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¿A las puertas de una nueva guerra civil en Sudán?

Análisis

Daniel Barrios Cavero
Daniel Barrios Cavero
Graduado en Estudios de Asia y África, especializado en Mundo Árabe e Islámico, y Máster en Gobernanza y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Madrid. Interesado en el ámbito de la Geopolítica, Seguridad Internacional, Política Exterior, Diplomacia y Derechos Humanos, con especial énfasis en la región de Oriente Medio y Norte de África. Alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute.

A mediados de abril, la inestabilidad volvió a azotar Sudán. Las diferencias entre los militares Al-Burhan del Ejército sudanés y Hemedti, líder de las Fuerzas de Apoyo Rápido ha llevado a un conflicto armado que no solo amenaza al país sino a la región.

Desde la mañana del pasado sábado 15 de abril, el ejército sudanés —FAS— y las Fuerzas de Apoyo Rápido —FAR o RSF, por sus siglas en inglés— mantienen intensos enfrentamientos armados en distintas partes de Sudán, incluida la capital, Jartum. Los enfrentamientos hacen temer un conflicto civil generalizado y representan el último revés para las aspiraciones populares de iniciar o emprender una transición hacia la democracia y un gobierno civil.

Los combates en Sudán, que hasta el momento han dejado más de 200 civiles muertos y miles de heridos, son una representación de la lucha de poder entre las dos figuras militares del país: el jefe del Ejército y presidente del Consejo Soberano de Transición, Abdel Fattah al-Burhan, y su “número dos”, vicepresidente del Consejo y líder de las FAR, Mohamed Hamdan Dagalo, alias ‘Hemedti’.

Antecedentes de Sudán

Por un lado, tenemos al general Abdel Fattah al-Burhan, jefe de las Fuerzas Armadas Sudanesas —FAS— y el principal protagonista del derrocamiento de Al-Bashir, líder del golpe de Estado de 2021. Desde la separación de Sudán del Sur en 2011, Sudán se encuentra en una difícil situación económica y social. La escisión de la parte sureña, supuso para Sudán la pérdida de la mayor parte de sus ingresos públicos procedentes del petróleo extraído en la zona. Además, la inestabilidad política tras la revolución popular que comenzó en diciembre de 2018 y desencadenó el derrocamiento de Al-Bashir, ha provocado diversos movimientos sociales y la contestación en la calle ha sido constante.

Por otro lado, está Hemedti, jefe de las ahora declaradas rebeldes Fuerzas de Apoyo Rápido —FAR— y segundo en la cadena de mando del citado Consejo Soberano desde el segundo golpe de 2021, que frenó la transición civil establecida tras la salida de Al-Bashir en 2019. Ambos estuvieron alineados con Al-Bashir durante la dictadura, así como también jugaron un papel clave en la contrainsurgencia contra los rebeldes durante el conflicto en Darfur, región occidental de Sudán. En el conflicto, que comenzó en 2003, se cometieron numerosas atrocidades durante años —aunque ninguno de los dos fue reclamado formalmente por la Corte Penal Internacional, a diferencia del dictador—.

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¿Qué son las Fuerzas de Apoyo Rápido de Sudán?

Las Fuerzas de Apoyo Rápido son una fuerza paramilitar creada por el expresidente islamista Omar al-Bashir que dependen de la Inteligencia sudanesa. Desde su conversión en 2013, está dirigida por Hemedti, que tras el golpe de 2021 es vicepresidente del Consejo Soberano y número dos del Ejército. Las FAR nacieron de las milicias yanyauid, acusadas de cometer asesinatos y otras atrocidades en el conflicto de Darfur (2003-2008) y tras el derrocamiento de Al-Bashir, en abril de 2019, se convirtieron en una fuerza militar regular.

Este grupo también fue acusado de asesinar y secuestrar a manifestantes prodemocráticos durante la llamada revolución sudanesa, que derrocó al régimen del exdictador tras tres décadas en el poder. El principal problema surge del deseo de las FAR de integrarse en las Fuerzas Armadas Sudanesas, y es que sus combatientes, procedentes de una tribu originaria de Chad, son un grupo con lealtades tribales. Además, durante los años de conflicto han amasado grandes fortunas con la incautación por la fuerza de minas de oro, el principal recurso de Sudán.

En Sudán, cuatro meses de protestas populares contra el régimen del presidente Omar al-Bashir desembocaron el 11 de abril de 2019 en la deposición del dictador por sus propios generales, que instalaron un Consejo Militar de Transición y anunciaron a la población un proceso democrático. Solamente un día después del golpe en Jartum, el jefe de la Junta, el teniente general Ahmad Awad ibn Auf, rechazado por los manifestantes, entregó el mando a su compañero Abdel Fattah al-Burhan, descrito como un oficial de alto rango sin ambiciones políticas y ajeno a los excesos represivos de Al-Bashir.

¿Cuáles son las diferencias entre Al-Burhan y Hemedti en Sudán?

Podemos decir que los enfrentamientos actuales son el resultado de los desacuerdos entre el Ejército y las Fuerzas de Apoyo Rápido sobre cuestiones de gobernanza y reforma interna, surgidos tras el golpe de Estado conjunto que dieron en 2021 y que descarriló la frágil transición democrática iniciada en Sudán tras la caída de Al-Bashir. También son el resultado del miedo de ambas partes a la autoridad civil, un miedo que amenaza con desestabilizar aún más África Oriental. A la espera de ver adónde conduce esta lucha por el poder, lo esencial es comprender que lo que se está dirimiendo actualmente no es un duelo entre demócratas y autócratas, sino un combate personal entre dos líderes armados motivados por intereses muy concretos.

Aparentemente, el actual estallido de violencia sería el resultado de desacuerdos entre los dos militares en relación con dos temas centrales de la agenda nacional: un posible acuerdo con actores civiles para reconducir el proceso político, iniciando un nuevo período de transición con un gobierno civil al frente; y el proceso de integración de las FAR en las FAS, poniendo fin a la existencia de una fuerza paramilitar, derivada de las violentas milicias yanyauid promovidas por el propio Al-Bashir para reprimir —sin éxito— la revuelta en Darfur, reacia a someterse a la disciplina de Jartum.

Desde el derrocamiento del gobierno encabezado por el primer ministro Abdalla Hamdok, Al-Burhan ha intentado reforzar su poder, tanto interna como externamente. Para ello, ha contado con el apoyo del Egipto de El-Sisi, interesado en seguir manteniendo influencia en su vecino del sur y en sumar fuerzas ante el desafío que supone para El Cairo la entrada en funcionamiento de la Gran Presa del Renacimiento que Etiopía está decidida a sacar adelante. Aun así, ni ha conseguido pacificar el país y normalizar plenamente las relaciones con su vecino Sudán del Sur, ni atraer a una población que sigue sufriendo un grave deterioro de sus condiciones de vida.

Por su parte, Hemedti ha ido reforzando su imagen tanto en términos económicos como militares. Ha llegado a este punto, que le confiere un importante peso político, principalmente gracias a su apoyo exterior, con Arabia Saudí en una posición destacada, pagando generosamente por los servicios prestados por sus combatientes en el conflicto de Yemen, así como por su control de importantes yacimientos petrolíferos. de oro y redes de contrabando. De todo ello, lo que se deduce es que no estamos ante un enfrentamiento violento derivado de diferencias ideológicas irreconciliables, ni fruto de fracturas sociales, sino ante una ansiada lucha por el premio, en la que ninguno de los dos parece dispuesto a ceder.

¿Cuál es la posición de otros países respecto al conflicto en Sudán?

El papel de Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí en Sudán

Los Emiratos Árabes Unidos —EAU— y Arabia Saudí llevan varios años intentando reforzar su influencia en la región africana del Mar Rojo. Los dos Estados del Golfo, que en un principio apoyaron al expresidente Omar al-Bashir, prometieron un paquete de ayuda de 3.000 millones de dólares tras el derrocamiento del dictador. Los EAU y los saudíes vieron en el periodo de transición tras el largo gobierno de Al-Bashir una oportunidad para hacer retroceder la influencia islamista en Sudán y en la región en general y cimentar su influencia. 

Se cree que tanto EAU como Arabia Saudí son especialmente cercanos a la FAR, y Hemedti ha tratado de crear estrechos lazos con ambos países. Por ejemplo, envió tropas a luchar contra los houthis alineados con Irán en Yemen para servir a los intereses saudíes, y en Libia para servir a los de EAU. 

El papel de Egipto en Sudán

Egipto lleva mucho tiempo preocupado por la inestabilidad política en su vecino del sur, y respalda al ejército sudanés para mantener la estabilidad en Jartum. Egipto, que ha culpado de los combates en Sudán a las FAR en la Liga Árabe, apoya desde hace tiempo a las fuerzas armadas sudanesas.

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Durante los recientes combates, las fuerzas de las FAR capturaron el sábado a soldados egipcios en Sudán. El ejército egipcio respondió diciendo que sus fuerzas estaban en Sudán para llevar a cabo un entrenamiento con sus homólogos sudaneses. El Cairo también ha surgido como posible mediador durante los recientes enfrentamientos. Junto con los EAU, los egipcios están trabajando en un alto el fuego entre el ejército y las FAR.

El papel de Rusia en Sudán

Rusia también mantiene un interés significativo en los acontecimientos de Sudán. Ha intentado construir una base naval en el Mar Rojo, donde varias empresas emiratíes están dispuestas a invertir. 

También hay interrogantes sobre el papel del Grupo Wagner, la empresa de mercenarios cercana a Vladímir Putin. Las fuerzas de Wagner han participado en varios conflictos en África, como en Libia y Mali, y han sido acusadas de cometer crímenes de guerra. 

Es muy probable que participen en la lucha actual para mantener su presencia en el país y proteger sus enormes intereses comerciales. Hemedti mantiene estrechos vínculos con Rusia, y voló a Moscú a principios de 2022, un día después de que el Kremlin lanzara su invasión a gran escala de Ucrania.

El papel de Estados Unidos en Sudán

Estados Unidos y otros países occidentales expresaron su apoyo a la transición hacia un gobierno democrático tras el derrocamiento de Al-Bashir. Desde entonces han suspendido su apoyo financiero y han respaldado los planes para una nueva transición hacia un gobierno civil.

Actualmente, el país estadounidense no quiere mostrarse públicamente a favor de alguno de los bandos, ya que se trata de dos regímenes militares. Además, en los últimos días, se han producido ataques contra el embajador de la Unión Europea en Sudán y contra un convoy diplomático de los Estados Unidos. Estos ataques han sido condenados por las dos partes, aunque detrás estarían las FAR.

¿Qué puede ocurrir en Sudán? Posibles escenarios e implicaciones

Existen tres posibles escenarios que debemos considerar sobre el futuro de Sudán: una victoria rápida de una de las dos partes, un acuerdo con concesiones de ambas partes —poco probable, ya que de momento ninguno de los dos está dispuesto a ceder— o una escalada del conflicto que desemboque en una guerra con influencia de actores externos. Además, el enfrentamiento entre los ejércitos de Al-Burhan y Hemedti podría tener graves implicaciones para Sudán y la región en general. Algunas posibles implicaciones podrían ser:

  • Más inestabilidad política y económica. Sudán ya se encuentra en una situación política y económica delicada, y una lucha interna no haría, sino empeorar las cosas. Estos enfrentamientos podrían provocar la destitución o la muerte de uno o ambos líderes, lo que podría dar lugar a un vacío de poder y a la posibilidad de un —nuevo— golpe de Estado.
  • Más violencia civil. La lucha podría desencadenar la violencia civil en Sudán, ya que los partidarios de cada general podrían tomar las armas para apoyar a su líder. Esto podría desembocar en una guerra civil prolongada que devastaría el país y causaría un gran número de víctimas y nuevas oleadas de desplazamientos masivos de la población.
  • Un fuerte impacto regional. La inestabilidad en Sudán podría tener implicaciones para toda la región de África Oriental. Sudán comparte fronteras con países como Etiopía, Chad y Libia, y un conflicto podría desestabilizar la región en su conjunto.

Es difícil predecir con certeza si otros países se implicarían en esta lucha, aunque parece poco probable. Sin embargo, Sudán es un país importante a nivel estratégico y tiene un historial de injerencias en sus asuntos internos; por tanto, no se puede descartar la posibilidad de que otros países intenten influir en la situación de Sudán para proteger sus intereses.

Por ejemplo, Sudán está situado en una zona de importancia geopolítica vital para la navegación comercial en el Canal de Suez. Además, cuenta con un amplio catálogo de recursos naturales, como petróleo y gas natural, así como de metales preciosos y otros minerales, que han atraído a numerosas empresas de extracción y países extranjeros. Por lo tanto, estos factores pueden motivar a otros países a implicarse en la situación de Sudán para proteger sus intereses económicos y estratégicos.

En resumen, existen factores geopolíticos y económicos que podrían motivar a otros países a interferir en la situación. Si bien es cierto que, a día de hoy, es difícil saber con exactitud qué va a ocurrir en Sudán, sí que podemos sacar conclusiones con la información de la que disponemos.

El ejército sudanés dirigido por Al-Burhan tiene más poder y apoyo que el grupo paramilitar de Hemedti, tanto interna como externamente. No solo cuenta con el apoyo de su aliado más cercano, Egipto, sino también con el de la Unión Europea y Estados Unidos. En concreto, las potencias occidentales nunca respaldarán a las FAR ni a Hemedti, dado su historial de limpieza étnica en Darfur y, sobre todo, después de que saliera a la luz su colaboración con Rusia.

También es cierto que, aunque el ejército sudanés dispone de la aviación militar, importante en un conflicto armado y con la que están atacando posiciones de las FAR, el grupo paramilitar es muy poderoso. Esto puede hacer que el conflicto se estanque, hasta que las bajas en ambos bandos sean tan elevadas que los generales decidan sentarse para llegar a un acuerdo.

Los países de la región ven este conflicto con preocupación porque temen que se convierta en uno similar al de Libia, poco probable, pero en absoluto descartable. Recordemos que las luchas de estos últimos días tienen más que ver con una lucha de poder que con una guerra civil. Lo último que necesita la sociedad sudanesa en estos momentos es verse inmersa en una nueva guerra, justo cuando parecía que iban a conseguir el tan soñado gobierno civil.

Articulo de Daniel Barrios Cavero editado por:

Soraya Aybar Laafou. Editora y analista especializada en África en LISA News. Politóloga y periodista interesada en los derechos humanos, la geopolítica y los procesos migratorios. Me apasionan las Relaciones Internacionales y observo con especial interés al continente africano. Soy directora de África Mundi, el primer medio de análisis sobre África en castellano.

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