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Narcomenudeo, el termómetro del consumo

Análisis

María Ayelen Pastor
María Ayelen Pastor
Alumna certificada del Máster Profesional de Analista Criminal y Criminología Aplicada de LISA Institute. Actualmente es Detective privado internacional y Analista e Delito así como también realiza labores de negociación profesional en situaciones críticas. Es diplomada en Política Criminal, Mapa del Delito y Geografía Criminal Seguridad Ciudadana y Prevención del Delito, Narcotráfico y Seguridad Interior.

Más allá del gran narcotráfico, existe una red silenciosa que opera en calles, barrios y casas particulares. Se trata del narcomenudeo, una práctica cotidiana, camuflada entre relaciones familiares, vecinales y sociales. En este artículo, María Ayelen, alumna del Máster Profesional de Analista Criminal y Criminología Aplicada de LISA Institute, analiza su lógica y por qué es clave para comprender cómo se sostiene.

El comercio de drogas ilícitas en pequeñas cantidades o a baja escala, con fines de entrega y distribución, en modalidad «delivery» o en puntos de venta como el domicilio del propio vendedor, no requiere un sistema sofisticado para su práctica.

El narcomenudeo nace del propio delito de narcotráfico. El producto comercializado no es producido por el pequeño vendedor, ni exige una gran suma de dinero para comenzar. Esto genera un gran número de personas que comienzan a delinquir bajo esta modalidad.

El narcomenudeo es un delito que ha ido en aumento en el último tiempo. Puede ser considerado como el inicio de cualquier organización o grupo que desee llevar adelante la venta de estupefacientes.

Para que el narcomenudeo se mantenga vigente, algunos procesos sociales son la base del mercado de consumo. Estos producen una mano de obra excedente que es aprovechada por el narcotráfico. Esto ocurre ante la carencia de políticas estatales inclusivas y de instituciones físicamente presentes, principalmente en barrios pobres y marginales.

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De esta manera, se va construyendo una estructura imprescindible para acercar a consumidores y proveedores.

Algunos de los procesos sociales presentes son: 

Desempleo de masas: se trata de un proceso de desocupación masivo, permanente y estable. Son sectores que no accederán a un puesto de trabajo y ya no esperan hacerlo. 

Exclusión social: este concepto se define como el proceso económico-social por el cual grandes sectores poblacionales quedan consciente y permanentemente «fuera» de la estructura social. Estos sectores se organizan económicamente y legitiman sus propias instituciones. Aquí se cosecha la mano de obra del narcotráfico.

 Segregación de base territorial: el concepto de segregación de base territorial apunta a una segregación física y geográfica. Los excluidos se excluyen para afirmarse y refugiarse, se auto segregan en barrios impenetrables donde tejen sus propias redes de legitimidad y solidaridad. 

Las relaciones y el narcomenudeo

Por un lado, pertenecer a un grupo de edad próximo a la adultez convierte a muchos jóvenes en relegados estructurales. Cuentan con pocas oportunidades de educación y empleo. Por otro lado, habitan zonas de la ciudad donde hay problemáticas sociales como violencia y delincuencia, que suelen estar relacionadas con el consumo y comercio de drogas.

Los actores involucrados en el narcomenudeo son, por un lado, los consumidores de drogas ilícitas, a quienes llamaremos clientes. Por otro, los distribuidores, conocidos como narcomenudistas o «buenos». Este último término es de origen popular y hace referencia a quien tiene la sustancia deseada. El cliente participa con el objetivo de conseguir la droga para su propio consumo.

Aunque el consumo de drogas puede presentarse como una respuesta a experiencias negativas, como violencia o abuso sexual, hay otros motivos relevantes. La mayoría de los jóvenes empieza a consumir en actividades con carácter lúdico y compartidas con sus pares, como fiestas o juegos. Estas experiencias sociales están relacionadas con la necesidad de tener identidad y ser reconocidos. No se debe olvidar que esas primeras ingestas son las que generan tolerancia y dependencia.

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La red familiar cumple un papel clave en los primeros años de vida, pero muchas veces pierde relevancia frente a otras redes sociales. Esto ocurre especialmente cuando los jóvenes comienzan a salir sin familiares y buscan integrarse en grupos de pares. En este contexto, la situación escolar influye directamente en el narcomenudeo: dejar los estudios hace que pasen más tiempo con sus pares del barrio. Continuar en la escuela implica formar vínculos con jóvenes ajenos al entorno, lo que puede ser un factor protector.

Además, son pocos los jóvenes que ven en la educación una oportunidad real de generar ingresos futuros. Muchos prefieren dedicarse a un negocio que les brinde dinero inmediato, como el narcomenudeo, que es percibido como rentable. Esta visión refuerza el abandono escolar y fortalece la entrada a actividades ilícitas.

Las relaciones entre vecinos adultos conforman otra red importante. Estas relaciones horizontales suelen existir desde antes de que aparezcan las «tienditas» o puntos de venta de droga. Sin embargo, se genera una dinámica de reciprocidad delictiva. Por ejemplo, algunos clientes ofrecen objetos de origen dudoso y otros vecinos prefieren no denunciar. Así se crea una red de complicidad.

Los jóvenes que participan en el narcomenudeo lo hacen de forma clandestina, por lo que la confianza es indispensable. Se necesita un acuerdo explícito entre quienes forman parte, para poder mover pequeñas cantidades de droga sin problemas. Por eso, las relaciones de reciprocidad (como entre amigos o hermanos) son clave, aunque también funcionan las jerárquicas.

Las relaciones horizontales permiten un intercambio directo entre iguales. Suelen darse entre consumidores o entre quienes distribuyen droga en su entorno. Las verticales, en cambio, se basan en un esquema patrón-cliente. Ahí entran en juego la lealtad, el poder y el capital como ejes fundamentales para sostener el negocio.

El narcomenudeo y las ganancias

En el caso de los narcomenudistas, la ganancia económica es el motor principal de su participación como distribuidores de drogas.

Gran parte de esta ganancia suele gastarse para continuar con el consumo personal de droga por parte de los propios distribuidores. Sin embargo, también es frecuente que quienes conviven con familiares destinen parte de ese dinero a mejorar la economía del hogar.

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Muchas veces, son estas relaciones horizontales las que fortalecen la participación de los jóvenes en el narcomenudeo. Es, en muchos casos, la propia familia la que posibilita el inicio de esta actividad en los menores del núcleo familiar.

La marginalidad y el narcomenudeo

El narcomenudeo desde la marginalidad, nos referimos evocando una situación de desventaja social, en la que vive un número de individuos. En una sociedad como la nuestra, basada en el consumo, el concepto de marginalidad suele evocar a quienes limitan sus bienes de consumo por una situación económica precaria.

Sin embargo, no es lo económico lo único que determina una situación de marginalidad. Se considera marginados a los sectores de la población que no están plenamente integrados a la sociedad dominante. Por eso, su marginalización no es sólo económica, sino también política.

Conclusión

El mercado de drogas prohibidas se basa en redes y relaciones establecidas con anterioridad a su notoria presencia actual, estas relaciones impactan de dos maneras distintas: una, permitiendo la presencia de la droga en el barrio, y dos, posibilitando el comercio a su interior.

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Es la posibilidad de comercio interno la que juega un papel relevante en el estudio, pues es la que facilita el acceso de los jóvenes a las drogas prohibidas. Se maneja entonces que las relaciones que vinculan a los distintos individuos tienen un objetivo común, el narcomenudeo, pero en ellas se encuentran presentes mecanismos para intentar controlar el entorno, así como para ejercer poder sobre el resto de quienes conforman la red.


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