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La geopolítica de Pakistán: intereses y contradicciones

Análisis

David García Pesquera
David García Pesquera
Graduado en Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos. Sus principales intereses son la geopolítica, el análisis de conflictos y la seguridad internacional, especialmente en Europa del Este, Oriente Próximo y el Norte de África.

En este artículo el alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, David García Pesquera, analiza algunos de los asuntos más controvertidos de la geopolítica pakistaní, con sus intereses y contradicciones. Entre ellos se destacan la relación con grandes potencias como Estados Unidos e India, el doble juego con los talibanes en Afganistán y el acercamiento con China en el plano económico.

Actualmente, Pakistán es el quinto país más poblado del mundo, con más de 222 millones de habitantes y, geográficamente, tiene como vecinos a Irán, Afganistán, China e India, por lo que podemos confirmar su posición como parte de una zona conflictiva y que divide partes muy relevantes del continente asiático. Su capital es Islamabad, pero el principal centro económico, social y portuario se encuentra en Karachi, la ciudad más grande del país. 

Nacimiento de Pakistán y disputas con la India

Pakistán nace el 14 de agosto de 1947 tras la partición de la India con el fin del dominio colonial británico. El nacimiento de dos países soberanos sobre la base de criterios de fe tuvo lugar en medio de enfrentamientos religiosos que causaron hasta 1 millón de muertos y 15 millones de desplazados. En Pakistán profesan el Islam y precisamente esta diferencia con el hinduismo de su gran vecino indio viene a marcar la disputa histórica que mantienen.

Dentro de este conflicto, que sigue latente, encontramos su mayor manifestación en Cachemira, una región montañosa al norte de ambos países que se encuentra en constante disputa. Desde la partición, ha habido cuatro guerras en este territorio, implicando de por sí a tres potencias con armamento nuclear como son Pakistán, India y China. 

Los excepcionales recursos de la zona sumado a la importancia estratégica han estancado el conflicto de intereses, preocupando a la comunidad internacional durante décadas. En un inicio, tanto India como Pakistán buscaban manifestar su creciente potencia ya como países independientes y ejercer el control efectivo de la región. Los enfrentamientos desde 1947 han sido constantes.

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Cachemira es una gran reserva de agua proveniente de los glaciares del Himalaya. Es un asunto fundamental para un país con gran escasez hídrica como Pakistán, donde el 90% del agua se emplea en la agricultura, el 10% restante para consumo y solamente el 25% de las fuentes contienen agua potable. También destacamos la fertilidad del Valle de Cachemira, fundamental para desarrollar economías tan dependientes de la agricultura como Pakistán e India. 

En el marco del conflicto entre musulmanes e hindúes, Pakistán también ha sido acusado por Estados Unidos, India y Afganistán de organizar atentados terroristas a través de la Dirección de Inteligencia Inter-Services (ISI), sus servicios secretos. Dentro de estas acusaciones encontramos los atentados contra la Embajada india en Kabul en 2008, 2009 y 2010 o contra sus consulados en Kandahar, en 2006, y en Jalalabad, en 2007.

El contendiente económico, de recursos naturales y geoestratégico sumado al aspecto religioso desencadena un conflicto que pese a estar en situación de mayor estabilidad, con cada país en dominio de unas zonas determinadas, sigue afectando no solamente a la estabilidad de la región sino también a proyectos económicos en desarrollo en el continente asiático.

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El papel de Pakistán en el conflicto entre Afganistán y Estados Unidos

Pakistán se ha visto indirectamente involucrado en conflictos de la región. El mayor exponente es la situación de su vecino Afganistán, con el que las relaciones bilaterales han ido fluctuando en función del régimen presente en Kabul. En un inicio, Afganistán no reconoció la entrada de su vecino en las Naciones Unidas en 1947 debido a los conflictos territoriales que seguían existiendo entre ambos en Baluchistán y poblados pastunes cercanos a la actual frontera.

Pakistán ostenta todo el territorio de Baluchistán que impide la salida al mar a Kabul, quien no dudó en financiar grupos insurgentes en la zona para desatar mayor inestabilidad. También propusieron la creación del gran Pastunistán, etimológicamente en consonancia con los países de la zona, buscando así satisfacer las demandas nacionalistas de su población. Sin embargo, Pakistán solamente ha cedido en 1971, pero con la independencia de Bangladés.

Desde ese momento, Pakistán siempre ha favorecido la mayor unidad territorial posible, eliminando cualquier amenaza exterior. Este principio viene manifestándose en cada una de las numerosas contiendas de Afganistán en las que ha tenido que posicionarse. Es el caso de la invasión soviética de Afganistán o la perpetrada por Estados Unidos y sus aliados internacionales tras los atentados del 11-S, en las que Pakistán ha colaborado con la administración norteamericana. Sin embargo, existe un entramado mucho más denso de lo aparente. 

Las relaciones con Washington son tensas. Han acusado a Pakistán de no poner suficiente ayuda para librar la guerra contra el terror en la que afirmaban estar comprometidos, siempre mirando por sus propios objetivos y cambiando su posición de cara al escenario futuro cuando se anunció que la misión iniciada en 2001 comenzaba su proceso de retirada en 2014. 

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Las acusaciones de Estados Unidos no van desencaminadas, ya que el apoyo de Pakistán a los talibanes es conocido. Lo ha sido desde su nacimiento y a través de la ayuda que proporcionaron para que llegaran al poder por primera vez en 1996. Pese a que la situación internacional se les echara encima, Islamabad fue clave para garantizar la supervivencia talibán tras los atentados del 11-S. 

Sin embargo, su política exterior tuvo que dar un giro de imagen. Debían lograr un equilibrio entre la profundidad estratégica en Afganistán, que querían apoyando el régimen talibán, y contentar la presión estadounidense uniéndose a la coalición internacional en contra del terror. Las aportaciones de Pakistán a dicha coalición se centraron en apoyo logístico e información confidencial, a la par que garantizaban sus objetivos nacionales a través de la insurgencia afgana. 

No es de extrañar que la cúpula principal de los talibanes se haya ocultado en Pakistán en muchas ocasiones. Tras la derrota del régimen talibán, miles de sus combatientes cruzaron la frontera con Pakistán, hallando refugio en las áreas tribales de este país. Destaca el caso de Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda y terrorista más buscado internacionalmente, que huyó por las cordilleras que separan Afganistán y Pakistán tras los atentados de Nueva York en 2001 y fue abatido por Estados Unidos en la localidad de Abbottabad en mayo de 2011, a solamente 116 kilómetros de la capital Islamabad.

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Este doble juego sobrevivió tantos años debido a la dependencia del espacio aéreo y rutas terrestres que Estados Unidos tenía en Pakistán para llevar a cabo la ofensiva contra el terrorismo. También ha sido fundamental la amenaza para la seguridad global que supone un Pakistán enemigo declarado de Occidente, recordando siempre que tiene en su posesión armamento nuclear.

Con la toma de Kabul por parte de los talibanes el 15 de agosto de 2021, se ha desarrollado una relación más cercana que la que existía durante el gobierno de Karzai y Ghani. Pese a ello, Pakistán todavía no reconoce oficialmente el gobierno talibán al frente de Afganistán, lo cual combina con su participación en todas las iniciativas y conferencias regionales sobre estabilidad, paz y ayuda humanitaria en el país vecino.

El corredor económico entre China y Pakistán

Es uno de los aspectos más positivos con los que encara Pakistán su futuro. El proyecto fue anunciado en abril de 2015 y es parte de la iniciativa china «One Belt, One Road». El principal objetivo del corredor es conectar el puerto de Gwadar, en la costa pakistaní del Océano Índico con la región noroccidental china de Xinjiang. Dicho nexo se afrontará a través de una red de autopistas, gasoductos, oleoductos, vías ferroviarias, plantas de energía y hasta nueve zonas económicas especiales. 

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El alcance del corredor es de 3.000 kilómetros y su constitución se fragua en más de 300 proyectos individuales con un valor que llega hasta los 60.000 millones de dólares. Pakistán y China han definido el corredor como una apuesta de ganancia mutua. Islamabad busca que se materialice lo más rápido posible y de una manera tangible para sus ciudadanos y empresas.

Dentro de las implicaciones geopolíticas, el corredor acercaría a Islamabad al eje expansionista de Pekín, que evitaría así gran parte de la actividad que realiza a través del Estrecho de Malaca y las consecuentes disputas en aguas internacionales que Pekín ostenta desde sus costas pasando por el Mar de la China Oriental y el Mar de la China Meridional. De esta forma se desestabiliza la balanza de poder en el Océano Índico y se desbloquean barreras comerciales impuestas naturalmente por la abrupta geografía que separa muchas fronteras en Asia. Además del acceso al Océano Índico, China también se acercaría al Mar Arábigo y Oriente Medio, fundamental para el comercio internacional y las reservas de petróleo.

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Sin embargo, no es todo perfecto. China ha expuesto como posibles fricciones la asunción de la deuda contraída por Pakistán y las posibles tramas corruptas en un país, cuya administración está salpicada de irregularidades. La puntuación de Pakistán en el Índice de Corrupción de Transparencia Internacional es de 32 sobre 100, ocupando el puesto 117 a nivel global.

Pakistán no obstante, está comprometido con el proyecto, que genera gran ilusión en la población. Esto es porque las inversiones millonarias pueden sacar de la pobreza a miles de personas y vencer la crisis energética que vive el país, capaz de producir 12.000 MW diarios cuando la demanda nacional alcanza los 16.000 MW, con apagones por horas en puntos rurales. También es muy útil de cara a la progresiva urbanización de la sociedad pakistaní, que en la próxima década alcanzará a más del 50% de la población con el consiguiente aumenta en la demanda de electricidad.

A su vez, China sigue desarrollando su camino para convertirse en primera potencia mundial. El «One Belt One Road» alcanza no únicamente a este corredor, sino también a proyectos en hasta 60 países que componen el 70% de la población mundial, alcanzando un presupuesto de más de un trillón de dólares, el 75% de las reservas energéticas y un PIB combinado de 21 trillones de dólares. Este gran impulso se concentra en cinco ejes: coordinación política, mayor conectividad, comercio sin restricciones, integración financiera y lazos culturales.

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En el contexto del corredor chino-pakistaní como proyecto de expansión regional, Estados Unidos debe tener claro su posicionamiento para contrarrestar la alternativa que China está proponiendo a la pérdida de influencia de Occidente. El nuevo modelo que cuestiona la vulneración de la soberanía nacional y la ruptura de la estabilidad social es ya percibido como tal por los países receptores, por lo que el modelo occidental debe recomponerse o establecer una mejor estrategia.

Prospectiva de futuro sobre Pakistán

Como conclusión, podemos afirmar que el papel de Pakistán en el escenario internacional es fundamental para analizar la situación del centro y el sur de Asia, además de Oriente Próximo y el gigante oriental de China. Se trata de un nudo de comunicaciones e intereses para el continente. Ellos conocen esta situación y la utilizan en su beneficio. El país ha desarrollado una estrategia de doble juego en sus relaciones con Occidente siempre poniendo por delante sus objetivos, de forma que cualquier beneficio propio era empleado en perjuicio de Afganistán.

Sin embargo, el futuro de Pakistán pasa por el corredor con China, una alianza muy beneficiosa para sus intereses. Además, de esta forma las tensiones con la India en Cachemira se reducirían, ya que las áreas dominadas por Islamabad en la región serían empleadas positivamente en este corredor. No existiría tal reclamo territorial, ya que el punto estratégico de Cachemira controlado por Pakistán estaría en un uso productivo y los enfrentamientos desde el punto de vista estratégico y económico disminuirían.

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