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Los 4 espías más llamativos de la historia de la Inteligencia

Análisis

Marta Soriano Palacios
Marta Soriano Palacios
Analista internacional en prácticas en LISA News. Estudiante de último año en Relaciones Internacionales y Comunicación Corporativa en la Universidad Rey Juan Carlos. Apasionada en la investigación en geopolítica con el fin de abordar los desafíos presentes y futuros y entender su impacto a nivel internacional.

En la historia de la Inteligencia, son varias las personalidades que, por cuestiones históricas, personales o socioeconómicas, terminaron por convertirse en espías. En Japón, Mochizuki Chiyome, actuó en lealtad al clan Tekada; desde España, Ramón Mercader propició el asesinato del teórico comunista ruso, Leon Trotsky y Coco Chanel compaginó el diseño de moda con el espionaje de más alto nivel. A continuación, ahondamos en los perfiles de cuatro de los espías más llamativos de la historia de la Inteligencia.

A lo largo de los siglos, el arte del espionaje y las diferentes formas de manipulación han anegado la historia de la humanidad. La búsqueda incesante de poder y la necesidad de establecer ventajas en el escenario bélico han sido fuerzas motrices que han dado forma y evolución a esta práctica ancestral. El espionaje, el fenómeno que no conoce fronteras ni limitaciones culturales, se ha extendido a todos los confines del mundo, donde cualquiera podía y puede convertirse en un agente sin importar su pasado, clase social, género o ideología.

El amplio abanico de personalidades nos adentra en un mundo donde su intrincada trayectoria en el espionaje despiertan una curiosidad insaciable para cualquier lector. En ocasiones, estas historias a lo largo del tiempo han mezclado incluso la realidad con la ficción. A continuación, exploramos esas figuras emblemáticas que han dejado una marca indeleble en la narrativa y que continúan influyendo hoy.

Mochizuki Chiyome: una leyenda japonesa

La historia de Mochizuki Chiyome se remonta a la época medieval japonesa, en un período de gran inestabilidad territorial y enfrentamientos violentos entre las familias samuráis dominantes. Esta época se conoce como el Período Sengoku o Período de los Estados Combatientes (1467-1568), donde los señores de la guerra (daimyo, en japonés), ante la ausencia de un gobierno fuerte y centralizado, lucharon con gran brutalidad por el control de las tierras japonesas hasta su unificación en 1568.

A raíz de la rivalidad existente, un sinfín de batallas anegaron el siglo XVI. En una de ellas, el esposo de Chiyome, un famoso samurái, murió dejándola viuda y bajo el cargo de su tío, Takeda Shingen, otro noble partícipe de la guerra por el poder.

Lejos de ser una esposa dócil y dependiente, Chiyome era una kunoichi o mujer espía. Gracias a su descendencia de Mochizuki Izumono-Kami, un legendario maestro de artes marciales, y, al ser parte del linaje de una academia de ninjas bajo la faceta de empresa farmacéutica, el cambio de rumbo en los acontecimientos, dio un impulso a las habilidades de Chiyome como ninja ante un futuro incierto. 

Mochizuki Chiyome. Fuente: El Espectador.

A su llegada a la residencia de Shingen, Chiyome aceptó las condiciones que este le proponía: ayudarle a ganar la guerra y a protegerlo de la amenaza de los familiares que lo tenían en el punto de mira. Fue de esta manera que, con la bendición y el patrocinio del tío de su marido, se estableció en el pueblo de Nezu un santuario religioso donde pudiesen acudir las mujeres que cayeron en el olvido de la sociedad japonesa, como fugitivas, huérfanas, viudas y niñas perdidas. 

Las opciones eran escasas para estas mujeres: actuar como espías en lealtad al clan Takeda a cambio de un refugio o estar abandonadas ante los horrores de la guerra. En este contexto, Chiyome transmitió sus conocimientos en el arte del espionaje a sus alumnas como la etiqueta, la danza y el canto para infiltrarse en la alta sociedad, además de las artes marciales, técnicas de memorización, e incluso la falsificación de documentos. En esta academia de doble tapadera, las mujeres aprendieron a hacerse pasar por doncellas de santuario, artistas ambulantes, peregrinas religiosas o, incluso, prostitutas para acceder a información secreta de los enemigos para Chiyome, que a su vez transmitía a Shingen.

Se calcula que entre 1561 y 1573, alrededor de 200 y 300 agentes se encontraban trabajando en toda la isla de Japón bajo la atenta tutela de Chiyome. 

La historia de Mochizuki Chiyome muestra el importante papel que desempeñaron las mujeres en el espionaje y la guerra durante este turbulento período de la historia japonesa. Debido a la escasez de fuentes, se sospecha que tras la muerte de Shingen, se borró toda información relativa a su existencia por su estatus como espía, para protegerse. Hoy nadie puede confirmar con seguridad si realmente existió por lo que Chiyome se considera parte de las leyendas japonesas.

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Sr. Richebourg: el espía más pequeño del mundo

En 1789, se desencadenó la Revolución Francesa en las arterias urbanas de París, en una época donde corrientes políticas y facciones pugnaban por instaurar una Francia libre de la autoridad de los monarcas. Con el nacimiento del Reinado del Terror, las calles de Francia quedaron teñidas de sangre, a raíz de las masivas de ejecuciones públicas. En este contexto, se fraguaría un terreno fértil para que floreciese la actividad del espionaje con éxito.

La trayectoria como agente de inteligencia del señor Richebourg comienza bajo el mandato de la Duquesa de Orléans. En este período, debido al asedio de la capital por parte de las fuerzas revolucionarias, la Duquesa buscaba aprovechar la función de un espía que pueda sortear los confines de la ciudad y obtener información sobre la situación. Amparado por su prodigiosa memoria y, especialmente, su altura, de tan solo 58 centímetros, el señor Richebourg, quien ejerció como sirviente de la aristócrata, se presentó como voluntario ante estos peligrosos servicios.

El modus operandi al que el pequeño criado se acogió a lo largo de su vida, y que lo catapultó a la fama, se centró en una estrategia de infiltración en la cual se presentaba ante su objetivo disfrazado como un infante, aprovechando su reducida estatura. 

Sr. Richebourg. Fuente: 20minutos.

En ocasiones, este singular espía optaba por acudir a las comisarías bajo la apariencia de un niño perdido para recolectar información de primera mano en las instalaciones policiales. Otras veces, colaboraba con una mujer que desempeñaba el papel de niñera. En este caso, esta solicitaba a los soldados si podían hacerse cargo de los cuidados de su bebé mientras ella atendía ciertos encargos. Durante tales instantes, el señor Richebourg memorizaba las conversaciones entre los soldados, que abarcaban desde noticias censuradas pasando por movimientos militares o el paradero de personalidades relevantes.

Por otra parte, los cuerpos de espionaje también contrataban al pequeño espía para entregar mensajes específicos. En estas situaciones, el receptor se acercaba al adorable bebé para prodigarle caricias mientras Richebourg transmitía el mensaje que había memorizado.

Con todo ello, el señor Richebourg fue un agente sin lealtades. Al servicio de las facciones que lo contrataban, en más de una ocasión ejerció como doble agente para el mejor postor. Esto le costaría su condena a la guillotina, de la que conseguiría escapar gracias a sus desconocidas, pero increíbles, técnicas de escondite.

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Ramón Mercader: el espía español que asesinó a Trotsky

El asesinato de Trotsky, un acontecimiento que dejaría una profunda huella en el panorama del comunismo internacional, radicó un implacable conflicto por el control de ideales políticos entre, quien estaba destinado a suceder a Lenin, y el líder de la URSS, Joseph Stalin. Con el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 surge esta rivalidad cuyo desenlace se materializó en México de 1940. A medida que se perfilaba el horizonte de una inminente Segunda Guerra Mundial, las opiniones de Trotsky, fueron consideradas una amenaza para la estabilidad del régimen de Stalin, el cual tildaba de traidor y enemigo de la Unión Soviética. Por ello, en 1929, Trotsky fue expulsado del régimen, lo que le forzó a llevar una vida en relativo anonimato, desplazándose por diversos países hasta llegar a México. 

El suceso trascendental que involucra a Ramón Mercader, un comunista catalán de la agencia de inteligencia soviética NKVD, se enmarca en el asesinato de Trotsky, en la Ciudad de México en agosto de 1940.

Las raíces de Mercader en el comunismo revolucionario soviético se remontan a años atrás, influidos por su madre Caridad, quien lo introdujo en la escena comunista mientras vivía su juventud en Francia. De regreso en Barcelona tras el establecimiento de la Segunda República Española en 1931, Mercader se involucró con agentes y simpatizantes soviéticos, lo que afianzó su convicción en la causa marxista. En su trayectoria, adoptó diferentes facetas para cumplir con los intereses del régimen, como el nombre de Jacques Mornard, para espiar los círculos de apoyo a Trotsky en Francia.

Ramón Mercader. Fuente: La Vanguardia.

La operación para eliminar a Trotsky, un acto impulsado por la Unión Soviética bajo el mando de Stalin, tuvo varios intentos fallidos. La decisión de infiltrarse en los círculos íntimos de Trotsky demostró ser más eficaz, y ahí entraría en escena Ramón Mercader, elegido para llevar a cabo la tarea bajo el disfraz del empresario canadiense, Frank Jackson. A través de las conversaciones sobre inversiones extranjeras, Mercader obtuvo la confianza de la familia Trotsky y, finalmente, perpetró su asesinato con un picahielos.

Tras el asesinato, Mercader fue condenado a 20 años de acuerdo con la legislación mexicana. Al parecer, su defensa se complicó al no haber rastro de documentación como nacional español, por lo que ante la ley aparecía como Jaques Mornard, un hombre sin pasado, ni historia. Y por supuesto, a su vez, el gobierno soviético negó cualquier implicación oficial en el acto

En definitiva, el enigmático episodio de Ramón Mercader como asesino de Trotsky cuenta la narrativa de una lucha por el poder entre líderes a través de la maquinación y el espionaje más allá de las fronteras geográficas, así como también la de un hombre que abrazó incondicionalmente una doctrina ideológica que lo convirtió en un peón obediente de la élite que lo orquestaba.

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Coco Chanel: ¿diseñadora de moda o espía?

La historia del siglo XX está intrínsecamente ligada a la figura icónica de Coco Chanel, una diseñadora de moda francesa que trascendió las barreras de la industria para convertirse en un símbolo de elegancia y estilo de la mujer moderna. Sin embargo, su historia es una narrativa compleja que va más allá del mundo de la moda, pues su nombre estuvo involucrado en intrigas políticas y alianzas en clandestinidad sorprendentes durante la Segunda Guerra Mundial, una época en la que el espionaje primaba como herramienta crucial para determinar las ventajas competitivas en el conflicto entre potencias.  La biografía de Hal Vaughn, Sleeping With the Beauty, revela con detalle su trayectoria encubierta como simpatizante e informadora para la inteligencia militar Nazi, la Abwehr.

Aunque los orígenes de Chanel fueron humildes, su meteórico ascenso en el mundo de la moda antes de la Primera Guerra Mundial, le convirtieron en un personaje influyente entre las figuras políticas más poderosas de Europa, sobre todo en Londres, Madrid y París. En 1940, después de que los nazis tomaran París, Chanel comenzó un romance con el barón Hans Günther von Dincklage, oficial de la Abwehr y espía de la Gestapo. Su relación, no solo le permitió mudarse al Hotel Ritz de París, por aquel entonces cuartel general alemán, sino que la mantuvo conectada a un poderoso círculo de la alta sociedad de oficiales alemanes. 

Sin embargo, su actividad dentro del espionaje comenzó más tarde, tras el contacto con Louis de Vaufreland, otro destacado agente de la Abwehr. Con el fin de liberar a su sobrino que estaba en prisión por supuestos contactos con los aliados, la diseñadora debía prestar sus servicios a Berlín como informadora de sus importantes amigos en la esfera política y económica de Madrid e Iglaterra. En 1941, Chanel fue registrada como agente F-7124, con el nombre en clave de «Westminster» y viajó con Vaufreland para cumplir con su importante misión bajo el pretexto de hacer negocios.

Coco Chanel. Fuente: Vogue España.

Chanel también participó en otras misiones. En 1944, la derrota de Alemania parecía más que evidente, por ello, el general Walter Schellenberg de las Shutzstaffel (también conocidas como las SS) le encargó ser partícipe de la Operación Modellhut, donde la espía debía de hacer uso de sus conexiones con Churchill y hacer entrega de una carta de rendición alemana por altos cargos de la SS.

Poco después de la liberación de París, en agosto de 1944, Chanel fue detenida por el gobierno francés y tras el fin de la guerra compareció ante un tribunal francés para tomar cuentas de los testimonios de oficiales alemanes que la vinculaban con la Abwehr. En ambas ocasiones Chanel fue puesta en libertad a falta de pruebas concluyentes y, por supuesto, negando todo alcance de sus interacciones con las altas esferas nazis. De acuerdo con la biografía Sleeping with the Enemy, Chanel adoptó medidas para eliminar cualquier rastro de sus acciones como agente encubierta, siempre que las circunstancias lo permitieran. 

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Hacia mediados de la década de 1950, la diseñadora retomó su labor creativa y murió en 1971 en el lugar que había sido su residencia principal a lo largo de la mayoría de sus años, el lujoso hotel Ritz. En definitiva, la influencia ejercida por Chanel perduraría tanto en la evolución de la moda del siglo XX como en su desempeño en el contexto político de la época: un escenario donde las líneas entre la creatividad y la clandestinidad se entrelazaron de manera sorprendente.

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