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Semiconductores en Taiwán: ¿maldición o “escudo de silicio” frente a China?

Análisis

Ana García De Paredes Dupuy
Ana García De Paredes Dupuy
Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC). Sus principales intereses son el funcionamiento de las Organizaciones Internacionales y su influencia a nivel global, así como la aplicación del Derecho Humanitario y el análisis geopolítico en el contexto de conflictos armados.

En este artículo analizamos el papel que juegan los semiconductores en la seguridad de Taiwán. ¿Pone la industria a la isla en el punto de mira o es, por el contrario, su seguro de vida?

El poder económico de Taiwán a día de hoy se basa en un recurso clave y protagonista de una competición geopolítica entre Estados Unidos y China: los semiconductores. La microelectrónica esencial, que sirve para conectar y dirigir nuestros dispositivos ha hecho revolucionar la geopolítica mundial y la competición entre las principales potencias por dominar esta industria.

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Al controlar una porción desmesurada en la producción, incluso las corporaciones extranjeras que diseñan sus propios semiconductores, recurren a Taiwán para producir chips de última generación. Los semiconductores son tan fundamentales para la economía mundial que su escasez causa graves problemas de producción en todo el mundo.

Esta “fortuna” es, según los analistas internacionales, al mismo tiempo una maldición y un peligro potencial: con Taiwán a menos de 150 kilómetros de la costa de China, los legisladores estadounidenses y taiwaneses a menudo se preocupan de que la concentración de un recurso tan valioso en la frontera de China pueda invitar a un ataque.

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Sin embargo, según algunos analistas, las plantas de fabricación de semiconductores en Taiwán, lejos de socavar su seguridad, actúan como un “escudo protector” ante una invasión de China ya que, de ocurrir, esta tecnología tan valiosa estaría en manos de Pekín. De esta forma se podrían presentar buenas predicciones para la seguridad de los taiwaneses a raíz del interés de Estados Unidos por proteger sus líneas de suministro.

¿Son los semiconductores un “escudo de silicio” para Taiwán?

Dos de cada tres semiconductores que se fabrican se destinan a la automoción o a la industria de electrodomésticos. Este último sector facturó en 2021 la cifra récord de un billón de euros a nivel mundial. Y Taiwán es el mayor fabricante con un 65% de cuota de mercado, una industria estratégica que China no quiere perder.

Taiwán se asienta sobre una estrategia que ayuda a garantizar su supervivencia lo que ha llegado a algunos a considerar a esta industria como un “escudo de silicio” para protegerse de China. Fue el periodista Craig Addison quien acuñó este termino por primavera vez en la BBC. Addison explicaba así que esta era una fórmula que también explicaba por qué Pekín no había tomado por la fuerza a la isla en los últimos años a pesar de la multiplicación de amenazas.

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Para el periodista, este “escudo de silicio” se entiende de manera similar al concepto utilizado en la Guerra Fría de MAD (Destrucción Mutua Asegurada) y que, en la situación actual, cualquier acción militar en el Estrecho de Taiwán podría ser tan dañina tanto para Pekín como para Washington.

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Recientemente Taiwán ha reforzado su posición de liderazgo en el sector tras encontrar la fórmula para producir chips de 7 nanómetros e inferior, de última generación. Solo la empresa Taiwanesa TSMC y la surcoreana Samsung pueden fabricarlos. 

Sin embargo, esta dependencia comercial fluye en ambas direcciones. China es el principal socio comercial de Taiwán, siendo gran parte de sus exportaciones hacia Pekín de esta tecnología. Estados Unidos también ocupa una posición de peso, interesado en este “escudo” protector de Taiwán. 

La compañía taiwanesa TSMC suministra tanto a empresas como Apple como a Qualcomm y, según un reciente informe de la Administración Biden el hecho de que Estados Unidos dependa de los semiconductores de esta empresa pone en riesgo la capacidad de satisfacer las necesidades de infraestructura crítica y relacionadas con la Seguridad Nacional actuales y futuras del país. A su vez, TSMC también depende de empresas estadounidenses que fabrican las máquinas para hacer los microchips y sus principales clientes están en América del Norte. 

A Estados Unidos no le interesa que China invada Taiwán, ya que esta se haría con el control de la fábrica de semiconductores más poderosa del mundo, lo que supondría una desventaja estratégica para la industria estadounidense. Además, las armas avanzadas que Washington ha vendido a Taipéi a lo largo de los años caerían también en manos de Pekín. Teniendo todo esto en cuenta, el efecto del escudo de silicio es aún mayor ya que también están involucrados los intereses de Washington. 

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Como venimos diciendo, los semiconductores son el componente principal de toda la electrónica moderna y, por tanto, un segmento de importancia crítica en la economía global. Cualquier interrupción en las cadenas de suministro de semiconductores a nivel global tendría graves repercusiones para las empresas y consumidores, afectaría gravemente a la economía de múltiples países y dañaría el sector tecnológico así como obstaculizaría la innovación tecnológica.

Actualmente, Taiwán y Corea del Sur representan el 100% de la capacidad instalada para producir en masa semiconductores de alta gama con tecnologías por debajo de los 7 nanómetros (nm), lo que deja vulnerable el suministro al ejército estadounidense. Además, los semiconductores sirven como componentes cruciales en las redes de comunicaciones y los sistemas de transporte, entre otros, que sustentan la infraestructura nacional crítica de este país. 

Los semiconductores en Taiwán en medio de la lucha geopolítica entre Washington y Pekín

La administración Trump aprovechó esta situación para negar el acceso de Pekín a esta tecnología en 2019. Al prohibir su acceso a la industria de semiconductores de Estados Unidos, incluido el diseño, logró cortar el suministro de semiconductores de TSMC y otras fundiciones a Huawei Technologies, obstaculizando el avance de la mayor empresa de tecnología de China.

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Los intentos de Washington de ganarse a Taiwán y de esa manera fortalecer su liderazgo en el ámbito tecnológico culminaron con la visita de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes estadounidense a la isla el pasado mes de agosto. Aunque el motivo de esta visita se justificó aludiendo a los valores democráticos compartidos y la promoción de la democracia en el país, el interés de la Casa Blanca pasaba por algo más tangible como son los semiconductores, reforzando así la cooperación económica para impulsar a Washington en una industria estratégica y revertir los avances de Pekín. 

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China, que no quiere quedarse atrás, y como era de esperar, se opuso firmemente a este acercamiento, anunciando “medidas contundentes”. Estas incluyeron nuevas maniobras militares alrededor de Taiwán, así como la prohibición la importación de productos de más de un centenar de empresas taiwanesas de los sectores de la alimentación, agricultura y pesca. 

Los analistas internacionales anticiparon entonces un aumento del número de ejercicios chinos en la región y la aprobación de nuevas sanciones contra Taipei. Ahora, sin embargo, algunos de ellos consideran que es poco probable que la escalada de tensiones vaya a desencadenar en un conflicto bélico a pesar de que la competencia entre ambas potencias no esté perdiendo fuerza ni parece que vaya a hacerlo.

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De hecho, el pasado 7 de octubre Washington subió la apuesta y presentó un nuevo paquete de sanciones sobre la venta y compra de semiconductores de Pekín. Esta acción coincidía con un momento especialmente inoportuno para el gigante asiático en el contexto del XX Congreso del Partido Comunista china que finalmente ha reforzado el poder del líder chino, Xi Jinping.

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La idea de la Administración Biden es imponer a otras compañías chinas restricciones similares a las que la Administración Trump decretó sobre Huawei hace tres años mediante la denominada “norma de producto directo extranjero o FDPR. Esta regla, que Washington también ha aplicado contra compañías rusas a raíz de la guerra en Ucrania, prohibiría a cualquier compañía en el mundo vender a compradores chinos productos en los que se haya utilizado determinada tecnológica, maquinaria o software estadounidense.

Una carrera global por los semiconductores

Esta carrera tecnológica e industrial evidencia la percepción de la administración taiwanesa como un valioso recurso estratégico en demanda por todos. Otros países occidentales como Alemania están entablando conversaciones con Taipéi con la esperanza de instar a TSMC y otros a aumentar la producción por cualquier medio necesario. Mientras China presiona al mundo para que evite tratos oficiales con Taiwán, los líderes de todo el mundo se están dando cada vez más cuenta de su dependencia hacia la isla.

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Es una evidencia que la isla es una potencia mundial en la fabricación de unos chips cada vez más escasos y preciados, convirtiéndola así en un enclave estratégico en el que EEUU y China se disputan en su batalla por la hegemonía tecnológica. Lo cierto es que la estrategia de ser un productor vital de semiconductores ha funcionado en el corto y mediano plazo, pero las condiciones de este triángulo político y económico podrían cambiar pronto. Algunos analistas creen que conforme la industria de los semiconductores en China y Estados Unidos se desarrolle, la protección que aporta a Taiwán podría debilitarse.

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