ilustra cómo la violencia, en lugar de sancionarse, fue institucionalmente recompensada durante el régimen de al-Bashir).

A lo largo de la década siguiente, el gobierno sudanés impulsó un proceso de formalización y reorganización de las milicias dispersas que culminó en la creación de las Fuerzas de Apoyo Rápido (Rapid Support Forces, RSF) en 2013. Bajo la dirección de Hemedti, estas fuerzas se integraron de manera ambigua al aparato estatal: nominalmente subordinadas al Servicio Nacional de Inteligencia y Seguridad, pero con una estructura de mando interna y recursos propios.

En 2015 comenzaron a operar con reconocimiento legal como fuerza de seguridad nacional, y en 2017 obtuvieron autonomía administrativa mediante una ley que las consolidó como una entidad militar paralela. Esta institucionalización de las RSF no representó una ruptura con el pasado, sino la continuidad de los métodos responsables de las atrocidades en Darfur (ahora revestidos de legitimidad estatal).

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Hemedti aprovechó esta nueva posición para fortalecer su poder económico mediante el control de rutas comerciales, fronteras y minas de oro en la región de Jebel Amer. A través de este control de los recursos extractivos, la RSF articuló una economía política de guerra en la que la explotación de minerales naturales financia las operaciones militares y sostiene redes clientelares que perpetúan la violencia y la impunidad.

Durante un tiempo, las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF), dirigidas por Abdel Fattah al-Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), comandadas por Mohamed Hamdan Dagalo, cooperaron tácticamente: juntas derrocaron a Omar al-Bashir en 2019 y reprimieron las protestas civiles que siguieron a su caída.

Sin embargo, esa alianza fue puramente instrumental, pues ambos líderes buscaban consolidar su propio poder en el vacío político dejado por el régimen. Tras el golpe militar de 2021, la presión internacional condujo a negociaciones para restaurar un gobierno civil, cuyo punto más delicado era la integración de las RSF en el ejército nacional. Al-Burhan defendía una incorporación rápida, que subordinara a Hemedti, mientras este exigía un proceso prolongado que preservara la autonomía y los recursos de sus fuerzas. Detrás de esa disputa técnica se ocultaba la verdadera pugna por el control del Estado post-Bashir, de su aparato de seguridad y de la economía militar basada en los recursos extractivos.

La tensión acumulada desembocó el 15 de abril de 2023, cuando ambas facciones movilizaron tropas en Jartum, iniciando una guerra civil abierta que, aunque comenzó como una lucha de élites por el poder, pronto se expandió por todo el país y adoptó en Darfur un carácter abiertamente genocida, reproduciendo los patrones de persecución étnica, desplazamiento masivo y destrucción comunitaria que marcaron los conflictos anteriores.

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El hilo conductor que une las distintas etapas de violencia en Sudán es la impunidad estructural. Omar al-Bashir fue el primer jefe de Estado en ejercicio acusado formalmente de genocidio por la Corte Penal Internacional, pero nunca fue extraditado ni juzgado, y muchos de los perpetradores del primer genocidio de Darfur no solo eludieron la justicia, sino que fueron ascendidos y legitimados dentro del aparato estatal.

Tal ausencia de mecanismos efectivos de rendición de cuentas ha perpetuado la lógica de la violencia como medio legítimo de acumulación de poder político y económico. La repetición de este patrón 20 años después no constituye una coincidencia histórica, sino la consecuencia predecible de un sistema que premió a los responsables de crímenes atroces en lugar de castigarlos.

En este sentido, el conflicto de 2023 no puede entenderse como un estallido espontáneo, sino como la manifestación más reciente de una genealogía de violencia estructural, alimentada por la impunidad, la instrumentalización del aparato militar y la convergencia entre guerra y economía extractiva en el Sudán contemporáneo.

Dimensiones de la catástrofe humanitaria: colapso social, hambruna y violencia sexual dirigida

Desde abril de 2023, Sudán enfrenta una catástrofe humanitaria de dimensiones históricas que combina desplazamiento masivo, hambruna, colapso sanitario y violencia sexual sistemática.

Más de 13 millones de personas han sido desplazadas forzosamente, lo que equivale a uno de cada cuatro sudaneses y sitúa al país como el escenario del mayor desplazamiento forzoso del mundo, superando a Siria, Ucrania y la República Democrática del Congo.

Las estimaciones de mortalidad directa (entre 150.000 y 200.000 víctimas), reflejan parcialmente el impacto real, pues las zonas bajo control de las RSF permanecen inaccesibles para las organizaciones humanitarias. Paralelamente, casi el 40% de la población padecen inseguridad alimentaria aguda y se encuentran en condiciones de emergencia o hambruna.

Pero tal crisis no responde a causas naturales de logística alimenticia sino a estrategias de guerra: el bloqueo de la ayuda humanitaria y la destrucción deliberada de cultivos e infraestructuras agrícolas utilizan el hambre como arma política y militar.

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El sistema sanitario se encuentra parcialmente colapsado, con más del 70% de los hospitales cerrados o destruidos (muchos de ellos atacados deliberadamente) con consecuencias devastadoras: brotes incontrolados de sarampión, cólera, dengue y difteria. 

En paralelo, la violencia sexual se ha consolidado como una herramienta central de la estrategia genocida. La triplicación en la demanda de servicios para víctimas de violencia de género en 2024 refleja solo una fracción de la magnitud real del fenómeno. Lejos de ser un efecto colateral del conflicto, la violación sistemática constituye un instrumento de terror, limpieza étnica y odio a la mujer. 

Además, la economía política de la guerra ha intensificado nuevas formas de violencia de género vinculadas a la supervivencia: muchas mujeres intercambian el acto sexual por alimentos o protección, sometidas a explotación en un contexto de colapso económico que destruyó sus medios de vida. Así, la violencia sexual en Sudán opera en múltiples niveles simultáneos (como arma de guerra, táctica de limpieza étnica, mecanismo de control social y consecuencia estructural de la destrucción del tejido económico y comunitario), configurando un panorama donde el hambre, la enfermedad y el cuerpo femenino se han convertido en campos de batalla del belicismo contemporáneo.

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La economía política del genocidio: Emiratos Árabes Unidos y el comercio de oro manchado de sangre

La internacionalización del conflicto sudanés está estrechamente vinculada a una economía política que relaciona la explotación de recursos naturales con el financiamiento militar y la perpetuación de la violencia.

En este entramado, Emiratos Árabes Unidos (EAU) ocupa un papel central, combinando intereses económicos y geopolíticos estratégicos. Su implicación se centra en el control de los recursos auríferos de Darfur y el acceso al Mar Rojo, factores que explican el apoyo sostenido a las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) a pesar de las acusaciones internacionales de complicidad en crímenes de guerra.

El flujo de oro desde las minas de Darfur (bajo control de las RSF) hacia Dubái constituye el núcleo de esta economía de guerra. Las reservas de oro emiratíes han aumentado un 26% en los últimos 12 meses, sin registros de compras en mercados internacionales (una anomalía que apunta a importaciones no declaradas). Los EAU, un país desértico sin minas de oro propias, se han convertido en el segundo mayor exportador de oro del mundo, evidenciando su papel como centro de lavado de recursos minerales extraídos en zonas de conflicto.

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La empresa al-Gunade, propiedad de familiares directos de Hemedti, mantiene vínculos comerciales con compañías emiratíes como Kaloti Jewellery Group, estableciendo una red ilícita que financia directamente las capacidades operativas de las RSF.

Además, investigaciones periodísticas han documentado la presencia de equipamiento militar británico en manos de las RSF, llegado a Sudán a través de intermediarios emiratíes. Este flujo de armamento contradice las negaciones oficiales de Abu Dabi sobre su apoyo militar al grupo y pone en cuestión la eficacia de los sistemas internacionales de control de exportación de armas. La presencia de mercenarios transportados mediante la infraestructura logística emiratí agrega otra capa a esta compleja red de apoyo.

En conjunto, el papel de los Emiratos trasciende el suministro de armas: proporcionan infraestructura logística, financiera y política que permite a las RSF sostener sus operaciones militares y, por extensión, continuar perpetrando crímenes de guerra y actos de genocidio.

Futuro genocidio, impunidad y el fracaso de la protección internacional

El genocidio en Sudán evidencia un fracaso sistemático de la comunidad internacional: se reconoce formalmente la comisión de crímenes sin implementar medidas efectivas, los mediadores tienen intereses directos en el conflicto y grupos responsables de atrocidades se financian mediante recursos naturales como el oro. La caída de El Fasher y el control de Darfur por las RSF consolidan un precedente peligroso, donde actores responsables de crímenes de lesa humanidad pueden mantener poder territorial y operar con impunidad.

Esta situación demuestra que los compromisos internacionales de protección de civiles y prevención de genocidios son selectivos y condicionados por intereses geopolíticos y económicos. La violencia masiva en Sudán no ocurre a pesar del sistema internacional, sino dentro de él, facilitada por la falta de voluntad política y la tolerancia hacia actores estatales y paramilitares que se benefician del conflicto.

El resultado es una crisis humanitaria que amenaza con desestabilizar la región y un mensaje inquietante: los principios del derecho internacional pueden ser ignorados sin consecuencias, y millones de vidas quedan desprotegidas frente a la violencia sostenida.

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Tendencias de las energías renovables en España

España avanza con fuerza en el desarrollo de energías renovables, posicionándose como un referente europeo. La innovación tecnológica y las políticas sostenibles impulsan el crecimiento del sector. En este artículo, Matías González, alumno del Máster Profesional de Analista Estratégico y Prospectivo de LISA Institute analiza el papel de la energía solar, eólica y otros modelos verdes.

Las energías renovables son un tipo de energía que tiene su origen en fuentes naturales. Se caracterizan por que su consumo es menor a lo que se puede producir y por su gran capacidad de renovación. Algunas de las energías renovables más comunes son la energía solar, eólica, geotérmica, hidráulica, biomasa, hidroeléctrica y oceánica.  

A diferencia de las energías producidas con combustibles fósiles como el petróleo, el gas o el carbón, las energías renovables no se generan mediante combustión. Por eso, sus emisiones son significativamente inferiores a las de origen fósil. Actualmente, representan una excelente alternativa para el cuidado del medioambiente.

Políticas mundiales de energías renovables

Las actuales políticas sobre energías renovables a nivel global tienen origen en tratados y acuerdos impulsados por organizaciones internacionales como la ONU. En esta organización, los tratados sobre energías renovables están incluidos dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, específicamente en el objetivo número 7.

El propósito principal de este objetivo es entregar energía asequible y no contaminante en todo el planeta. Busca proveer lo necesario para el desarrollo de la sociedad a nivel mundial, asegurando que ese desarrollo contribuya a combatir el cambio climático.

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Este objetivo de desarrollo sostenible en el ámbito energético establece metas principales hacia el año 2030. Por eso, cada gobierno suscrito a los tratados ha definido planes subsidiarios para implementar estrategias nacionales que impulsen el uso de energías renovables.

Actualidad energética en España

España no ha quedado ajena a la implementación de estrategias de energías renovables en todo su territorio. Estas acciones buscan cumplir con los tratados de la Unión Europea (UE) y la ONU.

En marzo del 2025 en España las energías renovables alcanzaron un 61,6% del mix energético del país, con un aumento del 0,8% mensual comparado con la misma fecha del año anterior. 

Fuente: Red Eléctrica España

Sumado a lo anterior, España, es el segundo país de Europa en la generación de energía eólica y solar. 

La energía eólica en España es la principal fuente de energía en el país, con un aporte del 40% de la energía nacional. 

Tendencias energías renovables en España al 2030

Según el Plan Nacional de Energía y Clima (PNEC) para el periodo del año 2023 al 2030, España busca disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero en el país en un 32%, junto a esto buscará aumentar en un 81% la utilización de energías renovables del mix energético nacional, en el que actualmente se encuentra en un 61,6%. Priorizará los proyectos de energías eólicas, solar fotovoltaica, hidrógeno renovable y de almacenamiento de estas fuentes de energía. 

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Para todo lo anterior, se buscará poder apoyar a las industrias relacionadas con las energías renovables ya sea en financiación, políticas, acuerdos de compraventa y diferenciación en el mercado energético. 

La innovación será un punto muy importante dentro de esta búsqueda, debido a que a través de ella buscarán disminuir la brecha que hay en la actualidad con lo que se desea alcanzar según los planes estipulados a nivel nacional de aquí al 2030. 

Fuente: OBS Bussines School

España se encuentra actualmente a la vanguardia de Europa en materia de energías renovables. Existen empresas destacadas a nivel internacional que invierten y desarrollan proyectos innovadores en este ámbito. El país muestra una gran capacidad de innovación y un fuerte interés por cumplir sus políticas energéticas. Además, cuenta con un mercado amplio y diversas oportunidades para seguir expandiendo este sector.

Fuente: OBS Bussines School

El sector energético está en constante evolución e innovación. En España existe un amplio mercado por explorar, con grandes oportunidades en energía eólica y solar. A esto se suman los modelos sostenibles, que se encuentran en constante actualización en el país.

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La inteligencia artificial y el big data son pilares clave en el mantenimiento y la prevención de problemas energéticos. Gracias a estas tecnologías, la eficiencia energética avanza con fuerza en su objetivo de transformar a España en un entorno más sostenible.

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¿Qué son el poder duro y el poder blando y qué diferencias hay entre ellos?

Descubre qué son el poder duro y el poder blando, cómo funcionan en las relaciones internacionales y qué los diferencia en el mundo actual.

En las relaciones internacionales, los países no solo compiten por recursos y territorio, sino también por influencia. En un contexto global cada vez más interconectado, los Estados han desarrollado distintas estrategias para ejercer su poder. Dos conceptos clave (poder duro y poder blando) definen las formas principales en que las naciones buscan tomar decisiones, moldear opiniones y alcanzar sus metas sin recurrir siempre a la fuerza militar.

¿Qué es el poder duro?

El poder duro se basa en la coerción, la presión y la fuerza. Este tipo de poder implica la capacidad de un país o actor político para imponer su voluntad mediante medios tangibles, como la fuerza militar, las sanciones económicas o el control de recursos estratégicos. En otras palabras, el poder duro utiliza medios directos para conseguir resultados, incluso si generan resistencia o conflicto.

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Ejemplos de poder duro son las intervenciones militares, los bloqueos comerciales o la imposición de sanciones a otros países. Cuando una nación recurre al poder duro, busca obtener obediencia o conformidad, más que admiración o cooperación. Es una herramienta eficaz a corto plazo, aunque puede tener consecuencias negativas en la reputación internacional y en las relaciones diplomáticas.

El poder duro no se limita solo a la guerra. También puede mostrarse en la presión política o económica que ejercen grandes potencias sobre países más pequeños para orientar sus decisiones políticas o comerciales.

¿Qué es el poder blando?

El poder blando, en cambio, se basa en la atracción y la influencia cultural, ideológica o institucional. En lugar de forzar a otros a actuar, busca convencerlos e inspirar admiración. Esta idea fue desarrollada por el politólogo estadounidense Joseph Nye, quien explicó que el poder blando se construye sobre tres pilares: la cultura, los valores políticos y la política exterior.

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Un país que ejerce poder blando logra que otros acepten sus intereses porque los consideran legítimos o deseables. Ejemplos claros de poder blando son, por ejemplo, la proyección cultural de Estados Unidos a través del cine y la tecnología, la diplomacia educativa de un país como Francia mediante sus alianzas universitarias o la influencia de Japón gracias a su cultura popular, como el anime y la gastronomía.

El poder blando suele ser más eficaz a largo plazo, ya que genera afinidad y colaboración voluntaria. Sin embargo, su efecto depende de la credibilidad y coherencia del país que lo utiliza.

Diferencias entre poder duro y poder blando

AspectoPoder duroPoder blando
Método principalCoerción, presión y uso de la fuerzaPersuasión, atracción y credibilidad
Herramientas utilizadasEjército, sanciones, amenazas económicas o políticasCultura, diplomacia, educación y cooperación internacional
ObjetivoImponer decisiones y conseguir obedienciaGenerar simpatía y aceptación de valores o modelos
Efecto en las relacionesPuede provocar conflictos o tensionesFomenta cooperación y alianzas duraderas
Alcance temporalResultados rápidos, pero inestablesResultados lentos, pero sostenibles

Ambos tipos de poder son esenciales para entender la estrategia de cualquier Estado moderno. Ninguno es completamente efectivo por sí solo, y su combinación define la llamada estrategia de poder inteligente.

El poder inteligente: equilibrio entre fuerza e influencia

El poder inteligente (smart power) integra el poder duro y el poder blando de forma equilibrada. Esta estrategia busca usar la fuerza cuando es necesaria, pero acompañada de diplomacia, cooperación y comunicación estratégica.

Por ejemplo, la Unión Europea utiliza sanciones económicas (poder duro) junto con la cooperación al desarrollo y la promoción de derechos humanos (poder blando). Estados Unidos también combina la presencia militar con su influencia cultural global.

La clave del poder inteligente es adaptar la estrategia al contexto, eligiendo cuándo aplicar presión y cuándo promover el diálogo.

Por qué entender ambos poderes es esencial

La globalización ha difuminado las fronteras del poder. Las redes sociales, los medios y la economía digital transforman el modo en que los países influyen en los demás. Conocer las diferencias entre poder duro y poder blando permite comprender cómo se construyen las alianzas, por qué las guerras cambian de forma y cómo las naciones proyectan su imagen.

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Además, esta distinción no solo aplica a los Estados. También las empresas multinacionales, las organizaciones internacionales o incluso las ciudades utilizan estrategias de poder blando para atraer inversión, talento o influencia global. Por ello, el poder duro y el poder blando son dos caras de la misma moneda: la capacidad de influir. Uno impone, el otro persuade. En el equilibrio entre ambos se encuentra el verdadero arte de la política internacional moderna.

Italia obliga a las webs pornográficas a verificar la edad de los usuarios

Las páginas de contenido adulto deberán comprobar la mayoría de edad del usuario o afrontarán grandes multas en el país europeo.

Italia impondrá desde el 12 de noviembre la verificación obligatoria de edad en todas las páginas web pornográficas accesibles desde el país. La medida afectará a plataformas internacionales como Pornhub, Youporn y Onlyfans, que deberán garantizar que los usuarios son mayores de edad. En caso de incumplimiento, las empresas se enfrentarán a sanciones que pueden alcanzar los 250.000 euros, según lo establecido por la Autoridad para las Garantías en las Comunicaciones (AGCOM).

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La disposición, que se aplicará inicialmente a 45 sitios web, busca impedir el acceso de menores a contenidos para adultos, sin importar el origen de los portales. Las plataformas deberán incorporar tecnologías que confirmen la edad del usuario antes de permitir el acceso. Además, la AGCOM explicó que el proceso debe ofrecer un nivel de seguridad proporcional al riesgo y respetar la minimización de los datos personales obtenidos.

Controles verificados independientes

El organismo italiano precisó que las páginas deberán «verificar que los usuarios sean mayores de edad, garantizando un nivel de seguridad adecuado al riesgo», y que el sistema adoptado asegure la protección de la privacidad. AGCOM hizo hincapié en que el cumplimiento de esta obligación forma parte de sus competencias en materia de regulación de servicios digitales y contenido sensible, con el fin de reforzar la protección de los menores en internet.

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Para implementar el control, las empresas deberán recurrir a «terceros independientes verificados» responsables del proceso de identificación y autenticación. Este mecanismo deberá aplicarse «para cada sesión de uso del servicio regulado». Si las plataformas no lo aplican, recibirán una advertencia oficial y estarán expuestas a multas económicas que podrían alcanzar los 250.000 euros.