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¿Cómo influye la presidencia de Finlandia en Rusia?

Análisis

José Luis Castillo del Águila
José Luis Castillo del Águila
Graduado en Traducción e Interpretación y Máster de Diplomacia y Relaciones Internacionales de la Escuela Diplomática. Actualmente, trabaja como experto de comunicación en la Embajada de Austria en España. Es un apasionado de la geopolítica y de las relaciones internacionales en general, con especial interés por las relaciones entre la UE y los demás actores globales.

El vínculo histórico y geopolítico entre Finlandia y Rusia ha sido objeto de análisis internacional desde la independencia de Finlandia en 1917. José Luis Castillo del Aguila, ex alumno del Curso de Política Internacional, explora cómo eventos históricos, desafíos económicos y percepciones culturales han moldeado esta dinámica. Destaca la postura finlandesa que no respalda el ataque ruso a Ucrania y su reciente adhesión a la OTAN, lo que genera tensiones con Putin.

El pasado 11 de febrero tuvo lugar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Finlandia, en las que se disputaron la presidencia el conservador Alexander Stubb y el ecologista Pekka Haavisto. Al final logró imponerse, aunque por una diferencia mínima, Alexander Stubb (51,6% de los votos frente al 48,4% de su rival), una victoria que, en palabras del presidente electo, supone «el mayor honor» de su vida

Alexander Stubb nació en Helsinki en 1968. A lo largo de su carrera política e institucional, ha sido eurodiputado y vicepresidente del Banco Europeo de Inversiones, ha estado al frente de tres ministerios (Finanzas, Exteriores y Comercio y Asuntos Europeos) y fue jefe del Gobierno entre 2014 y 2015. Su partido, Coalición Nacional, es de corte conservador y liberal, y es el mismo al que pertenece el actual primer ministro, Petteri Orpo. Stubb es un férreo defensor de la Unión Europea y, en el contexto actual tras la agresión rusa, de Ucrania. 

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En Finlandia, el presidente actúa como jefe de Estado. Entre sus funciones se encuentran dirigir la política exterior y de seguridad junto con el Gobierno (sobre todo en lo que se refiere a países extracomunitarios), nombrar y destituir al primer ministro, y asumir las tareas de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Este último punto también tiene especial relevancia en relación con la adhesión a la OTAN, ya que el presidente es el que se encarga de representar al país en las cumbres de la Alianza Atlántica.

La elección del presidente en Finlandia no es baladí en el contexto geopolítico actual, pues, tal y como se consagra en la Constitución, este cargo ostenta una gran responsabilidad en política exterior. El presidente decide con respecto a las líneas generales de la política exterior, el reconocimiento de Estados, el inicio o término de relaciones diplomáticas, la adhesión a organizaciones internacionales, etc. Como veremos más adelante, fueron los presidentes históricos de Finlandia los que han marcado la política de vecindad con respecto a Rusia desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Estos comicios han puesto de manifiesto una ruptura, pues, durante décadas, Finlandia ha elegido a presidentes que han apoyado un enfoque de vecindad con Rusia y que han rechazado adherirse a cualquier alianza militar; esto cambió cuando llegó la agresión rusa a Ucrania en 2022. Desde entonces, incluso el presidente saliente, Sauli Niinistö, otrora orgulloso de su entendimiento con el Kremlin y conocido como el «susurrador de Putin», se ha convertido en uno de los mayores críticos del mandatario ruso. Esta ruptura culminó con uno de los pasos más significativos que ha dado el país en los últimos años: la adhesión a la OTAN el pasado mes de abril.

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Stubb anunció a la prensa que Finlandia no mantendría relaciones políticas con Rusia ni con su presidente hasta que se pusiera fin a la guerra en Ucrania. Además, se ha mostrado muy favorable a la cooperación con la OTAN e, incluso, ha llegado a apoyar el transporte de armas nucleares por suelo finés o la posibilidad de situar tropas de la OTAN de forma permanente en territorio nacional. 

La guerra de agresión en Ucrania alertó sobre los potenciales peligros de mantener una frontera de más de 1340 kilómetros con Rusia. De hecho, la seguridad internacional y la defensa han estado entre las principales prioridades de los votantes, en un contexto de operaciones híbridas por parte de Rusia, como averías en infraestructuras críticas, ciberataques o la avalancha de solicitantes de asilo procedentes de Oriente Próximo y del Cuerno de África que llevó a Finlandia a cerrar fronteras con su vecino en noviembre de 2023. Por su parte, Rusia ha amenazado a Finlandia con represalias por la adhesión a la OTAN y por firmar con EE. UU. un acuerdo de cooperación en defensa el pasado mes de diciembre.

Con este nuevo presidente, parece que Finlandia quiere dar un giro a la forma en la que ha gestionado hasta ahora sus relaciones con Rusia en las últimas décadas. Sin embargo, ¿cuáles han sido esas relaciones y qué cambios se han percibido en la sociedad finesa a raíz de la invasión de Ucrania? 

Las relaciones fino-rusas antes de la Segunda Guerra Mundial

Finlandia, a lo largo de su historia, ha sido un territorio disputado por dos frentes: el occidental, por Suecia, y el oriental, por Rusia. A lo largo de los siglos XVII y XVIII, Rusia, bajo el reinado de los zares, intentó en repetidas ocasiones conquistar Finlandia, que entonces formaba parte del Reino de Suecia desde el siglo XII. Tras perder una guerra con Rusia en 1809, Finlandia se convirtió en un territorio autónomo del Imperio ruso conocido como el Gran Ducado de Finlandia. En esta época, Alejandro I de Rusia prometió respetar la religión y las leyes fundamentales del territorio, así como los privilegios y derechos de los habitantes. Fue en esta época, concretamente en 1812, cuando Helsinki se convirtió en la capital del país.

Sin embargo, esta línea marcada por Alejandro I se recrudeció con Nicolás II, que inició un proceso de rusificación, con intentos de medidas como la oficialización de la lengua rusa en 1900 o el decreto de 1901, que obligaba a los ciudadanos fineses a servir en el ejército ruso, así como a desmantelar el ejército finés. Sin embargo, no todas tuvieron el éxito deseado por el Imperio ruso. 

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Al final, como consecuencia de la revolución rusa de 1917 y la caída de los zares, Finlandia declaró su independencia el 6 de diciembre de ese mismo año. Pese a todo, Finlandia siguió viéndose amenazada por la recién creada Unión Soviética y hubo intentos de crear una alianza con Estonia, Letonia y Polonia, pero no tuvieron éxito y en 1932 se firmó el pacto de no agresión entre Finlandia y Rusia. Finlandia también trató de formar una alianza bilateral con Suecia, pero fracasó ante la negativa de esta última de ligar su destino al de Finlandia.

Antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, la entonces Alemania nazi y la Unión Soviética firmaron el Pacto Ribbentrop-Mólotov, el que se incluyó un protocolo secreto que sometía a Finlandia bajo la esfera de influencia soviética, al igual que Estonia y Letonia. 

Tras ignorar una serie de demandas de cesión de territorio por parte de Finlandia y con el objetivo de asegurar su frontera norte frente a un posible ataque de la Alemania nazi por el istmo de Carelia, en cuya parte soviética la cultura finlandesa ya había sufrido una represión, Stalin atacó Finlandia en 1939 e inició la conocida Guerra de Invierno, en la que Finlandia tuvo que combatir contra la URSS en solitario. La guerra terminó, aunque con gran esfuerzo y penurias en la parte soviética, con la derrota de Finlandia y la sumisión ante las demandas territoriales de la URSS en virtud del Tratado de Moscú del 13 de marzo de 1940.

Como resultado de una solicitud de ayuda no respondida por las potencias occidentales, Helsinki acabó aliándose con Alemania en una segunda guerra que se libró entre 1941 y 1944. Este conflicto terminó con el Armisticio de Moscú, en el que Finlandia perdió un 10% de su territorio, tuvo que reubicar al 11% de su población y se vio obligada a pagar una gran cantidad de dinero como reparación de guerra, pero, con todo, Finlandia pudo preservar su independencia.

Neutralidad y finlandización

Al final del conflicto le siguió el inicio de la época de la doctrina Paasikivi-Kekkonen, creada por el presidente Juho Kusti Paasikivi y continuada por el presidente Urho Kekkonen entre 1946 y 1982. La base de esta doctrina era mantener una relación cercana con Moscú para poder preservar la independencia del país y evitar un conflicto. A cambio de no sumarse a la OTAN y al Plan Marshall, tampoco se adhirió al Pacto de Varsovia. Llegados a este punto, merece la pena detenerse en un concepto clave que surgió a raíz de la actitud de Finlandia frente a la URSS: la finlandización.

En Relaciones Internacionales, la finlandización es un término acuñado por Richard Lowenthal en 1961 y hace referencia a una estrategia por la que un Estado adapta algunas políticas internas y externas a los intereses de otro país, a menudo un país vecino. En el caso de Finlandia, el país evitaba tomar postura en asuntos que pudieran disgustar a su vecino, lo que, se entiende, reducía la soberanía política del país.

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Se ha criticado también como una suerte de autocensura al no poder expresar opinión que pudiera incomodar a la Unión Soviética. El objetivo era evitar un conflicto abierto con la URSS que pudiera desembocar en la anexión o en que Finlandia acabara convirtiéndose en un satélite de la potencia soviética. Los encuentros entre los mandatarios de ambos países han sido siempre frecuentes. Tradicionalmente, los presidentes siempre se reunían un mínimo de dos veces al año: una vez en Helsinki y otra en Moscú.

En Finlandia, algunos consideran que esta política con respecto a Rusia se ha traducido en una actitud de ingenuidad a la hora de evaluar las intenciones de Moscú. A lo largo de las últimas décadas, Finlandia basó su política exterior en un pragmatismo materializado en su tradicional diplomacia de sauna, una forma de llegar a acuerdos por canales más cercanos y extraoficiales en un intento de alcanzar niveles tolerables de convivencia con su vecino, pese a ser conscientes de que Finlandia podía influir de forma limitada en las decisiones de Rusia.

En 1948, Finlandia firmó el Acuerdo de Amistad, Cooperación y Ayuda Mutua con la URSS (y se extendió en 1955, 1970 y 1983), que, además de crear un elevado grado de dependencia económica y política con la Unión Soviética, prohibía al país unirse a cualquier organización que se considerase hostil a la URSS. Asimismo, el tratado obligaba a Finlandia a repeler todo ataque dirigido a la URSS por parte de Alemania o de sus aliados. Mientras, las relaciones comerciales entre ambos Estados incrementaron y en los años 80 supusieron un 25% de las relaciones comerciales de Finlandia.

Tras la caída de la URSS, las presiones y exigencias de Moscú disminuyeron, pero Finlandia siempre se ha esforzado por mantener sus relaciones de buena vecindad y mantener una neutralidad activa. De hecho, ha ido más allá y ha buscado fomentar unas relaciones positivas entre los dos bloques. Claro ejemplo de ello fue la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa celebrada en Helsinki en el año 1975 o el fomento del encuentro entre Vladímir Putin y Donald Trump en 2018 en la misma ciudad.

Del final de la Guerra Fría a la actualidad

Al terminar la Guerra Fría, se puso fin al antiguo tratado de defensa mutua y se firmó en 1992 el Tratado sobre la Base de las Relaciones Mutuas en el que ambos Estados se comprometían a resolver sus controversias de forma pacífica y Finlandia recuperaba la libertad en cuestiones de política exterior. Después, Finlandia dio los pasos necesarios para su adhesión a la Unión Europea en 1995 y, más tarde, en 1999, a la Eurozona. La adhesión a la Unión y la firma de la cláusula de defensa mutua supuso un cambio de la neutralidad a la no alineación militar, pero Finlandia siguió sin dar pasos hacia la adhesión plena a la OTAN más allá de formar parte del programa Asociación para la Paz desde 1994. 

Desde entonces, Finlandia había mantenido una política de reclutamiento militar obligatorio y un elevado nivel de fuerzas defensivas, a diferencia de otros Estados europeos, pues, en la memoria colectiva del país, se consideraba que Rusia constituye una amenaza permanente. Sin embargo, Finlandia nunca había manifestado su postura de forma clara y había mantenido un enfoque calmado a la hora de fijar su política de fronteras. Por su cercanía geográfica, la sociedad finesa siempre ha tenido muy presente a Rusia, lo que se ha traducido inevitablemente en intercambios comerciales, turísticos o sociales, por lo que tienen experiencia en el trato con Rusia, su sociedad y su cultura.

Para el electo presidente Alexander Stubb, la perspectiva de la población en las relaciones fino-rusas es un ejemplo de la tensión entre el idealismo y el realismo con respecto a Rusia: los intentos de mantener unas relaciones bilaterales estables tras la Guerra Fría se basaban en el idealismo, mientras que ahora el realismo ha ganado terreno.

Con la agresión de Rusia sobre Ucrania el 24 de febrero de 2022, se produjo un cambio casi inmediato en la mentalidad de los fineses y se empezó a apostar por la adhesión a la OTAN y por un apoyo férreo a Ucrania, mientras que, hasta entonces, la oposición a la OTAN y la apuesta por la neutralidad eran consideradas la mejor opción.

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La diplomacia de sauna con la Rusia de Putin es parte del pasado, al igual que la finlandización es una víctima del pasado. De momento, no hay perspectivas de que vuelvan a normalizarse las relaciones con Rusia, al menos, tal y como defendió el nuevo presidente, hasta que se ponga fin a la guerra de Ucrania. De lo que no cabe duda tampoco es de que, tras el final del conflicto, la experiencia y conocimientos de Finlandia a la hora de interactuar con Rusia serán fundamentales para forjar un futuro pacífico en el flanco oriental.

Entretanto, no se puede negar que las relaciones entre ambos países no pasan por su mejor momento, especialmente ante amenazas y declaraciones por parte de Rusia que consideran Finlandia un país hostil a raíz de su adhesión a la OTAN. Tras la invasión, en septiembre de 2022 la cuota de comercio entre Finlandia y Rusia se desplomó a niveles similares a los que hubo durante la Segunda Guerra Mundial, lo cual es muy representativo teniendo en cuenta que Rusia era el tercer socio comercial bilateral de Finlandia, después de Alemania y Suecia.

Es claro que Rusia ha supuesto una amenaza recurrente para Finlandia durante más de cien años. Algunos han llegado a calificarlo como el «dilema irresoluble» de la política de seguridad de Finlandia.

Será relevante vigilar qué consecuencias tiene este nuevo enfoque marcadamente prooccidental y proucraniano en el extremo oriental del continente. Sin embargo, lejos de querer hacer saltar todas las alarmas, el presidente electo ha lanzado un mensaje tranquilizador, pues durante su mandato buscará ejercer la principal tarea a la que debe consagrarse quien ostente este cargo: asegurar que Finlandia promueve la paz.

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