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Chechenia y Daguestán: ¿una amenaza para Rusia?

Análisis

David García Pesquera
David García Pesquera
Graduado en Relaciones Internacionales en la Universidad Rey Juan Carlos. Sus principales intereses son la geopolítica, el análisis de conflictos y la seguridad internacional, especialmente en Europa del Este, Oriente Próximo y el Norte de África.

En un momento en que se cumplen dos años desde el inicio de la guerra entre Ucrania y Rusia, es crucial analizar la situación de Chechenia y Daguestán, dos entidades territoriales dentro de la Federación Rusa que enfrentan desafíos y amenazas particulares. En este artículo, el alumno del Máster Profesional de Analista Internacional y Geopolítico de LISA Institute, David García Pesquera, analiza como ambos territorios pueden ser o no una amenaza para Rusia, sobre todo en el contexto de la guerra en Ucrania.

Dentro de los 85 sujetos o entidades territoriales del mapa ruso, encontramos dos especialmente controvertidos: Chechenia y Daguestán. Para comprender la situación de ambos, se debe analizar aspectos como su historia, idiosincrasia, las amenazas presentes y su papel dentro de la guerra en Ucrania. 

Chechenia y Daguestán son dos repúblicas parte de la Federación Rusa. Se ubican al sur del país, en el Cáucaso Norte, cerca de la frontera con Georgia y Azerbaiyán. Su rebeldía dentro del espacio postsoviético como consecuencia de su pertenencia a la propia Rusia les ha situado como territorios especialmente vulnerables a movimientos radicales, contiendas separatistas y aislamiento socioeconómico.

Chechenia: dos guerras y un cambio de estatus

Chechenia cuenta con una población de algo más de 1 millón de habitantes. Su capital es Grozni y su religión mayoritaria es el Islam, con un seguimiento especialmente elevado en comparación con el resto del país. El nacionalismo checheno se ha construido durante muchos años como un proyecto alternativo al dominio central de Moscú.

Tras la caída de la Unión Soviética, la población chechena no podía tolerar su permanencia en Rusia. Hechos como las deportaciones llevadas a cabo en 1944 por Stalin a zonas de Siberia, Kazajistán o Kirguistán seguían muy presentes en la memoria colectiva. Además, existían tres factores más que fortalecían el secesionismo en la zona:

  • La pervivencia demográfica en el exilio checheno durante los tiempos soviéticos. Al comenzar los años 90, los chechenos eran casi el 70% de la población dentro de su territorio, siendo la minoría más numerosa y homogénea en toda la zona del Cáucaso Norte. Mantenían su identidad nacional fuerte y su idiosincrasia viva.
  • La posición estratégica del territorio checheno respecto a la exportación del crudo del Mar Caspio. Destaca el oleoducto Bakú-Novorossisk, que pasa por la capital Grozni y que, tras la caída de la URSS, se convirtió en la única vía para sacar al mercado el petróleo azerí en un volumen suficiente. Además, existen importantes yacimientos de gas en la zona. Las dinámicas económicas que presentaban estos factores hacían aflorar fundadas esperanzas en la viabilidad de Chechenia como Estado independiente.
  • Relaciones estrechas con su diáspora. Ya sea dentro de sus comunidades en Kazajistán, Rusia, Turquía u Oriente Medio. Ello hacía que pese a la distancia esta estructura dispersa garantizara tanto lazos comerciales como el inicio de redes de delincuencia organizada perfectamente conectadas.

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Pese a estos hechos, Boris Yeltsin, expresidente de Rusia, gozaba de una gran popularidad entre los chechenos. Sin embargo, emerge la figura de Dzhojar Dudáiev, general checheno líder de la rebelión contra Moscú. Con la convulsión soviética, fue organizando el poder nacionalista en torno a su figura, hasta ser nombrado presidente del Congreso Nacional del Pueblo Checheno.

A partir de ahí, su partido, el Frente Patriótico, ganó de forma abrumadora las elecciones de octubre de 1991, con hasta el 85% de los votos. De esta forma, se convirtió en el primer presidente de la República de Chechenia, de la que declaró su independencia el 1 de noviembre de ese mismo año. No se logró el reconocimiento de Moscú, como sí ocurrió con las 15 exrepúblicas soviéticas que desarrollaron su independencia durante estos años.

El régimen de Dudáiev comenzó un proyecto de fortalecimiento de las milicias separatistas chechenas. Los combatientes de la zona cada vez eran más fuertes y la única baza que Moscú tenía para retomar el control de una república que actuaba como país independiente era la invasión. Así sucedió durante la Primera Guerra Chechena en 1994, que finalizó con la victorial local tras declarar la yihad a Rusia y una humillación histórica para el Kremlin. Pese a ello, Moscú logró asesinar a Dudáiev. 

Aunque los chechenos confirmaron su fortaleza, el país quedó arrasado y la crisis económica se agudizó. Los combatientes chechenos pasaron a actuar como señores de la guerra controlando el país y la sharia se extendió en el discurso social, con cada vez mayor radicalismo islámico. 

Fue entonces cuando surgió la figura de Ajmat Kadírov, del agrado de la administración central rusa. Colaboró con Putin para ganarse el apoyo social checheno y convertir el desafecto social en un sentimiento de futuro unionista dentro de la Federación Rusa. Sin embargo, las tropas rusas volvieron a entrar en Grozny tras la invasión del Daguestán por parte de las milicias chechenas en agosto de 1999.

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La Segunda Guerra Chechena, definida por las autoridades rusas como una Operación antiterrorista en el territorio del Cáucaso Norte, transcurrió durante 10 años. A la guerra de guerrillas se sumaron los atentados en suelo ruso por parte del terrorismo yihadista checheno, como el asalto al Teatro Dubrovka de Moscú en 2002 con al menos 170 muertos entre rehenes y asaltantes o la masacre de la escuela de Beslán en 2004 con 334 asesinados, entre ellos 186 niños. El principal responsable era el terrorista número uno Shamil Basayev, abatido por los servicios secretos rusos en 2006.

El avance de la guerra permitió a Rusia una progresiva normalización política en Chechenia, poniendo al frente a Kadírov, para así garantizar un proyecto no independentista. Sin embargo, el presidente sufrió un magnicidio cuando una mina terrestre estalló en el estadio Dinamo de Grozni en un acto conmemorativo de la victoria rusa en la Segunda Guerra Mundial. 

Es entonces cuando su hijo Ramzán Kadírov tomó el poder y tras el fin de la guerra en 2009, va recrudeciendo más la posición de su régimen y su apoyo en Putin. Su posición ha sido fundamental en conflictos como Crimea, Siria o Ucrania, donde los combatientes chechenos han participado. Sin embargo, existen muchos aspectos a dilucidar de este régimen.

Daguestán: fundamentalismo religioso como base de la violencia

Con más de tres millones de habitantes, este lugar concentra una de las áreas más heterogéneas, pobres e inhóspitas de un país ya de por sí inmenso como Rusia. La República de Daguestán tiene una historia marcada por los sucesivos conflictos regionales y la expansión del integrismo religioso. También existe una mayoría musulmana, pero en este caso el conflicto viene atravesado por las más de 40 etnias que conviven en la zona.

La proliferación de grupos violentos alejados étnicamente unos de otros constituyen profundas divergencias culturales que enfrentan a su población. La existencia de varios clanes islamistas que logran captar a jóvenes para ponerlos al servicio de sus ideas radicales ha convertido esta república en uno de los lugares más peligrosos de Europa.

Este territorio constituye la frontera sur de Rusia y es puerta del Caspio. Además de ser famoso por sus luchadores del Daguestán, campeones absolutos en lucha a nivel global e ídolos de masas para la población, su población identitaria también ha desarrollado un movimiento independentista considerable.

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Con la caída de la Unión Soviética, el fundamentalismo religioso comenzó a extenderse entre la población. La violencia aumentó considerablemente, con bombardeos y tiroteos casi diarios. Se atacaban comercios por vender alcohol, se extorsionaba a familias por sus creencias y secuestraban miembros de las fuerzas de seguridad. Con la invasión de 1999, se instó a la población a seguir el movimiento independentista en apoyo a los rebeldes chechenos. Sin embargo, este proceso desató mayores tensiones étnicas y religiosas a la par que una reacción desde el poder central ruso.

El crecimiento del fanatismo religioso en la zona tiene como germen la doctrina wahabista introducida en las distintas repúblicas del Cáucaso Norte al comienzo de los 90, por medio de la infiltración de células islamistas financiadas por organizaciones del Golfo Pérsico. Sin embargo, sin una verdadera coyuntura social favorable nada habría tenido éxito.

El apogeo del yihadismo en la zona se basó en el desencanto socioeconómico que vivían las zonas rurales cada vez más pobres y el rechazo a las medidas occidentales aplicadas en Rusia tras la aplicación de la perestroika. La respuesta de Rusia ha sido reprimir estos movimientos con dureza, evitando así nuevos contendientes en el Cáucaso Norte. 

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Dentro de los últimos acontecimientos, destacamos el ataque antisemita del 29 de octubre de 2023, cuando un grupo de radicales asaltó el aeropuerto de Majachkalá, la capital de la región. Se buscaba a los procedentes de un vuelo de Tel Aviv, mayoritariamente judíos, portando banderas palestinas y en constante enfrentamiento con las fuerzas de seguridad que intentaban dispersarles.

En la actualidad, la república del Daguestán se enfrenta a dos problemas fundamentales: la situación de pobreza e inestabilidad que atraviesa la región y el creciente malestar entre la población local debido a la nueva política de reclutamiento forzoso decretada por el ejecutivo de Vladímir Putin el pasado mes de septiembre.

El papel de Ucrania respecto a los conflictos de Chechenia y Daguestán

Ambos territorios se enfrentan a la situación actual del espacio postsoviético en un momento de calma tras los conflictos de las pasadas décadas. La situación no refleja el mismo grado de violencia excesiva que se llegó a alcanzar tanto en Chechenia y Daguestán. Sin embargo, se trata de dos territorios atravesados por la disputa religiosa y gobernados desde el autoritarismo.

En el marco de la guerra de Ucrania, mientras que Kadírov envía combatientes veteranos de guerra curtidos en los sucesivos conflictos en Chechenia, parte de la población rechaza las políticas de reclutamiento forzado impuestas por Putin. En la Rusia actual, aquellos que no quieren combatir lo evitan debido a su situación socioeconómica o posición dentro de la órbita estatal. Sin embargo, quienes terminan acudiendo a la guerra son los habitantes de los territorios cuanto más aislados y pobres. Por lo tanto, Chechenia y Daguestán concentran varios de los reclutamientos forzados, al igual que zonas de Siberia. 

No obstante, cabe destacar la existencia de combatientes contrarios al Kremlin, que poseen cualidades suficientes para desenvolverse en una zona de conflicto. Pese a que no hay una situación de guerra directa en Chechenia, los chechenos sí se están enfrentando entre ellos en Ucrania. Los partidarios de Putin y Kadírov contra los contrarios al poder central de Moscú, que luchan en el bando ucraniano para debilitar a su enemigo común. 

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En el caso daguestaní, el contendiente actual y la voluntad a combatir está más relacionado con la pobreza y la oportunidad que una guerra da a nivel económico a una familia. Por otro lado, el rechazo a combatir tiene que ver con el sentimiento de no pertenencia a la Federación Rusa y la inutilidad de volver a la espiral de violencia. 

Putin ha acusado Occidente y a Ucrania de los disturbios acontecidos en el Daguestán con el asalto al aeropuerto. Les acusa de querer desestabilizar el país. Sin embargo, se trata de una cortina de humo para tapar la persistente inestabilidad en la república caucásica y el rechazo a la idea de expansionismo integrando todas las épocas de la historia rusa que defiende el putinismo. 

No deja de ser evidente que tanto Chechenia como Daguestán son contendientes molestos para Rusia. Son problemas internos graves que no son equiparables a invadir otro país como muestra de fortaleza para evitar resolver estas cuestiones. Un posicionamiento fuerte que revuelva los cimientos del Kremlin o un recrudecimiento de la violencia que obligue a las fuerzas rusas a intervenir pueden definitivamente derrotar a Rusia. Por lo tanto, será fundamental el poder de negociación que Ucrania tenga para, a través de la Inteligencia, golpear a Moscú utilizando estas dos repúblicas como salvoconducto de su propia supervivencia.

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