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¿Qué sabemos de la filtración al New York Times sobre el complot Prigozhin-Surovikin?

Análisis

Daniel Iriarte
Daniel Iriarte
Periodista, Corresponsal y Analista Internacional especializado en Geopolítica, Seguridad Global, Desinformacion y Amenazas Híbridas. Ha sido reportero y enviado especial en más de 50 países de África, Oriente Medio, Europa del Este y Asia, cubriendo la Primavera Árabe, conflictos del Cáucaso o las guerras de Libia y Siria. Licenciado en Periodismo (UCM) y Máster en Estudios sobre Terrorismo (UNIR). Además es Autor y Editor de libros y Guionista y Codirector de documentales sobre Geopolítica y Seguridad Global.

Fuentes anónimas han filtrado al New York Times que el general, Sergei Surovikin, conocido como el «carnicero de Siria», era parte de la conspiración del líder del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, y que podría haber otros generales implicados. En este artículo difundimos el hilo de Twitter del periodista y analista internacional, Daniel Iriarte (@Danieliriarteo), en el que explica cómo enseña a diseccionar este tipo de artículos en el Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute.

Lo que siempre trato de dejar claro a los alumnos en el Módulo de Análisis de Fuentes Abiertas y Periodísticas que imparto en el Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute es que, desde el momento en el que se produce una información hasta que le llega al receptor, pueden producirse distorsiones. De lo que se trata es de analizar todas esas posibles distorsiones para reducir la incertidumbre.

En este caso, empecemos por la fuente original: funcionarios anónimos de EEUU que han visto la Intel y deciden filtrarla al New York Times. ¿Se trata de una filtración interesada? Sin duda, y con un objetivo político claro: erosionar la cohesión en las filas rusas.

¿Es cierta la información, o han intoxicado al New York Times? Imposible saberlo. Si es cierta, ¿tienen esos funcionarios la capacidad para interpretar correctamente la Intel? Al ser fuentes anónimas, es imposible decirlo con certeza, pero cabe pensar que, por el nivel de acceso, sí.

¿El medio que la publica es confiable y prestigioso? A priori sí: tiene equipos de verificación con muchos recursos, y un comité editorial que al decidir publicar la información, la respalda (ergo, no es algo que se saquen de la manga los periodistas que firman la noticia).

¿Tienen los reporteros la capacidad de comprender la información y los contactos para llegar a ella? En principio, también es así: Eric Schmitt, Helene Cooper y Julian Barnes son tres periodistas veteranos, con mucha experiencia y fuentes en el ámbito de la seguridad nacional.

¿Es plausible la información? Sin duda. La cercanía entre Prigozhin y Surovikin es bien conocida para los observadores de la guerra en Ucrania. Ambos se habían alabado mutuamente, y los medios de Prigozhin suelen contraponer su figura a la de los «generales de salón» en Moscú. Además, el activista ruso de derechos humanos, Vladimir Osechkin, que tiene contactos con operativos disidentes del FSB que se oponen a la invasión, ya había apuntado la existencia de un complot Prigozhin-Surovikin en octubre del año pasado.

Pero hay que tener en cuenta el contexto: en mitad de una guerra de agresión en la que EEUU apoya activamente a una de las partes, y en un momento excepcional de división en Rusia. La información puede contribuir a la paranoia en el Kremlin y debilitar el esfuerzo de guerra. Además, la información no presenta ninguna evidencia tangible que respalde las afirmaciones. De modo que es imposible verificarla al 100%. Puede ser perfectamente cierta, pero también puede haber un elemento de distorsión interesada por parte del Gobierno de EEUU.

Una clarificación: parto de la base de que el New York Times y sus reporteros actúan de buena fe. Pese al desprestigio que impera en la profesión periodística, en realidad el que un diario de referencia mienta de forma interesada para ayudar al Gobierno es, a la larga, un mal negocio. Como conocedor de cómo funciona el periodismo desde dentro, me inclino a pensar que la información es cierta por un motivo: si las fuentes de Schmitt, Barnes y Cooper les mienten, la confianza se rompe. Quizá reciben la información de forma acrítica, pero dudo que sea falso.

Podría sospechar lo contrario si fuese un asunto vital para la Administración Biden, pero no es el caso. En la balanza de ventajas e inconvenientes, mentir a la prensa en este caso no saldría a cuenta por las posibles implicaciones posteriores que esto acarrearía. Además, Biden ha destacado en esta guerra por el uso novedoso de la desclasificación urgente de Inteligencia para tratar de influir en los acontecimientos, como cuando alertó de la invasión inminente de Ucrania en febrero de 2022.

Es más, durante esta crisis la Administración Biden ha encontrado una fórmula para hacer estas revelaciones sin poner en riesgo sus fuentes y procedimientos: en lugar de mostrar la Intel en bruto, hace que «funcionarios familiarizados con ella» se la expliquen a la prensa. Otra cuestión es que aquí el New York Times haya recibido la información de forma acrítica, como parece ser el caso. Es posible que haya más datos en el asunto que no han sido revelados porque no le interesa al Gobierno, que estaría creando la narrativa que le conviene.

En todo caso, esto último son reflexiones a partir del conocimiento del contexto, pero no hay manera de saberlo a ciencia cierta porque el Gobierno de EEUU no aporta pruebas sólidas. Y lo que «no sabemos que no sabemos» nos puede arruinar el análisis. Así que solo nos queda sacar conclusiones:

  • Es una filtración interesada. El Gobierno de EEUU pone deliberadamente en circulación un dato (o un relato) para obtener un efecto político.
  • A falta de confirmación independiente, no hay manera de saber si es todo cierto o no.
  • La cadena de transmisión de la información, y el hecho de que numerosas personas estén implicadas en ella, sugiere al menos cierta veracidad. Puede que no conozcamos toda la historia, pero probablemente tenemos algunas pistas fundamentales.
  • Podemos dar por seguro que hay cosas que no sabemos, de modo que cualquier conclusión que saquemos debe ser considerada como provisional, a modo de marco de trabajo, y modificada a la luz de cualquier información nueva que aparezca.

En suma, en este análisis hemos descartado hipótesis inverosímiles y reducido un poco la incertidumbre, que es de lo que se trata. Quedan incógnitas, pero podemos vivir con ellas. En el Módulo de Análisis de Fuentes Abiertas y Periodísticas que imparto en el Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute enseño la importancia de tener «información en el radar» aunque no esté confirmada (por ejemplo, rumores) porque nos puede ayudar a interpretar acontecimientos posteriores, pero siempre teniendo presente que NO está verificada y no se puede tratar como un hecho.

Y, si has llegado hasta aquí y te ha servido de algo, quizá te interese el Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute. En cualquier caso si quieres leer más análisis de este tipo basados en prensa y fuentes abiertas te animo a seguirme en Twitter (@Danieliriarteo).

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