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Educación y guerra: qué está pasando en Ucrania, Nigeria y Yemen

Análisis

Ana García De Paredes Dupuy
Ana García De Paredes Dupuy
Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC). Sus principales intereses son el funcionamiento de las Organizaciones Internacionales y su influencia a nivel global, así como la aplicación del Derecho Humanitario y el análisis geopolítico en el contexto de conflictos armados.

Generalmente, los países que sufren conflictos armados ocupan los últimos puestos en el listado de mejores sistemas educativos y, a día de hoy, más de 426 millones de niños y niñas viven en zonas de conflicto. En este artículo te explicamos cómo la guerra ha impactado -e impacta- en la educación en Ucrania, Nigeria y Yemen.

La educación es un derecho humano, un bien público y una responsabilidad colectiva. La Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) proclamó el 24 de enero como el Día Internacional de la Educación en celebración del papel que la educación desempeña por la paz y el desarrollo. Según las Naciones Unidas, sin una educación de calidad, inclusiva, equitativa y de oportunidades de aprendizaje, los países no lograrán alcanzar objetivos como la igualdad de género ni romper el ciclo de pobreza que deja rezagados a millones de niños, jóvenes y adultos.

El derecho a la educación está consagrado en el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La declaración exige la educación primaria gratuita y obligatoria. Además, la Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada en 1989, va más allá al estipular que los países deberán promover que la educación superior sea accesible para todos. Según datos de Naciones Unidas, actualmente alrededor de 244 millones de niños y jóvenes no están escolarizados y 771 millones de adultos son analfabetos, cifras que se concentran mayoritariamente en África central y el Sahel.

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Los conflictos bélicos constituyen uno de los mayores retos para la comunidad internacional, ya que son fuentes de pobreza, desigualdad y estancamiento económico. A menudo la infancia y los sistemas educativos se encuentran expuestos a la violencia en la primera línea del conflicto.

Hoy en día, más de 426 millones de niños y niñas viven en zonas de conflicto, de los cuales 160 millones están en enfrentamientos de alta intensidad, con un 30% menos de oportunidades de completar la educación primaria y un 50% menos de oportunidades para completar la secundaria.

Este año, el quinto Día Internacional de la Educación se celebrará el 24 de enero de 2023 bajo el lema “Invertir en las personas, priorizar la educación”. En ocasión de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre la Transformación de la Educación, la comunidad internacional promoverá una fuerte movilización política en torno a la educación y trazará el camino para traducir los compromisos y las iniciativas mundiales en acciones. Según la ONU, es necesario dar prioridad a la educación para acelerar el progreso sobre todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible en un contexto de recesión mundial, desigualdades crecientes y crisis climática.

En este escenario, la aprobación de la Declaración sobre Escuelas Seguras, en 2015, constituyó un esperanzador punto de inflexión. Actualmente, es el mayor compromiso intergubernamental en la educación. Con la reciente incorporación de Colombia en noviembre de 2022, ya son 116 los Estados adheridos que adoptan y se comprometen a incorporar en sus marcos operativos las Directrices para la protección de escuelas y universidades y, contra el uso militar durante los conflictos armados.

Además, este año la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) dedica el Día Internacional de la Educación, especialmente, a las niñas y mujeres de Afganistán que se han visto privadas de su derecho a la educación tras la toma del poder de los talibanes.

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Las cifras de la educación y conflicto

Generalmente, los países que sufren conflictos armados ocupan los últimos puestos en el listado de mejores sistemas educativos. Los países más empobrecidos albergan una fracción elevada de los niños sin escolarizar del planeta. Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés), las tasas más altas de analfabetismo se registran en Níger, Chad, Sudán del Sur y la República Centroafricana. Los cuatro casos registran largos historiales de inestabilidad y altos niveles de pobreza.

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En el caso de las mujeres y niñas, la desigualdad es todavía más evidente. Según el Informe de seguimiento de la educación en el mundo 2022 de la UNESCO, más de una de cada cuatro mujeres jóvenes en África Subsahariana no sabe leer ni escribir. Por otro lado, en Afganistán las niñas en edad de cursar la enseñanza secundaria se han visto privadas por completo de la oportunidad de aprender. La UNESCO ha advertido que la regresión educativa en el país de Oriente Medio, podría retroceder, en más de 20 años, los avances en materia de derechos humanos en el país.

Las cifras están estrechamente vinculadas con los tipos de violencia en muchos países en conflicto. Tanto las fuerzas estatales como las no estatales cada vez distinguen menos entre civiles y combatientes y, en muchos casos, atacan deliberadamente a los niños, los docentes y las infraestructuras escolares, según el informe de la UNESCO. 

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Además, y atendiendo a la Coalición Mundial para la Protección de la Educación contra los Ataques (GCPEA), entre 2015 y 2019, fuerzas del ejército, de la policía civil y otras instituciones de seguridad y grupos armados no estatales, perpetraron más de 11.000 ataques contra instalaciones educativas, estudiantes y docentes en un total de 93 países diferentes.

Casos de conflicto: Ucrania, Nigeria y Yemen

En los países en conflicto, los colegios y universidades se han convertido en el objetivo de los ataques. En Nigeria, por ejemplo, los grupos armados han secuestrado a niños y niñas mientras estudiaban: ellos se convierten en niños soldado obligados a combatir, mientras que ellas son víctimas de abusos y suelen convertirse en esclavas sexuales. En Yemen la tendencia es similar y, en otros países como Ucrania, los bombardeos desde hace casi un año, sitúan al filo del abismo las oportunidades para mantener una educación segura y continua.

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¿Cómo afecta la guerra a la educación en Ucrania?

La guerra en Ucrania está teniendo un impacto devastador en la vida y el futuro de los millones de niños en edad escolar del país, incluida su educación. Desde el 24 de febrero de 2022, cuando Rusia inició su invasión de Ucrania, más de cinco millones de menores de edad han visto interrumpida su educación. UNICEF ha demandado que el Día Internacional de la Educación sirva para dar un mayor apoyo internacional y garantizar así que la infancia “no se siga quedando atrás”.

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El uso continuo de armas explosivas, incluso en áreas pobladas, habría llevado a que miles de escuelas, jardines de infancia y otras instalaciones educativas en todo el país hayan resultado dañadas o destruidas. La organización Save the Children alertó en junio de 2022 de que, en el lapso de tres meses, más escuelas ucranianas habían sufrido daños y destrozos, que en los primeros siete años tras el estallido de las confrontaciones ruso-ucranianas en 2014.

En este sentido, UNICEF también ha recalcado que la situación fuera de Ucrania “también es preocupante”, subrayando que dos de cada tres niños refugiados no están inscritos actualmente en el sistema educativo de los países de acogida. Desde Ucrania, UNICEF está trabajando con el Gobierno para restablecer la normalidad en las aulas, a través de la búsqueda de espacios seguros y de alternativas digitales.

¿Cómo afecta la guerra a la educación en Nigeria?

Desde 2011, el país más poblado de África ha estado condicionado por la guerra contra el grupo terrorista Boko Haram en los estados del norte de Nigeria. Desde entonces, las escuelas se han convertido en blanco de secuestros masivos y como moneda de cambio por parte de grupos armados. 

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En abril de 2014, el grupo terrorista Boko Haram secuestró alrededor de 300 chicas adolescentes del instituto público de su ciudad. Aquella noche del 14 de abril, un grupo de hombres armados irrumpió en el internado secundario estatal de Chibok, una localidad predominantemente cristiana, reunió en el auditorio a las jóvenes, de entre 16 y 18 años de edad, y comenzó a prender fuego a dormitorios y salones. Casi siete años después, 112 de las niñas de Chibok continúan desaparecidas.

Algunas jóvenes murieron en manos del grupo armado, otras pudieron escapar y el resto han sido liberadas progresivamente hasta este año. El grupo de mujeres que consiguieron ser liberadas han explicado que sufrieron abusos, matrimonios forzados y esclavizadas sexualmente. Una vez más, las estudiantes fueron utilizadas como moneda de cambio en un conflicto.

Sin embargo, este no es el único episodio de secuestros masivo a niños que sacuden Nigeria. En el mes de diciembre de 2020, 333 niños de una escuela de educación secundaria fueron raptados por un grupo de hombres armados en la ciudad de Katsina, al noroeste del país.

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Según UNICEF, se estima que al menos un millón de niños nigerianos sufrieron riesgo de abandonar la escuela, en medio del aumento en los secuestros escolares masivos y la inseguridad.

La inseguridad también provocó el cierre de escuelas en Nigeria. En Abuja, la capital de Nigeria, el inicio del período escolar se retrasó sin explicación a una fecha inusualmente tardía, después de que las escuelas de los estados cercanos fueran atacadas por secuestradores que buscaban rescates.

Varios estados del noroeste intentaron frenar la avalancha de secuestros prohibiendo la venta de combustible en bidones y el transporte de leña en camiones con el fin de disolver a las pandillas que viajan en motocicleta y acampan en lugares remotos, entre otras medidas. Además, en el contexto de la Declaración sobre Escuelas Seguras de 2015, Nigeria está promoviendo la capacitación y sensibilización de los mandos militares y la rehabilitación de las escuelas dañadas.

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¿Cómo afecta la guerra a la educación en Yemen?

Desde 2015, cuando un golpe de Estado por parte de rebeldes hutíes derrocó al gobierno del general Abdrabbuh al-Hadi, la República de Yemen es el escenario de una guerra civil que cada vez es más violenta. Como en la mayoría de los conflictos, los niños son los más afectados y quienes sufren más las consecuencias: los escolares yemeníes han dejado de ir a clase y ya hay dos millones de niños sin escolarizar en el país.

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Yemen es uno de los países con el mayor número de violaciones a nivel mundial contra la población infantil: más de 10.200 niños han sido asesinados o mutilados y cerca de 3.500 han sido verificados como reclutados y utilizados desde el inicio de la contienda en 2014.

Además, hay más de 2.500 escuelas afectadas por los combates y casi tres cuartas partes del profesorado de las escuelas públicas hace más de un año que no recibe su salario, según datos de Unicef de 2018. En 2017, salieron a la luz numerosas pruebas sobre cómo el grupo armado huzí estaba reclutando activamente a menores incluso de solo 15 años para combatir como niños soldados en las líneas de frente del conflicto de Yemen, según confirmaba Amnistía Internacional.

Familiares y un testigo presencial contaron a Amnistía Internacional que los cuatro menores, de entre 15 y 17 años, habían sido reclutados en la capital, Saná, por combatientes del grupo armado huzí, también conocido popularmente como Ansarolá. No supieron que se habían llevado a sus hijos hasta que fueron avisados por residentes locales, que contaron que los habían visto subiendo a un autobús junto a al menos otros seis niños en un centro local de huzíes a mediados de febrero.

“Es terrible que las fuerzas huzíes separen a los niños de sus progenitores y de sus hogares, y que los priven de su infancia para colocarlos en la línea de fuego, donde podrían morir”, ha dicho Samah Hadid, directora adjunta de campañas de la oficina regional de Amnistía Internacional en Beirut. 

Para evitar que vuelva a ocurrir y que haya más casos como estos, Unicef y Naciones Unidas han acordado con las autoridades de Yemen la puesta en marcha el pasado mes de abril del llamado Plan de Acción. A través de este acuerdo, firmado por los dirigentes de Saná, se pretende que las fuerzas armadas del país se comprometan a cumplir con la prohibición del reclutamiento y uso de menores de edad en conflictos armados, entre otras medidas.

Todos estos eventos evidencian una realidad, y es que hasta que la guerra no acabe, los niños seguirán sin un acceso seguro al colegio, temiendo los bombardeos en clase, viéndose obligados a escapar del conflicto y renunciando forzosamente a su educación. Entre los retos para el futuro, está el de negociar incansablemente, al más alto nivel, para lograr que la Declaración Sobre Escuelas Seguras se convierta en el marco de actuación de todos los Estados, sin excepción. Simultáneamente, resulta crucial el desarrollo de estrategias regionales, integrando a autoridades locales, organizaciones de base, comunidades y a todos aquellos actores con impacto en la protección de la educación en un determinado territorio.

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