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30 años después del choque de las civilizaciones

Análisis

David García Pesquera
David García Pesquera
Graduado en Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos. Sus principales intereses son la geopolítica, el análisis de conflictos y la seguridad internacional, especialmente en Europa del Este, Oriente Próximo y el Norte de África.

Hace 30 años, el politólogo Samuel P. Huntington publicó ‘El choque de las civilizaciones’, el libro que ha marcado un precedente en las teorías de las relaciones internacionales y el nuevo orden mundial. En este análisis desgranaremos las patas más importantes de su obra y su aplicación durante la historia internacional hasta la actualidad, con la invasión rusa en Ucrania.

Hace 30 años, en 1993, la revista Foreign Affairs publicó un artículo de Samuel P. Huntington llamado ‘The Clash of Civilizations’, traducido como ‘El Choque de Civilizaciones’. Tras el revuelo causado por las tesis defendidas en el libro, tres años más tarde una publicación con el mismo título y del mismo autor vería la luz. Hoy, los entramados y las teorías defendidas en ese libro siguen muy presentes y han marcado un precedente a destacar para las Relaciones Internacionales.

El choque de civilizaciones es un libro de Samuel P. Huntington publicado en 1996 que extiende y actualiza su relato expuesto en un artículo tres años antes. El libro ofrece una visión pesimista del nuevo orden mundial configurado tras el fin de la Guerra Fría. El éxito de que la obra se haya convertido en uno de los principales manuales de Historia Política y Relaciones Internacionales se debe a las predicciones y análisis de conflictos a futuro que con el paso de los años han tenido lugar.

La teoría central del choque de las civilizaciones

La tesis principal del libro es que las civilizaciones y las identidades culturales son la forma de organización que definirá al mundo tras la Guerra Fría. Además, añade que los conflictos estarán propiciados por las diferencias entre las civilizaciones, dando lugar a la teoría del choque de civilizaciones.

De esta forma, aquellas sociedades con una civilización en común cooperarán estrechamente y será mucho más fácil que formen parte de procesos de integración comunes. Sin embargo, cuando distintas civilizaciones entran en contacto, es más complicado sacar adelante procesos de integración y, la posibilidad de que las relaciones sean de tensión y existan conflictos a gran escala es más elevada.

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A su vez, Huntington expone que, cuando las civilizaciones entran en contacto entre sí, la estabilidad del mundo será certera. Además, cuenta que cuando se entienda que el nuevo orden mundial pone de manifiesto entidades culturales que deben ser respetadas en sus límites y pretensiones, la población entenderá que para acercarnos a la paz mundial debemos saber que vivimos en un mundo multipolar donde las civilizaciones y las culturas tienen un gran peso y están por encima de ideas.

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¿Qué son las civilizaciones?

Huntington distingue a la civilización como la “entidad cultural más amplia”, ya que engloba una gran heterogeneidad cultural en sí misma. Además, el autor argumenta que las civilizaciones son “la más perdurable de las asociaciones humanas”, pasando por encima de gobiernos, imperios y movimientos político-sociales.

En el libro, Huntington rechaza que Occidente marque toda la agenda global siendo así la civilización universal y se defiende que no todo lo que no es Occidente es Oriente o el tercer mundo. En los años 90, el mundo pasa de un sistema bipolar con otros terceros países no alineados a un mundo multicultural y multipolar, con un desarrollo importante de naciones que son parte de otras civilizaciones ajenas a occidente. Por lo tanto, ninguna civilización es universal. 

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De esta forma, Huntington contrapone la tesis de Francis Fukuyama en “El fin de la historia”, en la que se expone que tras el colapso del comunismo la democracia liberal había triunfado definitivamente y el mundo iba camino de una civilización universal como parte de un mundo considerablemente armonioso.

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Se distinguen hasta nueve civilizaciones principales: Occidental, China, Islámica, Hindú, Japonesa, Ortodoxa, Latinoamericana, Africana y Budista. Algunas de estas han causado más debate al no estar reconocidas por muchas las doctrinas y autores, la africana y la budista principalmente.

Por Occidente entendemos a la Europa culturalmente cristiana, Norteamérica, Australia y Nueva Zelanda (estos dos países excolonias con la cultura anglosajona constituyendo su status quo). Inicialmente, Latinoamérica era parte de esta civilización al haberse desarrollado bajo parámetros comunes a Europa y el resto de América en idioma o religión. Sin embargo, se considera que constituye una civilización propia, ya que el desarrollo ha sido distinto con presencia considerable de elementos de civilizaciones indígenas americanas que no se ven en Europa y Norteamérica.

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Choque de las civilizaciones: Estados centrales y países desgarrados

Hay algunos países que permanecen en un estado neutral, con respecto a la civilización que les corresponde. Por lo tanto, distinguimos los países desgarrados como aquellos situados entre dos civilizaciones y que en algún momento han optado por buscar redefinir su identidad: México, Turquía o Rusia, todos ellos con vistas a Occidente. 

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La diferencia reside en que en caso de redefinir su identidad como occidental, tanto la civilización Latinoamericana como la Islámica seguirían sin grandes cambios, sin México y Turquía respectivamente. Sin embargo, en el caso de Rusia, la civilización ortodoxa desaparecería, ya que es el Estado central de dicha civilización. Actualmente, podemos afirmar que ninguno de los tres ha dado el salto a Occidente, se ha abierto una fractura cultural y en el caso de Rusia, su confirmación como estado central ortodoxo y contrario a occidente está más presente que nunca. 

Los Estados centrales se definen como los líderes de cada entidad global cultural. Ostentan un poder de atracción culturalmente comunes y a su vez ejercen dominación sobre rebeldías dentro de una misma civilización, como China con los tibetanos. A su vez, dichos Estados centrales ponen de manifiesto la práctica de la religión que define y es compartida culturalmente por la civilización en cuestión. En caso de no existir un Estado central bien definido, es más complicado resolver los conflictos internos, tal y como sucede en el mundo islámico (competencia entre Irán y Arabia Saudí) o en el África subsahariana.

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¿Cuáles son las líneas de fractura?

La teoría no niega u oculta que puedan surgir conflictos entre países o minorías que pertenecen a una misma civilización. Aun así, se hace desde la convicción de que estos conflictos serán de menor escala en comparación con las pretensiones de los estados centrales de Occidente en convertir su civilización en universal, que provocará cada vez más conflictos de gran alcance con otras civilizaciones. 

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Las guerras, a juicio de Huntington, tendrán lugar principalmente en las líneas de fractura, que son las fronteras o líneas de división de las civilizaciones. Por ejemplo, las guerras de los Balcanes y en concreto el caso de Bosnia, la región de Cachemira entre India y Pakistán o Nagorno-Karabaj entre Armenia y Azerbaiyán son guerras en las líneas de fractura.

Al existir una frontera entre civilizaciones y realidades culturales opuestas, las líneas de fractura constituirán un punto de posible conflicto permanente. A su vez, los apoyos exteriores en una guerra de línea de fractura se manifiestan en función de la civilización de los bandos. Por ejemplo, en el caso de Yugoslavia, los rusos se posicionaron del lado serbio —ortodoxos—, países como Irán y Turquía del lado bosnio —musulmán— y Alemania del lado croata —católico—.

Predicciones exitosas de la teoría del choque de las civilizaciones: mundo islámico, China y Ucrania

Como se ha expuesto antes, los intentos de Occidente por universalizar su civilización y cultura profundizarán el choque de civilizaciones. En el caso de los países pertenecientes a la civilización islámica (Oriente Medio y Norte de África principalmente), la teoría expone que son uno de los principales ejes de poder en desarrollo ajenos a Occidente, debido principalmente a su crecimiento demográfico. Huntington habla sobre el resurgimiento islámico, apartado expuesto en el capítulo cinco del libro y titulado: Economía, demografía y civilizaciones rivales.

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Además, la civilización islámica actúa como desestabilizadora en el nuevo orden mundial, por lo que se expone que Occidente tendrá intereses fuertes por adoptar dicha civilización a sus planteamientos. En el capítulo 10 del libro, “De las guerras de transición a las guerras de línea de fractura” encontramos el apartado “Repercusión: las sangrientas fronteras del Islam”, en el que se expone que la mayoría de los conflictos en las líneas de fractura se ubican en las líneas de fractura de los países islámicos en Eurasia y África.

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Como ejemplos de esta última idea encontramos a Israel y sus vecinos (principalmente Palestina), Armenia con la pinza Turquía y Azerbaiyán, Chechenia y los pueblos musulmanes del sur de Rusia o Cachemira entre Pakistán y la India. 

Además, podemos añadir otros ejemplos que no se especifican o predicen directamente en el libro ocurridos recientemente y basados en esta idea, como el conflicto en el noreste de Nigeria contra Boko Haram, grupo terrorista fundamentalista yihadista, la guerra en Sudán con la división en dos del país o la guerra civil en República Centroafricana. Precisamente, este planteamiento con respecto a Occidente y el mundo islámico se expone en 1996, años antes de las guerras tras intervención internacional en Afganistán e Irak.

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La otra civilización con la que más conflictos por desestabilización se prevén en el libro es China. Precisamente, se vislumbra el poder del gigante asiático y su capacidad de crecimiento económico y demográfico, amenazando la hegemonía occidental. Este planteamiento parte de la idea de que la democracia y la cultura no son exportables para evitar guerras, que en el caso chino se ha dado, aunque es comercial y no bélica.

En 1997, el propio Huntington, escribió: “no creo que sea posible exportar la democracia. Pienso ciertamente que Estados Unidos puede y debe ofrecer apoyo limitado a los movimientos democráticos en otras sociedades”.

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Uno de los casos más llamativos del libro es que basándose en las líneas de fractura se predice la guerra en Ucrania. En la página 223, Huntington aporta un mapa de Ucrania para definirlo como un país escindido. Se trata de un país en mitad de una línea de fractura, entre Occidente y el mundo ruso-ortodoxo. Por lo tanto, siempre va a tener una construcción identitaria abstracta. La mitad oeste comparte más elementos comunes con el antiguo dominio del imperio austrohúngaro mientras que la parte oriental es más cercana al mundo ortodoxo.

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Sin embargo, la predicción acertada de la invasión de Ucrania viene del paradigma realista, que defiende el concepto estatista, es decir, el Estado por encima de todo, Rusia y Ucrania enfrentadas en una guerra. Por otro lado, la visión desde el punto de vista de la civilización defiende el conflicto sobre la base de la línea de fractura existente en el país y la posibilidad de que Rusia se anexione el este de Ucrania tras una escisión.

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Sin embargo, tras la ocupación de Crimea por parte de tropas rusas en 2014, las guerras en Donestk y Lughansk y la invasión de Ucrania en 2022, la línea de fractura en Ucrania se ha desplazado al este, ya que la construcción de la identidad nacional y la unidad en el país es clara ante una situación de ese calibre. La frontera identitaria se sitúa en Donestk, Lughansk y Crimea, que permanecen como opciones de anexión rusa voluntaria.

Críticas y desajustes sobre la teoría del choque de civilizaciones

Pese a que la teoría ha contado con gran trascendencia y respaldo por sus aciertos, también recibió muchas críticas debido a inexactitudes que se han ido señalando con el paso de los años. La principal crítica recae en el criterio para separar las civilizaciones, al considerar que algunos países no tienen tantos rasgos en común como para considerarse pertenecientes a una misma entidad cultural global. Un ejemplo de ello es Malasia, un país mayoritariamente musulmán incluido, junto a sus vecinos, dentro del grupo cultural mayoritariamente budista. 

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Otro de los ejemplos que se expone es que, si la cultura y la defensa de la idiosincrasia de esta definen los conflictos, no es acertado que se intervengan países como Irak y Afganistán y no Arabia Saudí, una teocracia profunda. El motivo principal es que es aliada de Estados Unidos y las alianzas por el petróleo son fundamentales. Por lo tanto, la opinión crítica que la teoría sostiene que la cultura no marca los dictámenes más importantes en materia de Relaciones Internacionales tras la Guerra Fría, y que los intereses económicos, estratégicos y políticos están por encima de todo.

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No obstante, la teoría de “El Choque de Civilizaciones” sigue muy presente, con las civilizaciones como entidades culturales que engloban millones de habitantes. Además, muchas de las teorías y descripciones expuestas en el libro son correctas o no han encontrado una recomposición tras 30 años. Pese a pequeños fallos de definición y aplicación, podemos afirmar que la base del libro explica con rigor el nuevo orden mundial a partir del fin de la Guerra Fría.

Editado por:

Soraya Aybar Laafou. Editora y analista especializada en África en LISA News. Politóloga y periodista interesada en los derechos humanos, la geopolítica y los procesos migratorios. Me apasionan las Relaciones Internacionales y observo con especial interés al continente africano. Soy directora de África Mundi, el primer medio de análisis sobre África en castellano.

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