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¿Es real la amenaza de Putin de un ataque nuclear ruso?

Análisis

Jose Iserte Bou
Jose Iserte Bou
Suboficial TDAX, Instructor, Profesor y Ponente en OTAN, Ejército del Aire, Ejército de Tierra de España sobre explosivos, misiles, armamento y desminado.

En un contexto de tensión internacional y geopolítica a raíz de las amenazas nucleares del presidente ruso, Vladimir Putin, en este artículo el experto en misiles y armamento y Profesor de LISA Institute, Jose Iserte Bou, expone su punto de vista sobre las posibilidades y escenarios de un ataque de este tipo.

Cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, anunció la movilización parcial hace unos días, también lanzó la amenaza de estar dispuesto a emplear armamento nuclear si hiciera falta. Estos comentarios suscitaron inquietud e indignación en Occidente y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, acusó a Rusia de proferir amenazas “imprudentes” e “irresponsables”.

Como ya sabemos el único empleo que se ha realizado de armamento nuclear tuvo lugar a finales de la Segunda Guerra Mundial, sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. La potencia devastadora de estas armas y la contaminación radioactiva inherente a su empleo, provocaron que la humanidad entrara en la era de la disuasión nuclear. Un periodo en el que las grandes potencias se lanzaron a desarrollar y fabricar este tipo de armas, aún sabiendo que su empleo sería catastrófico para la humanidad.

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Capacidad de un ataque nuclear ruso (y estadounidense)

Actualmente, Rusia posee un arsenal nuclear calculado en unas 5.977 ojivas nucleares y Estados Unidos ha declarado poseer unas 5.428, según una estimación de Federation of American Scientist. Tanto Rusia como Estados Unidos tienen capacidad para desplegar armamento nuclear desde plataformas basadas en tierra, en el mar (desde submarinos) y en el aire (desde bombarderos).

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De todo este arsenal nuclear, se estima que Rusia dispone de unas 2.000 ojivas que podrían ser empleadas de forma táctica. Estas ojivas, de tamaño más pequeño que los gigantescos misiles balísticos intercontinentales, se desarrollaron durante la Guerra Fría y están diseñadas para ser empleadas en el campo de batalla contra formaciones de tropas, carros blindados o búnkeres así como instalaciones militares. Estas pueden ser disparadas desde misiles de alcance medio como, por ejemplo, los Iskander-M, con un alcance de 500 kilómetros.

Es poco probable, sin embargo, que Putin ordene apuntar contra una ciudad ucraniana en un primer lanzamiento y evitaría, a toda costa, provocar víctimas. Es difícil predecir los posibles objetivos elegidos por el Kremlin, pero uno de ellos podría ser la isla de las serpientes.

Esta isla se ha convertido en un símbolo para los ucranianos, después de haber conseguido desalojar a las tropas rusas de esa posición avanzada en el mar negro. En la hipotética situación de que este fuera su objetivo, además, se minimizarían los daños medioambientales al mismo tiempo se demostraría la voluntad de emplear este armamento.

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Estados Unidos también dispone de armas que pueden considerarse tácticas. La mayoría de las armas nucleares actuales son de potencia variable; es decir, se puede escoger la energía de la explosión en función del objetivo y de la situación táctica. La última versión de la bomba nuclear B61, desarrollada por los Estados Unidos y diseñada para ser lanzada desde aeronaves, puede calibrarse para generar una explosión de 0.3, 1.5, 10 o 50 kilotones. Por tener un punto de referencia para entender esta cuestión, la bomba lanzada sobre Hiroshima era de 15 kilotones.

Además, también es relevante apuntar que el TNT es un explosivo militar que se emplea como medida patrón para medir la potencia de los demás explosivos militares (1 kilotón equivale a 1000 toneladas de TNT). Para hacernos una idea de la energía desarrollada por una explosión nuclear, en el atentado de la T4 de Barajas de diciembre de 2006 la Guardia Civil estimó que se habían empleado 200kg de explosivos caseros, de menos potencia que el TNT.

En la actualidad Estados Unidos tiene actualmente almacenadas este tipo de bombas en Italia, Alemania, Bélgica y Turquía. La detonación de una de estas armas sería devastador. Se generaría un champiñón atómico, una bola de calor que provocaría incendios en un radio de varios kilómetros y, sobre todo, una nube radioactiva que contaminaría el medio ambiente durante varios años. La detonación podría afectar también a países vecinos y a la propia Rusia, en función de dónde se produjese la explosión.

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Señales de alarma de un ataque nuclear ruso

En cualquier país dotado de armamento nuclear, se producen movimientos previos que permiten alertar de un empleo inminente. Es difícil que todo el intercambio de información que se produciría entre agencias gubernamentales y de defensa rusas, que serían captadas por las estaciones de escucha occidentales, pasara desapercibido.

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También se detectaría movimiento en torno a los polvorines en los que se guarda este armamento. En Rusia, las bombas atómicas se almacenan en búnkeres especialmente adaptados y acondicionados, próximos a las bases aéreas.

Antes de su empleo, habría que extraerlas de los polvorines, cargarlas en camiones y transportarlas hasta las bases aéreas, antes de ser montadas en los bombarderos. Es difícil que este movimiento inusual alrededor de los depósitos de armamento nuclear, pasara desapercibido para los servicios de Inteligencia occidentales.

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Ocurriría lo mismo en el caso de ser empleadas ojivas nucleares desde los misiles Iskander. Estos misiles se lanzan desde plataformas móviles (como camiones) y, antes de su uso, se percibiría un incremento de los niveles de alerta del mando de armas nucleares lo que señalaría que la propia Rusia habría incrementado su nivel de alarma. Todavía no se ha llegado a este punto y no hay ningún bombardero cargado con bombas nucleares en las bases aéreas ni camiones con misiles Iskander atómicos circulando por las carreteras.

Si se detectasen señales que indicaran una preparación para un ataque nuclear se produciría un incremento masivo de la presión diplomática sobre Rusia para que cambiara el rumbo. También se ejercería una presión diplomática importante sobre países como China o India para que adoptaran una posición más firme respecto a Rusia, lo que podría conseguir que esta se replanteara el empleo de bombas atómicas, teniendo en cuenta que Moscú depende de estos dos países para seguir exportando energía.

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Posible respuesta internacional a un ataque nuclear ruso

A pesar de la denominación “táctica”, el empleo de cualquier tipo de armamento nuclear, independientemente de su potencia, conlleva objetivos estratégicos. Es decir, que van mucho más allá de ganar una batalla concreta. En este caso, Putin demostraría a los demás países su determinación a seguir adelante hasta conseguir sus objetivos e imponer un alto el fuego o la rendición del enemigo, bajo amenaza de seguir utilizando armamento nuclear.

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Las consecuencias de la detonación de una bomba son difíciles de predecir ya que dependen, en gran medida, del tipo de munición empleada y de su potencia, del objetivo elegido y de las tensiones internacionales en el momento de la detonación. El peligro está en que, si se calcula mal la reacción internacional, se podría llegar al lanzamiento en represalia, de ingenios nucleares por parte de naciones occidentales (notablemente los Estados Unidos) contra Rusia. Esto conllevaría indefectiblemente una escalada del conflicto con consecuencias catastróficas.

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Personalmente, considero que aunque Putin ordenase el empleo de un arma nuclear táctica en Ucrania, no se desencadenaría forzosamente una Tercera Guerra Mundial, sino que la condena internacional por haber roto el tabú del empleo de armas nucleares sería de tal calibre que perdería definitivamente el apoyo de sus aliados -notablemente de China y de India- con lo que quedaría totalmente aislada acelerando, precisamente, el fin del conflicto en Ucrania.

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