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De Bolsonaro a Milei: transiciones hacia una «Nueva Derecha» en América Latina

Análisis

Roberto Mansilla Blanco
Roberto Mansilla Blanco
Analista de geopolítica y relaciones internacionales. Licenciado en Estudios Internacionales (Universidad Central de Venezuela, UCV), magister en Ciencia Política (Universidad Simón Bolívar, USB) Con experiencia profesional en medios de comunicación en Venezuela y Galicia. Entre 2003 y 2020 fue analista e investigador del Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, IGADI (www.igadi.org). Actualmente colaborador en think tanks (esglobal) y medios digitales en España y América Latina. Redactor Jefe en medio Foro A Peneira-Novas do Eixo Atlántico (Editorial Novas do Eixo Atlántico, S.L) Actualmente cursa el Máster de Analista de Inteligencia en LISA Institute.

La elección de Javier Milei como presidente de Argentina ha reabierto el debate sobre cómo América Latina está tomando un nuevo giro ideológico hacia una «Nueva Derecha» que tiene como precursores a líderes como Jair Bolsonaro en Brasil o Nayib Bukele en El Salvador. En este artículo el analista y alumno del Máster Profesional de Analista de Inteligencia de LISA Institute, Roberto Mansilla, rastrea las singularidades de esta tendencia política de la derecha latinoamericana y explora qué podemos esperar del calendario electoral en la región en 2024.

La victoria de Javier Milei en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales argentinas celebradas el pasado 19 de noviembre de 2023 reabre el debate sobre la posibilidad de un nuevo giro político en América Latina ante el ciclo electoral 2024-2026. Esta coyuntura eventualmente anunciaría la asunción de una «Nueva Derecha» con expectativas de generar influencia política y de alcanzar el poder en las próximas citas electorales. 

Si bien es aún prematuro establecer conclusiones sobre el alcance de lo que podríamos considerar como el «fenómeno Milei» así como sus eventuales repercusiones a nivel hemisférico es igualmente pertinente rastrear las singularidades que se van abriendo en esta nueva tendencia política de la derecha latinoamericana. Es decir, sus principales propulsores así como sus coordenadas políticas e ideológicas y sus compatibilidades tanto a nivel regional como internacional.

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Los referentes y las señas de identidad de la «Nueva Derecha» en América Latina

Con la pretensión de contextualizarlo con el «fenómeno Milei», el análisis se enfocará en los principales líderes y perfiles ideológicos de esta tendencia política definidos en aspectos como: 

  • El efecto personalista y carismático de sus propulsores y sus postulados ideológicos. 
  • Sus compatibilidades y diferencias con respecto a la derecha tradicional.
  • Las coincidencias de sus discursos y su ascendente social
  • Sus alianzas exteriores
  • Si existe o no alguna referencia de carácter fascista o post-fascistatal y como argumentan algunos de sus críticos principalmente desde la izquierda.

Los precursores: Donald Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil

Tras asumir su mandato presidencial en Brasil en enero de 2019, Jair Bolsonaro estableció una especie de tríada ideológica denominada las «tres B: Bala, Buey y Biblia».  Seguidor de las ideas de Olavo de Carvalho, un exponente de las teorías de la conspiración y referente también del expresidente estadounidense Donald Trump, el bolsonarismo identificaba en esa tríada a ejes pilares de sus apoyos como el sector militar (del que proviene el propio Bolsonaro), el ganadero-industrial y los grupos religiosos, en este caso evangélicos, que entroncan con la idea de la familia y los valores tradicionales. 

Todo ello permitió a Bolsonaro, como al trumpismo en Estados Unidos, articular una agenda fuertemente «antiprogresista» y reaccionaria con el legado del lulismo (2003-2016) y, en el caso de Trump, con el precedente de Barack Obama (2009-2017). Para ello, ambos políticos también debieron manejar sus respectivos apoyos dentro de partidos de derechas con amplia trayectoria de representación política en sus respectivos países.

Bolsonaro lo hizo como candidato del Partido Liberal, pero también recibió apoyos de otros partidos derechistas brasileños. Por su parte, Trump se presentó como candidato del Partido Republicano, pero también ha logrado confeccionar alianzas con sectores más ultraderechistas como el Tea Party, el movimiento de la «Derecha Alternativa» (Alt-Right) y sectores seguidores de teorías de la conspiración como QAnon. Como el bolsonarismo, el trumpismo ha vertebrado un amplio actor político en el espacio de las derechas estadounidenses con posibilidades de volver a la Casa Blanca en 2024.

Admirador y aliado de Bolsonaro, Javier Milei reajusta estas referencias ideológicas para integrarlas en su definición personal como «liberal libertario» con tintes «anarcocapitalistas». De formación economista, Milei traza tres ejes clave: predominio del Libre Mercado, minarquismo vinculado a la minimización del papel del Estado y su delimitación a la protección de la libertad individual y énfasis en la seguridad ciudadana. 

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Visto en perspectiva, sus ideas reproducen una amalgama de tesis economicistas vinculadas a la «Escuela Austríaca» y particularmente de Murray Newton Rothbard, creador del Partido Libertario. Estas ideas se expandieron a través de políticas neoliberales en América Latina desde mediados de la década de 1980, con fuerte predominio de la privatización de activos públicos, la liberalización monetaria y la apertura de mercados. Milei también ha confesado su admiración por el modelo thatcherista, un aspecto que ha levantado fuertes controversias internas en el país en especial por la reclamación de soberanía argentina sobre las Islas Malvinas.

Por otro lado, Milei hace causa común con Bolsonaro y Trump en una posición abiertamente antifeminista y crítico con el «lobby LGTBI», la Agenda 2030 y el negacionismo del cambio climático. Tampoco desprecia Milei las nociones «patrióticas y nacionalistas» que le permitan «conectar con el pueblo» y abrir la esperanza de la «recuperación de Argentina como potencia». Aquí se aprecian en Milei ciertas contradicciones entre su discurso libertario y minarquista con la necesidad de adoptar posiciones más populistas y de acción del Estado, aspecto que le asemeja con el discurso de Trump y Bolsonaro. Los tres coinciden igualmente en su aversión por el progresismo, la izquierda y el comunismo. 

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Más allá de las afinidades ideológicas están también los precedentes existentes antes de que estos líderes llegaran al poder: a Bolsonaro le precedió (y posteriormente substituyó) el lulismo como Trump lo estuvo del obamismo.  Por su parte Milei llegará al poder tras casi dos décadas de hegemonía «peronista-kirchnerista» en Argentina. Milei, como Bolsonaro, establece un eje geopolítico más proclive a retornar al «atlantismo» y una relación estratégica con Israel por encima de sus predecesores «kirchneristas», más inclinados hacia el eje sino-ruso.

En sus respectivos discursos políticos los tres líderes han atacado incansablemente a «la casta», el establishment y el «Estado profundo» considerándolos como «los enemigos de la libertad» y del «renacer» de sus respectivos países. Identifican en estas categorías a los sectores de elites, progresistas, izquierdistas y centristas opuestos al cambio y los privilegiados del sistema.  Este discurso logra calar con fuerzas en las clases más populares, los «desprotegidos» y marginados del sistema como si de una especie de «efecto justiciero» se tratase

De este modo estos líderes se han erigido a sí mismos como las alternativas «antisistema», incluso con visos de populismo de derechas y cierto mesianismo político. Estas dinámicas han determinado la evolución de sus respectivos movimientos políticos, refutando como presuntamente «antihistóricas» y «antinaturales» la tesis de la «justicia social» muy presente en las ideas de izquierdas. Visto en perspectiva, Milei, Bolsonaro y Trump han jugado sus cartas discursivas «antisistema» de manera oportunista con la finalidad de monopolizar el descontento social y alejarlos de las reivindicaciones izquierdistas.

Con ello logran vertebrar una amplia amalgama de carácter horizontal hacia diversos sectores sociales, diluyendo la tradicional imagen elitesca de las derechas tradicionales en América Latina. Por otro lado, estos líderes han hecho de las redes sociales el espacio de difusión más efectivo para sus respectivos mensajes. Esto les ha llevado a ser acusados de propagar constantemente fake news y teorías de la conspiración

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El modelo «Nayib Bukele»

El caso del presidente salvadoreño Nayib Bukele tiene dinámicas propias aunque también importantes coincidencias. De origen palestino, Bukele comenzó su trayectoria política en 2011 dentro del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) para progresivamente dar un giro copernicano a través de un nuevo partido, Nuevas Ideas.

En el poder desde 2020, el partido de Bukele adopta una amalgama de ideas políticas que van desde el conservadurismo social y el liberalismo económico hasta el populismo, el pragmatismo y una visión integral regional (el centroamericanismo), todo ello amparado en el visible personalismo de su líder.

Con énfasis en la seguridad ciudadana en uno de los países con mayores índices de criminalidad a nivel hemisférico, el «modelo Bukele» tiene adeptos a nivel regional. En este sentido, tras ganar las primarias PASO en agosto de 2022, el equipo de Milei inició una serie de contactos con representantes del gobierno de Bukele para conocer y eventualmente aplicar esas mismas políticas de seguridad en Argentina, cuyos índices de inseguridad han aumentado en los últimos años. 

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En algunas de sus declaraciones, Milei ha alabado las políticas de Bukele, lo cual presagia una conjunción de intereses entre ambos gobiernos en esta nueva etapa que se abre. Algunos analistas han observado esta inclinación bukeliana de Milei por la seguridad como una especie de «inciso» en su visión minarquista en la que aceptaría la coacción del Estado para garantizar la libertad individual.

La relación de la «Nueva Derecha» con la derecha tradicional

Más allá de la ideología «liberal libertaria» y su discurso antisistema contra la «casta política», Milei también maneja la realpolitik. Para el nuevo período presidencial 2024-2028 y tomando en cuenta que La Libertad Avanza no tiene mayoría parlamentaria (apenas un 15% de representación), Milei teje alianzas garantizándose el apoyo de líderes de la derecha y centroderecha tradicional en Argentina como son los casos de Patricia Bullrich (Propuesta Republicana, PRO, y rival de Milei en la primera vuelta electoral de octubre pasado) así como del expresidente Mauricio Macri (PRO). 

Bulrrich hace causa común con Milei en cuanto a las políticas económicas liberales pero, principalmente, en lo concerniente a políticas de seguridad ciudadana más punitivas. Macri parece erigirse como la baza de Milei para ganarse la confianza del sector empresarial y de algunos gobernadores regionales.

Esta especie de conjunción ideológica entre Bolsonaro y Milei tiene también sus repercusiones regionales. El caso más visible es el de José Antonio Kast en Chile, conocido reivindicador de la dictadura militar «pinochetista» y que avanza políticamente con fuerza a través del Partido Republicano. 

A priori, Kast revelaría los cimientos de la derecha tradicional chilena ahora contextualizada con nuevos actores y apoyos exteriores que manifiestan una posición reaccionaria ante las políticas progresistas del actual presidente Gabriel Boric, en particular su iniciativa constituyente para reformular los poderes públicos en Chile. 

Por otro lado, el «fenómeno Milei» ya genera expectativas en otros mandatarios de derechas en la región como es el caso del conservador presidente uruguayo Luis Lacalle Pou, quien espera una relación más fluida y «beneficiosa» con Milei a través de esquemas de integración regional como MERCOSUR.

Los aliados exteriores en Iberoamérica y Europa de la «Nueva Derecha»

La «Nueva Derecha» tiene también aliados exteriores más allá de América Latina, lo cual diluye la perspectiva de que estamos ante un fenómeno regional de dinámicas propias si no más bien hacia una tendencia expansiva de carácter más global.

Ingresando en el ámbito iberoamericano encontramos el peso que el partido político español VOX tiene en estas nuevas tendencias derechistas a nivel latinoamericano. VOX ha establecido vínculos directos con Milei, Bolsonaro y Kast así como con otros movimientos políticos latinoamericanos. 

Comencemos por México donde, además de la derecha tradicional (Partido Acción Nacional, PAN) y movimientos ultracatólicos de extrema derecha (El Yunque), también aparece ahora una tendencia de «Nueva Derecha» muy vinculada con VOX y que alienta observar a Milei y a Trump como referentes. Aquí se identifica el caso del exactor Eduardo Verástegui, y su partido «Viva México» bajo el lema «Dios, Patria y Familia».

En Colombia está el uribismo aunque empiezan a surgir tendencias más ultraderechistas (senadora María Fernanda Cabal) al igual que en Perú (Rafael López Aliaga, alcalde de Lima y líder de Renovación Popular) y Uruguay (Cabildo Abierto); en Venezuela comienza a asomarse la candidatura de María Corina Machado.

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De manera global, VOX trabaja en la articulación de estas redes de apoyo a través de una iniciativa integradora, la Iberósfera, Los objetivos de esta iniciativa se enmarcan en dar la «batalla cultural» contra «el castro-chavismo, el comunismo y el progresismo». En 2021 y 2022, Milei participó en Madrid en diversos actos de VOX. Tomando en cuenta la relación íntima entre Milei y VOX y ante un nuevo período de gobierno del socialista Pedro Sánchez, en Madrid se auguran tensiones en las relaciones hispano-argentinas, sin descartar sus efectos a nivel iberoamericano. Otra entidad en España que sigue de cerca la evolución de la «Nueva Derecha» en América Latina y particularmente de la figura de Milei es el Instituto Juan de Mariana, de clara vocación liberal.

Pero esta «Nueva Derecha» también tiene aliados a nivel europeo. Destacan aquí el presidente húngaro Viktor Orbán, un conservador antieuropeísta, y la primera ministra italiana Giorgia Meloni. Al igual que Milei, Orbán y Meloni han sido asiduos participantes de los foros de VOX en España. Con menos incidencia, pero cierta relevancia estaría también la sintonía entre Milei y la líder ultraderechista francesa Marine Le Pen.

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¿Se puede hablar de una variable fascista o post fascista en la «Nueva Derecha»?

A priori, ninguno de los referentes de esta «Nueva Derecha» muestra algún tipo de inclinación o referencias de carácter fascista. El caso personal más visible es Milei que, siendo de origen judío, se ha visto obligado a denunciar por difamación algunos ataques en su contra, muy probablemente de carácter propagandístico para vilipendiar su candidatura electoral, que lo querían vincular con cierta iconografía fascista.

En perspectiva histórica, el fascismo en América Latina tuvo escaso eco político e ideológico salvo casos muy concretos como la Acción Integralista Brasileña de Plinio Salgado y el «varguismo» en Brasil en la década de 1930; el peronismo «originario» en Argentina, con claras simpatías por Benito Mussolini previo a la aparición del justicialismo de Eva Perón; la presencia en ese país y otros vecinos (Chile, Paraguay, Uruguay y Bolivia) de exiliados nazis y fascistas tras la posguerra europea que colaboraron con las dictaduras militares (Videla, Ströessner, Pinochet) o bien entraron en contacto con partidos y movimientos derechistas y conservadores en esos países. 

No obstante, no debe pasarse por alto el hecho de que, como Bolsonaro en Brasil, Milei y Bullrich han relativizado e incluso adoptado posiciones negacionistas con respecto a los crímenes de la dictadura argentina. En Chile, Kast ha exhibido una frontal reivindicación de la herencia del «pinochetismo». Cabildo Abierto en Uruguay también ha empoderado las demandas de militares retirados ante denuncias judiciales por violaciones de la dictadura militar. En estas «Nuevas Derechas» hay, por tanto, ciertos visos de nostalgia con el pasado autoritario en sus respectivos países. 

Por otro lado, vistas las simpatías con el trumpismo, esta perspectiva nos lleva a otro flanco: en qué medida las ideas supremacistas establecidas en Estados Unidos por la Alt-Right puedan de algún modo generar algún tipo de influencia política en los líderes de la «Nueva Derecha» latinoamericana.

La «Nueva Derecha» ante el ciclo electoral regional 2024-2026

América Latina está inmersa en un nuevo ciclo electoral 2024-2026. Tras las recientes elecciones presidenciales en Ecuador (victoria del derechista Daniel Noboa) y Argentina se celebraron también las municipales y regionales en Colombia (29 de octubre de 2023). 

Estos comicios suponían un test electoral clave para medir la gestión presidencial del izquierdista Gustavo Petro. Si bien creció su base electoral a nivel nacional, a menudo en alianzas con partidos políticos menores, los resultados arrojaron para Petro derrotas sensibles en plazas estratégicas como la capital Bogotá (triunfo del liberal de izquierdas Galán), en Medellín (retorno de la derecha uribista y en Cali y Barranquilla (victoria de la centroderecha empresarial, en este último caso de tintes bukelistas)

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Para 2024 se presentan las presidenciales y legislativas en El Salvador (febrero-marzo) y República Dominicana (febrero-mayo); legislativas y municipales en Panamá (mayo); presidenciales y regionales en México (junio-julio); presidenciales y legislativas en Uruguay (octubre); y también presidenciales en Venezuela (en principio pautadas para diciembre pero aún por definir)

En lo que concierne a la posibilidad de que la «Nueva Derecha» pueda obtener ganancias políticas en estas citas electorales 2024 se aprecian tres escenarios clave: 

  • El Salvador. Bukele mantiene un hegemónico favoritismo que eventualmente anunciaría su reelección para un nuevo período presidencial. 
  • México. Al no existir reelección presidencial, el mandatario de izquierdas Andrés Manuel López Obrador está imposibilitado para postularse como candidato abriendo así el abanico de opciones para su sucesión. En lo que concierne a las posibilidades de la «Nueva Derecha» mexicana, como ya vimos anteriormente, el foco está en la eventual candidatura de Eduardo Verástegui.
  • Venezuela. Aquí destaca la inhabilitación judicial contra María Corina Machado para postularse como candidata a las presidenciales. Milei y VOX han realizado constantes apoyos públicos a favor de Machado como la única alternativa para derrotar al actual presidente Nicolás Maduro y al «castro-chavismo comunista» y poder así «retornar a Venezuela a la libertad».

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Todo ello sin descartar que en noviembre de 2024 se realizarán las elecciones presidenciales en Estados Unidos, con la posibilidad de retorno de Trump a la Casa Blanca en caso de superar sus problemas judiciales y de ganar las primarias del Partido Republicano. 

En 2025 se realizarán comicios regionales en Bolivia, legislativas en Argentina (será el primer test electoral con Milei en la presidencia) y presidenciales en Ecuador,  Honduras, Nicaragua y Chile, en este último caso importante por la candidatura de Kast. El 2026 será un año clave con presidenciales en Brasil (con la posibilidad de un bolsonarismo sin Bolsonaro), Colombia y Perú (posible candidatura de López Aliaga), elecciones determinadas por la caída del izquierdista Pedro Castillo en 2022 y la asunción del gobierno de derechas al mando de Dina Boluarte. Además, también se realizarán presidenciales en Costa Rica, país que no escapa a la órbita de esta «Nueva Derecha», en este caso de vocación trumpista.

Este ciclo electoral 2024-2026 coincidirá igualmente con los avatares y la dinámica que adopte la presidencia de Milei así como la posibilidad de observar candidaturas similares en algunos de estos contextos electorales, especialmente Chile, Brasil (a la espera de cómo se recompondrá el bolsonarismo), Venezuela, Colombia y México, todos ellos actualmente con gobiernos progresistas y de izquierdas. 

En juego estará conocer si el «fenómeno Milei» y su apuesta «liberal libertaria» y «anarcocapitalista» tendrá alguna influencia política vía reproducción de alguna candidatura afín a nivel hemisférico o si, por el contrario, será un efecto pasajero únicamente limitado al contexto argentino, ya de por sí polarizado políticamente y fuertemente determinado por el manejo de la crisis económica.

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