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Por qué las elecciones en Nigeria son las más importantes de su democracia

Análisis

Soraya Aybar Laafou
Soraya Aybar Laafou
Editora y analista en LISA News. Politóloga y periodista interesada en los derechos humanos, la geopolítica y los procesos migratorios. Me apasionan las Relaciones Internacionales y observo con especial interés al continente africano. Soy directora de África Mundi, el primer medio de análisis sobre África en castellano.

El futuro sobre el devenir democrático, la insurgencia yihadista o la inflación está en manos de los millones de votantes que participarán en las elecciones de Nigeria. En este análisis, hablamos sobre lo que suponen los comicios para el país más poblado de África Occidental y cómo podría replicarse en el resto del continente.

El próximo 25 de febrero todos los ojos estarán puestos en Nigeria. Este año, las elecciones presidenciales no solo son claves para la región de África occidental, sino que además, podrían convertirse en un hervidero de hitos electorales que marcarán el devenir político, social y económico del país.

Nigeria es, sin duda, uno de los países más importantes del continente africano. Principalmente, por cuatro razones: primero, por su demografía. Uno de cada seis africanos es nigeriano y las previsiones de Naciones Unidas apuntan que en 2100, Nigeria albergará alrededor de 458 millones de habitantes. El país de África Occidental experimentará uno de los mayores crecimientos poblacionales de la región, que actualmente cuenta con aproximadamente 200 millones de personas, según el último censo de 2006.

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Segundo, por su economía. En Nigeria, el Producto Interior Bruto ronda los 441.000 millones de dólares, el más alto de África, y su economía representa un 17,1% de la producción total en el continente. Solamente el Estado de Lagos, una de las principales ciudades del país, tiene una producción económica mayor que la de Kenia y su PIB es mayor que todos los estados de África Occidental juntos. Además, en 2050 Nigeria ocupará el vigésimo puesto en el ranking mundial del PIB nominal, por delante de España, que bajará hasta la vigesimoprimera posición. 

En tercer lugar, por sus recursos naturales. Nigeria es el segundo mayor productos de petróleo, después de Libia, y el tercero de gas natural, por detrás de Egipto y Argelia. En 2019, Nigeria era el décimo país del mundo con mayores reservas de petróleo, por delante de Estados Unidos. Una joya natural que por lo pronto, también se ha convertido en un regalo envenenado y una de las principales causas de conflicto regionales y terroristas. 

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Los tres factores anteriores configuran un cuarto pivote nigeriano vital para la región de África occidental: su poder de influencia. El país tiene un papel primordial en la configuración del futuro de la seguridad, la política y la economía de los demás. Es una de las principales voces de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental —CEDEAO— y es socio del G-5 del Sahel, formado por Chad, Níger, Burkina Faso, Mali y Mauritania. Aun así, su influencia va más allá de su presencia en las organizaciones regionales. Nigeria, por ejemplo, tuvo un importante rol en el acuerdo que puso fin a las guerras civiles alrededor de la región del río Mano, entre Guinea, Liberia y Sierra Leona e impulsó la transición política pacífica del poder en Gambia. 

Unas elecciones históricas en una Nigeria inestable

El actual líder, Mohammadu Buhari ha agotado su legislatura. El presidente deja vacante su puesto en un momento crítico para el país. A pesar del potencial demográfico, económico, natural y de influencia de Nigeria, el elegido tras las elecciones tendrá que lidiar con un panorama más inestable que nunca: un Estado que no controla todo el país, con la región norte asolada por el yihadismo de Boko Haram, un conflicto armado entre pastores musulmanes y agricultores cristianos y las consecuencias del cambio climático, que empeora la sequía y la inseguridad alimentaria en varias zonas del país. 

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Si hablamos de la logística de los comicios, los retos son mayúsculos. Por una parte, se espera que el número de votantes registrados ascienda hasta los 93,5 millones de personas, según la Comisión Electoral Nacional. Además, a las caras familiares de los candidatos Atiku Abubakar y Bola Tinubu, se suman otras dos sorpresas y favoritos, Peter Obi y Rabiu Kwakanso, que conforman un cuatripartito que configura la posibilidad real de ir por primera vez en la historia democrática a una segunda vuelta. 

A ello, un total de 18 partidos políticos, 18 candidatos presidenciales, 1.101 candidatos al Senado y 3.122 candidatos que compiten por circunscripciones federales en la Cámara de Representantes llenarán las papeletas de alrededor de 176.606 colegios electorales en el país. La logística electoral dispara el coste de los comicios, sobre los que Nigeria gasta alrededor del 2% de su PIB. 

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Si hablamos de crisis de violencia y conflicto armado, en diciembre de 2022, al menos 10.000 nigerianos habían muerto en conflictos armados y más de 5.000 habían sido secuestrados entre enero y mediados de diciembre de ese mismo año, según el Grupo de Crisis Internacional. Además, hay más de 1,2 millones de desplazados en el norte y el centro del país, según la Organización Internacional de Migraciones de Naciones Unidas. 

Las consecuencias fácticas de la insurgencia de Boko Haram y otras escisiones terroristas generan un malestar social en la población de Nigeria. Según una encuesta de Afrobarómetro, la delincuencia y la inseguridad encabeza la lista de los nigerianos de los problemas más importantes que debe abordar el gobierno. Alrededor del 61% de los nigerianos asegura haberse sentido inseguro al pasear por su barrio, y el 51% haber temido la delincuencia en su propio hogar al menos una vez durante 2022. 

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Por otro lado, a pesar de la proyección económica, existe una gran disparidad de riqueza en el país. Según datos del Banco Mundial, en 2022 el 63% de los nigerianos vive por debajo del umbral nacional de pobreza y carece de acceso a la educación, la electricidad y el agua potable. A ello su suma la falta de oportunidades laborales que dispara la tasa de desempleo hasta el 33%. A ello se suma la desafección generalizada de la población sobre las clases políticas en Nigeria. Alrededor del 89% de los nigerianos considera que el país camina hacia la dirección equivocada y el 77% asegura estar insatisfecho con el funcionamiento de su democracia, según una encuesta de Afrobarómetro. 

Los principales retos de las elecciones en Nigeria

Si hablamos de retos que podrían afectar a la participación directa sobre las elecciones de Nigeria, debemos de resaltar tres aspectos. 

Primero, el rediseño de la Naira, la moneda local. Las elecciones han llegado en un momento de falta de liquidez en el país. En diciembre de 2022, el Banco Central anunció cambios en los billetes de 200, 500 y 1.000 nairas con el objetivo de combatir la corrupción y potenciar la economía móvil. El resultado, con las urnas a pie de calle, no ha sido el esperado. Los nuevos billetes no han llegado a manos de todos, los bancos están saturados y no hay efectivo suficiente.

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En Nigeria, el 40% de los ciudadanos no tiene cuenta bancaria y, el organismo electoral ha advertido que la incapacidad de los bancos de distribuir una cantidad suficiente del nuevo efectivo podría dificultar el pago del personal temporal y los guardias de seguridad necesarios para el funcionamiento de los miles de colegios electorales. 

A ello se suma otro reto mayúsculo: la inseguridad electoral. A principios de febrero, la Comisión Electoral Nacional anunció que una de sus oficinas en el estado de Anambra había sufrido un ataque. Un grupo de hombres armados destruyeron 700 urnas, 245 cubículos de votación y 256 bolsas electorales preparados para los comicios de finales de mes. Este ataque no fue el único. La institución electoral ha registrado más de 50 ataques e incendios en sus instalaciones a lo largo de 15 estados desde los últimos comicios de 2019. 

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Por último, ambos factores podrían mermar la participación electoral de un país con una apatía en los votantes extendida. En las elecciones generales de 2019, el país pronosticó que 84 millones de nigerianos saldrían a las urnas. La realidad es que la participación electoral no llegó ni al 35%, según el Instituto de la Democracia y asistencia electoral. Nigeria es el cuarto país con la menor participación electoral en África y el noveno del mundo. 

¿Cómo afectará lo que ocurra en Nigeria al Sahel?

El nuevo líder del país afrontará grandes retos que no solo serán determinantes para el futuro de Nigeria, sino también para la región del Sahel. Para empezar, deberá digitalizar su economía y diversificar su dependencia del petróleo, sobre todo, ante la necesidad europea de la energía con la invasión rusa en Ucrania. La construcción del gasoducto Marruecos-Nigeria tomará un papel geopolítico fundamental en la región y recorrerá 13 países del África Occidental y norte de África, entre ellos Costa de Marfil, Senegal o Mauritania. Nigeria deberá proveer a todos los países de garantías económicas, respetar los derechos humanos durante la construcción del proyecto y sortear los escollo terroristas. 

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Las elecciones también marcarán el devenir democrático de la región. Los golpes militares y los intentos por aferrarse al poder por parte de antiguos gobernantes en Mali o Burkina Faso, han hecho temer un retroceso democrático sobre los avances conseguidos desde el final de la Guerra Fría. Con 24 años de democracia ininterrumpida a la espalda, Nigeria es un país precursor y, si las elecciones son un éxito, será un gran estímulo para la democracia en el Sahel y el continente. 

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