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¿Hacia la crisis del paradigma liberal en las relaciones internacionales?

Análisis

Carlos Castillo Martín
Carlos Castillo Martín
Graduado en Derecho y Relaciones Internacionales por la Universidad Pontificia de Comillas, MBA especializado en internacionalización de empresas por el Instituto de Comercio Exterior (ICEX). Ha trabajado como asesor de comercio e inversiones en la Embajada de España en Bélgica y Luxemburgo. Actualmente trabaja como consultor de asuntos europeos para el grupo PENTA en Bruselas y es alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute. Previamente

El consultor de asuntos europeos y alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, Carlos Castillo, aborda en este análisis las principales evidencias del desgaste del modelo liberal y los riesgos de la transición hacia un modelo realista. 

Tras la caída de la Unión Soviética (1991) Fukuyama predijo el fin de la historia (1992); es decir, el final de un orden internacional marcado por la bipolaridad y el equilibrio de poder entre Estados Unidos y la Unión Soviética y sus respectivas estructuras de defensa colectiva — la OTAN y el Pacto de Varsovia —.

El fin de la guerra fría supuso, de acuerdo con una amplia mayoría de analistas y académicos, la transición ineludible desde un modelo eminentemente realista hacia un modelo liberal a la hora de explicar las relaciones internacionales y el mantenimiento de la paz entre los estados.

Los sucesos que se han ido encadenando en la última década y media, siendo probablemente la crisis financiera de 2008 la pieza que ha provocado una suerte de efecto dominó, nos indican que la realidad ha discurrido por senderos distintos de la teoría. El presente análisis tiene por objetivo explicar las principales evidencias del desgaste del modelo liberal y los riesgos de la transición hacia un modelo realista. 

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Introducción conceptual al liberalismo y al realismo como teorías en relaciones internacionales

No es el objetivo del presente análisis realizar una disquisición doctrinal sobre el liberalismo y el realismo como principales teorías en relaciones internacionales. No obstante, resulta conveniente repasar de forma sucinta las principales características de uno y otro.

Grosso modo, el liberalismo propone que la anarquía que caracteriza las relaciones internacionales puede ser paliada a través de la cooperación entre los estados, tanto en lo cultural, como en lo económico, así como en lo legal. De este modo, el establecimiento de reglas internacionales y el desarrollo de relaciones de interdependencia económica y de encuentro cultural reducen la probabilidad de eventuales conflictos armados entre estados cuyas disputas pueden ser resueltas con arreglo al derecho internacional. Además, el coste de un conflicto armado sería mucho mayor al ser los estados interdependientes económicamente.

Por el contrario, los realistas observan que el orden internacional se caracteriza por una anarquía insuperable, en la cual los estados, cuyo principal objetivo es la supervivencia, luchan por imponerse. Los conflictos armados son tanto más probables cuanto más desigual sea la relación de poder entre los estados. Por el contrario, cuando dos estados tienen el potencial de causar igual daño el uno al otro, ambos, de forma racional, decidirán no exponerse a dicho daño y, por tanto, evitarán el conflicto armado. Es la lógica que explica que nunca se produjese un conflicto a gran escala entre la URSS y Estados Unidos.

Principales evidencias del desgaste del modelo liberal

En los últimos años, son varias las tendencias que han comprometido la hegemonía de la doctrina liberal en relaciones internacionales. Entre otras, podemos citar las siguientes:

  • La irrupción de China como potencia disruptiva que plantea un regreso hacia un modelo bipolar. A pesar de no poder hablar de guerra fría, sí que podemos hablar de guerra comercial entre China y Estados Unidos.
  • El auge de movimientos populistas en Europa y Estados Unidos, acompañados de un enfoque nacionalista y proteccionista contrario a la globalización y al libre comercio.
  • La salida del Reino Unido de la Unión Europea y el auge del euroescepticismo en distintos países miembros como máximo exponente de una reacción que vuelve a poner en el centro al estado-nación frente a cualquier realidad política supranacional.
  • La guerra en Crimea y posterior invasión rusa a gran escala de Ucrania.
  • El rearme en Europa como consecuencia de la invasión rusa de Ucrania.

Estas dos últimas circunstancias han supuesto el revés más acusado para el liberalismo, pues la guerra se ha producido entre dos países con lazos culturales estrechos, que hasta 2014 mantenían relaciones de cooperación política y que eran profundamente interdependientes económicamente. Sin ir más lejos, de acuerdo con el Banco Mundial, el tercer destino de las exportaciones ucranianas en 2020 fue Rusia, y el tercer país de origen de sus importaciones fue también Rusia.

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La invasión de Ucrania pone en tela de juicio el modelo liberal para el mantenimiento de la paz entre los estados no solo por el hecho de que se haya producido la guerra, sino porque la respuesta que han dado el resto de los estados ha sido el rearme. Alemania, incluso, ha llegado a modificar su constitución para poder destinar el 2% de su PIB a la defensa.

Por último, el modelo liberal queda todavía más cuestionado cuando comparamos lo sucedido entre Rusia y Ucrania con la evolución de las relaciones entre estados que operan bajo una dinámica propia del realismo. Es el caso de India y Pakistán, donde se ha logrado evitar el conflicto a gran escala durante décadas, presumiblemente gracias al efecto disuasor que el hecho de que ambos estados cuenten con bombas atómicas provoca.

El riesgo del retorno al realismo como modelo para entender las relaciones internacionales

A priori, que los estados estén asumiendo el paradigma realista a la hora de orientar su política internacional y de defensa no es algo ni deseable ni indeseable. En ocasiones, como sucedió en la guerra fría, las grandes potencias han evitado entrar en conflicto gracias a una política de este tipo. Sin embargo, las dos guerras mundiales también son fruto de estas políticas.

Una de las consecuencias de que las relaciones internacionales estén siguiendo una lógica realista es el rearme. Se puede argumentar que el efecto disuasorio del rearme favorece la paz y que a mayor rearme, mayor disuasión y, por ende, menores son las probabilidades de guerra. Si bien esto es lógico, a medida que se reduce el riesgo de conflicto armado el potencial destructor de un eventual conflicto aumenta como consecuencia del desarrollo de armas cada vez más efectivas.

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En definitiva, asumiendo que los estados actúan de forma lógica, las probabilidades de que un Estado ataque a otro cuando ambos tienen la capacidad de destruirse mutuamente son muy reducidas. Sin embargo, en caso de que ese riesgo se materialice las consecuencias serían absolutamente catastróficas. Este escenario, que parecía cosa de décadas pasadas, vuelve a cobrar hoy plena relevancia.

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