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Diplomacia digital y Metaverso: ¿hacia dónde va el futuro?

Análisis

Ana García De Paredes Dupuy
Ana García De Paredes Dupuy
Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC). Sus principales intereses son el funcionamiento de las Organizaciones Internacionales y su influencia a nivel global, así como la aplicación del Derecho Humanitario y el análisis geopolítico en el contexto de conflictos armados.

En noviembre de 2021 Barbados inauguró su primera embajada en el Metaverso. En este artículo analizamos el impacto de este tipo de iniciativas y los retos y oportunidades de la diplomacia en la era digital y su impacto en la diplomacia tradicional.

La era de Internet y la creación de nuevos medios digitales ha llevado a que los países piensen en nuevas formas de proteger sus intereses en el contexto digital. El núcleo de la actividad diplomática se mantiene firme: representar, negociar, proteger y promover los intereses de los Estados ante terceros. Sin embargo, lo que cambia es el planteamiento sobre el uso de nuevas y diferentes herramientas.

De forma genérica, la diplomacia digital consiste en el uso de la web y las redes sociales para la consecución de los objetivos establecidos en la acción y la política exterior de un país. Más allá de estas nuevas herramientas digitales, el corazón de la actividad diplomática permanece inalterable en esta definición: representar, negociar, proteger y promover los intereses de un Estado ante terceros.

Este concepto comenzó a tener más visibilidad en estos últimos años en los que hemos podido ver cómo las embajadas cada vez se comunican más con los ciudadanos a través de las redes sociales. Como máximo exponente de esta nueva realidad de diplomacia digital señalamos que Barbados presentó en noviembre de 2021, su primera embajada en el Metaverso. Por aportar una definición de Metaverso, este se entiende como el espacio de realidad virtual en el que los usuarios interactúan en un entorno digital. Es decir, una convergencia de realidad física, aumentada y virtual en un espacio en línea compartido.

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Sin embargo, Barbados no es el primer país que abre una embajada en el mundo virtual. Ya en el año 2007, Maldivas lideró una iniciativa para instalar una embajada en la plataforma Second Life. Este es un programa que simula un mundo virtual en 3D y permite a las personas crear su propia comunidad en línea a través de un avatar. Esta acción fue seguida poco después por Suecia, Estonia, Colombia, Serbia, Macedonia del Norte, Albania, Israel y Malta.

Esta iniciativa abría las puertas a un nuevo concepto de embajadas, diplomacia y, al mismo tiempo, cuestionaba la legislación vigente que regula las relaciones diplomáticas. Es importante recordar que las embajadas trabajan en misiones diplomáticas ubicadas en la capital de un país extranjero. Estas se regulan por la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961.

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Considerando esta nueva idea de una presencia virtual de embajadas, el rol del Estado receptor desaparecería junto a muchas de las regulaciones establecidas en esta Convención de Viena. Además, esta novedad diplomática podría provocar la participación de nuevos actores en estas relaciones como pueden ser las empresas privadas.

A diferencia de los canales diplomáticos tradicionales, la diplomacia digital se realiza en espacio virtuales ofrecidos por estas empresas que, jurídicamente hablando, no pueden ser equiparadas a los Estados ya que no están sujetas de la misma forma al Derecho Internacional ni a los códigos que rigen dichos asuntos.

La transformación digital y el auge de la plataformas en línea ha traído consigo la relación entre el ciberespacio y la diplomacia; sin embargo, también supone nuevos riesgos en seguridad, transparencia y confidencialidad.

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La confianza mutua y la cooperación entre los Estados y actores regionales siempre ha estado muy presente en los procesos legales. Sin embargo, a raíz de la aparición de conceptos como diplomacia digital, la confianza y la transparencia han adquirido un nuevo significado y dimensión. De esta forma, aumentaría la necesidad de establecer un nuevo protocolo que regule la manera de llevar a cabo estas negociaciones entre Estados a través de nuevos canales.

Diplomacia digital: cuestiones legales y soberanía

En primer lugar, la soberanía consiste en la máxima autoridad en la que reside el poder político y público de un pueblo, nación o Estado sobre su territorio y sus habitantes. Además, también implica la independencia de cualquier Estado de hacer sus leyes y controlar sus recursos sin coerción de otros Estados.

Cuando un país establece una embajada en un lugar, está reconociendo de facto la soberanía (un Estado y un gobierno) del territorio en el que se encuentra. Entonces, en el caso de Barbados, ¿está el Estado otorgando legitimidad oficial a un entorno 100% virtual, inexistente en el mundo físico?

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El problema surge cuando se trata de establecer dónde reside la soberanía en un espacio, sin fronteras, cuando se generan situaciones o conflictos que tradicionalmente estaban bajo la órbita de acción del Estado. Es decir, la cuestión de la soberanía digital impulsa la necesidad de que los gobiernos tengan jurisdicción legal sobre las actividadesdigitases en su territorio de forma que se reduzcan los efectos indirectos negativos de las redes digitales integradas.

La soberanía total será mucho más difícil de lograr en el ámbito digital debido a la naturaleza interconectada de Internet y el poder de las empresas tecnológicas. Además, hay que tener en cuenta los diferentes enfoques que pueden surgir sobre esta soberanía digital que variarán dependiendo de los sistemas políticos y legales de cada país.

Al respecto algunos expertos coinciden en que el término “embajada” en este contexto virtual no puede interpretarse como una representación diplomática permanente ante un Estado ya que las relaciones diplomáticas solo son posibles con Estados u otros sujetos de Derecho Internacional. Es decir, aunque se llame “embajada” no deja de ser una especie de web en un espacio virtual tridimensional.

Los retos de la diplomacia digital para la diplomacia tradicional

Como sabemos, hay tres tipos de misiones diplomáticas: embajadas, consulados y misiones permanentes. Estas han existido durante muchos años y siempre han sobrevivido al cambio que fue requerido para adaptarse a diferentes medios. Sin embargo, al enfrentarse la Diplomacia a la era digital y al tratarse a Internet como ese jugador relevante, en los tiempos modernos es necesario analizar el impacto que lo digital tiene en estas misiones.

La función principal de las misiones diplomáticas es la representación oficial, tal y como establece el artículo 3 de la Convención de Viena de 1961 sobre Relaciones Diplomáticas. Por lo tanto, si el ciberespacio se considera una entidad separada y un “espacio”, ¿significa que los sitios de los servicios diplomáticos en el Metaverso podrían considerarse como la representación de un país en ese espacio?

Esto sugiere que, si bien las misiones diplomáticas virtuales pueden considerarse representaciones virtuales de sus contrapartes físicas, las declaraciones emitidas a través de misiones diplomáticas virtuales no son jurídicamente vinculantes en el mismo sentido que las emitidas por misiones diplomáticas tradicionales.

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Ciertas misiones diplomáticas virtuales se aseguran de aclarar tal posición publicando una advertencia en sus sitios web. Por ejemplo, el Consulado General de la República Checa en Los Ángeles, muestra el siguiente pie de página en su sitio web: “Todo el contenido de las páginas de Internet de la Embajada Checa tiene fines informativos y no es legalmente vinculante”. 

Por otro lado, las declaraciones y otra información publicada en Internet por las misiones diplomáticas debe tener el mismo significado que las embajadas, consulados y misiones permanentes de la vida real para garantizar una mayor coherencia con las funciones realizadas de manera tradicional.

Las misiones diplomáticas también sufren una afluencia constante de información y están bajo presión para trasladar su interpretación de dicha información al país de origen en el menor tiempo posible, en particular, las embajadas. La era digital no solo ha afectado a las misiones diplomáticas con respecto a los plazos sino que también ha diversificado los medios por los cuales las misiones se comunican con sus clientes más allá de teléfono, correo electrónico o mensajería en línea.

El futuro de la diplomacia digital

La diplomacia digital es una forma real de establecer relaciones diplomáticas solo que a través de un canal diferente: Internet y otras nuevas tecnologías. Sin embargo, la existencia de una representación virtual no implica que esta vaya a sustituir a la entidad que representa. Según los expertos, se demuestra que las misiones diplomáticas virtuales son útiles en cuanto a que se complementan con las misiones físicas. Además, la realidad es que ciertos procesos no se pueden realizar de forma electrónica en la actualidad, particularmente aquellos que requieren verificación de identidad y recopilación y distribución de pasaportes.

Aunque existan escenarios en los que ciertos procesos pueden realizarse de forma electrónica hay países que no consideran prudente hacerlo. En general, las negociaciones tradicionales con una presencia física suelen tener un impacto más positivo en el resultado general que el que las negociaciones electrónicas, al menos a día de hoy.

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Algo que sí está claro es que la diplomacia digital, a pesar de que no parezca que vaya a sustituir a la tradicional al menos en el corto plazo, sí podría empoderarla. Es decir, en un contexto de globalización permite una mayor cantidad de interacción entre diferentes países y un mayor progreso en áreas de interés internacional como puede ser la resolución de conflictos internacionales, la salud y otros problemas globales.

Además, según algunos expertos, la diplomacia digital va más allá del horizonte de la diplomacia tradicional al permitir la entrada de nuevos actores, desde ONG’s hasta el público general. El control de la diplomacia virtual conlleva y conllevará un gran reto a medida que avanza la tecnología. Esto requerirá a su vez una fuerte coordinación tanto interna como externa, así como mucha inversión en capacidades y recursos para mejorarla y convertirla en una estrategia confiable y transparente.

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